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lunes, 30 de marzo de 2015

La homosexualidad desde el punto de vista científico y teológico (II)

Por. José Manuel González Campa, España.
Continuamos desarrollando este tema, de máxima actualidad que en un país como España se deviene dialécticamente a todos los niveles.
En el devenir existencial de una persona puede ocurrir que, aunque haya superado de manera adecuada las tres fases del desarrollo psicosexual de su Personalidad (fase Oral, Sádico-anal y Genital), según la concepción psicoanalítica, irrumpa algún proceso morboso y psicopatológico que altere y distorsione ese desarrollo. Si la persona no superó la fase oral, el deseo de satisfacción del instinto sexual va a conseguirse a través de actividades orales: beber, fumar, comer, etc. Esta manera oral de satisfacción de deseos sexuales inconscientes puede dar lugar a diversas patologías de la mayor importancia, que van a dar al traste con la salud de dicha persona: alcoholismo, tabaquismo, obesidad, etc. Si no superó la fase anal o sádico-anal, la realización del instinto sexual va a quedar ligada a la parte final del aparato digestivo (el ano) y la persona puede abocar a una problemática de homosexualidad cuando llegue la adolescencia.
Si el desarrollo psicosexual alcanzó la fase genital, habrá evolucionado, desde el punto de vista de la psicosexualidad, de manera adecuada; pero una enfermedad de naturaleza psicótica (como la esquizofrenia y otro tipo de trastornos, como la neurosis obsesivo-compulsiva) o neurótica, pueden provocar una regresión de la fase genital a otras fases más primarias como la sádico-anal u oral, que también pueden alterar el deseo de realización del instinto sexual heterosexual y hacer que éste intente realizarse por vía homosexual. Así que cuando un enfermo mental, con el diagnóstico de esquizofrenia, tiene prácticas homosexuales, el realizar juicios de valor ético-moral sobre su conducta es, desde el punto de vista científico, inaceptable y, desde el punto de vista cristiano, una aberración y un pecado. La regresión desde la fase genital, a una inmediatamente anterior, es un proceso que se realiza de manera inconsciente y está más allá de la capacidad volitiva de una persona. Si a alguien le correspondiese juzgar esa conducta no sería a ningún ser humano: porque solo Dios conoce lo que se esconde y mueve en la esfera más profunda del corazón o esfera de la intimidad del ser. Dios es un Ser Justo y Misericordioso, que no comete injusticias y que, en la persona de Jesús de Nazaret, nos ha enseñado que “los sanos no necesitan médico, sino los enfermos”.
Ahora bien, para seguir adelante con mis deliberaciones, tenemos que tener en cuenta que los seres humanos somos bisexuales todos, así que no debemos sorprendernos porque una proporción de varones y mujeres sean homosexuales. Esta última aseveración está contemplada y demostrada por la Ciencia y también queda plasmada en las primeras páginas de la Biblia. Ante esta realidad, antropológica, podríamos preguntarnos: ¿si todos somos bisexuales, porqué no somos todos homosexuales? Este aspecto de la realidad psico-bio-sexual necesitaría otro estudio que no es posible abordar en este lugar; pero intentaremos arrojar alguna luz, sobre el mismo, en lo que seguiremos tratando. Hay tres niveles en que somos, inequívocamente, bisexuales:
1) Hay una bisexualidad embrionaria. Y ésta se pone de manifiesto cuando el producto de la concepción del nuevo ser, que vive en el claustro materno, alcanza la edad, el desarrollo y el nivel de feto. Es decir a partir de los tres primeros meses de embarazo. Partiendo de esta realidad fetal ya se dan las condiciones para que el nuevo ser, que va a nacer, sea un niño o una niña. Esta realidad quedará confirmada cuando el embarazo llegue a término a los nueve meses. Ahora bien: ¿quién decide el sexo de una persona, si va a nacer niño o niña? Lo decide el varón, pero no conscientemente. Un ser humano se forma o se engendra por la unión de lo que denominamos gametos. Los gametos son las células que producen los ovarios o los testículos. Las células que producen los ovarios se llaman óvulos, y las que producen los testículos espermatozoides.
Cuando un óvulo es penetrado por un espermatozoide; es decir un espermatozoide entra dentro del óvulo y lo fecunda, ya tenemos todo el equipamiento biogenético necesario para el desarrollo de un nuevo ser. El material genético de las células germinales (óvulo y espermatozoide) se ubica en los cromosomas que se encuentran en el núcleo de dichas células. La especie humana tiene veintitrés pares de cromosomas (46 cromosomas), de los cuales veintidós son autosomas (tienen que ver con el desarrollo del soma, es decir del cuerpo) y un par son cromosomas sexuales (que tienen que ver con el desarrollo de la psico-bio-sexualidad). El par de cromosomas que aporta la mujer es XX y el par de cromosomas que aporta el varón es XY. La mujer siempre aporta un cromosoma X, el varón puede aportar un cromosoma X o un cromosoma Y. Si la conjunción que se establece, cromosómicamente, es XX nacerá una niña y si es XY nacerá un niño. Cuando llega la 12 semana del embarazo el ser humano ya está perfectamente formado y solo tiene que desarrollarse. Todo el programa está en sus genes y estos van a ir dando órdenes a los diferentes órganos de ese cuerpo, y a sus glándulas, para que se desarrollen, funcionen, y produzcan sus hormonas masculinas y femeninas, según el nuevo ser vaya a ser varón o mujer.
