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jueves, 28 de febrero de 2013

La elección de un nuevo papa y el Espíritu Santo

Por. Ivone Gebara, Brasil*
Después de la encomiable actitud del anciano Benedicto XVI renunciando al gobierno de la Iglesia Católica Romana han aparecido entrevistas con algunos obispos y sacerdotes en estaciones de radio y televisión en todo el Brasil. Sin duda, un evento de tanta importancia para la Iglesia Católica Romana es noticia y conduce a predicciones, elucubraciones de todo tipo, principalmente de sospechas, intrigas y conflictos dentro de los muros del Vaticano, que habrían acelerado la decisión del Papa.
En el contexto de las primeras noticias, lo que me llamó la atención fue algo a primera vista pequeño e insignificante para los analistas que tratan asuntos del Vaticano. Se trata de la forma como algunos sacerdotes entrevistados, o sacerdotes conductores de programas de televisión, respondieron cuando se les preguntó sobre quién sería el nuevo Papa, saliendo por la tangente. Se referían a la inspiración del Espíritu Santo, o a su voluntad, como si fuera el elemento del que dependería la elección del nuevo romano pontífice. Nada de pensar en personas específicas para responder a las situaciones mundiales desafiantes, nada para despertar una reflexión en la comunidad, nada de hablar de los problemas actuales de la Iglesia que la han llevado a un significativo marasmo, nada de escuchar los clamores de la comunidad católica por la democratización de las estructuras anacrónicas que sostienen a la iglesia institucional.
La formación teológica de estos sacerdotes comunicadores no les permite salir de un discurso trivial y abstracto, ya bien conocido, que continúa recurriendo, como explicación, a fuerzas ocultas, y así, en cierta forma, confirman su propio poder. La continua referencia al Espíritu Santo a partir de un misterioso modelo jerárquico es una forma de camuflar los verdaderos problemas de la Iglesia y una forma de retórica religiosa para no revelar conflictos internos que ha vivido la institución.
La teología del Espíritu Santo continúa siendo para ellos mágica; expresa explicaciones que ya no pueden hablar a los corazones y a las conciencias de muchas personas que valoran el legado del Movimiento de Jesús de Nazaret. Es una teología que sigue provocando la pasividad del pueblo creyente ante las múltiples dominaciones, incluída la manipulación religiosa. Continúan repitiendo fórmulas... como si éstas satisficiesen a la mayoría de la gente.
Me entristece el hecho de comprobar una vez más que los religiosos y algunos laicos que trabajan en los medios de comunicación no perciben que estamos en un mundo en el que los discursos tienen que ser más asertivos, y que tienen que basarse en referencias filosóficas consistentes, más allá de la tradicional escolástica. Un referencial humanista los haría mucho más comprensibles para el común de las personas, incluidos los no católicos y no religiosos. La responsabilidad de los medios de comunicación religiosos es enorme e incluye la importancia de mostrar cómo la historia de la Iglesia depende de las relaciones e interferencias de todas las historias de los países y de las personas individuales.
Ya es tiempo de abandonar ese lenguaje metafísico y abstracto, como si un Dios fuese a ocuparse especialmente de elegir al nuevo Papa, independientemente de los conflictos, desafíos, iniquidades y cualidades humanas. Ya es hora de afrontar un cristianismo que admita el conflicto de las voluntades humanas. Es hora de reconocer que, al final de un proceso electivo, no siempre la elección realizada puede ser considerada como la mejor para el conjunto. Hay que afrontar la historia de la Iglesia como una historia construida por nosotros, todos y todas, y de testimoniar respeto para nosotros mismos/as mostrando la responsabilidad que tenemos todas/os los que nos consideramos miembros de la comunidad católica.
La elección de un nuevo Papa es algo que tiene que ver con el conjunto de las comunidades católicas esparcidas por todo el mundo y no sólo con una élite de edad avanzada, minoritaria y masculina. Por lo tanto, es necesario ir más allá de un discurso justificativo del poder papal, y enfrentarse a los problemas y desafíos reales que estamos viviendo. Sin duda, para esto las dificultades son muchas, y abordarlas requiere nuevas convicciones y un deseo real de promover cambios que favorezcan la convivencia humana.
Me preocupa, una vez más, que no se discuta más abiertamente el hecho de que el gobierno de la Iglesia institucional sea entregado a personas ancianas que, a pesar de sus cualidades y sabiduría, ya no son capaces de hacer frente con vigor y desenvoltura los desafíos que estas funciones demandan. ¿Hasta cuando la gerontocracia masculina papal será como un doble de la imagen de un Dios, blanco, anciano y de barbas blancas? ¿Habría alguna posibilidad de salir de este esquema, o al menos de iniciar una discusión de cara a una futura organización diferente? ¿Habría alguna posibilidad de abrir esta discusión en las comunidades cristianas populares que tienen derecho a la información y a una formación cristiana más ajustada a nuestros tiempos?
