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lunes, 31 de mayo de 2010

Demografía y control de la natalidad

Por. Antonio Cruz, España*
Demografía y bioética (I)

La agencia de la ONU para Población y Desarrollo (PNUD) había previsto que la población mundial alcanzaría durante 1998 un récord sumamente preocupante. Ni más ni menos que la considerable cantidad de 6.000 millones de seres humanos. A pesar de que esta espectacular marca no se consiguió en tal año y fue pospuesta, primero para el mes de junio del año 1999 y después para octubre del mismo año (El País, 01.02.99), lo cierto es que a pesar de haberse reducido la fecundidad en numerosos países, hoy puede afirmarse que el número de habitantes del planeta se ha duplicado en menos de cuarenta años.
Se cree que para el año 2011 se habrá alcanzado la cifra de los 7.000 millones de personas. La consecuencia directa de este crecimiento demográfico ha sido básicamente la aparición y consolidación de dos grandes mundos bien diferentes. Por un lado, el mundo desarrollado que está poblado por algo más de mil millones y que posee una tasa de natalidad muy baja y, por otro, el subdesarrollado que presenta un elevado número de nacimientos y pronto llegará a los cinco mil millones de criaturas.
Este aumento de la población incide sobre la miseria y la degradación del medio ambiente. Más del noventa por ciento de los nacimientos ocurren en países en vías de desarrollo que no están preparados para soportar sus consecuencias. En la actualidad, alrededor de un cuarto de la humanidad vive en unas condiciones que le impiden cubrir las necesidades básicas de alimentación, alojamiento y vestido.
Hay cientos de millones de personas que sólo disponen de las cuatro quintas partes de la comida necesaria para subsistir, lo que les condena al raquitismo y la vulnerabilidad ante las enfermedades o la muerte prematura. Casi la tercera parte de la población de los países en vías de desarrollo carece de agua potable segura, lo que provoca la proliferación de múltiples infecciones microbianas. Más de quince millones de niños menores de cinco años mueren cada año por culpa del hambre o de dolencias que serían fáciles de prevenir y curar en el primer mundo.
Pero la misma pobreza y la elevada tasa de mortalidad contribuye también, aunque parezca paradójico, al crecimiento de la población. La relación entre pobreza y aumento demográfico es como una pescadilla que se muerde la cola. Ambas se influyen mutuamente. La miseria existente en los países en vías de desarrollo no proviene de la superpoblación sino a la inversa. La miseria es la causa real del número excesivo de nacimientos. Las parejas pobres desean tener muchos hijos para disponer así de más ayuda en el sostenimiento familiar y de una cierta seguridad en la vejez. Pero también el acceso de tales familias a los métodos anticonceptivos eficaces resulta difícil o completamente imposible. Algunos demógrafos calculan que el aumento de la población mundial continuará a un ritmo aproximado de unos 90 millones de habitantes cada año, aunque esta tasa, según se cree, terminará por estabilizarse a finales del presente siglo XXI entre los 15.000 y 20.000 millones. Por supuesto, se tratan de previsiones hipotéticas a largo plazo basadas en el crecimiento actual.
Lo que sí resulta seguro es que por todas partes parece corroborarse la misma tendencia: los países ricos se hacen cada vez más ricos y los pobres más pobres. Pues bien, estas dos inclinaciones, por opuestas que sean, contribuyen a incrementar la actual crisis ecológica que padece el planeta. Diferentes perturbaciones por toda la biosfera están emitiendo claras señales de alarma. Desde el punto de vista medioambiental, es más grave el tipo de progreso económico que el propio crecimiento de la población. Los gobiernos de las naciones poco desarrolladas sobreexplotan sus recursos naturales con el fin de pagar la deuda externa. Los pobres se ven obligados a destruir bosques, degradar suelos y esquilmar ecosistemas para alimentarse, mientras que los países industrializados, con mucha menos población, contribuyen también al deterioro ecológico pero en mayor proporción, mediante las emisiones de gases que provocan el calentamiento atmosférico, la destrucción de la capa de ozono o la lluvia ácida.
Otro injusto récord alcanzado durante el año 1998 fue el desenfrenado crecimiento del consumo. La elevada cifra de 24 billones de dólares fue invertida en la adquisición de bienes y servicios durante ese período. Seis veces más que en 1975. Pero lo más preocupante de este dato es que el 86% de ese dispendio mundial correspondió tan sólo al 20% de la población del planeta, a los países ricos. Un dato más que certifica el constante aumento de las diferencias entre ricos y pobres.
¿Cuál es, por tanto, el futuro que nos espera? ¿Hasta dónde es posible seguir creciendo? ¿Hasta los 35.000 millones de población máxima para la tierra que proponen algunos? ¿Podrán las políticas de población solucionar el problema de la explosión demográfica? ¿Es ético aplicar tales políticas? ¿Sería recomendable, por otro lado, fomentar los nacimientos en el mundo industrializado, que es el que presenta hoy una baja natalidad?
Todos estos problemas obligan a promover soluciones eficaces ya que parecen poner término a una cuestión fundamental: la supervivencia de la propia humanidad.

*Antonio Cruz es biólogo, profesor y escritor.

Fuente: © A. C. Suárez, ProtestanteDigital.com (España

domingo, 30 de mayo de 2010

MATRIMONIOS Y FAMILIAS ENTRE LA TRADICIÓN Y EL CAMBIO

Por. Leopoldo Cervantes-Ortiz, México.

A menudo los hijos se nos parecen,
y así nos dan la primera satisfacción.,
ésos que se menean con nuestros gestos,
echando mano a cuanto hay a su alrededor.
Esos locos bajitos que se incorporan
con los ojos abiertos de par en par,
sin respeto al horario ni a las costumbres
y a los que, por su bien, (dicen) hay que domesticar.
J.M. Serrat, “Esos locos bajitos”, En tránsito (1981)
1. Entre la tradición ancestral e intocable…
Podría decirse que el ideal presentado en el salmo 128 se estableció durante mucho tiempo en la conciencia del pueblo de Dios y que funcionó como sinónimo de estabilidad ante los riesgos de cambio que las sociedades enfrentan constantemente. El esposo y padre de familia es el destinatario directo del texto (vv. 1-2), como buen representante del núcleo familiar óptimo, esto es, una persona trabajadora, consciente y responsable en todas sus obligaciones (proveedor, atento y cariñoso). Sin alusiones a la poligamia, este hombre, al parecer monógamo, se concentra en las necesidades de su familia nuclear y vive para ella, sin distracciones externas ni vicios. Su ejercicio del patriarcado es equilibrado y digno de reconocimiento, aun cuando sabe guardar las formas muy bien para agradar, en primer lugar, a Dios. El trabajo de sus manos es digno y bien pagado por una sociedad que funciona con justicia en ese sentido.
La mujer es como una vid que da fruto por todas partes (v. 3a): la imagen vinícola, muy mediterránea, consolida el ideal de una esposa y madre de familia en uso de sus facultades matriarcales plenas y positivas, es decir, que no excede su papel y que desarrolla siempre lo que se espera de ella. Los hijos, siguiendo con el simbolismo agrícola mediterráneo, son como plantas de olivo alrededor de la mesa común. Representan, literalmente, un fruto de la impecable unión entre dos seres que se forjan un linaje nuevo, en obediencia a los mandatos de la ley. Se entiende que son varios hijos e hijas y que su comunidad doméstica es una bendición según el número con el que Dios hubiera querido bendecir a este hogar. Cada uno/a vive con respeto por los demás y tiene su espacio vital protegido y promovido por ambos padres, porque su matrimonio es estable y fiel, y no existe sobre él ninguna sombra de duda.
La bendición es, según el texto, sobre todo para el hombre (v. 4), lo que, por extensión, le granjea beneficios al resto del núcleo familiar. Él representa todo lo mejor que podía acontecer en el seno de una estructura familiar íntegra y sana. Muy bien, pues éste era el ideal familiar para la tradición judía que lo subrayaba en sus dichos, los cuales, lamentablemente, no siempre reflejaban esta imagen tan edificante debido, sobre todo, a la profunda misoginia del ambiente, como todavía se actualmente en el propio Israel. Pero ello no le resta mérito al pasaje en su promoción de un modelo.
Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma,
con nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma
y que les bastan nuestros cuentos para dormir.
Nos empeñamos en dirigir sus vidas
sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
con la leche templada y en cada canción.
2. …y el cambio inaceptable (Tito 2)
La carta a Tito es una de las llamadas epístolas pastorales de la esfera paulina. Corresponden a una etapa del pensamiento paulino en que sus derivaciones buscaron aplicarse en ámbitos cada vez más complejos de la vida y ante los cuales había que hacer afirmaciones firmes para la defensa y promoción de la fe. Estas cartas
están atravesadas por preocupaciones por los problemas prácticos que enfrentan las comunidades, así como por las herejías y la aceptación social. Las comunidades a las que se refieren las Pastorales están fragmentadas por corrientes teológicas y deslegitimadas por la sociedad y por los organismos representativos del Imperio Romano. Se percibe la necesidad de una acción de unificación, para evitar la desintegración de las comunidades frente a las animadversiones y contra-reacciones. En diversos pasajes aparece una propuesta o exhortación a las comunidades, en el sentido de hacer un esfuerzo para aparecer en forma positiva delante de las autoridades y de la sociedad (1Tim 2,1-2; 5,14; 6,1-2; Tit 2,1-10). Los oponentes que son atacados en las cartas no son necesariamente personas de fuera, sino líderes activos de la comunidad, entre ellos hay mujeres que oran, enseñan, profetizan, presiden el culto y preservan algunas tradiciones también paulinas, consideradas ahora anatemas por el autor de las Pastorales - ellas hablan y enseñan lo que es considerado vanas doctrinas, mitos y fábulas de mujeres viejas.[1]
Si en I Corintios (7.1-17) Pablo había esgrimido argumentaciones a favor de la solidez de la vida matrimonial, aunque nunca con la intención de sacramentarlo, en Efesios (5.21-33) había sostenido que el matrimonio era una imagen de la relación entre Cristo y la Iglesia y planteó el respeto mutuo entre padres e hijos (6.1-4), en Colosenses (3.18-21) resumió las obligaciones de los integrantes de la familia, en I Timoteo (4.3) se adelantó a las prohibiciones para casarse, además de establecer una serie de preceptos para las viudas (5.3-16), y en II Timoteo (3.2) advirtió sobre la desobediencia a los padres en el futuro, el modelo de familia que esta tradición teológica conoció no se diferenciaba mucho de la propuesta por el Salmo 128, en el sentido de que una fuerte raíz biparental sería el cimiento de una familia sana, permanente y piadosa.
No obstante, en Tito 2, el autor reconoce que las familias no surgen ni se realizan siempre bajo el mismo esquema, pues la cultura, estructura social y las circunstancias con mucha frecuencia las fragmentan y producen figuras que no encajan en los ideales impuestos en la conciencia comunitaria. Más bien, como se percibe en el pasaje, hay que adaptar el mensaje cristiano a las diversas formas de familia que se presentan. Cuando este pasaje se dirige específicamente a algunos grupos de edad (ancianos/as, mujeres jóvenes y jóvenes), a algunos de ellos se les percibe muy probablemente en situaciones familiares diferenciadas, particularmente a los ancianos, hombres y mujeres, que posiblemente vivían solos o eran ya viudos/as. Las mujeres jóvenes, casadas por supuesto, y los jóvenes, también con mucha seguridad solteros/as, casaderos o quizá sin posibilidades de hacerlo. El texto abre, así, la posibilidad de espacios familiares alternativos, ante los cuales el peso específico de la tradición tendría que aplicarse con las salvedades para cada caso.
Luego de la obligada exhortación (“Pero tú habla con lo que está de acuerdo con la sana doctrina”, v. 1) que atiende la respuesta a las inclinaciones internas y externas de la comunidad, el texto aplica el mensaje a cada quien, como lo resume Joseph Reuss:
a) Los ancianos (v. 2)
…comienza con los hombres ancianos, con los entrados en años, que con su carácter sentado y maduro deben mostrarse y hacerse valer en todas las situaciones difíciles de la vida por la sobriedad, la reserva y la moderación en el uso del vino, la honradez, el comportamiento humano y digno, la prudencia y el dominio de sí mismo. La actitud fundamental del cristiano: la fe, el amor y la paciencia deben aparecer de modo especial en estos hombres.
b) Las ancianas (v.3)
Las mujeres ancianas deben manifestar en su actitud interna y externa su perfecta dignidad como cristianas maduras. Teniendo en cuenta la dignidad del prójimo deben dominar sus lenguas y evitar toda calumnia. Extraña la severa exhortación a moderarse en el uso del vino. Quizá se hacía necesario debido a datos de experiencia personal del propio Apóstol, o acaso a un incidente especial, sobre todo teniendo en cuenta que Creta era un país famoso por sus vinos. Ellas, mediante su modo de vivir y mediante su ejemplo cristiano, deben ser maestras en toda obra buena para las jóvenes; tal es el deber de aquellas que han madurado con la experiencia de la vida. […]
c) Las mujeres jóvenes (vv. 4-5)
De las jóvenes [se] exige […] que sean plenamente mujeres y madres en la familia. [Se] presenta una imagen luminosa de la mujer cristiana que se diversifica en su vocación de esposa, madre y ama de casa, y que incluye en sí la riqueza de un ser prudente, honesto y bueno. El amor a su esposo y a sus hijos constituye la razón de su vida. […]
d) Los jóvenes
La exhortación a los jóvenes es concisa y breve. Pablo exige de ellos prudencia y dominio de sí mismo. A su tendencia a engolfarse imprudente y apasionadamente en la vida y a precipitarse con frivolidad en sus peligros se contrapone el ideal del joven cristiano que se domina a sí mismo. Por tanto, todo miembro de la comunidad tiene el sagrado deber de influir ejemplarmente mediante su modo de vivir cristiano en la comunidad y a hacer honorable la doctrina cristiana a los ojos de quienes se hallan fuera del cristianismo: los judíos y los paganos.[2]
Estas posibilidades de existencia familiar, favorecidas por el avance de la fe en el mundo posterior a Pablo, hizo que el cristianismo fuera respondiendo a las exigencias de las nuevas épocas, aun cuando algunas de sus vertientes autoritarias se impusieron y tuvieron que posponer los obligados ajustes en la manera de entender y aplicar el mensaje evangélico a las diversas realidades familiares.
Nada ni nadie puede impedir que sufran,
que las agujas avancen en el reloj,
que decidan por ellos, que se equivoquen,
que crezcan y que un día nos digan adiós.