El código genético es determinante para que el sexo predominante sea masculino o femenino. Por consiguiente ya se puede realizar un diagnóstico genético de la sexualidad; así como se puede realizar un diagnóstico cromosómico a fin de conocer el sexo del ser que nacerá muchos meses después. Cuando el par de cromosomas sexuales es XX el nuevo ser será una niña, y cuando ese par es XY será un niño. Bien, pero antes de las tres semanas, cuando todavía no hay una diferenciación sexual, ¿con qué nos encontramos? A nivel embrionario nos encontramos con dos cordones constituidos por una parte periférica y una sección central. La evolución de estos cordones embrionarios es la que va a decidir el sexo del ser que se está gestando. De la evolución de estos cordones se derivarán los órganos sexuales de esa persona. De uno de estos cordones se van a derivar los órganos sexuales femeninos o masculinos. Uno de los cordones embrionarios se atrofia, y el que queda activo constituirá la infraestructura de órganos sexuales masculinos o femeninos pero, evidentemente, antes de que este proceso ocurra hay una bisexualidad embrionaria. Esta aseveración científicamente es indiscutible. Esta realidad aunque pueda parecer extraña también está plasmada en la Biblia. Cuando Dios crea al hombre, lo crea como un ser bisexual, como varón y mujer (Gén 1:26-27; Gén 5:1-2), o como varón ( heb = Ish ) y varona ( heb= Ishshah ).+
2) Hay una bisexualidad hormonal. Si se trata de un niño sus gonadas (testículos) producirán hormonas masculinas; por el contrario si es una niña sus gonadas (ovarios) producirán hormonas femeninas. Pero hay un matiz muy importante ninguna mujer tiene en su organismo solo hormonas femeninas, y ningún varón tiene en su cuerpo solo hormonas masculinas. Esto podría explicar, en parte, aunque el asunto pueda afectar más al campo de la psicología que al de la genética, el porqué una mujer puede desarrollar, al mismo tiempo, el rol de madre y padre, y el que un varón pueda hacer de padre y madre de modo semejante. Esto nos lleva a las siguientes consideraciones: cuando los ovarios de una mujer maduran empezarán a producir estrógenos, pero cuando ella nace ya tiene sus ovarios, sus trompas, su útero y su vagina; es decir ya nace dotada con todos los órganos que la definen, claramente, como mujer. En el caso de un niño cuando sus testículos maduran empieza a producir andrógenos, pero ya nace con sus testículos, sus cordones espermáticos, sus vesículas seminales y su próstata; en fin, todos aquellos órganos que cuando llegue a la adolescencia van a madurar y definirle, nítidamente, como varón.
En la adolescencia tanto en el varón como en la mujer se va a producir el desarrollo de los caracteres secundarios (la forma del cuerpo, la distribución de la grasa, la tonalidad de la voz, la manera de andar, de expresarse, la distribución del bello, la aparición de las mamas, etc. etc.). Cada ser humano tiene sobre sus riñones un órgano muy importante: las capsulas suprarrenales. Este órgano es fundamental para la vida. Estas cápsulas están constituidas por tres estratos, en dos de los cuales se producen hormonas indispensables para la vida y la homeostasis bioquímica de un ser: hormonas corticoides (cortisona) mineral-corticoides (adrenalina). Existe, también, un tercer estrato donde se producen hormonas sexuales tanto masculinas, como femeninas. En la niña se producen, a este nivel, más hormonas sexuales femeninas y menos masculinas y en el niño todo lo contrario. Esto quiere decir que hay hormonas sexuales masculinas (testosterona) en el cuerpo de una mujer y hay hormonas sexuales femeninas (estrógenos) en el cuerpo de un varón. Esta realidad hormonal da lugar a que en determinadas circunstancias de daño orgánico, de las glándulas suprarrenales, se pueda dar una feminización de un varón o una virilización de una mujer. La conclusión, por consiguiente, es que no solo hay una bisexualidad embrionaria, sino que también hay una bisexualidad hormonal.
¿Cómo se puede producir una feminización de un varón o una masculinización de una mujer? Estos fenómenos se pueden dar cuando determinadas sustancias alcancen a dañar el estrato de las cápsulas suprarrenales, los testículos o los ovarios. Entre estas sustancias tenemos el alcohol, los corticoides y los psicofármacos. Analicemos, ahora, la feminización de un varón: el alcoholismo crónico puede producir la misma, cuando el alcohol lesiona el estrato de las capsulas suprarrenales que producen hormonas sexuales. Cuando esto ocurre, dicho estrato deja de producir hormonas sexuales masculinas y aumenta la secreción de hormonas femeninas. Como consecuencia se producen una serie de alteraciones morfológicas y bioquímicas en el cuerpo del varón: cambia le distribución de la grasa, los hombros se hacen más estrechos y las caderas más anchas y van tomando las formas de las de una mujer, cambia el timbre de su voz y ésta se torna más atiplada, empiezan a crecer sus mamas haciéndose semejantes a las de una mujer y se produce el fenómeno de la ginecomastia.
Desde el punto de vista de la actividad sexual, aunque pueda tener relaciones sexuales con una mujer no podrá engendrar hijos debido a que disminuye el número de espermatozoides por centímetro cúbico y ninguno de ellos será capaz de fecundar un óvulo. En la mujer ocurre que puede sufrir un fenómeno de masculinización cuando sustancias tóxicas como el alcohol o la exposición a un tratamiento largo con corticoides o psicofármacos dañan y desestructuran el estrato de las glándulas suprarrenales que produce hormonas sexuales. Cuando esto sucede dicho estrato deja de producir hormonas femeninas y aumenta la producción de las masculinas, produciéndose fenomenológicamente las siguientes alteraciones: cambia el timbre de su voz, que se hace más ronca, cambia la distribución de la grasa de su cuerpo y este va tomando una forma masculinizante, cambia la distribución del bello haciéndose semejante a la del varón, se hace más musculosa, etc.
3) Pero no solo hay una bisexualidad embrionaria y hormonal, también se da una bisexualidad psicológica. Explicitaremos este fenómeno con un ejemplo de un cuadro clínico real: se trataba de un varón de 50 años que es travesti desde hace mucho tiempo, pero no desde su infancia, también es homosexual aunque no lo reconoce, y por si fuera poco ahora está desarrollando una tendencia hacia la transexualidad. Esta persona fue sometida a una terapia psicoanalítica durante más de dos años, llegando a comprender la génesis de sus trastornos e intentar cambiar sus tendencias sexuales. A partir de su adolescencia comenzó a vivenciarse, interiormente, como si fuera una mujer. Desde el punto de vista físico (somático) fue un varón siempre normal, también lo fue desde el punto de vista hormonal, así como desde el punto de vista fisiológico. Tenía relaciones sexuales con su esposa, pero nunca pudieron tener hijos. Esta persona no padecía una problemática de alcoholismo crónico, ni había sido tratado con corticoides o psicofármacos a largo plazo. Las infraestructuras que subyacían a su problemática sexual no eran de naturaleza orgánica, ni tóxica, sino psicológica, como quedó clarificado a lo largo de su tratamiento psicoanalítico.
