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sábado, 7 de agosto de 2010

Paranomía

Por. Wenceslao Calvo, España*
Uno de los prefijos que la lengua griega nos ha cedido es para-, cuya utilidad es manifiesta porque sirve para dar un significado nuevo a la palabra a la que se adjunta. No solo en español, sino también en otras lenguas ese prefijo es de suma utilidad para formar nuevas palabras. Pero ciñéndonos a nuestra lengua vienen a la mente casi instantáneamente algunas, como paramilitar, parapsicología o paranoia, por poner tres ejemplos.
Como no podía ser de otra manera, al haber sido escrito en griego, el Nuevo Testamento abunda en palabras con tal prefijo, siendo tal vez una de las más conocidas el término paracleto, que con el transcurso del tiempo ha pasado directamente en el lenguaje eclesiástico a referirse al Espíritu Santo, sin necesidad de traducción.
La Real Academia explica el prefijo para- de manera sucinta pero clara, diciendo que puede significar ´junto a´, ´al margen de´ o ´contra´. Nótese que según tal explicación esos tres significados son muy distantes entre sí, ya que evidentemente no es lo mismo estar junto a alguien o algo, que estar al margen de alguien o algo y, por supuesto, la mayor diferencia es estar en contra de alguien o algo. Gracias a Dios que el nombre que Jesús dio al Espíritu Santo, paracleto, tiene el primer significado, es decir, estar junto a alguien, en este caso junto al creyente, a su lado, siendo su abogado, intercesor y consolador.
Pero una de las palabras que en griego comienzan con para- es paranomía, compuesta de ese prefijo y de la palabra nomos, esto es, ley. En este caso el prefijo modifica la palabra ley solamente en el segundo y tercer sentido que la Real Academia le da. Con lo cual tendríamos que paranomía, o sus derivados, significa o bien ´al margen de la ley´ o bien ´en contra de la ley´. Es decir, paranomía no tiene sentido positivo alguno, solamente negativo, ya que se trata de un ataque a la ley, ya sea al fabricar una ley paralela, pero distinta, o al ir abiertamente en contra de ella.
En el Nuevo Testamento aparece solamente en dos ocasiones, una como sustantivo y otra como verbo. La primera está en 2 Pedro 2:16, cuando dice: ´…y fue reprendido por su iniquidad…´. La palabra que ahí se ha traducido como iniquidad es paranomía. Es interesante que está referida a Balaam, el hombre que conociendo perfectamente cuál era la voluntad de Dios (su ley, podríamos decir) sobre el hecho de maldecir a Israel, se inventó una ley paralela, reflejo de su propia voluntad, que dejaba al margen la ley de Dios. Como esta ley perjudicaba su codicia material, Balaam se inventó otra, a fin de obtener el soborno que se le había ofrecido. Eso es paranomía. Fraguar una ley diferente y paralela a la auténtica.
El otro pasaje en el que aparece la derivación verbal está en Hechos 23:3, cuando Pablo increpa al sumo sacerdote por haber mandado que le golpeen en la boca, diciendo: ´¿Estás tú sentado para juzgarme conforme a la ley, y quebrantando la ley me mandas golpear?´. Nótese la mención a la palabra ley en dos ocasiones en la frase. Una ley que estipulaba el derecho a defenderse de todo acusado y a ser escuchado, respetando su integridad física. Sin embargo, lo que ese sumo sacerdote hace es un quebrantamiento (paranoméo) de la ley, al ordenar algo que va abiertamente en contra de la misma. Si en el caso de Balaam se trataba de un intento de dejar la ley al margen, en el caso del sumo sacerdote es una violación frontal de la misma.
Me parece que en nuestros días estamos asistiendo en España a una auténtica paranomía, ya que la ley más alta de todas, la Constitución, de donde surgen las demás leyes, está siendo puesta a un lado o directamente atacada. Lo paradójico es que tal proceder viene de algunas personas que, estando en puestos de responsabilidad, tienen el deber primordial de guardarla y hacerla guardar. ¿Cómo pretender luego que el pueblo se rija por la ley, si quienes deben dar ejemplo no lo dan?
Pero en realidad lo que está ocurriendo con la Constitución no es más que un reflejo de otra paranomía que tiene con ver con la Ley de Dios. Aquí el problema es universal, de todas las épocas y todos los lugares. No es un asunto solo de gobernantes, sino de todos los seres humanos sin excepción. Aunque la diferencia entre una y otra es que es posible dejar al margen o violar las leyes humanas y quedar impune, pero no es posible hacer eso con la Ley de Dios. Su quebrantamiento acarrea maldición y condenación inapelables.
Todos somos culpables de esta clase de paranomía y por lo tanto estamos bajo el juicio de Dios. El evangelio consiste precisamente en la buena noticia de que Jesús, el guardador de la Ley, asumió en nuestro lugar, en la cruz, la culpa y el castigo que a nosotros nos correspondían, para que por medio de él podamos reconciliarnos con Dios y también con su Ley.

*Wenceslao Calvo es conferenciante, predicador y pastor en una iglesia de Madrid

Fuente: © W. Calvo, ProtestanteDigital.com (España, 2010).

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