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[1] M.J.Ströher, “Eclesiologías en conflictos en las déuteropaulinas. El caso de las Cartas pastorales”, en RIBLA, núm. 55, http://claiweb.org/ribla/ribla55/eclesiologias.html
[2] J. Reuss, “Carta de San Pablo a Tito”, en www.mercaba.org/FICHAS/BIBLIA/Tito/TITO_02.htm

Fuente: Leopoldo Cervantes - Ortiz, Pastor presbiteriano, teólogo, poeta, escritor y médico mexicano.

sábado, 29 de mayo de 2010

Elsa Tamez: “El pecado estructural del patriarcalismo muestra una maquinaria social enferma”

Por. José A. Paz. La Habana, Cuba*

Elsa Tamez es imán y yugo. Imán por esa capacidad de encantadora de serpientes con que deja escapar, con una suavidad increíble, el dulce sonido de la flauta de sus palabras. Yugo, porque subyuga al más levísimo contacto con la anchura de su pensamiento; discutible, pero amplio como esas llanuras donde se puede correr sin el temor a tropezar y caer por las cercas.
Ella estuvo por Cuba. Uno de esos talleres de Ciencia Bíblicas que la llevan por distintos lugares de este mundo, inquietando desde la magnitud del amor por la Palabra, la trajo una vez más a la Isla. Con ese aire de diosa maya que tiene, yo la tomé de la mano y la llevé a pasear por su propia infancia.
“Crecí en una familia muy pobre, pero muy linda, allá en México. Era tan pequeñita mi casa que casi me crié en la calle, descalza y jugando. Éramos cuatro hombres y cuatro mujeres. Nací cristiana por sangre desde mis tatarabuelos. En el aula era la diferente, a veces percibía que me veían como un bicho raro por mis creencias, pero defendía la fe.
“Aunque hace años que soy metodista, crecí en una iglesia Presbiteriana, la única que había en mi barrio de la Ciudad de Monterrey. Ir los domingos al culto se convertía en una fiesta. Allí, en la Escuela Dominical, me daban lápices de colores que en casa no tenía y en las Escuelas Bíblicas de Verano hacíamos manualidades y eso me encantaba.
“Recuerdo que mi mamá nos premiaba con una monedita cuando sacábamos un diez en la escuela y yo, como era aplicada, pues las reunía y con ellas, desde entonces, daba mi diezmo.
“De manera que la iglesia vino a convertirse en nuestro espacio social. No sé qué hubiera sido de nosotros sin ella en un barrio de alto riesgo, drogas y prostitución. A mi madre le agradecemos haber estudiado los ocho hermanos, a la iglesia el enseñarnos a fomentar los valores.”
-Y a esa edad, siendo pobre, ¿con qué se sueña?
“Yo soñaba con ser química. Con un primo mío jugábamos a hacer experimentos. Pero luego la realidad impuso la pregunta clásica: con qué me iba a pagar los estudios. De manera que a instancias de un hermano mío me fui a estudiar teología al Seminario Bíblico de Costa Rica, y ahí comienza otra parte de mi historia.”
-¿Y tenía algo que ver la química con la teología?
“No sé. Fue un asunto de necesidad impuesta por mi realidad y mi contexto. Luego estudié literatura y lingüística que me han gustado mucho y me han servido, quizás, para desentrañar la química que hay en la Biblia. ¡Quién iba a imaginarse que aquella niña que corría por las calles, descalza, iba a llegar a hacer un doctorado en Ciencias bíblicas!”
-Sé que está inmersa en el complejo mundo de la traducción bíblica al lenguaje de las señas para sordos, como parte de las nuevas metas de Sociedades Bíblicas Unidas. ¿Qué tan complejo puede resultar ese afán, cuando cada país tiene un sistema de señales distinto?
“Hay que trabajar según las señas de cada país, porque, como sabes, no existe un único sistema. De manera que tienes que hacerlo dependiendo de la familia lingüística que se trate. Entonces resulta una tarea muy engorrosa, pero apasionante. Traducir solo el Antiguo Testamento a una sola de esas lenguas de señas puede llevarte diez años.
“Estamos hablando de un proceso lento, pero importante y necesario. Tenemos el concepto errado de que porque el sordo ve, puede leer. Sabemos que cuando se trata de una sordera profunda, de nacimiento, la lengua castellana se convierte para la persona en un mundo de signos extraños y tiene que aprender en un proceso mucho más lento, como una segunda lengua. Y si sus padres son oyentes y no emplean la lengua de señas, también sus hijos asumen su idioma de forma tardía.”
-¿Tiene SBU personas con ese tipo de discapacidad integradas a su equipo profesional de traductores?
“Se insertan cuando se crea el proyecto. Yo trabajé, por ejemplo, en la traducción de algunas porciones de la Biblia en el lenguaje de señas costarricense, que se llama LESCO. Hicimos un proyecto piloto y en el equipo todos eran sordos menos yo. El coordinador era una persona brillante. Pero el asunto está en que, además de capacidades, hay que tener un dominio de la lingüística y hasta ahora Sociedades Bíblicas no se ha abierto a una persona sorda como parte oficial de su staff, pero el director del área nuestra, que radica en Inglaterra, nos ha dicho que tiene en perspectiva incluir, en unos dos años, un consultor sordo, porque ellos estarían más capacitados para trabajar con traductores sordos que traducen a su lengua de señas.”
-Ese tema nos lleva a una palabra muy actual en estos días. ¿Cómo Elsa Tamez entiende, en su doble condición de cristiana y lingüista, el término “inclusión”?
“Significa, ante cualquier otra definición, que todos somos hijos e hijas de Dios. Creo que no se trata de una palabra, sino de una actitud práctica en la que todo ser humano, independiente de su diferencia, quepa. Que muchas organizaciones mundiales en estos momentos no tengan todavía en sus equipos a personas con algún tipo de discapacidad, habla de que no se ha avanzado mucho.”
-El tratamiento de la temática de género, a muchos niveles, no incluye la diversidad sexual como una diferencia también atendible. SBU ha hecho una Biblia para la mujer, la Ishá, una para los jóvenes, la H2O… ¿considera que sería capaz de hacer una para personas con una opción sexual diferente? Me estoy refiriendo, de manera específica, a los públicos gay y lésbicos.
“Las Sociedades Bíblicas Unidas están al servicio de todas las iglesias evangélicas y católicas, en una gama que puede ir desde pentecostales hasta reformados. Incluso, cuando traducimos a alguna lengua indígena es porque las iglesias de esa región lo han solicitado. No es que Sociedades Bíblicas lleguen a un lugar y digan: ‘Vamos a traducir la Biblia al Nasa Yuwe’, por ejemplo. No, son las comunidades Nasa, de Colombia, la que la piden. Y, a partir de ese momento, se comienza entonces una investigación de cuántos hablantes existen en esa lengua y de las necesidades reales de su utilidad antes de tomar una determinación.
“Las iglesias ahorita no están sensibles a ese asunto, ni las evangélicas ni las católicas, que considero es una temática importante si hablamos de una verdadera inclusividad, pero dudo que lo pidan.
“También déjame aclararte que estoy hablando por mí, porque yo soy apenas solo una consultora de Sociedades bíblicas, pero te aseguro, conociendo a las iglesias como las conozco, que eso no va a ser posible… por ahora.”
-Cuando se menciona su nombre, en algún espacio de debate, inmediatamente se le asocia a usted con una mujer que ha defendido el papel de la mujer dentro de la Biblia, pero también desde fuera, es decir, desde la sociedad. ¿Es Elsa Tamez una feminista a ultranza?
“Depende de qué entendamos por ‘ultranza’. Para la gente, de modo general, son las mujeres que están en contra de los hombres. Pero el término, viéndolo en su parte positiva, pudiera referirse a la presencia de las mujeres abusadas y oprimidas en lucha por la reivindicación de sus derechos, pero no en contra de los hombres. Yo veo en la realidad latinoamericana, que es totalmente patriarcal y machista, que cada día crecen los asesinatos femeninos y eso es terrible. Por más que hemos avanzado y ocupado varios espacios la equidad no ha acontecido y lo que creo, y quizás pueda ser criticada por algunas feministas que no comparten la idea, es que hay que trabajar las masculinidades. Es decir, la identidad machista hay que decontruirla desde ella misma, en tanto es una identidad falseada; en el momento en que los hombres asuman una identidad no fabricada y terminen con ella para asumir una nueva masculinidad, habrá menos crímenes.
“Para mi la lucha contra las mujeres golpeadas, abusadas y asesinadas debería ser hecha por hombres y mujeres. Creo que la cuestión está en que debemos buscar el SUMAK KAWSAY . Este es un término quechua que acabo de aprender en Ecuador y que me gusta mucho. Se trata de un “buen vivir” en armonía, una relación equilibrada donde nadie se superpone a nadie, ni entre los seres humanos de distintos géneros, ni entre seres humanos y la naturaleza.”
“Ello sí sería una lucha verdadera por la justicia. Yo leía hace poco en una publicación española un artículo que ahora no recuerdo su autor, donde se decía que en la lucha por alcanzar la justicia tú puedes llegar a matar, pero ese no es el asunto. Se requiere tener una ética del cuidado. Entender que todos los componentes de esa lucha son importantes y no el simple hecho de ganar por ganar una causa.”
-Vivimos obsesionados ahora con el “nosotros y nosotras, laicos y laicas…”, luchando, denodadamente, contra una lengua materna que es de pura raíz patriarcal. Si aceptamos lo que afirman los marxistas de que el lenguaje es la envoltura del pensamiento, le pregunto a usted como lingüista: ¿Tiene alguna fórmula para salvar ese abismo?
“Uno trata de usar términos que engloben, digamos con estética, ese abismo del que hablas. Quizás, en lugar de hombres y mujeres, preferiría el vocablo personas o seres humanos, que alivian, pero no curan. Nuestro lenguaje es de esencias puramente machistas, entonces no tocamos fondo cuando usamos una terminología que, en lo concreto, no funciona. Si en lugar de las terminaciones ‘os’ o ‘as’ pudiéramos conveniar, por ejemplo, poner una ‘es’, sería genial, diríamos “todes” en lugar de todos y todas, pero eso sería ir contra la gramática misma de la lengua, estaríamos cambiando morfemas…”
“Pero ¡cuidado!, el hecho de que una persona hable en términos inclusivos no necesariamente quiere decir que tiene una actitud a favor de las mujeres, porque yo he conocido hombres muy machistas que tratan de hablar así para que sus criterios sean aceptados en círculos donde estamos nosotras; entonces el lenguaje se convierte solo en una especie de vitrina.
“Por eso, en mi opinión, hay que trascender ese fenómeno puramente lingüístico. Es importante el lenguaje, nadie lo cuestiona, pero más significativa es una actitud consciente, porque te voy a decir algo, ya en las nuevas generaciones se nota. Por ejemplo, cuando dices ‘Y todos los niños…’, enseguida salta una vocecita y dice: ‘Y las niñas también…’ Entonces creo que una nueva conciencia se va fomentando, de a poco, en un proceso que parte de la necesidad del reconocimiento y la aceptación de las diferencias. De modo que son las actitudes los elementos modificadores que, a la larga, favorecerán el exterminio de esas prácticas de discriminación, porque el pecado estructural del patriarcalismo muestra, hoy, una maquinaria social enferma.”
-Por obvia, esta pregunta pudiera parecer tonta, pero más allá de un ejercicio intelectual que le permite ganarse los frijoles, ¿qué es la Biblia para usted?
“Un libro donde encuentro revelación de Dios, no la revelación de Dios, porque él se manifiesta en muchas partes y de muchas maneras y criterios, que me pueden ubicar en cómo comportarme hoy día; criterios que me digan dónde hallarlo, cuando hay muchas cosas que no lo son y se aclaman como Dios. También cómo debo caminar, cómo hacer mejor la historia. La Biblia no es un manual. Hay que entender que ha sido escrita por seres humanos en una cultura determinada en la cual hay que trabajar el contexto para tratar de ver criterios que nos puedan servir de luz, hoy o mañana, dependiendo siempre de las circunstancias. Por eso, digo que la Biblia es como agua fresca porque en ella encontramos sentidos que nos ayudan a vivir y a sobrevivir en medio de los tiempos presentes.”
-Quiero volver al punto inicial: su infancia. ¿Qué queda de aquella niña descalza, y feliz, o feliz y descalza, que corría por aquella barriada mexicana?
“Pienso que sigo siendo la misma. Tengo claro que no soy pobre ya. Una académica tiene un buen salario, pero aquella manera de vivir me marcó de tal modo que no soy apegada a las cosas materiales. Me atrevo a decir que si tuviera que regresar a la pobreza de mi infancia no entraría en crisis. Yo le doy gracias a Dios, todos los días, por haberme dado aquella vida, en aquel barrio, que fue como la raíz desde donde crecí y crezco.
“Creo que también me quedan ganas de jugar, solo que ahora no tengo tiempo.”

