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sábado, 8 de octubre de 2016

¡El Apocalipsis no es un libro apocalíptico!



Por. Juan Stam, Costa Rica
El Apocalipsis de Juan es un libro muy atípico en el género apocalíptico.  La palabra apokálupsis aparece una sola vez, en la introducción del libro, “la revelación de Jesucristo”. Aunque esa frase dio su nombre al “género apocalíptico”, no parece referirse al género apocalíptico ni pretende identificar el género literario del libro.
En cambio, el mismo libro se describe cinco veces como profecía, un género muy distinto (1:3; 22:7,10,18,19). En 10:11 el ángel ordena a Juan “profetizar sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes”. Es claro que el libro pertenece al género profético, con su correspondiente énfasis político y su función definitiva de denunciar y anunciar.
De hecho el Apocalipsis pertenece a tres géneros literarios: el apocalíptico, el profético y tercero, el tan importante género epistolar. Tiene un saludo parecido a los de las epístolas de Pablo (1:4,10)  y una típica despedida (22:20). Y además, al puro inicio inserta siete cartas pastorales a siete congregaciones específicas. En resumen, el Apocalipsis de Juan es apocalíptico en su estilo pero enfáticamente profético-pastoral en su mensaje.
Para comenzar, la misma introducción al libro muestra características que en su conjunto no corresponden al género apocalíptico:
(a) El autor se identifica dos veces por nombre, en primera persona singular (1:4; 1:9 “Yo, Juan, hermano de ustedes y compañero en el sufrimiento, en el reino y en la perseverancia”), Al través del libro queda evidente la relación íntima y cálida entre el autor y los oyentes/lectores.  La mayoría de los escritos apocalípticos se atribuyen a alguna figura respetada del distante pasado, a menudo para fingir que sus mensajes fueran predicciones de eventos futuros.
(b) El libro se dirige a siete congregaciones cristianas, ubicadas todas en la provincia romana de Asia Menor. Juntas forman un circuito, de Éfeso hasta Laodicea, que muy posiblemente fue la ruta de Juan para sus giras pastorales.
(c) El autor comienza su libro con un saludo parecido a los de las epístolas (1:4) y lo concluye con una típica bendición y despedida (22:20). El lector de la congregación (1:3) debía leerlo públicamente ante toda la comunidad, probablemente en una sola sentada.
(d) Aun más sorprendente, dentro esa gran epístola que es el libro entero, enseguida el autor inserta siete cartas pastorales en las que Jesús mismo exhorta a cada una de las congregaciones. Estas cartas revelan las condiciones de cada congregación y detalles pertinentes de cada ciudad. Todo eso es insólito en la literatura apocalíptica.
(e) Apoc 1:3 (junto con 22:7,10,18,19) identifica el libro como profecía.
(f) La promesa de bendición es para las personas que obedezcan las exigencias del libro (1:3). El libro exige obediencia a sus lectores y los llama al arrepentimiento. Como literatura profética, el Apocalipsis se dedica a la denuncia y el anuncio.
Para concluir, dos ejemplos más:
(a) El caballo rojo de Apoc 6:5-6 es el caballo de la explotación económica, indicado por el balance que lleva el jinete. Los precios de la canasta básica, que se anuncian en denarios, son de atraco pero no se prestan para interpretación alegórica. De la última frase, “no dañes el aceite y el vino”, muchos han visto una referencia alegórica al Espíritu Santo como aceite y vino, pero ¿cómo podemos “dañar” al Espíritu Santo? Un dato del historiador Suetonio ofrece una clave mucho más convincente. En el año 92, según Suetonio, el emperador Domiciano emitió un edicto ordenando a los vinicultores destruir la mitad de sus viñedos. Los terratenientes de Asia Menor, que prosperaban por la exportación de uvas y olivas a expensas del mercado local, se negaron a obedecer el edicto imperial.
(b) En Apoc 18:12-16, el largo “lamento de los mercaderes” enumera una gran cantidad de artículos del comercio internacional del imperio romano, que sería imposible interpretar simbólicamente. El profeta Ezequiel da una lista parecida del comercio de Tiro, pero con los productos de la época suya. ¡Qué diferente serían las listas de carga de transporte para hoy!
(c) En Apoc 10:11 el ángel manda a Juan profetizar sobre naciones y reyes, lo que procede a hacer alegóricamente pero también con detalles históricos y geográficos. Roma es “la gran ramera” pero también se llama “Babilonia”. Ese apodo para Roma se popularizó después de que Tito repitió la abominación de Nabucodonosor de profanar y destruir el Templo y la Santa Ciudad.
(d) Llama la atención el papel del río Éufrates en el Apocalipsis. Según 9:14 había cuatro ángeles atados a orillas del Éufrates, preparados para matar la tercera parte de la humanidad al sonar la sexta trompeta. El ángel de la sexta copa derrama su copa sobre el Éufrates y la seca para que el ejército de Partia pueda pasar a pie (16:12). Eso cuadra plenamente con la peligrosa situación de la frontera occidental del imperio romano a finales del primer siglo.
Conclusión: Los géneros literarios no son siempre uniformes, como si los autores estuvieran siguiendo un manual oficial para escritos apocalípticos. A menudo entraban sin darse cuenta a otros estilos: el pastoral, el profético, el epistolar, el doxológico, etc.

El Apocalipsis de Juan es mayormente apocalíptico en su estilo pero profético y pastoral en su mensaje.

Fuente: ALCNOTICIAS, 2016.

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