La bisexualidad psicológica, se explica de la siguiente manera: La mente humana (lo que teológicamente denominamos alma-cuerpo o corazón) no constituye un epifenómeno de la materia, sino una realidad anímica y trascendente que utiliza como órgano de expresión el cerebro. Pues bien, la mente humana está constituida por tres niveles o estratos psíquicos definidos, claramente, desde el punto de vista científico (sobre todo en la concepción psicoanalítica de la esfera de la intimidad) y que coinciden con las enseñanzas de antropología y psicología bíblica que encontramos en las Escrituras. Estas estructuras son las siguientes: el Super-YO (es lo que conocemos como conciencia ética o moral y también como conocimiento del bien y del mal), el YO (que se corresponde con la conciencia o consciencia que yo tengo de la realidad entornante y no tiene ninguna connotación ética) y el ELLO, inconsciente o subconsciente. Pues bien, a este ultimo estrato de la esfera de nuestra intimidad, le corresponde el 75% de todos nuestros contenidos mentales y al YO, solo un 25% de los mismos.
En la esfera inconsciente de nuestra personalidad están ubicados casi todos los contenidos y complejos anímico-pneumáticos que mueven nuestra vida noética (pensamientos), emocional (sentimientos) y espiritual (pneumática) y todos aquellos que tienen que ver con nuestra vida instintiva. Allí nacen y de allí emergen a nuestra conciencia (YO) los instintos de la vida, los instintos tanáticos (de la muerte) y de manera muy significativa LOS INSTINTOS SEXUALES. Ahora bien, el instinto sexual no es un instinto único. No hay un instinto único heterosexual. El instinto sexual está subdividido en diversos componentes instintivos: hay un instinto sexual predominante (heterosexual) y hay unos instintos sexuales componentes que acompañan al instinto predominante. En un varón normal desde el punto de vista anatómico, fisiológico, hormonal, cromosómico y genético, el instinto que tiene que predominar es el heterosexual; por consiguiente debiera de buscar su realización sexual con una mujer, pero no siempre ocurre así: ¿porqué? En el devenir existencial de un ser humano pueden darse circunstancias que alteren y modifiquen la tendencia normal heterosexual.
Hay que tener en cuenta, y tomar en consideración, que no hay definición de PERSONA sin tener en cuenta la naturaleza sexual de la misma. Un varón se define como tal, porque existe el otro (el enfrente) que es mujer y viceversa. Es decir para definir la Personalidad hay que pasar por la Psicosexualidad. A parte del instinto de la vida, no existe instinto más poderoso, en el ser humano, que el instinto sexual. El psicoanalista, y discípulo de Freud, Karl Abraham fue quién clarificó, de manera más profunda y didáctica, todo lo que venimos exponiendo en cuanto al instinto sexual predominante y los instintos sexuales componentes. En una de sus obras trata la relación entre la psicosexualidad y el alcoholismo de manera magistral. Porque los efectos del alcohol sobre la corteza cerebral permiten que puedan aparecer algunos de los instintos sexuales componentes. Dentro de los instintos sexuales componentes (homosexualidad, narcisismo, exhibicionismo, sadismo, travestismo, autoerotismo, iconofilia, necrofilia, zoofilia, masoquismo, voyerismo, fetichismo e incesto) el más poderoso y con mayores posibilidades de sustituir al instinto heterosexual es el homosexual.
En condiciones normales el instinto homosexual está reprimido (los demás instintos sexuales también) y el Yo no le permite ascender al campo de la conciencia porque existe el super-yo, que se opone, como realidad represiva de connotaciones ético-morales. Cuando el instinto sexual heterosexual, por las razones que sea (en este apartado siempre psicológicas o psicógenas) no se puede realizar (y todos los instintos sexuales están al servicio del principio del placer) la sexualidad intenta alcanzar su finalidad (el placer) mediante uno de los instintos sexuales componentes. Todas las tendencias instintivas tienen una relación vinculante con la parte del cerebro interno denominada cerebro límbico o cerebro emocional. La corteza cerebral controla las actividades del cerebro emocional y impide que estas se disparen, automáticamente, y que determinados componentes del mismo asciendan a la conciencia (al YO), dando lugar a distintas y complicadas patologías. La energía sexual reprimida (la libido) al no poder alcanzar su satisfacción hedonista, intenta realizarse sustituyendo un instinto por otro.
Cuando el instinto sexual heterosexual no puede alcanzar su realización es suplido por el instinto homosexual. Esta situación aboca a una problemática de homosexualidad. La explicación, de la misma, es la siguiente: en el caso de un problema de alcoholismo o de ingestión de bebidas alcohólicas de una manera puntual, el alcohol (que es un depresor del sistema nervioso central) seda la corteza cerebral y ésta pierde su poder de supervisión sobre el cerebro límbico o emocional, con lo que el instinto homosexual puede ascender a la conciencia y obtener su gratificación por esta vía. Por consiguiente aquí nos encontramos con un problema de homosexualidad como enfermedad y no como vicio. Por lo tanto, existen personas que son normales desde el punto de vista físico, orgánico, hormonal y genético y sin embargo presentan un problema de homosexualidad, debido a alteraciones psicopatológicas de la esfera de su intimidad. Estas personas están emocionalmente enfermas, aunque no lo admitan (seguramente para defenderse de sentimientos de culpa por los condicionamientos del super-yo o conciencia ético- moral) y necesitan atención por parte de profesionales, técnica y científicamente, capacitados para ayudarles a comprender su problemática y a encontrar una superación de la misma.
Entre los argumentos que los homosexuales esgrimen para defenderse de la crítica, en ocasiones despiadada, de una sociedad hipócrita y desalmada, se encuentra el argumento de que la homosexualidad es genética, y que por consiguiente es tan normal ser heterosexual como homosexual. Se están, quizá, inconscientemente, engañando a sí mismos. NO EXISTE NINGÚN GEN DE LA HOMOSEXUALIDAD. La noticia, sobre la existencia de un Gen de la homosexualidad, apareció de manera sensacionalista, asegurando que un gran científico, en el campo de la investigación genética, había descubierto el GEN DE LA HOMOSEXUALIDAD. Pero la verdad es que dicho gen no existe. Para clarificar más este aspecto de la realidad científica, sobre el supuesto gen de la homosexualidad, vamos a traer a colación las palabras del científico Simon Levai, que es quién se supone que descubrió dicho gen: “Ved tras vez me han descrito como alguien que probó que la homosexualidad es genética, y añade, YO NO HICE ESTO NUNCA”.