Fuente: Ver más noticias de ALC- José A. Paz

viernes, 28 de mayo de 2010

De Edimburgo 1910 a Lima 1972: Cambios de paradigma en el desarrollo de la misión (I)

Por C. René Padilla, Argentina.

Si la verdad del cristianismo dependiese de la fidelidad con que los cristianos lo han plasmado en la historia, poco se podría decir a su favor. Aunque la historia de la iglesia abunda en páginas que ilustran la dinámica del Evangelio para la transformación personal y social, también abunda en páginas que muestran la facilidad con que los cristianos han transformado el Evangelio del Reino de Dios —las buenas nuevas del reinado de Dios de justicia y shalom inaugurado por Jesucristo— en una religión puesta al servicio de los reinos de este mundo dominados por intereses ajenos al propósito de Dios.
Uno de los ejemplos más claros de la utilización del cristianismo con propósitos indignos se da en la vinculación entre el imperialismo de Occidente y la labor misionera tanto católica romana como protestante en los últimos siglos y hasta nuestros días. Nadie ignora que la empresa de conquistar y colonizar América en el siglo 16 dio por sentado que la extensión del imperio regido por el rey Fernando y la reina Isabel era equivalente a la extensión del Reino de Dios. Y en nombre de ese ideal supuestamente cristiano, avalado por el Papa, se cometió toda suerte de atrocidades y atropellos contra las naciones vencidas.
Es necesario reconocer, sin embargo, que el drama de la evangelización vinculada al imperialismo también tiene una versión protestante. En efecto, salvadas las diferencias de actores y circunstancias, la expansión de los Estados Unidos en el siglo 19 repitió la prepotencia de la conquista española del siglo 16 y, como ésta, halló justificación en un supuesto “destino manifiesto” de origen sobrenatural, que supuestamente acompañaba al conquistador. Obnubilados por la idea del destino manifiesto, la gran mayoría de los líderes eclesiásticos protestantes estadounidenses respaldaron las guerras expansionista de su país como un instrumento necesario para el establecimiento de un “imperio de justicia” favorable a la evangelización a nivel global. El concepto de destino manifiesto, sin embargo, no fue peculiar de los Estados Unidos, sino que se constituyó en uno de los pilares de la expansión colonial de varios de los países europeos especialmente hacia fines del siglo 19 y durante las primeras décadas del siglo 20. Especialmente durante la era imperial, después de 1880, la alianza entre misión y colonización era aceptada sin mayores cuestionamientos, y se daba por sentado que la obra misionera era obra del país colonialista –obra estadounidense, británica, francesa, belga o lo que fuese, según el país del que procedieran los misioneros.
La Conferencia Misionera Mundial de Edimburgo, cuyo centenario se celebra este año, se llevó a cabo en junio de 1910, en plena época de florecimiento del destino manifiesto y del clímax de la idea del progreso, propia de la modernidad, en el mundo occidental. Ya en 1900 se había realizado la Conferencia Misionera Ecuménica en el Carnegie Hall de Nueva York, diseñada para pastores y líderes eclesiásticos y tenía como foco la movilización de la iglesia. La Conferencia en Edimburgo, por su parte, quería ser una conferencia de estrategia misionera —una manera de proyectar desde los Estados Unidos la visión y el compromiso misioneros a otros países cristianos, especialmente a Gran Bretaña, Alemania, Francia y Bélgica. La meta era “la evangelización del mundo en esta generación”, como rezaba el lema que el Student Volunteer Movement (Movimiento de Voluntarios Estudiantiles) adoptó en 1889. Desde la perspectiva de John Mott, uno de los principales inspiradores y promotores de la Conferencia de Edimburgo y su moderador, esa meta era alcanzable porque la iglesia contaba no sólo con la dedicación de miles de voluntarios dispuestos a sumarse a la tarea de la evangelización, sino también con recursos provistos providencialmente por Dios, incluyendo los logros de la ciencia moderna, poder financiero y el apoyo de gobiernos cristianos. En palabras de Bosch, desde este punto de vista “la misión occidental era un poder indiscutible. La misión cristiana se amparaba bajo el signo de la conquista del mundo”.
El año 1910 es memorable en la historia del Protestantismo no sólo por la Conferencia Misionera Mundial de Edimburgo, sino también porque en ese año se inició la publicación de The Fundamentals (Los Fundamentos), una obra en doce tomos que tenía como propósito dar “testimonio de la verdad” (como rezaba el subtítulo) en clave dispensacionalista, en contraposición con posiciones consideradas “modernistas” o “liberales”. Entre 1910 y 1915 esa obra se difundió ampliamente y sirvió como leña que alimentó el fuego de la controversia fundamentalismo/modernismo —una controversia que ocupó los titulares de las noticias religiosas a lo largo de la década de 1920 en los Estados Unidos y, por reflejo, en muchos otros países.
En el fondo, la polarización entre fundamentalistas y modernistas tiene que ver con diferencias en la interpretación del Reino de Dios y, consecuentemente, en la manera de entender la misión cristiana. Para usar la terminología de Ralph Winter, es una polarización entre quienes entienden la misión como misión de la iglesia y los que la entienden como misión del Reino.
Para los fundamentalistas, la tarea misionera consiste en la proclamación del Evangelio orientada a la expansión de la iglesia, con el consecuente incremento en el número de miembros. Fuertemente influenciados por el dispensacionalismo y la escatología premilenarista, mantienen que el Reino de Dios será establecido con la segunda venida de Cristo, y que el tiempo presente tiene como objetivo misionero la predicación del Evangelio en todas las naciones. Se concibe la misión principalmente en términos geográficos: consiste en una cruce de fronteras desde el Occidente cristiano hacia los “campos misioneros” del mundo no cristiano o pagano con el propósito de salvar almas y plantar iglesias. Hablar de misión es hablar de evangelización transcultural. Los agentes de la misión son exclusivamente los “misioneros” europeos o norteamericanos, con uno que otro australiano o sudafricano, la mayoría de ellos afiliados a sociedades misioneras denominacionales o interdenominacionales (las “misiones de fe”). Las calificaciones para ser misionero varían, pero se da por sentado que, aparte de la experiencia de conversión a Jesucristo, el primer requisito es sentirse “llamado al campo misionero”. Se considera que la respuesta positiva al llamado de Dios a ser misionero, como en el caso del llamado a ser pastor, es el llamado supremo, la vocación más alta que un cristiano puede recibir en el servicio a Dios. Por supuesto, no es para todos los cristianos, sino sólo para un grupo selecto. Y se rechaza “el Evangelio social” como una posición teológica modernista, inaceptable porque no toma en cuenta que la única solución para los problemas sociales radica en la difusión del mensaje de salvación por medio de Jesucristo. Esa era la visión de la mayoría de misioneros transculturales que plantaron las primeras iglesias evangélicas en muchos países, incluyendo los latinoamericanos. No sorprende que aun hoy el énfasis unilateral en la predicación del Evangelio sea una de las características más distintivas del movimiento evangélico alrededor del mundo.
Fuente: Blog del Dr. René Padilla Ecuatoriano, PhD en Nuevo Testamento...