Sabemos en qué medida la fuerza de la religión depende de desafíos y comportamientos que son fruto de convicciones capaces de sostener la vida de muchos grupos. Sin embargo, las convicciones religiosas no pueden reducirse a una visión estática de las tradiciones, ni a una visión deliberadamente ingenua de las relaciones humanas. Las convicciones religiosas, igualmente, no pueden reducirse a la ola de las más variadas devociones que se propagan a través de los medios de comunicación. Es más, no podemos seguir tratando al pueblo como ignorante e incapaz de formular preguntas inteligentes y astutas en relación con la Iglesia. Sin embargo, estos sacerdotes comunicadores creen estar tratando con personas pasivas, entre ellas muchos jóvenes que mantienen un culto romántico alrededor de la figura del papa. Los religiosos mantienen esta situación, a menudo cómoda, por ignorancia o avidez de poder. Probar la interferencia divina en decisiones que la Iglesia Católica Jerárquica, prescindiendo de la voluntad de las comunidades cristianas esparcidas por todo el mundo es un ejemplo flagrante de esta situación. Es como si quisieran reafirmar erróneamente que la Iglesia es, en primer lugar, el clero y las autoridades cardenalicias a las cuales habría conferido el poder de elegir un nuevo papa, y que ésa es la voluntad de Dios. A los millones de fieles les corresponde sólo orar para que el Espíritu Santo escoja al mejor, y esperar a que el humo blanco anuncie una vez más el habemus papam.
De manera hábil, por el recurso a fuerzas superiores que dirigirían la historia y, la Iglesia siempre están tratando de hacer que los fieles ignoren la verdadera historia, y que no puedan plantearse su responsabilidad colectiva. Es una lástima que estos formadores de opinión pública estén viviendo todavía en un mundo que es teológicamente, y tal vez incluso históricamente, pre-moderno, donde lo sagrado parece separarse del mundo real y situarse en una esfera superior de poderes a la que sólo unos pocos tienen acceso directo. Es desolador ver cómo la conciencia crítica en relación a sus propias creencias infantiles no haya sido despertada, para su bien personal y en beneficio de la comunidad cristiana. Parece que hasta rescatamos los muchos obscurantismos religiosos de épocas pasadas, mientras que el Evangelio de Jesús, por el contrario, continuamente convoca a la responsabilidad común de unos con los otros.
Conociendo las muchas dificultades afrentadas por el Papa Benedicto XVI durante su corto ministerio papal, las empresas de comunicación católica sólo destacan sus cualidades, su entrega a la Iglesia, su inteligencia teológica, su pensamiento vigoroso, como si quisieran, una vez más, ocultar los límites de su personalidad y de su postura política, no sólo como Pontífice, sino también, como presidente por muchos años de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el ex Santo Oficio. No permiten que las contradicciones humanas del hombre Joseph Ratzinger aparezcan, y que su intransigencia legalista o el trato castigdor que caracterizaron parcialmente su persona sean recordadas. Hablan desde su elección, principalmente como un papado de transición. No hay duda que es así. Pero, ¿transición hacia dónde?
Me gustaría que la encomiable actitud de renuncia de Benedicto XVI pudiese ser vivida como un momento privilegiado para convidar a las comunidades católicas a repensar sus estructuras de gobierno y los privilegios medievales que esta estructura conlleva. Estos privilegios, tanto del punto de vista económico, como político y socio-cultural, hacen aparecer al papado y al Vaticano como un Estado masculino aparte. Pero un Estado masculino con representación diplomática influyente y servido por miles de mujeres en todo el mundo, en las diferentes instancias de su organización. Este hecho nos invita también a reflexionar sobre el tipo de relaciones sociales de género que este Estado continua manteniendo en la historia social y política actual.
Las estructuras pre-modernas que todavía conserva este poder religioso necesitan ser confrontadas con los anhelos democráticos de nuestros pueblos en la búsqueda de nuevas formas de organización que se correspondan mejor con los tiempos y grupos plurales de hoy. Ess estructuras deben ser confrontadas con las luchas de las mujeres, de las minorías y las mayorías raciales, de personas de diversas orientaciones sexuales y opciones, de pensadores, científicos y trabajadores de las más variadas profesiones. Necesitan ser reelaboradas en la perspectiva de un mayor y más fructífero diálogo con otros credos religiosos y con las sabidurías esparcidas por todo el mundo.
Y, para terminar, quiero volver al Espíritu Santo, a este Viento que sopla en cada una/o de nosotros. Este aliento en nosotros es más grande que nosotros. Nos aproxima y nos hace interdependientes con todos los vivientes. Un soplo de muchas formas, colores, sabores e intensidades. Soplo de compasión y de ternura, soplo de igualdad y de diferencia. Este aliento o soplo no puede ser utilizado para justificar y mantener estructuras privilegiadas de poder y tradiciones antiguas o medievales, como si se tratara de una ley o una norma indiscutible e inmutable.
El viento, el aire, el espíritu sopla donde quiere y nadie debe atreverse a querer ser ni por una sola vez su dueño. El espíritu es la fuerza que nos acerca a unos con otros, es la atracción que permite nos reconozcamos como semejantes y diferentes, como amigas y amigos, y que juntos/as busquemos caminos de convivencia, de paz y de justicia.
Estos caminos del espíritu son los que nos permiten reaccionar ante las fuerzas opresivas que nacen de nuestra propia humanidad, los que nos llevan a denunciar a las fuerzas que impiden la circulación de la savia de la vida, quienes nos llevan a des-cubrir los secretos ocultos de los poderosos. Por tanto, el espíritu se muestra en las acciones de misericordia, en el pan compartido, en el poder compartido, en la cura de las heridas, en la reforma agraria, en el comercio justo, en las armas transformadas en arados, en fin, en la vida en abundancia para todas/os. Éste parece ser el poder del espíritu en nosotros, poder que necesita ser despertado en cada nuevo momento de nuestra historia, y ser despertado en nosotros/as, entre nosotros/as y para nosotros/as.