Por otro lado podemos afirmar que aunque científicamente no se haya descubierto que haya ningún Gen de la homosexualidad, yo no tengo duda alguna que detrás del instinto sexual, tanto del instinto sexual predominante, como de los instintos sexuales componentes, hay Genes que inspiran y conducen la psico- sexualidad. Pero el argumentar que ya se nace con un gen homosexual, específico y concreto, que nos conduce, indefectiblemente, a la praxis de esa conducta, no es cierto. No existe, tampoco, ninguna alteración morfológica cerebral que justifique una conducta homosexual ineludible. Por consiguiente la conducta homosexual, de naturaleza psicológica, hay que considerarla como una opción aparentemente libre, pero que está dirigida por condicionamientos inconscientes más allá de la capacidad volitiva de una persona. Opción que no debemos etiquetar peyorativamente, nos guste o deje de gustarnos. Hay que respetar la conciencia de las personas aunque nosotros no compartamos su comportamiento homosexual. Si las personas no tienen conciencia de que están enfermas, o no quieren reconocerlo, nuestro deber es intentar ayudarlas a salir de su error y superar sus circunstancias.


Fuente: Protestantedigital, 2015.

miércoles, 25 de marzo de 2015

Cuando el culto se convierte en espectáculo

Por Máximo García Ruiz, España*


Cuando el culto se convierte en espectáculo, la predicación en conciertos musicales, las ofrendas en fuente de enriquecimiento personal, la enseñanza deja de ser un medio de liberación para mutarse en adoctrinamiento, la libre participación se transforma en sometimiento al líder, la vida entera es absorbida por la institución religiosa, tenemos el derecho a preguntarnos si se trata de una iglesia de Jesucristo o estamos hablando de otra cosa; en términos religiosos, de una secta.
Los movimientos-espectáculo en torno a sectores conocidos como evangelicalismo, no cesan.  En ocasiones sirviéndose de métodos taumatúrgicos, simulando implantes de muelas con diamantes o anunciando sanidades espectaculares que no es posible verificar, una corriente que, por cierto, está dejando de ser protagonista en ese mundo maravilloso para dejar paso a otras expresiones con mayor afinidad con las demandas de las nuevas generaciones, como es el espectáculo musical.
Nos referimos a una corriente que ha irrumpiendo en las iglesias con fuerza, hasta el punto de que una de las instituciones religiosas de moda, la Hillsong Church, se ha convertido en poco tiempo en el foco de atracción de miles de feligreses, especialmente jóvenes, que acuden con fervor a sus cultos y “conferencias” desde Australia a Barcelona, pasando por Londres, Kiev, África del Sur, Nueva York, Francia, Estocolmo, Alemania, Amsterdam, Copenhague, Los Ángeles, México, Brasil y, muy pronto, Argentina y otros lugares del mundo, entre ellos, tal vez, alguna otra ciudad española, tal vez Madrid, teniendo como foco de atracción la música. Según datos difundidos sobre los cultos y conferencias de ese movimiento, la edad de sus participantes no supera  por lo regular los 30 años.
En el lenguaje de las nuevas generaciones la música ha desplazado a la palabra, que se bate en retirada, refugiándose ésta, en el mejor de los casos, en un lenguaje con frecuencia críptico, a través de un vehículo invasor conocido como wassapp. La fuerza de la llamada “alabanza” ha supuesto ya un cambio notable desde hace unos años en todo tipo de iglesias, incluidas las “históricas”, en cuyos cultos ha desplazado en buena media a la predicación, pero la irrupción de movimientos como la Hillsong Church hace pensar que no estamos nada más que en los prolegómenos de una nueva era que amenaza con arrasar con fuerza las tradiciones más conspicuas del protestantismo reformado, sea el procedente de la Reforma Magisterial o el de la Reforma Radical, también conocida como Anabautismo.
En torno al pensamiento religioso la producción musical de la Hillsong Church se ha abierto brecha entre las grandes discográficas del mundo, con incidencia especial en el mundo religioso. Se ha dicho que no se sabe bien si se trata de una iglesia que vende discos o de una discográfica que ofrece consuelo a sus parroquianos. Sus “conferencias”  o “campañas de captación” están siendo un medio eficaz de atracción no sólo de cara a personas fuera del ámbito de la fe, sino de forma especial pescando en caladeros protestantes, donde los peces están ya agrupados y resulta mucho más sencillo atraerlos a sus redes.
Es indudable que los líderes de ese movimiento han sabido captar las tendencias de las nuevas generaciones y están ofreciendo el “producto” que tiene la eficacia de responder a las demandas de una buena parte de la juventud, alcanzando un éxito innegable, si identificamos éxito con asistencia, especialmente porque al atractivo indiscutible de la música, se une la contundencia de la doctrina impartida desde un magisterio no sujeto a ningún tipo de cuestionamiento, que ofrece seguridades y certezas a sus seguidores, evitando que piensen y actúen por sí mismos.
Salvando las distancias, no nos resulta nada extraño ese fenómeno, si lo comparamos con los miles o centenares de miles de personas que asisten a los encuentros musicales que se celebran a lo largo del año en diferentes ciudades de España y otras partes del mundo, en los que los cantantes de moda atraen a sus fans, con frecuencia durante largos fines de semana, acompañando la música con drogas, alcohol, sexo y otro tipo de estupefacientes. No insinuamos que exista una total analogía, especialmente en lo que se refiere a las drogas y el resto de prácticas anejas mencionadas, pero existen puntos en común en otros aspectos.
Y si de éxito hablamos, identificando éxito con asistencias masivas, ahí tenemos como ejemplo universal la convocatoria semanal del fútbol, que llena los estadios de hombres y mujeres entregados incondicional y pasionalmente a su equipo, dispuestos a matar si es necesario (sólo en algunos casos, afortunadamente), por defender sus colores. Tal vez, cuando la furia por la música pase, a algún genio religioso se le ocurra transformar el culto en algún tipo de espectáculo deportivo de moda, con tal de mantener el éxito y congregar en torno a su liderazgo (por lo regular indiscutible e indiscutido) a tantos miles de personas como sea posible. La genialidad de algunos líderes seudo religiosos;  empleada para atraer a diferentes grupos forzándoles a que asuman “sus valores” en sustitución de los valores del Evangelio, parece ser infinita. Nos informan que los jóvenes de la iglesia marginal denominada Iglesia Universal del Reino de Dios en Brasil, adoptan estética y lenguaje militar, bajo el nombre de “gladiadores del altar” (fuente: Protestante Digital) imitando, tal vez, a los “legionarios de Cristo” y otros grupos semejantes de la Iglesia católica, por no mencionar a determinadas organizaciones evangélicas de índole parecida. El problema no es “hacerse todo a todos” imitando con ello al apóstol Pablo (cfr. 1ª Corintios 9:19-23), sino sustituir el mensaje y los valores cristianos por otro mensaje y por otros valores.