jueves, 27 de mayo de 2010

10 tips para sobrevivir a una entrevista de trabajo

Por: Aracelis Perez-Mayan, Argentina

Cuando andamos en busca de trabajo, la entrevista con el posible empleador suele ser el momento más difícil y estresante que enfrentamos. Pero no tenemos por qué sentir que vamos a un duelo a muerte; mejor si lo miramos como lo que realmente es: una cita casi a ciegas, en la que entrevistado y entrevistador persiguen un objetivo común: llenar una posición vacante.
El empleador hará todo lo que esté a su alcance para encontrar al candidato ideal, mientras el entrevistado buscará perfilarse como tal para cumplir su objetivo de conseguir el empleo. Si aceptamos este punto estaremos cerca de comprender cuál es la clave de una entrevista exitosa: entrar en sintonía con el entrevistador. Sigue estas recomendaciones y piensa que la próxima entrevista puede ser la decisiva:
1.-Prepárate para la ocasión: piensa que vas a una primera cita, en la que causar una buena impresión es crucial. Vístete adecuadamente, organiza tu portafolio y proponte ser todo lo carismático que esté en tus manos.
2.-Los empleadores querrán saber que te hace la persona ideal para la posición en concurso: no dudes en enumerar tus méritos, experiencia y habilidades, especialmente las relacionadas con el trabajo en cuestión.
3.-Escucha atentamente lo que tu entrevistador tiene que decir: es imposible que logres sincronizar con él si no prestas atención a sus palabras, y hasta a su lenguaje corporal.
4.-Se puntual: de ser posible llega unos minutos antes de la hora acordada pero nunca después. Si inevitablemente llegas tarde, ofrece una disculpa convincente y sucinta.
5.-Evita responder un NO a la interrogante de si tienes alguna pregunta: aprovecha lo oportunidad para mostrar tu interés por la agenda de la compañía o por las tareas específicas que desempeñarás una vez contratado.
6.-Investiga sobre la empresa que ofrece el trabajo, sobre el empleo en cuestión y, de ser posible, recaba información sobre el entrevistador: te sentirás más seguro y darás respuestas más efectivas si conoces el terreno que estás pisando.
7.-Se sincero y responde honestamente: piensa que mintiendo sólo te engañarás a ti mismo. Pero no sientas timidez de mostrar tus fortalezas, aun cuando te pregunten sobre tus debilidades.
8.-No dejes que los nervios te ganan la partida: muéstrate convincente e interesado en el diálogo. Mantén contacto visual con el entrevistador y evita gestos que denoten aburrimiento o impaciencia, como cruzar los brazos o mover constantemente la pierna.
9.-A la pregunta de cuáles son tus expectativas acerca del salario, prefiere responder con flexibilidad (con un rango abierto) a dar una cifra exacta. Si no tienes información sobre el salario corriente de la posición a la que aspiras es más recomendable que investigues antes: así pedirás lo indicado, ni más, ni menos.
10.-Si durante la entrevista llegas a la conclusión de que el empleo en oferta no es el que andas buscando, expresa con respeto tu punto de vista. Piensa que quizás mañana el mismo empleador puede estar entrevistado candidatos para el puesto anhelado, y tú ya tendrías un punto a tu favor