Fuente: Koinonia, # 125, 2013.

miércoles, 27 de febrero de 2013

De Hegel a Marx: ¿usa Dios el egoísmo humano para sus fines?

Por. Antonio Cruz Suárez, España*
Según el mito de Hegel, la maldad del ser humano sería inevitablemente empleada por Dios para realizar su plan histórico.
                                        
Como se ha señalado en los artículos anteriores, los tres momentos históricos típicos del pensamiento hegeliano son: la tesis, la antítesis y la síntesis. El primero afirma que la meta de la historia universal sería el progreso en la conciencia de la libertad. Por su parte, la antítesis dice que los medios para lograr esta libertad habría que verlos -por paradójico que pareciera- en las pasiones y en los egoísmos humanos. Mientras que la síntesis concluye señalando que el ámbito de la libertad es precisamente el Estado, la institución que aseguraría la consecución del fin al que se dirige toda la historia. El ser humano podría gozar de verdadera libertad y de una existencia racional, exclusivamente en el ámbito de la institución estatal.
De ahí que sólo en el Estado pudiera existir el arte, la filosofía y la religión. De manera que, según el mito de Hegel, la maldad del ser humano sería inevitablemente empleada por Dios para realizar su plan histórico. Las mezquindades, los atropellos, las ambiciones y la codicia constituirían el motor que permite avanzar hacia la libertad absoluta del hombre. El interés individual sería el cebo que movilizaría la realización del interés universal. Dios habría usado los fines particulares y egoístas de hombres como Alejandro Magno, Julio César o Napoleón Bonaparte, para conseguir el progreso de la historia hasta que ésta se adecuara a su fin supremo y universal.
Hegel tuvo siempre una predilección especial por el número tres. También el progreso histórico de la humanidad se habría desarrollado, según él, en tres etapas, la oriental, la grecorromana y la germánica. El Antiguo Oriente encajaba perfectamente en la primera pues “los orientales no han alcanzado el conocimiento de que el espíritu -el hombre como tal- es libre y, al no saberlo, no son libres”. Por tanto, únicamente el rey podía ser considerado como hombre libre, aunque se comportase como un déspota para sus súbditos.
Según Hegel, “la conciencia de la libertad” surgió por primera vez entre los griegos y los romanos pero de una manera imperfecta ya que estos pueblos creían que sólo algunos hombres podían ser libres, la mayoría seguían siendo esclavos que realizaban tareas manuales para que sus amos pudieran gozar de libertad. La tercera y última de estas fases sería la que conformaban las naciones germánicas de la época de Hegel, las únicas que al ser influidas por el cristianismo habrían desarrollado la conciencia de que todos los hombres son libres. En sus propias palabras: “El Este supo sólo, y sabe hasta el día de hoy, que uno es libre; el mundo griego y romano, que algunos son libres; el mundo germánico sabe que todos son libres.” (BOORSTIN, D. J. Los pensadores,Crítica, Barcelona, 1999: 211).
La visión hegeliana de la historia hunde sus raíces en las concepciones griegas del tiempo cíclico. Según éstas, las transformaciones de la naturaleza y de las culturas son como una sucesión de círculos que se repiten siempre. Las civilizaciones nacen, crecen y desaparecen para dejar paso a otras que evolucionarán de la misma manera. La historia es como un eterno retorno, como una carrera de relevos en la que cada pueblo pasa al siguiente el testigo del que es portador. Los individuos y los imperios sólo son los medios que usa la historia, pero el verdadero protagonista es el testigo, es decir, el espíritu que persigue como fin absoluto la conquista de la libertad.
Hegel ve como ejemplo de tales movimientos cíclicos el símbolo mitológico del ave Fénix, que muere y renace de sus propias cenizas. A través de estas etapas repetitivas, el espíritu avanza sin cesar. Por tanto, los vencedores siempre tienen razón ya que, de alguna manera, marcan la trayectoria que debe seguir el proceso histórico.
Es evidente que tal comprensión de la historia resulta claramente occidentalista. “La historia universal va de Oriente a Occidente. Europa es absolutamente el término. Asia el comienzo.” Hegel relacionaba la infancia de la humanidad con el mundo oriental; la juventud con Grecia y Roma; mientras que la etapa de madurez estaría representada por el occidente germano-cristiano. La Reforma protestante iniciada por Lutero significaba la reconquista de la interioridad cristiana frente a la exterioridad de la Iglesia católica medieval. Hegel creía que esta interioridad sólo se podía haber originado en un pueblo simple y sencillo como el alemán, que poseía una gran intimidad de espíritu. Tal como lo expresa Colomer:
“Mientras los otros pueblos europeos habían salido al mundo, habían ido a América o a las Indias orientales a adquirir riquezas o a fundar un imperio colonial, enAlemania, en donde se conservaba la pura espiritualidad interior, un monje tosco yobscuro buscó la perfección en su propio espíritu. La sencilla doctrina de Lutero es ladoctrina de la libertad interior, a saber, que el conocimiento de la salvación tiene sólolugar en el corazón y en el espíritu. Con esto se logró en la Iglesia la pura intimidad delalma y se aseguró la libertad cristiana.” (Colomer, 1986: 373).
Hegel ensalzó el espíritu alemán en la historia, afirmando que sólo las naciones germánicas estaban destinadas a ser los soportes de los principios cristianos. En cambio, aunque la vieja Roma había jugado un papel histórico indispensable, era incapaz de proporcionar suficiente solidez a tales principios. El exceso de patriotismo le llevó a decir que ninguna de las naciones latinas estaba capacitada para soportar el edificio del cristianismo, ya que eran pueblos con una sangre muy mezclada y guardaban siempre en sí mismos un principio de división. Sin embargo, el pueblo germánico era el único verdadero sucesor del antiguo pueblo griego y por tanto estaba destinado a conducir el cristianismo a su térmico. ¿Se inspiraría más tarde Hitler en esta idea?
Para Hegel la historia es como una teodicea que pretende justificar a Dios de los males que hay en el mundo. Una teología natural en la que todo lo negativo se esfuma ante el conocimiento de lo positivo. Una filosofía que intenta explicar cómo a través del tiempo, y a pesar de las muchas adversidades, se ha ido realizando el plan del espíritu de Dios. Su gran optimismo puede incluso resultar trágico porque, lo cierto es que, él nunca cerró los ojos a la cruda realidad. Conocía bien la crueldad, la sinrazón, la locura y la injusticia de tantos aconteceres históricos, pero prefirió creer que todo eso tenía una explicación racional, una meta gloriosa que lo justificaba.
Si durante la Edad Media la teología católica creía que todo lo relacionado con el mundo era malo, la Reforma protestante entendió lo temporal y mundano como el ámbito en el que se podía realizar la justicia y la ética del Estado. Algo que Dios quería y aprobaba ya que el Estado era el fin de la historia. Hegel pensaba que el ser humano sólo podía llegar a disfrutar de la auténtica libertad cristiana mediante la obediencia al Estado. De ahí que en los países donde caló la Reforma, la revolución no fuera necesaria porque los principios que ésta proclamaba ya habían sido asumidos por el protestantismo. El liberalismo que intentaron difundir por todo el mundo los partidarios de Napoleón procuró ser el sustituto de la Reforma, sobre todo en los países románicos, pero lo cierto es que no fue capaz de cambiar el alma del ser humano. Su influjo fue únicamente externo mientras que la liberación que predicaban los reformadores era ante todo personal e interior. “Napoleón no fue capaz de someter España a la libertad, lo mismo que Felipe II no pudo someter Holanda a la esclavitud”.
El Dios de Hegel recorre toda la historia de la humanidad, la impregna en todos sus acontecimientos más mínimos y se manifiesta en cada situación concreta. Hay un cierto matiz panteísta en este espíritu que todo lo penetra. Su providencia gobierna el mundo para su propia gloria y enaltecimiento. Pese a todas las miserias, catástrofes y revoluciones, la historia universal constituiría la realización del reino de Dios en la tierra. A pesar de lo malo, el espíritu de Dios caminaría incansable hacia la consecución final de lo bueno, la libertad absoluta. Siempre se estaría mejorando porque Dios mismo es en la historia. Sin embargo, este mito optimista de Hegel no consigue desvanecer la espesa niebla del mal en el mundo. ¿Cómo es posible seguir considerando la historia como un proceso razonable? ¿cómo aceptar que un Dios de amor pueda servirse del mal para hacer el bien? ¿pueden explicarse tantas masacres apelando a la evolución del espíritu hacia la libertad? ¿acaso no supone esto una reivindicación del mito de Maquiavelo acerca del fin que justifica los medios? ¿no es una manera de engañarnos a nosotros mismos?
Los filósofos y pensadores de la generación siguiente dejaron pronto de confiar en el mito de las revoluciones porque, de hecho, la realidad de los acontecimientos hablaba un lenguaje muy diferente al que proponía Hegel. La visión que Hegel tuvo de la historia fue, en realidad, como un intento de secularizar la teología cristiana. Pero en tal esfuerzo perdió de vista una de las doctrinas fundamentales del cristianismo, la esperanza escatológica (Colomer, 1986). Confundió lo material y temporal con lo espiritual. Transmutó el mundo de lo inmanente al de lo trascendente, llegando a creer que en la historia universal se estaba dando ya el juicio universal. Al pensar que el reino de Dios se realizaba en los mismos términos que la historia del mundo, cambió de manera ambigua la teología por la filosofía. Fusionó la esperanza cristiana en los “cielos nuevos y tierra nueva” con el proceso histórico sobre el planeta Tierra. Esto es lo que después le echaron en cara sus críticos.
Sin embargo, Marx se dio cuenta, años después, del gran partido que le podía sacar a la dialéctica hegeliana para interpretar la historia y llegó a deducir, precisamente todo lo contrario de lo que pensaba Hegel, que la moral y la religión eran como velos que ocultaban los verdaderos intereses de los grupos dominantes y que, por tanto, la religión era el opio del pueblo.
 