No seremos nosotros los que cuestionemos la importancia de la música como lenguaje universal de comunicación, incluso como medio transmisor de profundos impulsos espirituales; tampoco defendemos la necesidad de mantener incólume las formas de culto tradicionales propias de la época de la Reforma, aunque haya, como hay, himnos que transmiten una entrañable teología que nos vincula con nuestros antecesores. Adaptar el lenguaje a la realidad social, vincular el mensaje a los problemas cotidianos y desarrollar un tipo de relación más horizontal en los cultos, que sustituya el engolamiento y la solemnidad de algunos predicadores del pasado, pueden y deben ser motivos de aggionarmento en los cultos de las iglesias históricas. Ahora bien, todo ello sin olvidar algunos detalles que definen, desde sus inicios, los cultos en el movimiento reformado: 1) la lectura de la Biblia como elemento central; 2) la predicación como componente vertebrador; 3) los cánticos como expresión festiva comunitaria, no como lucimiento personal; y 4) la ofrenda, como respuesta de compromiso participativo. A todo ello, en su conjunto, en el lenguaje protestante se le denomina alabar a Dios, equivalente a rendir culto a Dios.
Y una nota más para cerrar esta reflexión. De los conciertos de rock u otros géneros musicales, así como de los encuentros deportivos, no  se espera que se rijan por reglas éticas o valores cristianos, pero de un movimiento que se autodenomina Iglesia de Jesucristo, sí se espera y desea que incorpore reglas de conducta adecuadas a una ética cristiana homologable, de la que se exige respeto hacia las iglesias ya establecidas, no cayendo en un proselitismo seductor, para captar a los jóvenes ya vinculados a iglesias donde han gestado su fe y desarrollado su vida espiritual hasta ese momento.

* Máximo García Ruiz es licenciado en teología, Licenciado en sociología y Doctor en teología. Profesor de sociología y religiones comparadas en el seminario UEBE y profesor invitado en otras instituciones académicas. Por muchos años fue Presidente del Consejo Evangélico de Madrid y es miembro de la Asociación de teólogos Juan XXIII.

Fuente: Lupaprotestante, 2015.

martes, 24 de marzo de 2015

La homosexualidad desde el punto de vista científico y teológico (I)



Por. José Manuel González Campa, España
A través de la Historia de la Humanidad, la homosexualidad ha sido considerada de diferentes maneras.
En una primera parte trataremos de los conocimientos científicos que, al día de hoy, tenemos a nuestro alcance, tanto en lo que se refiere a la homosexualidad masculina como a la femenina. Y, aunque vamos a ocuparnos primero de los aspectos científicos de este tema, empezaremos recurriendo a una cita del libro de Eclesiastés, que dice lo siguiente: “Después volví yo a mirar para ver la sabiduría y los desvaríos (literalmente: las locuras, las enfermedades mentales) y la necedad; porque ¿qué podrá hacer el hombre que venga después del rey? Nada, sino lo que ya ha sido hecho. Y he visto que la sabiduría sobrepasa a la necedad (o a la ignorancia), como la luz a las tinieblas” (Ecle. 2:12-13).
Este libro es una tesis doctoral elaborada y desarrollada con una metodología científica, estrictamente rigurosa, y cuyo autor investiga la verdad en campos muy variados de la realidad: anímica, ética, noética, existencial, biológica, religiosa, metafísica y cósmica. Mencionaremos algún texto más de su capítulo primero: “Y dediqué mi corazón a conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y los desvaríos; conocí que aún esto era aflicción de espíritu. Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quién añade ciencia, añade dolor” (Ecle. 1:17-18).
Bien, pues, hay una verdad que duele, y esa verdad que duele consiste en que cuanto más conocimiento tenemos de la realidad, o de una determinada realidad, más dolor podremos experimentar. Esto no quiere decir que tenemos que renunciar al conocimiento, pero nos advierte de las consecuencias de su introyección y vivenciación personal. Y esto lo digo, tanto para aquellos que piensan que conocer lo que se ha descubierto, ahora, sobre la homosexualidad les genera angustia, quizá porque les gustaría que el descubrimiento fuese diferente, como para los que piensan lo contrario: “Quién añade ciencia añade dolor”. “Y he visto que la sabiduría sobrepasa a la necedad como la luz a las tinieblas” decían los textos del Eclesiastés. La Biblia nos habla de una dimensión álgida de los descubrimientos y conocimientos científicos, y por otro lado nos invita a profundizar, más y más, en el conocimiento de la realidad antropológica y cósmica; porque la ignorancia no nos conduce a una verdadera realización de nuestro ser, sino más bien a todo lo contrario. Por otro lado, nos advierte que la más grande sabiduría no será suficiente para dar respuesta a las demandas más profundas, inmanentes y trascendentes, que subyacen en el estrato más inaccesible de la esfera de nuestra intimidad.
Con esta aportación vamos a tratar de mejorar algunos conocimientos que tengamos sobre esta problemática de la homosexualidad, o consolidarlos si ya los tenemos. La homosexualidad es un tema de máxima actualidad y, en un país como España se deviene dialécticamente a todos los niveles. Está presente en los debates psico-sociales, socio-laborales, sociopolíticos e ideológicos. El tema está a flor de piel, y entre los ciudadanos españoles enciende grandes disputas entre detractores y defensores de los individuos homosexuales y de sus derechos, así como sus limitaciones para acceder a algunos derechos que disfrutan los heterosexuales y que, a los homosexuales, les son vedados.
A través de la Historia de la Humanidad, la homosexualidad ha sido considerada de diferentes maneras. Primero fue etiquetada como un delito, después como un pecado (y aquí se considera, sobre todo, lo que la Revelación de Dios, según algunos, dice la Biblia desde el punto de vista de una ética cristiana), y finalmente como una enfermedad. Personalmente pienso que no se conoce muy bien lo que dice la Escritura al respecto y, lo que es más importante, que la exégesis y la hermenéutica de los pasajes y textos bíblicos, relacionados en cuanto a esta realidad ético-antropológica, no han sido analizados de una manera concienzuda y seria; y como consecuencia de este análisis deficiente, superficial y acientífico, se han sacado conclusiones erróneas que no resisten un análisis teológico, verdaderamente de peso, para ser tomadas en consideración. (Pero de estos aspectos se ocupará el enfoque que de la homosexualidad realicemos, más adelante, desde el punto de vista bíblico).