Fuente: El blog de Mujeres Orquesta...
Aracelis Pérez-Mayan

miércoles, 26 de mayo de 2010

Predicar: Un acto de espiritualidad o de arrogancia

Por: William D. Lawrence, Dr. en Teología.
Presidente de Leader Formation Internacional (Formación Internacional de Líderes)
ObreroFiel.com. usado con permiso
Estimado(a) amigo (a):
El acto de predicar es un acto espiritual o de arrogancia. No hay nada intermedio para cualquiera que se para en el púlpito.
El acto de predicar puede ser un acto espiritual realizado en el poder del Espíritu Santo, hecho a través de un hombre enseñado por el Espíritu quien ha meditado en la palabra de Dios hasta que se ha apoderado de él, de tal manera que deba hablar para la gloria de Dios, porque la Verdad viva se ha convertido en un fuego abrasador en sus huesos.
O el acto de predicar puede ser un acto arrogante, realizado en el poder de la carne, hecho por un hombre que ha meditado en la palabra de Dios hasta que siente que su inteligencia la ha dominado, de tal manera que él hable para su propia gloria, porque solo hay cenizas carbonizadas de muerte en sus huesos.
¿Qué es para ustedes la predicación? ¿Un acto espiritual o de arrogancia? Deben enfrentar esta pregunta y tomar esta decisión. Consideren esta definición de predicar, y de inmediato sabrán que predicar debe ser un acto espiritual.
Predicar: la proclamación de la palabra inspirada de Dios, para el determinado propósito de Dios a través del único heraldo autorizado, para los escuchas (o apáticos) del pueblo de Dios.
El predicador actúa como un heraldo para Dios, un vocero con un mensaje que hombres y mujeres deben conocer de Él. Su palabra no es una palabra de humana sabiduría, tampoco una colección de ideas para ser examinadas, ni pensamientos agradables que deban ser considerados; sino la verdad de Dios para ser obedecida. Su proclamación es una palabra de Dios que lleva a sus oyentes a una relación con Él y los guía a un caminar más íntimo con Él. Con todo esto, sus escuchas saben que el predicador es mortal, pero tienen la esperanza – y aún la confianza - de que el predicador ha estado en la presencia de Dios de una maneras que ellos no hayan podido hacerlo. Ellos esperan – y confían – que el predicador tiene una cierta clase de comunicación verbal con Dios, que tiene una relación íntima con Dios, y que él ha buscado a Dios con tal vehemencia, que ellos podrían no ser capaces de lograr. Esto significa que él ha recibido una palabra de Dios para ellos. Esperan, pero raramente encuentran, que su predicador esté en intimidad Dios.
Para nosotros, el predicar en base a cualquier otra cosa que no sea una intimidad con Dios, significa que somos embusteros, charlatanes, mentiras vivientes proclamando verdades que no estamos practicando, y sí demostrando ser poseedores de una incomprensible arrogancia. Ningún hombre puede estar en el púlpito por derecho propio o hablar en base a sus propios intereses. A menos que un hombre esté totalmente abrumado y humillado por la tarea de predicar, no tiene el derecho para hacerlo.
Sin embargo, hay mucho acerca de predicar, que eleva a un hombre y lo exalta en vez de a Dios. Predicar es excitante y estimulante. Hay algo eléctrico acerca de pararse frente a una congregación que espera escuchar al predicador, lista para asirse de cada palabra que se diga. A menos que veamos la predicación como algo supremamente espiritual, ésta degenerará en una actuación para el reconocimiento y la fama, un esfuerzo de auto-promoción y auto exaltación. No podemos permitir que esto suceda.
También debemos volvernos de lo banal, [1] de la superficialidad de historias agradables y la habilidad de los “dichos” que darán impacto a la predicación. Eugene Peterson está en lo correcto cuando nos advierte que podemos canjear un llamado de Dios por un ídolo, “... una propuesta para trabajar, hecha por el diablo, que puede ser medida y manipulada a conveniencia del obrero.” [2]Para parafrasear a Peterson; la predicación debe arder con la gloria de la presencia de un Dios que condena en y a través del predicador. Si sacrificamos la predicación en el altar de los programas y éxitos, sacrificaremos el poder de Dios por la idolatría y lo banal. Cuando predicamos independientemente de la intimidad con Dios, asumimos que Dios no toma en serio la veracidad de la palabra que estamos proclamando, que Él no nos pedirá cuentas por nuestra hipocresía. Sin embargo, ningún pecado es juzgado con más severidad en la Escritura que la hipocresía, como podemos constatarlo con ejemplos como los de Acán, Ananías y Safira. Dios no es indiferente a la hipocresía, y nosotros tampoco podemos serlo.
Todos nosotros predicamos - tal vez con más frecuencia de lo que nos gustaría admitirlo- como resultado de la arrogancia y la hipocresía, más que de la intimidad. La pereza, la falta de disciplina, las demandas abrumadoras, una rutina que nos anestesia, el pecado intencional- todo esto y más, nos roban nuestra intimidad con Dios y nos hacen hipócritas en el púlpito en más domingos de los que quisiéramos reconocer. En esos momentos, Dios nos extiende Su gracia. Dios aún nos utiliza, y es en esas ocasiones, que por su bondad nos llama a recordar, arrepentirnos, y a regresar a Él. Es por Su gracia que Dios nos llama para transformar nuestra rutina en una intimidad con Él. Entonces se nos recuerda nuestra siempre desesperada necesidad de depender de Él. Pero nunca podemos abusar de Su gracia. Predicar es un acto espiritual, o es la acción más egoísta imaginable.
Debemos ser Espirituales, porque predicamos las Escrituras Inspiradas por Dios.
Existen muchas razones por las que predicar debe ser un acto espiritual, pero me estoy enfocando en tres en este artículo. Vemos primeramente, que predicar es un acto espiritual, en razón de su fuente: la Palabra de Dios. Las Escrituras son Inspiradas por Dios (1 Tim. 3:16). Esto significa que el Espíritu Santo de Dios inspiró las Escrituras. Sabemos que el Espíritu de Dios, trabajando a través de la experiencia, las mentes, las emociones, la voluntad, el contexto de la vida, y la totalidad de la experiencia de los autores humanos, los condujo a las mismas palabras que Dios deseaba, mientras ellos registraban Su verdad en sus escritos originales. Aunque muy poco de la Biblia está dictado –porciones tales como Los Diez Mandamientos, que obviamente lo fueron- aún así, Biblia sigue siendo la palabra de Dios. Y lo que Dios produjo a través del Espíritu Santo, lo protegió a través de Su providencia soberana. Como resultado, nosotros tenemos la [3] Palabra de Dios en su máxima posible exactitud, cuidadosamente preservada para nuestro entendimiento, meditación y edificación actual.
La inspiración de Dios vino al mundo antiguo que estaba deformado y marcado por el pecado. Aunque inicialmente fue dirigida para ese mundo antiguo, ese mensaje transmitió la verdad de Dios para todos los hombres de todos los tiempos. Desde ese mundo antiguo hasta nuestro tecnológicamente moderno, y sin embargo moralmente degenerado mundo, vino la Palabra de Dios de una nueva forma, a través de nuestra palabra hablada, y demostrada y confirmada por nuestras palabras vivientes.
Nuestra predicación se convirtió en la palabra de Dios a través de nosotros, para nuestro mundo moderno y post modernista. Escuchen lo que dos grandes hombres de la historia tienen que decir acerca de predicar.
Ahora permítanme a mí y a cualquiera que hable la palabra de Cristo libremente, se gloríe de que nuestras bocas sean las bocas de Cristo. Estoy positivamente seguro de que mi palabra no es mía, sino la palabra de Cristo. Así que en mi boca debe ser Su boca la que hable.
-Martín Lutero 3
No importa quien pueda ser el hombre, si él te enseña de acuerdo a su propia mente y pensamiento, su enseñanza es falsa. Pero si él te enseña de acuerdo con la palabra de Dios, no es él quien te enseña, sino Dios quien le enseña a él. Porque como dice Pablo, ¿quiénes somos nosotros sino - servidores de Cristo encargados de administrar los misterios de Dios?
-Huldrych Zwingli4
Debemos ser espirituales porque Predicamos Las Benditas Escrituras de Dios.
Después de que tomamos conciencia de que las Escrituras están benditas por Dios, y por lo tanto son provechosas para nuestro bienestar, comprendemos que son útiles y prácticas para satisfacer nuestras necesidades. Ellas nos traen vida como ninguna otra cosa lo hace. Como Pedro lo expresó, “Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn. 6:68) Las Escrituras tienen las palabras de vida eterna y como tales, realizan exactamente lo que Pablo dice de ellas en II Tim. 3:16.
Es para nuestro beneficio que las Escrituras corrigen nuestra manera equivocada de pensar enseñándonos los principios creados por Él que nos permiten vivir con amor y gozo en un mundo que regularmente se encuentra deprimido y sin esperanza alguna. Ellas corrigen nuestra distorsionada idea acerca de la vida, nuestros inválidos valores que resultan en prácticas dañinas. Las Escrituras penetran en las partes más profundas de nuestro ser y nos muestran qué tan mal estamos a la luz de la verdad de Dios.
Las Escrituras corrigen nuestras respuestas erróneas al hacernos responsables por nuestros destructivos patrones de vida y así poder obtener los beneficios de Dios para nosotros. Echan su luz sobre las tinieblas de nuestro comportamiento y nos fuerzan a enfrentar la futilidad de nuestra propia necedad. La verdad de las Escrituras nos abruma y nos deja expuestos a nosotros mismos y a los demás en maneras que no podemos negar y de las que no podemos escapar, así que debemos enfrentar el pecado que hayamos cometido.
Las Escrituras nos son provechosas porque corrigen nuestra perspectiva. La Biblia no solo nos enseña; la Bibliano solo nos redarguye; la Biblia nos reintegra al camino correcto, el camino de Dios.
Por último, nos beneficiamos de las Escrituras porque ellas nos ejercitan en la piedad. La Biblia es el instrumento de enseñanza de Dios, el libreto de Dios, el manual de las normas de Dios. La constante exposición a la Biblia, combinada con un esfuerzo consistente de obedecer la verdad de Dios, desarrolla nuevos hábitos de rectitud en nosotros. La rectitud, desde luego, es más que un comportamiento; la rectitud es un comportamiento que crece -de y dentro- de las sanas relaciones. Crece de una sana relación con Dios redundando en una sana relación con los demás porque, finalmente se expresa a sí misma en amor.
Así que las Escrituras son provechosas porque ninguna otra cosa puede lograr lo que ellas hacen. Y ¿cómo podemos proclamar el beneficio de las Escrituras, aparte del poder del Espíritu Santo?
Debemos ser Espirituales porque las Escrituras están autentificadas por Dios.
En tercer lugar, las Escrituras han sido autentificadas por Dios a través de la historia. En la historia de la iglesia, siempre que las Escrituras han sido tenidas en alta estima, la predicación ha sido altamente valorada. Y siempre que la predicación ha sido altamente valorada, la iglesia se ha mantenido sana. Por lo tanto, existe una correlación directa entre la salud espiritual de la iglesia y la proclamación de las Escrituras. La palabra de Dios es verdaderamente la palabra de Dios y Dios ha autentificado esta realidad, a lo largo de toda la historia sin fallar. Esto significa que cuando las Escrituras no son tenidas en alta estima, el valor de la predicación se desploma, y consecuentemente también la salud de la iglesia.
Cuando predicamos la Biblia, traemos salud a la iglesia de Cristo, despertamos la vida en el pueblo de Dios y llevamos la luz a un mundo que está en tinieblas. Como John Broadus declaró, “En cada era del cristianismo, desde que Juan el Bautista atraía a multitudes al desierto, no ha habido ningún gran movimiento religioso, ni restauración de la verdad de la Escritura, ni reanimación de la piedad genuina, sin un nuevo poder en predicar ambas cosas como causa y efecto.”5 Consideren lo que John Brown, el puritano inglés, declaró.
Aquel que toma conciencia de la vital importancia que la predicación en sus formas más variadas ha tenido en la vida espiritual de la iglesia, ya no necesitará mas testimonio de su gran importancia. No fallará en observar que el mensaje del predicador y la condición espiritual de la iglesia se han elevado o han caído conjuntamente. Cuando la vida se ha ausentado del predicador, no pasa mucho antes que también se aleje de la iglesia. Por otra parte, cuando ha habido un mensaje de resurgimiento de vida en los labios del predicador, éste viene como consecuencia de una condición revitalizada de la Iglesia misma. La conexión entre estas dos cosas siempre ha sido estrecha, uniforme y constante. 6
Así que, a través de toda la historia, las Escrituras han permanecido autenticadas como un medio por el que Dios ha traído salud a la iglesia y luz al mundo. Cuando la luz de la palabra de Dios resplandece con brillantez en la iglesia, penetra en las tinieblas del mundo y trae la vida donde previamente solo había muerte.
La predicación sola no logra esto. La predicación comprende tanto el vivir la palabra como el proclamarla. La luz y la vida no derrotarán a las tinieblas y a la muerte sin la proclamación de la palabra de Dios, pero la salud espiritual no viene solo a través del conocimiento. La salud espiritual no solo viene por la proclamación de la palabra o el oír de la palabra de Dios; la salud espiritual procede vivir la palabra de Dios. Esto significa que los líderes piadosos deben moldear la madurez espiritual para sus seguidores, para que ellos puedan convertirse en una iglesia activa, a través del ejercicio de sus dones, adoración que exalte al Dios vivo, un compromiso puro y apasionado con el Señor Jesucristo, cuidado y servicio de pequeños grupos, y un anhelo de llevar la verdad de Dios al mundo. 7
Tengo el temor de que podamos alejarnos de un sano enfoque sobre la proclamación de la palabra de Dios. Si no somos cuidadosos, entraremos en una era, en la cual la palabra de Dios será escasa, así como lo hizo Israel hace tanto tiempo (I Sam. 3:1). Una de las razones por las que la palabra era tan escasa en los tiempos de Samuel, era porque los sacerdotes de Israel estaban ciegos a su verdad. La verdad de que -como tal gente, tales sacerdotes- es tan cierta hoy como lo fue en el mundo antiguo. Cuando nos hacemos de la vista gorda ante la palabra de Dios, la gente tendrá oídos sordos ante nuestras palabras. ¿Quién quiere escuchar agradables tonterías de nuestras bocas vacías? ¿Quién se volverá a un dios hecho a nuestra imagen? ¿Quién será transformado por una palabra procedente de nosotros? Corremos el riesgo de permitir que nuestras ocupaciones se conviertan en banalidades y que nuestra banalidad se convierta en ceguera que nos aparte de ver cómo nuestros propios egos, celos y ambiciones nos ensordecen ante la palabra de Dios y nos ciegan ante los caminos de Dios. Si no tenemos cuidado, la carne paralizará nuestros esfuerzos mientras nos convertimos en parapléjicos espirituales, imposibilitados para hacer alguna clase de impacto para Dios. Si queremos ver hacia dónde podemos estar dirigiéndonos, echen un vistazo a la Edad Media, un tiempo en el cual la liturgia suprimió la predicación, las Escrituras cayeron en desuso, los clérigos reemplazaron a la gente, y la luz de la iglesia fue virtualmente extinguida. Es la razón por la que llamamos a esa era El Oscurantismo. No podemos permitir un movimiento que nos lleve, de predicar la palabra de Dios, a un nuevo Oscurantismo.
En la actualidad se nos dice que la pregunta clave que debe orientar nuestra predicación es ¿Qué es lo que quiere la gente? y escuchamos Ellos no quieren la Biblia. Los expertos nos dicen que la Biblia no es relevante para donde ellos están. Lo que la gente desea es oír historias de “cuentos de caldo de pollo,” que calienten sus corazones y les haga sentir bien. ¿Podremos estar en peligro de satisfacer la comezón de oír? Desde luego, debemos luchar por el contenido de interés y relevancia, pero como nuestro Señor sugirió acerca de Su primo Juan, los hombres apasionados por Dios siempre atraerán a las multitudes que Dios quiere que tengan. La gente irá a cualquier parte, aún a los desiertos de Judea para ver a un hombre con un gran celo por la verdad de Dios. Esto no significa que debamos estar airados, o ser ásperos, o proclamar sermones vestidos con “pelo de camello.” Pero sí significa que debemos comprometernos a la proclamación del amor de Dios y a la santidad, y hablar de maneras que lo eterno se introduzca una vez más en el tiempo y que esté revestido por una humanidad viviente justo frente a los escuchas. Esto solo es posible a través de la proclamación de la Palabra de Dios; a través del poder del Espíritu de Dios, mediante un hombre que esté libre de la necesidad de impresionar a otros a través de su predicción.
Desde luego, no podemos ser irrelevantes, aburridos o poco interesantes, o cualquiera de las otras cosas que se dicen acerca de la predicación actual. Ciertamente usamos la tecnología de nuestros tiempos a través de videos y otros soportes visuales. Podemos implementar drama, música, lecturas dramáticas, cualquiera de las numerosas herramientas que ayudan a comunicarnos en nuestra era. Pero siempre habrá un lugar para un predicador apasionado por el Señor, encendido con la santidad que arde sin consumir, llamando a la gente que se quite el calzado porque están pisando suelo sagrado. Dios hablará a través de ese predicador aún en el siglo veintiuno, al igual como lo hizo en el primero.
No deben permitir que la palabra se convierta en algo extraño en su generación como sucedió en los tiempos de Samuel. Deben comprometerse ustedes mismos a proclamar la palabra de Dios con exactitud, claridad, interés y relevancia. Deben luchar por ser creativos sin llegar a ser corrientes, a ser efectivos sin ser superficiales, a usar la tecnología sin permitir que ella los utilice a ustedes. Nunca deben sacrificar la exactitud por la relevancia, ni la claridad por el interés. Deben comprometerse a sí mismos a realizar la dura tarea de simplificar los conceptos difíciles, de clarificar las verdades complejas, y de bajar el cielo hasta la tierra. La gente debe ver a Jesús en jeans y tenis, a Abraham en zapatos Domit y Dockers, a los discípulos en bermudas y sandalias –todo sin diluir la deidad de Cristo, la impaciencia de Abraham, o los esfuerzos de los discípulos para ocultar sus temores en su esfuerzo por llegar a ser el # 1.
Sobre todo, deben recordar que la predicación es un acto espiritual supremo. Nunca pueden estar demasiado ocupados para ser espirituales; nunca pueden ceder ante lo que resulta funcional; nunca deben permitir que los ciegue la codicia de la carne. Si permiten que esto suceda, todo lo que tendrán serán agradables naderías acerca de un dios hecho a su imagen. Todo lo que tendrán será una palabra que procede de ustedes, conducida por su egoísmo y su ambición. Como predicadores, recuerden sobre todas las cosas, que la predicación es un acto espiritual supremo. Cuando no es espiritual, se convierte en arrogancia suprema, una afrenta hacia Dios y el hombre.
Si su predicación es para hacer de ella un acto espiritual, ésta debe salir de su intimidad con Dios. No deben permitir que nada, absolutamente nada los aleje de Su virtualmente diaria presencia. Se encuentran en la posición más grandiosa y privilegiada del mundo, el privilegio de traer el mensaje de Dios a los atribulados y a los pacíficos, a aquellos que son exitosos y a los que han fracasado, a quienes conocen a Cristo y a quienes no lo conocen. Ustedes deben acometer esta gran responsabilidad, con la fortaleza que procede de una intimidad con Dios, o fracasarán. La intimidad con Dios les dará integridad, no solo en su carácter, sino también en su mensaje. Aprenderán cómo crecer. Le mostrarán a otros cómo recobrarse del fracaso, cómo perseverar cuando tengan que confrontar al pecado en su vida, cómo es la lucha en su crecimiento en Cristo. Sus escuchas aprenderán más de su modelo de lo que lo harán de su mensaje, pero creerán su mensaje porque saben que son hacedores de la palabra.
La intimidad y la integridad les dan la intensidad, no una intensidad en la elocuencia, aunque puede suceder, sino una intensidad de la realidad. La persona que habla por Dios es real, genuina, viva, no alguien que esté tratando de presentarse a sí mismo como perfecto, que impacte a sus escuchas como plástico. Esta persona está verdaderamente comprometida, lista para pagar cualquier precio que deba para hablarnos de la gracia y el poder de Dios. Y a través de esta intimidad, integridad, e intensidad, encenderán una flama en su ministerio que tocará y cambiará vidas, no solo en su comunidad, sino por todo el mundo. Como ven, una vez que Dios sabe que puede confiar en ustedes, Él les dará una influencia como jamás soñaron que fuera posible.
Así que ahí lo tienen: intimidad, integridad, e intensidad, encienden la flama de influenciar excediendo abundantemente más allá de todo aquello que pudieran haber pedido o imaginado, porque proclaman la inspiración de Dios, la bendición de Dios, la autentificada palabra de Dios en el poder del Espíritu Santo.
¿Qué principios debemos poner en práctica esta semana para predicar la Palabra de Dios con la perspectiva de una persona que está en intima comunión con Él.
Para escuchar este artículo en formato mp3 ir a este enlace.
Fuente: Obrerofiel.com