 
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lunes, 25 de febrero de 2013

¿Una nueva alianza entre ciencia y religión?

Por. Leonardo Boff, Brasil*
Cada época cultural establece su diálogo con la naturaleza. Un día hace hincapié en su carácter imponderable y por eso mágico, otro día capta su simetría profunda y por lo tanto la naturaleza como cosmos, y otras veces incluso su aspecto creativo, irreductible a la lógica lineal. Según Alexandre Koyré e Ilya Prigogine, el diálogo experimental constituye la práctica específica de la ciencia moderna. Hoy más allá de ella, parece ser la práctica holística la que caracteriza el enfoque contemporáneo de la naturaleza. Todas las representaciones del mundo son complementarias y ayudan a descifrar aquello que es más que el enigma de la naturaleza, es decir, su verdadero misterio.
Para la visión contemporánea, el universo es cada vez más una realidad incognoscible. Ella está continuamente desafiada a conocer un proceso que no tiene fin. Por esta razón, es importante tomar en serio las distintas ventanas que los distintos saberes abren a la comprensión de la naturaleza. De ahí su carácter holístico (totalizador y sintético).
De todas formas, la lectura del mundo pertenece al complejo cultural del tiempo y se inscribe en el concierto de las demás prácticas. Del diálogo del ser humano con la naturaleza surgen varias cosmologías. Y cada cosmología se orienta por una imagen del mundo resultante de los más distintos saberes.
Curiosamente, cada cosmología plantea la cuestión de Dios. Y con razón, porque como decía el gran físico David Bohm (Premio Nobel): "La gente intuye una forma de inteligencia que organizó, en el pasado, el universo, y la personalizaron llamándola Dios".
La cosmología antigua veía el mundo a través de la metáfora de la pirámide. Dios ahí encajaba perfectamente, como la cumbre de todos los seres. En la cosmología moderna de A. Newton y G. Galilei el mundo era visto como una máquina que funciona con sus leyes deterministas. Dios entra como el arquitecto del universo que pone a funcionar la máquina al principio y ya no tendrá que acompañarla. La cosmología contemporánea ve el mundo como un juego o un baile o un tejido o una red. Desde hace décadas, se reconoce que el universo es un inmenso juego de las fuerzas en interacción, una danza cósmica de partículas siempre interdependientes, formando campos de materia y de energía cada vez más ordenados hasta adquirir en los seres vivos autorregulación, que escapa a la segunda ley de la termodinámica: la entropía. La flecha del tiempo, en lugar de conducirnos al desorden máximo y a la muerte térmica, nos lleva hacia niveles cada vez más altos de sentido y de creatividad. Es la visión de Ilya Prigogine (premio Nobel) con sus estructuras disipativas.
Lo que más fascina a los científicos es la constatación de la armonía y la belleza del universo. Todo parece haber sido montado para que de la profundidad abismal de un océano de energía primordial (vacío cuántico), surgiera el campo de Higgs, los bosones, las partículas elementales, después la materia ordenada, luego la materia compleja que es la vida y por último la materia en completa sintonía de vibraciones, formando una suprema unidad holística: la conciencia (condensado Bose-Einstein de tipo Fröhlich/ Prigogine).
Como dicen los formuladores del principio antrópico (fuerte y débil, Brandon Carter, Hubert Reeves y otros): si las cosas no hubieran ocurrido como ocurrieron, no estaríamos aquí para hablar de ellas. Es decir, para que nosotros pudiéramos estar aquí, fue necesario que todos los factores cósmicos en todos los 13,7 mil millones años se hayan articulado y hayan convergido de tal manera que fuese posible (aunque no es necesario) la complejidad, la vida y la conciencia. De lo contrario nada de lo que existe hoy en día existiría.
Ha habido una minucioso ajuste de las constantes fundamentales sin el cual nunca habrían surgido las estrellas ni eclosionado la vida en el universo. Por ejemplo, si la fuerza nuclear fuerte (la que mantiene la cohesión de los núcleos atómicos) hubiera sido un 1% más fuerte, jamás se habría formado el hidrógeno, que combinado con el oxígeno nos da el agua, imprescindible para los seres vivos.
En cada cosa encontramos el todo, el caos siendo creativo, las fuerzas interactuando, las partículas articulándose, la estabilización de la materia sucediendo, la apertura a nuevas relaciones dándose, y la vida creando órdenes cada vez más sofisticados y autoconscientes.
La verificación de este orden del universo hace surgir en los científicos como Einstein, Heisenberg, Bohm, Prigogine, Swimme y otros, el sentimiento de asombro y reverencia. Nos abre a los espacios infinitos de la indagación humana: ¿Qué existía antes de la existencia temporal del universo? ¿Por qué existe el ser y no la nada? ¿Qué esa Realidad que se presenta como la creadora y sustentadora de todos los fenómenos?
Ella tiene un nombre, el de nuestro respeto y nuestra unción. Un filósofo como Jean Guitton podía decir, "no me atrevo a nombrarla, pues cualquier nombre es imperfecto para designar al Ser sin semejanza". Un teólogo se atreve más: la llama Dios: Energía de todas las energías.
*Leonardo Boff y Mark Hathaway son autores de El Tao de la Liberación (diálogo entre ciencia moderna y teología), Vozes 2012.