Recordemos que la homosexualidad ha sido considerada primero como un delito, después como un pecado y finalmente como una enfermedad. Esta última concepción es abordada, desde el punto de vista científico, a partir del siglo XIX y coincide con la aparición, en el campo de las ciencias del espíritu, de una escuela de psicología profunda, denominada: Psicoanálisis; es la escuela de Sigmund Freud y sus discípulos (C. G. Jung, Alfred Adler, Karl Abraham, etc.). A partir de aquí se empezó a estudiar a los/as homosexuales desde un punto de vista científico. Este estudio se realizaba de manera seria y rigurosa, y pretendía adentrarse en los estratos más profundos de la psique humana con la esperanza de encontrar aquellos contenidos, o complejos inconscientes, que constituyesen la infraestructura de la problemática homosexual y explicasen, de manera más convincente, el carácter y la conducta de los seres humanos desde el punto de vista biológico-existencial. Y aunque hoy se desestiman los trabajos psicoanalíticos realizados y sus resultados empíricos, creo que es innegable que la psicología profunda sigue manteniendo una gran capacidad y efectividad para ayudar a resolver los conflictos que se devienen en los estratos más inaccesibles de la mente humana. La concepción de la estructura o tectónica de la personalidad cambió con la nueva visión psicoanalítica del ser humano.
En mi criterio como psiquiatra de inspiración psicoanalítica y logoterapéutica (escuela de Viktor Frankl) las aportaciones de la psicología de la conducta (conductismo) solo son útiles para borrar síntomas, pero carecen de eficacia para resolver las verdaderas causas que se ocultan en las profundidades del subconsciente de aquellas personas que padecen trastornos, cuya raíz desconocen, y que no pueden resolver por una acción volitiva consciente. Posteriormente ha sido considerada la homosexualidad como una condición con la que la persona nace, y en los días actuales está considerada, por muchos que la defienden o practican, como una acción libre de realización sexual, tan natural como cualquier otra.
En cuanto a la homosexualidad hay descritas diversas desviaciones, y esto es comprobable en la experiencia clínica de todos aquellos que vemos a personas con alguna o algunas problemáticas que guardan relación con el desarrollo de la psicosexualidad. Y dentro de las desviaciones sexuales se dan dos tipos de desviaciones:
a) desviación del objeto sexual.
b) desviación del fin sexual.
Tanto desde el punto de vista científico, como desde el punto de vista bíblico, se está de acuerdo que la sexualidad cumple dos fines fundamentales. Uno lo comparte con todos los seres vivos, incluso con aquellos que tienen una vida más simple y elemental, y que no es otro que el de conseguir la prosecución de la especie. Si Dios hubiese querido que las especies se extinguieran, y esto es susceptible de ser pensado desde un planteamiento científico, aunque uno sea ateo, entonces la homosexualidad se daría a nivel de todos los seres vivos y en especial en aquellos que están más cerca del hombre filogenéticamente, pero esto no es así. Ahora bien, en cuanto a la prosecución de la especie, si pensamos en los seres humanos, podríamos preguntarnos ¿por qué tiene el ser humano esta necesidad? Quizá podríamos aducir el siguiente razonamiento: en lo más profundo del corazón del hombre hay un deseo de eternizarse, y una manera de conseguirlo, al menos orgánicamente, sería a través de la perpetuación de la especie. El etólogo (estudioso de la conducta de los seres vivos, incluido el hombre) más sobresaliente de todos los tiempos Conrad Lorenz llegó a decir que “el hombre es él y su especie”. Esta misma afirmación se encuentra en la Escritura y, aunque este no es el momento de tratarla en profundidad, daremos el texto y la cita donde se encuentra: “He aquí, esto he hallado: que Dios hizo al hombre (singular) recto, pero ellos (plural) buscaron muchas perversiones” (Ecle. 7:29).
Volviendo al tema de las desviaciones de la psico-sexualidad, nos encontramos, en primer lugar, con la desviación del objeto sexual. En esta desviación se cambia al hombre por una mujer o a la mujer por un hombre. En esto consiste la desviación del objeto sexual o del objeto del amor de una persona hacia otra. El cambio del objeto sexual se puede, también, realizar cambiando hombre o mujer por otros seres vivos de especie diferente (animales) o por elementos iconográficos (estatuas) e incluso por objetos pertenecientes a otras personas (ropa, calzado, etc.). Cuando una persona que tiene un desarrollo de la psicosexualidad normal, tanto en los aspectos bioquímicos (hormonales), biológicos (fisiológicos) y somáticos, como en la aparición de los caracteres sexuales secundarios, y elige para su realización sexual como objeto de su amor a alguien de su mismo sexo, está presentando un problema psico-emocional claro de desviación del objeto sexual. La desviación del fin sexual, a nivel de los animales no la conocemos, pero a nivel de los seres humanos, sí. Los animales tienen relaciones sexuales en función de unos ciclos regulados genética e instintivamente No hay, en las relaciones sexuales humanas, determinadas épocas de celo. En los seres humanos la finalidad de las relaciones sexuales, además de la prosecución de la raza, tiene una dimensión sublime y superior: conseguir una auténtica realización del ser mediante la comunicación más profunda del YO con el TU.
Para los que el término homosexualidad ya les escandaliza mucho, en ocasiones somos más papistas que el papa, sancionan lo que, quizá, la Palabra de Dios no sanciona. Para poner un ejemplo, que explicite un poco lo que estoy diciendo, les pondré unas referencias paradigmáticas que pueden contribuir a clarificar, con más riqueza de contenidos, diversos aspectos del término homosexual. El término amor no se puede aplicar solo al campo de la sexualidad, o al amor heterosexual que se practique entre un hombre y una mujer. El amor tiene una dimensión más amplia que todo eso. La amistad puede conllevar cariño, afecto profundo y en definitiva amor, sin que estos sentimientos entrañables, estén relacionados directamente, con actividades hetero o homosexuales: la amistad entre un padre y un hijo, entre una madre y una hija, entre dos hermanos o dos hermanas, entre dos amigos o amigas constituye, sin ambages, una relación homosexual; dado que se da entre dos personas del mismo sexo. El término homo significa igual. Es decir se trata de una, relación amorosa entre dos personas del mismo sexo. Pensemos que la homosexualidad, en este sentido, la practicamos todos. Y esta expresión del amor filial, fraternal, no implica contenidos o prácticas homosexuales. Además, debo añadir que hay homosexuales, que se sienten, que se vivencia como tales, y no practican relaciones homosexuales.