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[1] Aquello que es común o trillado, sin poder, sin valor; aquel que reemplaza el poder de la cruz con la ostentación de
la carne o la inutilidad de lo seguro.
[2] Eugene H. Peterson, Ander the Unpredictable Plant . Grand Rapids, MI: William D.
Eerdmans Publishing Company, 1992, p.5
[3] Larsen, David L. The Company of the Preachers, Grand Rapids, MI: Kregel, 1998, p.155
4 Larsen, p. 169.
5 Larsen p. 14
6 Larsen p. 104
7 Ver Natural Church Development (Desarrollo Natural de la Iglesia) por Christian Schwars para un desarrollo de estos conceptos, publicado por The Internacional Center for Lidership Development and Evangelism, (El Centro Internacional para el Desarrollo de Líderes y Evangelismo), Winfield BC Canada, 1998

martes, 25 de mayo de 2010

FAMILIAS Y MAYORDOMÍA DESDE DOS RELECTURAS BÍBLICAS

Por. Leopoldo Cervantes-Ortiz, México.

1. Proverbios 31: testimonio y esperanza

En el famoso pasaje de Prov 31.10-31 existe una familia cuya existencia transcurre, aparentemente, de una manera apacible y casi impecable. Además, se ha leído como dejándole la completa responsabilidad de la mayordomía familiar únicamente a la mujer, a la madre de familia o, diríamos hoy a la ama de casa. No obstante, esta visión es incompleta, pues su trasfondo cultural y religioso es muy importante a la hora de confrontar la vida familiar con la necesidad de practicar una mayordomía consecuente con los dictados de la ley divina en el contexto de una sociedad que enfrenta los peligros de la laxitud en los valores y de prácticas económicas que ponen en riesgo una sana relación con Dios. La mayordomía consiste, básicamente, en saber qué entregarle a Dios y cuándo hacerlo, como parte de un proceso formativo del encuentro con el Creador mediante los resultados del trabajo humano. La economía espiritual, o al revés, la espiritualidad de la economía tiene que ser vista como un aspecto educativo de la vida de fe. Y esto se comienza a lograr desde la familia, el círculo básico de la existencia humana. De ahí que una relectura de este capítulo, tal como se ha practicado desde América Latina, puede arrojar una nueva manera de verlo como un testimonio y, a la vez, como expresión de esperanza en tiempos difíciles.
Carmiña Navia ha redescubierto a la “mujer virtuosa” de Prov 31 como un modelo de mayordomía espiritual en medio de la crisis macro y microeconómica. Por supuesto que ella está inmersa en la segunda, pero desde allí es capaz de resistir mediante una praxis que su familia pone de manifiesto como consecuencia de la aplicación simultánea, del sentido común, la fe en Dios y una buena proyección hacia el futuro. Por ello comenta, al referirse a sus estrategias específicas ante el neoliberalismo galopante de hoy:
En medio de esta realidad dolorosa y cruel y de esta economía genocida, hay algo que podemos afirmar con claridad y sin temores: el neoliberalismo no va a derrotar a la mujer de nuestro pueblo, como no la ha derrotado nunca la larga historia de dolores y angustias que le ha tocado sobrellevar.
La mujer en medio de su desesperación inventó mucho tiempo antes que los sociólogos la estrategia del rebusque. La mujer popular no participa en los grandes foros económicos pero es una excelente administradora de la carencia y de la deuda cotidiana... sus estrategias van siempre más allá de la capacidad del capital para robarla, para aniquilarla. […]
De la casa a la tienda, de la tienda a la escuela, de la casa a los centros de administración barriales... la mujer despliega esa capacidad y casi mágicamente, o por lo menos más allá de la captación y organización racional de la vida, convierte la nada en algo, la carencia en posibilidad, el hambre en comida. La mujer popular sabe de renegociar las deudas más que cualquier institución estatal. Por ello no va a ser derrotada ni por la globalización, ni por el neoliberalismo.[1]

La familia que brota del texto en cuestión es una familia fuerte porque muestra la posibilidad de que exista un esfuerzo compartido en una cadena de obtención, inversión, distribución, consumo y compartir de recursos que es guiada por una sabiduría informada por la ley divina. Hay ahorro, mesura en el gasto y cuidado solidario por los demás. El esposo deposita toda su confianza en ella y, mutuamente, emprenden su tarea económico-espiritual cada día con la conciencia de que están haciendo lo correcto. Los dos núcleos de significado que encuentra Navia (la mujer productora y administradora económica, y la que vela por la vida y el bienestar de su unidad familiar) se despliegan de una manera natural para presentar cómo, a pesar de que el ambiente no sea tan propicio, es posible vivir sin lujos, pero tampoco sin aprensión excesiva.
Los v.13 al 19, nos dan una imagen de mujer recursiva que busca aquí y allá, trabaja con sus manos, se asesora e invierte... en últimas, la mujer que se levanta el dinero y vela porque no falte en la unidad familiar. No se trata de una imagen convencional en la que la mujer sólo trabaja en tejidos e hilados. El texto nos habla de importaciones, de plantíos, de compra y venta de terrenos... imágenes que vienen de una cultura agraria, pero que muestran una actividad económica que trasciende los límites de una hacienda pequeña. Es la mujer economista que prevé y en esa medida le gana la partida al futuro.
En los v.13 y 21, se nos muestra a la misma mujer atendiendo su casa y su familia, velando por el bienestar y la subsistencia. La mujer proveedora en cuya espalda reposa el conjunto de la vida cotidiana. Esa vida que es la que permite después cualquier otra actividad y/o posibilidad. (Idem)

2. Jesús y la viuda que ofrenda: una mirada transgresora
Jesús criticó radicalmente el comportamiento social, en nombre de Dios, en su época, en contra de las viudas (Mr 12.38-40) y aplicó su pensamiento profético mediante una observación profunda de la actitud de una mujer que, sin tener gran cosa, ofrendaba a pesar de que esto iba en contra de su economía doméstica. En suma, la alabó como creyente fiel y auténtica, y también como una mayordoma magnífica, pues con esa ofrenda que salía de su honda fe, no necesariamente ponía en entredicho su estabilidad económica. Luego de proferir esas palabras de profundo análisis de la situación, con base en la tradición bíblica de defensa de las viudas, huérfanos y extranjeros (Éx 22.22-23), Jesús observa a los ricos ofrendar en el arca (Mr 12.41) y al mismo tiempo a una “viuda pobre” (xeran períjran, Lc 21.2) que entregó todo lo que tenía. Como recuerda Fitzmyer: “El donativo no se mide por la cantidad que se ofrece, sino por lo que le queda al donante, o sea, por el porcentaje sobre los propios recursos (es decir, lo que le costaría al que hace la ofrenda). […] No cuenta la cantidad que se ofrece sino el espíritu con el que se ofrece”.[2] Según Jesús, ella no se quedaría con nada, lo que la pondría al borde de la indigencia, algo que Dios no podría desear de ninguna manera.
La enseñanza es clara: la ofrenda espiritual de esta mujer va más allá de los legalismos de los escribas, que no vacilan en explotar a los que no tienen nada. La responsabilidad social es denunciada en su ausencia casi completa, pues el templo tenía la obligación de velar por ellas (Dt 14.28-29) y de hacerles justicia, pero en vez de eso, los religiosos les prohibían heredar propiedades y las presionaban para casarse, pues las consideraban una fuerte tentación (I Tim 5.3-15). Así comenta Eliseo Pérez el pasaje:
¿Cuántas veces hemos citado a la viuda pobre para respaldar las campañas de mayordomía? Los modernos escribas de manera cínica predican acerca de esta historia para justificar la herejía de la prosperidad: “la viuda dio todo lo que tenía porque estaba probando a Dios”. Quienes gustan del lenguaje abstracto se valen de este relato para mostrar que la viuda ofrendó de la nada, demostrando con esa acción que la nada es un concepto muy rico. […] Otros más hablan del negarse a sí mismos. En todos los casos se evita bregar con lo medular de esta porción: la oposición de Jesús en contra del templo, el cual deja morir de hambre a los pobres y honra a los ricos y su dinero mal habido.[3]
Finalmente, como sugiere Firzmyer, ¿y si Jesús más que alabar a la viuda se está quejando del comportamiento a que la orillan sus convicciones religiosas impuestas por el sistema? Es preciso que veamos las varias caras del problema para valorar y obtener conocimiento de esta acción tan compleja que ha observado Jesús, especialmente a la hora de relacionar la realidad económica de las familias con el discurso sobre la correcta mayordomía.

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[1] C. Navia Velasco, “Mujer y neoliberalismo. Aportes para una lectura bíblica”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 37, 2000, http://claiweb.org/ribla/ribla37/mujer%20y%20neoliberalismo.html.
[2] J.A. Fitzmyer, El evangelio de Lucas. Madrid, Cristiandad, p. 208.
[3] E. Pérez Álvarez, Marcos. Minneapolis, Fortress Augsburg, 2007, p. 117.
Fuente: Leopoldo Cervantes - Ortiz, Teólogo mexicano, médico, poeta y escritor.

lunes, 24 de mayo de 2010

Mujeres de Fe: Metodista, predicadora laica (V)

Dra. Diana Rocco, Argentina.