Fuente: SKOINONIA

viernes, 22 de febrero de 2013

La misión de Jesús y la nuestra

Por C. René Padilla
El punto de partida más apropiado para entender la naturaleza de la misión que Dios ha encomendado a la iglesia es la misión que, según los cuatro Evangelios, Jesucristo llevó a cabo durante su ministerio terrenal. ¿Cuáles fueron sus prioridades? ¿Cuál fue su mensaje? ¿Qué elementos incluyó en su misión? ¿Cuál fue su motivación? Las respuestas a estas preguntas nos ayudarán a entender un hecho fundamental de la eclesiología y la misionología bíblicas: que, sin desconocer o minimizar las grandes diferencias de lugar y tiempo entre los de Jesús y los nuestros, la iglesia está llamada a continuar la misión de su Señor a lo largo de la historia hasta que él vuelva.
En términos generales, el propósito de Dios es que la iglesia se constituya en una comunidad de testigos de Jesucristo. Esto, sin embargo, significa mucho más que “dar testimonio” verbal acerca de él: significa ser y vivir como él. La misión de la iglesia es inseparable de la misión de su Señor no sólo porque la iglesia le pertenece a él sino también porque la vocación de la iglesia es que la Palabra que en el siglo I se hizo carne y vivió entre nosotros (Jn 1:14) continúe manifestando su presencia en la sociedad en el siglo XXI por medio de ella.
De todas las descripciones de Jesucristo en el Nuevo Testamento, ninguna comunica con tanta fuerza la naturaleza de su misión como la descripción de él como “siervo” o “esclavo” (doulos). Según Marcos 10:45, él dijo de sí mismo que “el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos”. Tal descripción combina dos figuras del Antiguo Testamento: el glorioso Hijo del hombre de Daniel 7, que viene entre las nubes del cielo para establecer su dominio eterno sobre todos los pueblos, naciones y lenguas, y el Siervo sufriente del cántico del Siervo del Señor en Isaías 53, que ofrece su vida en expiación para justificar a muchos. Esta admirable paradoja es una manera de afirmar que Jesús vino para establecer su reinado universal sobre la base del sacrificio de sí mismo por los pecadores, es decir, como “el Mesías crucificado” (1Co 1:23; 2:2).
Es obvio que el sacrificio de Cristo—un sacrificio de eficacia redentora—es irrepetible. Como afirma el autor de la carta a los Hebreos, en virtud de la voluntad de Dios “somos santificados mediante el sacrificio del cuerpo de Jesucristo, ofrecido una vez y para siempre” (10:10). Sin embargo, el Nuevo Testamento provee una base sólida para afirmar que los seguidores de Cristo estamos llamados a reproducir en nuestra propia experiencia el mismo tipo de entrega, inspirada por el amor, que lo llevó a él a la cruz. En palabras del apóstol Juan: “En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó su vida por nosotros. Así también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos” (1Jn 3:16).
Para el apóstol Pablo es clara la relación entre la entrega de Jesucristo en la cruz y su propia experiencia como misionero. A eso apunta un texto cuya interpretación ha dado mucho que pensar a los estudiosos: “Ahora me alegro en medio de mis sufrimientos por ustedes, y voy completando en mi mismo lo que falta de las aflicciones de Cristo a favor de su cuerpo, que es la iglesia” (Col 1:24). No se trata de que Pablo considere que los sufrimientos de Cristo hayan sido insuficientes para cumplir cabalmente su propósito redentor. Se trata, más bien, de que el apóstol considera que su propio sufrimiento hace posible que la iglesia llegue a ser lo que Dios se ha propuesto hacer de ella y por lo cual Jesucristo dio su vida. Si la iglesia quiere ser fiel a su llamado a prolongar la misión de Jesucristo a lo largo de la historia, toda ella y más aún sus líderes no pueden evadir el sacrificio que implica seguir el camino de Jesús como el Siervo sufriente del Señor.

miércoles, 20 de febrero de 2013

‘Da vida’, el aborto, la vida y la muerte. Derechos Humanos, los cristianos y los pobres

Por. Juan Simarro Fernández,  España*
La Declaración de los Derechos del Niño de la ONU (1959) demanda “especiales salvaguarda y cuidado del niño, incluida la legal, antes y después del nacimiento”.
 