Por otro lado, la incidencia de la homosexualidad a nivel mundial, y esto es aplicable a España, es que el 1 al 4% de todos los varones son homosexuales. Pero de ahí, no se sigue que todos practiquen la homosexualidad. Por consiguiente contaríamos que en nuestro País hay un millón ochocientos mil homosexuales masculinos. En cuanto a las mujeres, la cifra es más baja, entre el 1 o el 2% de las mujeres españolas son homosexuales o lesbianas. De aquí se deduce que en España existen unas 840.000 españolas con esta problemática. La suma total de homosexuales de ambos sexos es muy alta, y sin duda repercute en múltiples aspectos de nuestro devenir diario. Influye en la conducta de las personas con repercusiones a nivel psico-social, socio-laboral, socio-económico, socio-político e ideológico. La relación amorosa, afectiva y emocional entre dos personas del mismo sexo, no implica, necesariamente, que estemos hablando de una relación homosexual con práctica y motivación homosexual explícita.
Para ir avanzando en la consideración de la homosexualidad, desde el punto de vista científico, tenemos que hablar del cerebro y, también del cuerpo humano: para poder hablar de lo que se sabe y de lo que no se sabe. Todo lo que funciona en nuestro cuerpo está gobernado por el cerebro, absolutamente todo. El cerebro tiene una parte externa que denominamos corteza cerebral, y desde ahí se controla todo lo que está por debajo de esa corteza: el cerebro interno, el cerebro medio y la base del cerebro. El cerebro controla el funcionamiento de todos los órganos del cuerpo mediante unas sustancias llamadas hormonas o a través de impulsos nerviosos que envía a los diversos órganos del cuerpo. En el cerebro medio nos encontramos con una zona llamada hipotálamo, denominada también cerebro límbico o emocional. Esta estructura cerebral es de la máxima importancia en diversos acontecimientos de nuestra vida; tiene que ver, fundamentalmente, con las emociones que vivimos o vivenciamos los seres humanos, tales como la tristeza, la alegría, y con todas las tendencias instintivas que experimentamos: el instinto de la vida, el instinto tanático (de la muerte), el instinto sexual y otros muchos instintos que componen nuestro complejo patrimonio instintivo-emocional.
La corteza cerebral controla el hipotálamo, y éste produce unas sustancias que, a su vez, actúan sobre una glándula que tenemos en la base del cerebro, alojada, en un marco óseo denominado “silla turca” por tener la forma de una silla de montar a caballo. La glándula que se aloja en esta silla turca se denomina hipófisis. La hipófisis segrega unas sustancias que controlan casi toda nuestra vida. Esta glándula llamada hipófisis o glándula pituitaria tiene una parte posterior denominada adenohipófisis y una parte anterior conocida como neurohipófisis. Algunas de las sustancias, que a su vez segrega la hipófisis se denominan gonadotropinas. Las gonadotropinas se denominan así porque van a estimular las gonadas masculinas (testículos) y las gonadas femeninas (ovarios). Así que nos encontramos con la relación siguiente: corteza cerebral –hipotálamo-hipófisis-glándulas sexuales (testículos y ovarios). Los ovarios producen hormonas sexuales femeninas (estrógenos y progesterona). Los testículos producen hormonas masculinas (andrógenos). Ahora bien, toda esta complejidad glandular y hormonal en una problemática de homosexualidad está funcionando continuamente.
Del equilibrio de todo este juego depende la orientación sexual que una persona va a tener. No depende de un acto de libérrima voluntad y que nos puede llevar a sacar la conclusión “de que esta persona es así porque le da la real gana”. Naturalmente que hay personas que se comportan y conducen homosexualmente porque quieren, pero de esta cuestión hablaremos cuando abordemos el tema de la homosexualidad desde el punto de vista teológico.
En el desarrollo de una personalidad tenemos que tener en cuenta dos aspectos muy importantes: el genotipo y el fenotipo. ¿Qué es el genotipo? El genotipo es el conjunto de genes que tenemos dentro de las células de nuestro cuerpo, y que oscila entre 80.000 y 150.000. Aunque, últimamente se apunta, entre los genetistas, que solo son 100.000. Desde esta dotación genética se dirige el desarrollo físico, fisiológico y hormonal de un individuo. En otras palabras: los genes son los que tienen el diseño y los planos de cómo se va a desarrollar y va a ser un individuo: que altura va a tener, que manera de andar, que estructura física, que color de sus ojos y también van a influir en su estructura psíquica o mental. Toda la actuación de los genes da lugar al fenotipo. Por consiguiente éste hace referencia a cómo es uno orgánicamente, que cuerpo tiene, que glándulas sexuales masculinas o femeninas posee, que hormonas se generan y segregan dentro de su cuerpo, etc.
Haciendo una síntesis de lo que es y constituye la personalidad de un individuo, diríamos que es igual a temperamento más carácter. El temperamento está regulado, fundamentalmente, por los genes y tiene que ver con lo constitucional de una persona. El carácter depende de influencias peristáticas; es decir, de influencias que proceden del medio- entorno del individuo. La conjunción entre aquello que se hereda y aquello que se recibe del perimundo de un ser humano, da lugar a que una persona tenga una manera de ser y de estar en la vida. Esto desde el punto de vista, puramente físico. Pero ¿qué es lo que se piensa hoy al respecto? Porque durante mucho tiempo se pensaba que la manera de ser y de estar de una persona dependía, fundamentalmente, de lo genético. Y que por lo tanto, si un individuo tiene determinados condicionamientos genéticos, no podrá más que terminar obedeciendo a aquellos mensajes que vienen desde sus genes. Hoy, en día, ya no se piensa así, ni por los científicos más organicistas. Hoy se sabe que lo que más influye en la conducta de una persona no es lo endógeno (lo que viene de nuestra esfera de la intimidad orgánica), sino lo exógeno (lo que procede de nuestra perístasis, de nuestro perimundo). Podemos afirmar que nuestro funcionamiento bioquímico, fisiológico y somático puede ser modificado por la influencia de pensamientos, doctrinas e ideologías que proceden del medio en que vivimos inmersos. Por consiguiente no depende tanto la personalidad del genotipo, cuanto que tiene una mayor prevalencia lo que influye sobre nuestra persona procedente de su perístasis, cuando nosotros lo introyectamos y modifica nuestro Y0 (nuestra conciencia) y nuestro Ello (nuestra esfera inconsciente o subliminal).