Diana Rocco nació hace 65 años, en Montevideo, en el seno de una familia metodista, y ella abrazó la misma fe. Se define como protestante metodista, y es predicadora laica: “Doy Santa Cena, predico y tengo dispensa para oficiar misa”, explica.
Rocco se casó a los 19 años y tuvo cuatro hijos. Pero se hizo tiempo para licenciarse en Teología. En los años 70, ingresó en la Universidad de Buenos Aires para hacer la carrera de Historia. Hoy trabaja como docente e investigadora en el Instituto de Historia Antigua Oriental, de la Facultad de Filosofía y Letras, donde se especializó en la Biblia y especialmente en el Tanaj (Antiguo Testamento). Allí, durante siete años hizo exégesis en hebreo junto con el rabino Abraham Platkin.
–¿En qué se diferencian principalmente los protestantes metodistas de los católicos?
–La diferencia gira en torno a la tradición y a la autoridad del Papa. Cuando Lutero [que emprende la Reforma a principios del siglo XVI] lanza la consigna del sacerdocio de todos los creyentes, es decir que no necesitamos de la institución de la Iglesia para ponernos en relación directa con lo divino, es absolutamente revolucionario: tira abajo la necesidad misma de esa institución.
–¿La mirada de los protestantes acerca de la mujer es distinta de la de los católicos?
–La de los metodistas es una Iglesia que surge con la Revolución Industrial, y es un desprendimiento de la Iglesia Anglicana. Cuando la clase obrera comienza a conformarse, en el siglo XVIII, varios pastores anglicanos se dan cuenta de que no hay nadie que atienda a la clase obrera. Entonces, comenzaron a predicar en las calles y les enseñaron a los chicos de esta clase social a leer y a escribir con la Biblia. Esa es la Iglesia Metodista. Era un grupo de gente muy metódica: organizaba su tiempo para poder realizar todas estas tareas y además seguir con sus estudios. Por eso los empezaron a llamar los metódicos; de ahí la denominación. Ahora bien, dentro de la Iglesia Metodista en la actualidad no hay discriminación de la mujer. En este momento, nuestra obispo es una mujer.
–¿María Magdalena era prostituta?
–Al respecto, hay una coincidencia entre católicos y protestantes. Hay un sermón del papa Gregorio I, de fines del siglo VI, en el que funde tres personajes bíblicos en uno solo: el de María Bethania, el de María Magdalena y el de la prostituta. Pero, en realidad, María Magdalena es la discípula de Jesús, la más importante, la que aparece en primer lugar en todos los pasajes bíblicos –menos en un versículo de Juan–, y la testigo por excelencia de la resurrección. Es la que después va a decirles a los demás: miren que Jesús no está muerto, está vivo. Y los discípulos, que estaban escondidos, se ríen y dicen: son cosas de mujeres.
–¿En qué momento los protestantes les otorgan cierto poder a las mujeres?
–El primer movimiento protestante, el de Lutero en sus comienzos, es vocero de una situación local: los alemanes se sentían explotados por los italianos. Lo que Lutero hace es alemanizar la Iglesia, separarla y convertirla en una Iglesia alemana, lo mismo que Enrique VIII hace con la Iglesia de Inglaterra, que es la Iglesia Anglicana. Pero la mujer sigue perteneciendo al espacio privado. Lutero se casa con una monja y tiene muchísimos hijos. Esta monja le llevaba toda la casa, porque tampoco era una mujer de mucho carácter.
–¿Cuándo aparecen las pastoras?
–Es un fenómeno del siglo XX. Y también está relacionado con un movimiento social. La Iglesia no es un recorte ahistórico de la sociedad. En mi barrio hay cuatro parroquias importantes, de las cuales tres son carismáticas. Y han cedido algunos espacios para la mujer. Por ejemplo, hay lectoras. De todos modos, la manipulación de lo sagrado sigue estando reservada al varón. Eso no se cambia.
–¿En qué momento los protestantes decidieron que las mujeres iban a poder compartir el espacio sagrado?
–No hay una decisión: hay un avance social, hay una lucha feminista, hay un lugar que la mujer ocupa. Nadie puede ignorar los años 60, ni el descubrimiento de la píldora, ni los Beatles, etc. Hay un avance social de la mujer que también se tiene que reflejar en otras estructuras.
–¿Cómo es la mirada de la gente frente a una pastora?
–Una pastora muy jovencita, a la que le dieron una iglesia en el Gran Buenos Aires, donde el entorno social es más humilde, me contó una vez que toda su congregación estaba formada por mujeres. No había un solo varón. Y esto, a pesar de que ella era sacerdote ordenada. Y las propias mujeres, cuando se tenían que casar, le pedían que llamara a un varón. Esa chica lo sintió, realmente. Pero eso ya no sucede.
–¿Qué sería la llamada “ética protestante”?, ¿una mirada distinta del éxito y del dinero?
–Esa es una vieja teoría de Weber que está en La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Pero tampoco eso se refiere al protestantismo histórico. Hay tres temas que son tabú dentro de las iglesias protestantes: sexo, dinero y poder. Son los tres temas que el protestantismo histórico en su variante pietista no ha podido superar.
–Pero, por ejemplo, en Estados Unidos hay una mirada distinta con relación al dinero.
–Eso es porque son el imperio. No tiene nada que ver con la religión, sino con una cuestión ideológica, por más que la religión sea parte de la ideología. Hay que dividir entre protestantes históricos y evangélicos. Hay evangélicos que predican una religión de prosperidad. Si sos creyente y cumplís, te va a ir bien en la vida, vas a prosperar, vas a hacer buenos negocios. Hay un grupo fundamentalista evangelical muy fuerte que predica este tipo de teología.
–La teología del éxito.
–Exactamente. El éxito es como una recompensa que uno recibe. El protestantismo histórico no es así: jamás va a predicar ese tipo de teología. Por el contrario, lo que predica es que, por ser creyente, no tenés una vida diferente; tenés una vida de sufrimiento y de esperanza como cualquier ser humano. La única diferencia es que no estás solo.
–¿Cuál es su prédica ante los que la escuchan?
–Lo que yo le digo a mi gente cuando predico es: nadie les asegura la felicidad completa, ni que van a tener todo lo que necesitan, ni que no va a haber sufrimiento. La vida de ustedes va a ser como la de cualquiera. Lo único que ustedes tienen, seguro, es que no están solos. Ser persona de fe es saber que vas a vivir como cualquier hijo de vecino tu vida compleja, con lo bueno y lo malo, pero que no estás solo.
–¿Qué es ser cristiana para usted ?
–Nada en especial. Porque, además, el tema es que uno nace en un contexto cristiano. Es decir, nadie te hace elegir; nacés en un ambiente cristiano, y podés ser creyente o no, pero lo sos en función de la Biblia. El cristianismo plasmó la civilización occidental. Entonces, ¿qué es ser creyente para mí? Yo nací cristiana. Nací en un hogar metodista, fui bautizada. Así que ser cristiana es lo que uno es, porque naciste en esa familia, en este medio social y en esta cultura.
–¿Y sus hijos también?
–No. Tengo cuatro, y uno solo va a la iglesia.
–¿Y su marido?
–Soy viuda. Antes fui separada y ahora soy viuda.
–¿Nunca pensó que podía elegir no necesitar una pareja?
–¡No! ¡Que no tenga marido no quiere decir que sea monja!
–Usted ha estudiado la Cábala. ¿Por qué cree que ha surgido esta moda de estudiarla, como hace Madonna?
–En primer lugar, la Cábala filosófica es fascinante. No sé cuál estudia Madonna. Yo fui a la sinagoga que está en Sucre al 1400, donde está el rabino Nisemboim, alguien a quien realmente admiro profundamente. Pienso que da una mirada mucho más comprensiva acerca de qué es lo divino y su relación con la Creación. Es decir, yo no sé por qué lo hace Madonna, ni me interesa realmente. Pero, para mí, la Cábala significó acceder a una mayor amplitud de conciencia. Me permitió captar lo divino en una magnitud mucho más compleja.
–¿No es una forma de religión light...?
–No, para nada. Además, es muy difícil de entender: cuando uno llega a atisbar algo de esa forma de la Cábala, siente realmente el misterio.
Perfil
Diana Rocco es doctora en Historia por la UBA, teóloga, especialista en historia antigua de la Iglesia e historia antigua oriental. Con 65 años, es una de las voces más autorizadas en historia de las religiones. Nacida en Montevideo, viuda y con cuatro hijos, es predicadora laica dentro de la Iglesia Metodista y tiene una larga trayectoria docente. Es asesora del Conicet y publica asiduamente artículos de divulgación en revistas y medios especializados.

domingo, 23 de mayo de 2010

Mujeres de Fe: Tan lejos y tan cerca (IV)

Por Diana Fernández Irusta, Argentina

El diálogo que en otros ámbitos parece imposible entre judíos y musulmanes, Fátima y Sarina están dispuestas a entablarlo; para ellas, las religiones y los pueblos quieren la paz
La musulmana Fátima Yohayna Hesain y la rabina Sarina Raquel Vitas acaban de llegar al estudio fotográfico de La Nacion. Se las ve sonrientes, apenas algo ansiosas ante la perspectiva de los flashes y las miradas a cámara. Cuando ambas habían aceptado aparecer en la tapa de la Revista, las noticias que llegaban de Medio Oriente todavía no salían de lo habitual. Pero, con el correr de los días, esa situación cambió rotundamente. Estalló la guerra en el Líbano y la sucesión de noticias sobre bombardeos, sufrimiento humano y arduas negociaciones por el alto el fuego inundó el mundo.
Entretanto, Sarina y Fátima asisten a la cita. Mientras todo parece indicar que la paz siempre será un bien precario en aquella castigada región del planeta, las dos religiosas descubren que la decisión de posar juntas ha cobrado un nuevo sentido. Así, entre toma y toma, se permiten hablar de los sucesos que acaecen del otro lado del globo, tan lejos y tan cerca.
Lo primero que apuntan es una coincidencia: “Lo que está ocurriendo en Medio Oriente es un conflicto político. No es un enfrentamiento religioso”, aseguran ambas.
“Estar las dos acá es una señal de que es posible dialogar, convivir –continúa la rabina–. Esta foto es el emblema de la paz. Nos permite mostrar que, si bien en alguna parte del universo existe un conflicto, en otra parte del mundo las religiones y los pueblos no quieren enfrentamientos.”
Fátima coincide: “Judíos, católicos y musulmanes vivieron durante siglos en Siria sin ningún tipo de conflicto, compartiendo festividades y costumbres. No hay justificativo para la guerra”.
Es evidente que para estas dos mujeres la vida espiritual es mucho más que una teoría. Es evidente también que, aun a ellas, les cuesta dividir aguas entre las pasiones políticas y las certezas religiosas.
¿Cómo hacer, por ejemplo, para continuar con la vida cotidiana mientras las imágenes de bombardeos y matanzas inundan la prensa internacional? “Hay que realizar un ejercicio un poco contradictorio –señala Sarina–. Intentar, desde lo consciente, mantener la cotidianeidad, que para nosotros es otra, dado que todos aquellos que no vivimos en Israel vivimos en la diáspora, y brindar todo el apoyo que se pueda. Sin poner, obviamente, el cuerpo, como lo hacen nuestros soldados. El nuestro es un apoyo moral, espiritual, de contención.”
Por su parte, Fátima asegura: “Cuando el ser humano toma un modo de vida islámico, hace un esfuerzo por pacificar su espíritu, y eso se tiene que traducir en la sociedad. Yo veo que existe un escenario en el que dos facciones están en guerra, pero no es un problema de religiones. Los actores ahora son el movimiento de resistencia libanesa contra la ocupación de un país extranjero, e Israel, que no tiene conciencia de lo que está haciendo, porque está llevando a la muerte no sólo al pueblo del Líbano, sino a su propio pueblo. Quienes estamos en la tarea espiritual debemos decir no a todo esto”.
Poco a poco, las voces se tornan ásperas. Cuanto más de lleno se toca el tema de la guerra, mayor es la rispidez. “En este conflicto hay un poco más, que tiene que ver con fundamentalismos que se niegan a la tolerancia y a la convivencia. Cada pueblo tiene su derecho a la defensa y a intentar restablecer la paz y la armonía dentro de sus ámbitos, para que cada estado pueda ejercer su soberanía en su territorio”, puntualiza Sarina. “Justamente, el respeto a la soberanía de los pueblos”, se apura a subrayar Fátima. “Sí, totalmente de acuerdo –contesta la rabina–. Sin ejercer el terrorismo y sin entrar...” “Sin entrar en países extranjeros”, interrumpe la musulmana.
La charla amenaza convertirse en discusión. Evidentemente, existen espacios en los que el diálogo parece no tener cabida. Al menos, en un primer intento.
–Hay víctimas de los dos lados –insiste Fátima–. Y hay extremismos de los dos lados. Eso no lo podemos negar ni vos ni yo.
–Digamos que la guerra y la muerte no son...
–No son el mejor camino.
–No son el camino; eso está claro.
Se hace un silencio. Una brecha que ayuda a reencontrar el rumbo hacia la coincidencia. Entonces surge una pregunta: ¿Qué podrá aportar la sensibilidad femenina en este conflicto? “Creo que la mujer tiene más capacidad de misericordia que el hombre”, reflexiona Fátima. Sarina está de acuerdo. Aún más: asegura que hay un vínculo indisoluble entre piedad e instinto maternal.
“¿Sabés que la matriz de la mujer en árabe se dice rahm, y viene de rahma, que es la misericordia? –se entusiasma Fátima–. La mujer comparte su capacidad creadora con Dios, y eso la hace ser más misericordiosa.” La rabina sonríe: “En hebreo se dice igual: rajma es el útero y rajamin es la misericordia. Es la misma concepción”.