Queremos seguir hablando sobre el derecho humano a la vida, sobre el artículo 3 de la Declaración Universal sobre los Derechos Humanos, que es el tema de esta serie de la cual llevamos ya 25 artículos.
Estamos escribiendo desde Madrid, España. Veo en la prensa evangélica una noticia que dice: “Según el Instituto de Política Familiar (IPF), en España se han realizado 118.359 abortos en 2012, convirtiéndose en el tercer país de la UE en su práctica —sólo detrás del Reino Unido y Francia—, y el primero en tendencia de crecimiento” . Por tanto no estamos hablando de un tema fantasma o irrelevante. Estamos hablando de algo sumamente importante para la vida humana.
Una de las incoherencias sociales o esquizofrenia social como afirmamos en los Principios Inspiradores de nuestro centro “Da Vida” de Misión Evangélica Urbana de Madrid, es el hecho de que se invierten una cantidad de recursos sanitarios para que la ciencia avance en temas de fertilización asistida y que los niños prematuros puedan tener viabilidad, mientras que, por otra parte, en muchos casos de nuestro momento histórico y dependiendo de los diferentes países, se flexibiliza el abortoo, como se dice eufemísticamente, la interrupción voluntaria del embarazo, en lugar de llamarle el exterminio de los no natos, su muerte violenta.
Por eso, aunque en algunos ambientes no se nos entienda y se nos pueda tachar de retrógrados, nos unimos a muchos médicos y científicos que están por la defensa de la vida humana en su etapa prenatal y afirmamos con ellos que el principio de la vida humana se da en el mismo instante de la fecundación.
También en nuestro Servicio “Da Vida” de Misión Evangélica Urbana de Madrid, en sus principios inspiradores, afirmamos que, aunque en el proceso de crecimiento intrauterino el feto depende de la madre en cuanto a su alimentación y viabilidad desde las perspectivas físicas, no se puede afirmar que el feto constituya en ningún momento una parte del cuerpo de la madre. Este concepto es muy importante para la defensa de la vida en el tema del aborto. El feto es un ser humano totalmente distinto, un individuo distinto de la madre en cuyo seno habita, se nutre y crece.
Así, no podemos afirmar, en ningún caso, que la madre sea dueña de ese ser humano y, por ende, creemos que no puede hacer con él lo que quiera, no puede exterminarlo, matarlo. Con el aborto, la madre destruye una vida humana distinta de su vida misma.
Aunque nosotros, como cristianos evangélicos tenemos como base de inspiración las Sagradas Escrituras, al igual que nuestro Programa Da Vida, nos alineamos también con el artículo 3 de la Declaración de los Derechos Humanos que estamos citando en defensa de la vida, pero también este Programa evangélico también se adhiere a la Declaración de los Derechos del Niño de la ONU (1959), que demanda “especiales salvaguarda y cuidado del niño, incluida la legal, antes y después del nacimiento”.
Que estos textos no queden en declaraciones formales que no se tienen en cuenta a la hora de realizar un aborto.
También nos adherimos y recordamos lo dicho en la Carta de Derechos del Niño aprobada por el Consejo de Europa(Carta Europea de los Derechos de la Infancia, de octubre del año 1.979), en la que se dice: “desde el momento de su concepción, el niño que va a nacer debe gozar de todos los derechos enunciados en la presente Declaración” .
Yo sé que no es fácil hablar en estos términos en algunos ambientes sociales en los que los cristianos nos movemos, pero yo creo que, a la luz del propio texto bíblico, los cristianos debemos estar a favor de la defensa de la vida, sea en el caso del aborto que ahora estamos tratando por tener la Entidad que presido un centro pro-vida, o en otros casos en los que la vida se siente amenazada.
Nosotros estamos muy contentos de tener nuestro Centro Da Vida aún con la característica de que la propia naturaleza asistencial y de integración social de la Misión Evangélica Urbana de Madrid, su propia característica de ser una Misión de ayuda a las personas en desventaja social, en riesgo de exclusión social o ya en exclusión social, haga que no sólo vengan como usuarios a este servicio sólo mujeres buscando alternativas al aborto, sino mujeres con sus hijos ya nacidos en sus brazos buscando recursos asistenciales, orientación y amor.
Creo que en estos aspectos de nuestro Programa Da Vida es un privilegio para los evangélicos que muchos niños en Madrid se puedan pasear en carritos o sillas que compraron familias evangélicas para sus propios hijos y que luego han donado, que se puedan alimentar con alimentos que provienen de los fondos de donantes de nuestras iglesias, que puedan ir vestidos también con ropas infantiles que han usado los niños de las familias evangélicas, o comprados con donativos de creyentes evangélicos —pues también se usa mucha ropa infantil nueva—, aunque tengamos otras ayudas que no provienen estrictamente de la generosidad de los miembros de nuestras iglesias o, mismamente, de nuestras iglesias mismas.
Consideramos evangelizador y altamente positivo para la sociedad civil la convicción cristiana que atribuye la propiedad exclusiva de la vida humana a Dios, convicción que no sólo nos lleva a hacer alguna que otra declaración, escrito o charla, sino que nos lleva a comprometernos con las mujeres embarazadas, un compromiso que surge de la vivencia de nuestra espiritualidad cristiana que nos lanza a la defensa de la vida. Es el ánimo de servicio que Jesús nos enseñó y del cual nos dio ejemplo.
 
©Protestante Digital 2013

domingo, 17 de febrero de 2013

¿QUE ES LA MEMORIA?

Deseo que esta canción que nos habla de la memoria, nos ayude a repensar nuestra historia, nuestro pensamiento, nuestra vida en el seguimiento a Cristo. La memoria es una herramienta pedagógica que nos sirve para aprender, a sentir el dolor de los otros. Que Dios nos ayude a ser ejemplo hacia los demás.

martes, 12 de febrero de 2013

Mercaderes de personas. No a la trata de personas

Banner "No a la trata"El pasado 4 de febrero, en España, era desarticulada una organización dedicada a la explotación sexual de mujeres brasileñas resultando en la liberación de 6 de ellas que eran obligadas a ejercer la prostitución[1]. Esta noticia es, tan sólo, la punta del iceberg del sangrante tema de la trata de personas en el mundo.
Según el informe de Tyler Marie Christensen, publicado por ACNUR[2], “es extremadamente difícil evaluar el alcance de la trata de personas a nivel mundial debido a la naturaleza clandestina de este crimen. La Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (ONUDD) estima que hay, como mínimo, 2,5 millones de víctimas de trata de personas en un determinado momento.
Según la ONUDD, aproximadamente el 79 por ciento del total de la trata de personas tiene el propósito de explotación sexual, mientras que la OIT estima que el 98 por ciento de las personas objeto de trata con fines de explotación sexual son mujeres y niñas. Las mujeres son víctimas de la trata por muchas razones. En primer lugar, ellas intentan encontrar trabajo en países ricos y les prometen empleos de camareras o niñeras y posteriormente, cuando llegan al país de destino, son forzadas a involucrarse en situaciones de explotación sexual. Es indudable que la desigualdad y las desventajas económicas son factores que hacen que las personas se vuelvan vulnerables a la trata. Un factor igualmente importante es la posibilidad de conseguir grandes ganancias de la explotación de personas y el riesgo relativamente bajo de tener que rendir cuentas por estos crímenes.
La OIT estima que las ganancias ilícitas totales del trabajo forzoso son de casi USD 32 billones anuales, de los cuales se estima que el 67 por ciento se deriva de la industria del sexo. El Departamento de Estado de los EE.UU. ha reunido estadísticas sobre el número total de procesos y condenas relacionados con la trata en todo el mundo. En 2008 se produjeron 5.212 procesos y 3.427 condenas, cifras relativamente insignificantes”.
Ante esta lacerante situación Lupa Protestante lanza una campaña (cartel+banner) de sensibilización-denuncia de la trata de personas en nuestras sociedades. Os proponemos el uso del cartel y el banner para ser utilizados en vuestras comunidades, blogs y sitios web, así como sugeriros la organización de coloquios y grupos de acción y reflexión sobre el tema en vuestras iglesias. Para ello os proponemos el visionado del reportaje emitido en el programa televisivo Informe Semanal (TVE) realizado por Teresa Rodríguez y Mikel Martin que explica la situación de las mujeres víctimas de tráfico y explotación sexual en España (http://vimeo.com/14506335 – visionar abajo). Y la lectura del informe “Trata con fines de explotación sexual: Protección de las víctimas en la legislación nacional e internacional de asilo” (Acnur, 2011)
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domingo, 10 de febrero de 2013

Jacques Ellul, pensador-poeta (II)

Por. Leopoldo Cervantes-Ortiz, México*
El silencio para Ellul: “la ausencia de palabras es un misterio que conduce hacia Dios”,
 