Mucha gente sigue pensando que el problema de la orientación sexual de una persona se produce en la adolescencia (que es la época cuando se desarrollan los caracteres secundarios de una persona). Si seguimos pensando así, nos equivocamos seriamente. La sexualidad y su orientación se da, incluso, antes de que el ser humano nazca. Y antes de que tenga tres meses el embrión. Naturalmente no estamos comparándola con la sexualidad de un adulto; en absoluto, pero la sexualidad y las hormonas sexuales funcionan antes del nacimiento de un ser humano, cuando se encuentra en el claustro materno. Por eso declinarse sobre un tema de homosexualidad, resulta bastante difícil incluso para los especialistas. Aunque, los avances en genética han ayudado mucho a poder superar las dificultades al respecto. Al ver el cuerpo de un recién nacido parece que es muy fácil determinar su sexo y poder afirmar: es una mujer o es un varón. Pero las cosas no son tan sencillas, la mera apariencia física no determina, sin más, la identidad sexual de una persona. Físicamente puede parecer que es una mujer y tratarse solo de una pseudo mujer, dado que en el interior de su cuerpo existen escondidos los verdaderos órganos sexuales de un varón.
Desde el punto de vista de la investigación psicoanalítica (que es la que yo he seguido en mi quehacer profesional, amén de otras como la logoterapia, la psicoterapia existencial, el psicodrama) la identificación sexual de una persona puede depararnos grandes sorpresas. Mi decantación por el método científico psicoanalítico, tiene dos motivaciones: 1º porque este método nos permite acceder a contenidos reprimidos en lo más profundo de nuestro ser, y que pueden conformar la infraestructura etiopatogénica responsable de nuestras alteraciones y sufrimientos. Y 2º porque me confirma lo que la Revelación bíblica nos aclara sobre los contenidos reprimidos en el fondo anímico-pneumático de la esfera de nuestra intimidad noética que conocemos como corazón. Un niño recién nacido ya tiene desde el punto de vista psicoanalítico, contenidos sexuales, claros, a nivel inconsciente, que van a influir en el desarrollo de su psicosexualidad. En cuanto a este desarrollo se describen tres etapas, desde el mismo momento del nacimiento de un ser : la fase ORAL, la fase ANAL o SADICO-ANAL y la fase GENITAL. Todo esto viene a enseñarnos que cuando una persona nace, ya nace con instintos sexuales. Alguien se puede preguntar: ¿un niño al nacer, ya nace con instintos sexuales? Efectivamente. Un recién nacido tiene instintos sexuales y claros. Aunque nos parezca increíble, los niños y niñas de cuna suelen moverse mucho en la misma durante la noche, y los especialistas, siempre buscan la causa, y piensan que esos movimientos son debidos a la acción de ácaros o lombrices, pero al no encontrar la confirmación de sus sospechas han terminado por descubrir que los movimientos de esos pequeños son debidos a que se masturban inconscientemente. Naturalmente el niño no tiene consciencia de lo que le está sucediendo.
En la etapa oral el instinto sexual está ligado al aparato digestivo, a la boca. En los adultos la boca no solo se utiliza para comer, también se utiliza para besar y para diversas actividades que tienen mucho que ver con las relaciones sexuales de las personas. Es como si, a nivel oral, quedasen reminiscencias de la etapa más temprana de la vida, donde la boca era el lugar del cuerpo por medio del cual se obtenían todos los placeres y se satisfacían todos los instintos, entre otros el instinto de la vida y el instinto sexual. Más adelante cuando el niño tiene dos años (más o menos) el instinto sexual se desplaza al extremo opuesto del aparato digestivo, a la zona anal; estamos pues en la segunda etapa del desarrollo de la psico-sexualidad: la etapa anal o sádico-anal. Si el instinto sexual se detuviera en esta etapa, la realización sexual de una persona quedaría fijada a esta zona del aparato digestivo (ano), y esta fijación podría explicar muchas desviaciones del desarrollo de la madurez sexual que debe darse en un ser adulto. Entre otras aclaraciones, podría ser el punto de partida para explicarnos algunas de las causas de la homosexualidad. Cuando el niño/a llega a la edad de los tres años, y esto es muy importante, ocurren (devenidas inconscientemente) cosas muy importantes. El niño/a tienen que proceder a esclarecer su identidad: el instinto sexual se ubica en los órganos sexuales. Entre los tres a los cinco años tiene que definir su identidad sexual. El proceso, por el que todo ser humano tiene que pasar, es el fundamento para que se establezca
la identidad sexual de una persona y va a tener una influencia decisiva en la conciencia que de dicha identidad, ese niño o esa niña tengan cuando aboquen a la pubertad, a la adolescencia; dado que en este periodo o estadío de la vida se volverá a repetir el mismo proceso de la anterior.
En la etapa genital el niño/a para que el desarrollo de su psico-sexualidad ocurra con normalidad, tiene que identificarse con una persona de su mismo sexo (hacerse UNO con ella) y depositar sobre otra el objeto de su amor. Pongamos un ejemplo: un niño necesita identificarse con una figura masculina (en una familia equilibrada y homeostática, la identificación se realiza con la figura paterna; es decir: con su padre. Pero si esta figura no es aceptada por el niño, por las circunstancias que sean, el infante buscará otra figura, que sustituya al padre, generalmente un abuelo, un tío, un profesor, etc., que le permita realizar dicha identificación). El niño identificado con esta figura masculina, depositará el objeto de su amor sobre una figura femenina, normalmente sobre su madre. En las niñas ocurre de manera semejante. En definitiva el niño se siente varón por la identificación con su padre y porque ama, “está enamorado (inconscientemente) de su madre”. Se ha establecido el complejo de Edipo (caso de un niño) o de Electra (caso de una niña).
Todo este proceso ocurre de manera inconsciente hasta los cinco o seis años; de aquí en adelante, para que el desarrollo de la psico-sexualidad curse de manera adecuada el niño/a debe de seguir identificado con la figura paterna o materna y al mismo tiempo ir sustituyendo el objeto de su amor, que es incestuoso (el niño está enamorado de su madre y la desea y la niña está enamorada de su padre y le desea) por otra persona, que el amor hacia la misma, no le cree sentimientos de culpa a nivel inconsciente. De esta manera irá desplazando el objeto de su amor hacia un hermano/a, un primo/a y finalmente hacia una persona a la cual no esté unido/a por parentesco o lazos consanguíneos. En la pubertad vuelve a repetirse a nivel inconsciente o preconsciente el mismo proceso que se dio entre los tres y los cinco años. Si todo se ha desenvuelto desde el punto de vista normal, a un chico le atraerán las chicas y a una chica le atraerán los chicos.

Fuente: Protestantedigital, 2015