Otra vez, un breve silencio. Pero en esta ocasión, henchido de entendimiento.
Fuente: Revista de la Nación, Argentina.

sábado, 22 de mayo de 2010

Mujeres de fe: Hablan de su papel en la religión y la sociedad (III)

Fátima Yohayna Hesain
Musulmana
Esta joven de 24 años que estudia Filosofía en la Universidad de Buenos Aires es una musulmana atípica: sabe inglés, latín antiguo y computación, y en 2004 fue disertante en la conferencia La mujer en la sociedad islámica, desarrollada en la Feria Internacional del Libro.
Fátima Yohayna Hesain es hija del imán Mahmud Husain, profesor de filosofía y activo miembro de la comunidad islámica argentina e internacional. Fundador y director del Centro de Estudios Islámicos, el papá de Fátima participó como representante islámico en la recepción al Dalai Lama en 1992, en la Catedral de Buenos Aires, y en 1997 promovió la Academia del Medio Oriente, foro de diálogo intercultural e interreligioso.
Fátima nos recibió en su casa de Flores, un caserón estilo español, donde vive con su madre y su hermana menor. A las seis de la tarde, Fátima y su mamá se colocaron una túnica, el shador, se sacaron los zapatos, y en una habitación cubierta de alfombras se prepararon para el rezo del atardecer. Después, conversamos con Fátima.
–¿De dónde viene su familia?
–De Trípoli. En esa época, Trípoli era parte de Siria. La mamá de mi papá se consideraba siria. Luego Trípoli pasó a pertenecer al Líbano. Y mi abuelo, por parte de mi papá, era sirio. Vino a la Argentina en el 1900.
–¿Fátima es el nombre de la hija del profeta?
–Sí. Mi primer nombre es Fátima, y me lo pusieron en honor a ella. La hija del profeta era una mujer sumamente virtuosa. Es el ejemplo, el paradigma que tenemos que imitar todas las mujeres musulmanas.
–¿Por qué en Occidente existe la certeza de que se ejerce crueldad sobre las mujeres musulmanas?
–No es así. El Corán narra la práctica de los árabes paganos preislámicos de considerar a la mujer indigna, una vergüenza y un deshonor para la familia. Se las enterraba vivas cuando nacían. Esta práctica se abolió totalmente con el advenimiento del islam. O sea, en el Corán se considera a la mujer como un regalo. La mujer es el honor de la familia islámica.
–¿Qué pasa con las mujeres infieles, a las que azotan?
–El azote corre tanto para el hombre como para la mujer. Cuando un hombre le es infiel a su mujer o viceversa. Los dos están en un pie de igualdad ante Dios.
–¿Y qué pasa frente a un pedido de divorcio, por ejemplo?
–No hay una prohibición al respecto. La mujer le puede pedir el divorcio al marido, y el marido, obviamente, también.
–¿Cuáles son las actividades religiosas que puede realizar una mujer musulmana?
–No puede llegar a ser imán, pero hay un motivo para ello. No es un tema de discriminación hacia la mujer. El profeta insistió tanto en la educación femenina que dijo que cuando un padre educa a un hijo varón está educando a un individuo, pero cuando un padre educa a una hija mujer está educando a toda la humanidad. La mujer funda su familia, educa a sus hijos en la moral y la buena conducta, y de la educación que les dé a sus hijos dependerá el futuro de la sociedad.
–Al occidental le sorprende la idea de poligamia. ¿Qué dice el Corán?
–Está permitida, dentro del islam, con ciertas restricciones. El Corán, en el capítulo IV, llamado De las mujeres, aleya [versículo] 3, dice: Si teméis no ser justos con los huérfanos, casaos con las mujeres que os gusten. Dos, tres o hasta cuatro. Hasta ahí llega la no prohibición de la poligamia: hasta cuatro. Y más adelante dice: Pero si teméis no obrar con justicia, casaos con una sola. Es decir, el hombre le tiene que dar la misma atención a todas. A cada una por igual: no puede darle a una más que a otra.
–Su padre, por ejemplo, ¿tiene varias mujeres?
–No. Pero dentro del islam si un hombre, por su naturaleza, quiere estar con otra mujer, debe desposarla. El hombre debe casarse con esa segunda mujer y darle todos los derechos de esposa que le dio a la primera. La comunidad islámica tiene una grandísima responsabilidad con esas mujeres. No se las puede dejar desprotegidas. La alternativa más viable es la poligamia.
–¿Qué representa Jesucristo para el islam?
–Es una figura santa. Es un profeta enviado por Dios para enseñar a la humanidad el sendero recto. En el Corán hay todo un capítulo dedicado a María. Aparece el relato de cómo María sufrió los dolores de parto, y se apartó de su pueblo para tener a Jesús, quien fue hecho descender por un ángel. Es un relato muy importante. A María nosotros la concebimos como pura. Nosotros reconocemos la virginidad de María.
–¿Cómo está considerada la vida laboral de las mujeres? Nos referimos a las mujeres profesionales.
–La mujer musulmana se desempeña en la sociedad en diferentes áreas: en Paquistán tuvimos una primera ministra [Benazir Bhutto]. En todos los países musulmanes la mujer ocupa cargos importantes. Otras son enfermeras, maestras; se desempeñan en todos los ámbitos importantes de la sociedad, y también en la cultura, en el arte, en diferentes ramas. La mujer tiene libertad de trabajar y desarrollarse.
–¿Qué diferencia hay entre la mujer casada y la soltera?
–En el islam, la mujer casada conserva su apellido de soltera. O sea, mantiene su personalidad y su identidad. La identidad del marido no absorbe la identidad de la mujer.
–¿Cuál es la noción de paraíso en el islam? ¿Hay otra vida?
–Hay otra vida después de la muerte. La muerte no es la suspensión de la vida. La muerte solamente indica que termina un ciclo terrenal, un ciclo preparatorio dentro de este mundo.
–¿Lo mejor está por venir?
–Luego de la muerte, uno pasa a otro nivel. Estaría el barzaq. Es un nivel en el que los muertos rezan por su alma.
–¿Y cuál es la idea de pecado?
–Al respecto tiene mucho que ver el yihad, el “esfuerzo espiritual”. En Occidente se interpretó este concepto de yihad de una manera bélica. Pero no es así. Es el esfuerzo contra las bajas tendencias que tenemos los seres humanos; los instintos bajos y autodestructivos. Todos los días hacemos yihad. A veces nos peleamos, hacemos maldades, envidiamos. El yihad es entonces la lucha contra las bajas tendencias del ego del ser humano. Ese sería su significado exacto. Partamos de la base de que no existe el pecado original. Nosotros no heredamos la idea de que la serpiente incitó a la mujer y la mujer incitó al hombre. En el islam, la culpa de haber comido la manzana es compartida: es de los dos.
–¿Qué esperan el Corán y Mahoma que se pida en la oración?
–Uno pide por la paz en el mundo, por que no haya tantos chicos muertos de hambre, por que el país de uno progrese. Uno pide por que se resuelvan los problemas en Medio Oriente. Nosotros hablamos con Dios y él nos habla. Nos habla a través del Corán. Hay dos fuentes básicas de conocimiento en el islam: el Corán y la tradición profética, que consiste en dichos y anécdotas del profeta.
–Volviendo al lugar de las mujeres. ¿Cómo es eso del menor valor de la palabra de una mujer como testimonio?
–Sí, un varón por cada dos mujeres. Esto no tiene nada que ver con ningún tipo de discriminación hacia la mujer. Lo que pasa es que la mujer tiene una naturaleza distinta de la del hombre. Nosotras tenemos más desarrollada la compasión y la misericordia hacia el prójimo. El hombre es más frío para tomar decisiones. No se deja llevar tanto por los sentimientos. Las mujeres no somos tan objetivas y, a lo mejor, podemos llegar a cometer una injusticia: por ejemplo, no declarar algo por lástima.
–¿Esto es así ante la ley, ante el Corán, ante el sheik?
–Por ejemplo, en un matrimonio, tiene que haber dos testigos mujeres y un testigo varón. Simplemente, el Corán contempla que hombre y mujer son de naturaleza diferente.
–¿Se regulan las relaciones sexuales?
–En el mes de Ramadán, período de ayuno [desde la salida del sol hasta el ocaso] en el que el ser humano comprende el sufrimiento de los más pobres, no se puede tomar agua ni fumar. Tampoco se puede comer chicle. Y están prohibidas las relaciones sexuales porque el ser humano está demasiado ocupado en pensar, en meditar, en dedicarle ese tiempo a Dios.
–¿Por qué el islam prohíbe el alcohol?
–Fue una prohibición que en el islam no apareció inmediatamente después de la revelación de la palabra islámica, sino tras un cierto período. El alcohol debilita tu capacidad intelectual. Además, está prohibido para cuidar el organismo, para preservar la salud. Y también para evitar los problemas sociales, como el caso de hombres que golpean a sus mujeres por el propio estado de borrachera.
–¿Cuál es el símbolo del islam?
–Nosotros tenemos la figura que representa el islam naciente: la Luna y la estrella. La estrella representa al profeta Muhammad, con él sea la bendición y la paz, y la Luna, el islam, que está naciendo.
Perfil
Fátima Yohayna Hesain tiene 24 años y estudia Filosofía en la UBA. Habla inglés, latín antiguo y computación, y en 2004 disertó en la conferencia La mujer en la sociedad islámica desarrollada en la Feria del Libro. Es hija del imán Mahmud Husain, profesor de filosofía, fundador y director del Centro de Estudios Islámicos. Vive con su madre y su hermana en Flores.
Fuente: Revista de la Nación, Argentina.