Lo poético contiene una paradoja dentro de sí. ¿Consideras insignificante al lenguaje poético, en comparación con el discurso político y científico? Tienes razón, pero la poesía continuamente nos acerca la incertidumbre de la ambigüedad, junto con los dobles significados junto con los dobles sentidos, interpretaciones múltiples, trasfondos falsos y múltiples facetas. La palabra es siempre paradójica porque corresponde directamente a nuestra ambigüedad como personas . [1] J.E.
En ese gran libro que es La palabra humillada , Jacques Ellul no deja de reflexionar, desde loss prolegómenos, acerca del lenguaje poético y sus capacidades . Nada alejado de los postulados lingüísticos sobre la arbitrariedad de los signos, en su propia labor como escritor se situó ante la palabra con un respeto muy notable, al grado de que no publicó en vida su poesía.
Como se ve en el epígrafe, Ellul consideraba a las palabras como portadoras no solamente de significados múltiples sino también como expresión del ser humano, ontológicamente, en la línea existencialista de Martin Heidegger. Este paralelismo ha sido señalado por Jean-Pierre Jézéquel: “la meditación, el redescubrimiento del arte y en particular de la palabra, a la que atribuye un papel esencial en la develación del ser”. [2]
Su valoración teológico-lingüística del poder y, al mismo tiempo, de las limitaciones del lenguaje humano, lo hizo explorar, en ese volumen, la manera en que “la dictadura de la imagen”, en nuestro tiempo, ha avasallado las capacidades expresivas de lo escrito y hablado. Recurre también a la idea religiosa de “misterio” y escribe al respecto :
Ahora estamos llegando a la última característica a tener en cuenta acerca de la palabra: es el misterio. Lo más explícito y la palabra mejor explicada aún me lleva inevitablemente de regreso al misterio. Este misterio tiene que ver con la otra persona, a quien no puedo desentrañar, y cuya palabra me proporciona un eco de su persona, pero sólo eso. Percibo este eco, sabiendo que hay algo más. Este es el misterio que siento al reconocer espontáneamente que no entiendo bien o totalmente lo que dice la otra persona. Hay un misterio para mí en mi propia falta de comprensión, ya que puedo darme cuenta de ello. ¿Cómo voy a reaccionar? ¿Cómo puedo responder? Tengo la sensación de toda una zona de misterio en el hecho de que no estoy muy seguro de que he entendido correctamente. No estoy muy seguro de contestar. No estoy muy seguro de lo que estoy diciendo . [3]
Ese misterio contenido y desatado por la palabra en la poesía se multiplica y aumenta dada la polisemia que alcanza por el trabajo consciente de quien escribe a sabiendas del material que está en sus manos.
Con ello, Ellul se puso del lado de poetas-críticos como T.S. Eliot, Octavio Paz o Josef Brodsky, para quienes la marea del lenguaje rebasa las limitaciones temporales del escritor históricamente situado . Yannick Imbert, en su breve análisis sobre la sociología y la fe en sus poemas póstumos, destaca el celo con que Ellul asumió la labor poética: “La poesía hace a la persona, es la encarnación de una sabiduría personal día tras día. La íntima naturaleza de la poesía explica la dificultad para leer los poemas de Ellul. De hecho, él no había deseado, durante su vida publicarlos, pero también indicó que su poesía era una parte importante de sí mismo”. [4]
Didier Schillinger, director de Editions Opales (que publicó Silences ) afirma: “Ellul me dijo que para él era la parte más importante de su obra”. Y sobre el poder evocativo de las palabras para él, pone un poema de ese libro como ejemplo:
En el bazar tomaré
la estrella y su banquete
el mirto y su cortejo
Edipo y su destino
Puesta en escena virtual
el aparador, va y viste
Y el azar ritual
me da la espalda – Se voltea
Poesía de observación vital, un tanto autocontenida y hasta tímida, que se acerca a las realidades del mundo y las reseña con delectación y sorpresa . Allí están siempre las cosas, pero ellas “hablan” desde el misterio de la palabra, al ser vehiculadas por ella.
El breve poema citado no deja de aludir figuras míticas y en otros textos de Silences, según refiere Imbert, recurre a imágenes tomadas de metáforas bíblicas, la literatura, la pintura o algunos eventos históricos. En el texto incluido aquí las alusiones son Electra, Medea , de Pierre Corneille y, por supuesto, Edipo Rey. Y agrega: “El poeta está jugando consigo mismo, con su imaginación y la vida, con las palabras y la experiencia, con la creatividad y la memoria. Pero en Electra, Medea y Edipo Ellul encuentra recapitulada la tragedia y el drama de la libertad humana y la responsabilidad. Aquí el poeta enfrenta la inescapable realidad de la elección, con la irremediable realidad de la vida”.
No es casualidad que ese libro aluda desde el título a lo contrario de la palabra, el silencio, pues, para Ellul, “la ausencia de palabras es un misterio que conduce hacia Dios”, en lo que siguió las lecciones del Eclesiastés, sobre el que meditó tan profundamente.
“La palabra es un misterio. El silencio, la ausencia de la palabra, también lo es”. [5] En Oratorio, como veremos, la palabra se despliega en esta misma línea, pero con otro registro.
Ellul, quien escribió tanta prosa, al asumirse como poeta enfrentó valientemente los linderos del silencio.

[1] J. Ellul, The humiliation of the Word. Grand Rapids, Eerdmans, 1985, p. 25. Traducción española: La palabra humillada. Madrid, Ediciones SM, 1983. Texto completo del libro: www.jesusradicals.com/wp-content/uploads/humiliation.pdf.
[2] J.P. Jézéquel, “Jacques Ellul ou l’impasse de la technique”, en Journal du MAUSS, Mouvement Anti-utilitariste dans les Sciences Sociales, www.journaldumauss.net/spip.php?article743.
[3] J. Ellul, op. cit., p. 25.
[4] Y. Imbert, “Jacques Ellul’s poetry: sociology and faith have fused”, en www.transpositions.co.uk/2012/08/jacques-elluls-poetry-sociology-and-faith-have-fused-part-i.
[5] J. Ellul, op. cit. Estas palabras forman parte del final del segundo capítulo, “Los ídolos y la palabra”, que despliega un brillante análisis teológico.

*Autor: Leopoldo Cervantes-Ortiz

©Protestante Digital 2013

lunes, 4 de febrero de 2013

Jacques Ellul, pensador-poeta (I)

Jacques Ellul, pensador-poeta (I)
Su labor poética, que escondió hasta el final de su vida, como ha sucedido con otros autores, lo muestra como alguien que respetaba profundamente la palabra.
Por. Leopoldo Cervantes-Ortiz, México*
                                 
   Un poeta miente cuando arroja el lenguaje: “Le dije ‘Manzana’ a la manzana, y me contestó: “Mentiroso”. Y “Buitre” al buitre, pero no respondió”. La soberanía humana se debe más a nuestro lenguaje que a nuestra técnica y a los instrumentos de guerra. Uno puede esperar o creer de sí mismo que es libre a causa del lenguaje. Nombrar algo significa afirmarse a uno mismo como sujeto y designar al otro como objeto. Es el mayor riesgo espiritual y personal . [i] J.E.
Ahora que se han cumplido 100 años del nacimiento del gran intelectual protestante francés Jacques Ellul, aniversario bien referido por Samuel Escobar en estas páginas hace unas cuantas semanas, [ii] bien vale la pena el esfuerzo por indagar en varias de sus facetas como escritor .
Ellul formó parte de una pléyade de militantes del protestantismo francés que incluye a gente como Oscar Cullmann, Pierre Chaunu, Paul Ricoeur y Georges Casalis, por sólo mencionar algunos. Como ellos, desarrolló una intensa actividad escritural en sus 82 años de vida. Sus magníficos trabajos sociológicos y teológicos le granjearon el respeto de su generación, incluso en el ámbito religioso, pues a su participación formal en la Iglesia Reformada de su país agregó una sólida contribución al surgimiento del Consejo Mundial de Iglesias, dado que colaboró en la redacción de sus documentos iniciales , además de que sus diversos libros sobre el tema capturaban poderosamente la atención puesto que desarrollaba los temas que le interesaban desde una perspectiva muy personal y polémica.
En la sección de teología del sitio Jesus Radicals , que describe a Ellul también como un anarquista (y vaya que da fe de esta descripción la enjundia que manifiesta en Cristianismo y anarquismo ), es posible leer algunos de sus libros en inglés y una gran cantidad de documentos, inconseguibles por otra vía. Destacan, entre ellos, “Karl Barth and us. The groundwork of our theological task” ( Karl Barth y nosotros, el fundamento de nuestra tarea teológica ), escrito a solicitud de la revista Sojourners, que explica magistralmente la manera en que el teólogo reformado suizo influyó en él y también aprovechó el momento para deslindarse del adjetivo “calvinista”, que utilizaban algunas personas en estados Unidos para describirlo; y “¿The victory of Hitler?” , considerado ya un clásico y que publicó en los días finales de la Segunda Guerra Mundial. Tomás Hanks, en un artículo publicado por el Boletín Teológico de la Fraternidad Teológica Latinoamericana, describe a Ellul como el “original teólogo de la liberación”. [iii]
Joyce Main Hanks encontró en su obra una veta prácticamente inagotable, prueba de lo cual son las traducciones de varios libros, varios volúmenes de recopilación bibliográfica bibliografía, así como su estrecha colaboración en el Forum Ellul , que ha publicado 50 boletines desde 1988 ( en Facebook ). (De la vertiente teológica de Ellul nos ocuparemos en otro momento.) La revista Réformé, en donde colaboró abundantemente, le dedicó un número especial que recoge textos de diversas épocas .
Su labor poética, que escondió hasta el final de su vida, como ha sucedido con otros autores, lo muestra como alguien que respetaba profundamente la palabra , por lo que escribió ese gran alegato en su defensa que es La humillación de la palabra, donde según algunos responde a la obra de Paul Evdokimov, El arte del icono: teología de la belleza, “a la que objeta tratar de comprender la naturaleza divina a partir de la imagen y de las imágenes, más que mediante la palabra de Dios”. [iv] En esa línea, han hecho bien algunos analistas, como Yannick Imbert, que han relacionado estas preocupaciones teológico-lingüísticas con sus textos poéticos. [v]
Silences (Silencios, Burdeos Opales, 1995) y Oratorio. Les quatre cavaliers de l’Apocalypse ( Oratorio. Los cuatro jinetes del Apocalipsis, Burdeos, Opales, 1997)son los dos volúmenes aparecidos después de su muerte . Con 96 páginas cada uno, no incluyen prólogo ni introducción.
El primero, una colección muy variada de 16 textos, está integrado por textos recopilados por su secretaria y Jean, su hijo mayor. El segundo fue escrito en los años sesenta y está dividido en cinco capítulos que abarcan los grandes temas que le apasionaron: la naturaleza, la tecnología, la muerte, Dios, el ser humano y la libertad. [vi] Este poemario sigue la estela de Apocalipsis: arquitectura en movimiento (título original en francés, ), en el que Ellul indaga en profundidad sobre ese libro bíblico. Javier Sicilia, en un número dedicado íntegramente a Ellul en 2002 por la revista Ixtus, que dirigió,tradujo dos fragmentos de Oratorio , cuyo aliento y simbolismo apocalíptico no dejan de percibirse:
I
El cielo resonó con el duelo más cruel
cuando la Mano se posó sobre el segundo lacre
y los temerosos ángeles contuvieron sus alas
al saber que el hombre a lo lejos llamaba a su delirio.
Pero quién habría podido rechazar ese llamado
cuando Dios no inflige semejante retractación
a aquellos cuya locura rechazó la sal—
Y la mano que responde se apresta a responder.
Misterio, sello abierto, catástrofe engendrada
de la tierra al cielo, los fragmentos esparcidos
(¿dónde te buscaremos, lacre roto para siempre?)
cubren el curso perdido de los ríos de la Historia.
La plegaria guardó silencio y los cantos enmudecieron,
los enhiestos ángeles dejaron caer un velo sobre sus zozobras
y sólo los querubines escucharon sus armas
en el toro Behemot a quien hablaron.
Majestad para la gloria y pronto para el miedo,
Poder acumulado de energía en la materia
adorable en el cristal del trono del Señor,
mas terrible cuando se desencadena sobre la tierra.
Un solo mugido, insostenible estrépito
que se dirige más allá de nuestros tibios deseos,
hacia el insospechado ser que no evocamos…
Cuando grites “Ven” se borrarán nuestra quimeras.
CORO
A las puertas del sol golpeó la palabra
y Todo resonó con un largo estremecimiento
Debimos abandonar la canción de los símbolos
y mendigar desde entonces la paz para un óbolo
Emprendimos el balbuceo de un canto
para reemplazar la loa de los ángeles
para apaciguar el ardor del hierro
para consolar la llaga de la carne
para huir un poco entre las ilusiones
Mientras que más allá de los más funestos sueños
en la perfecta oscuridad del umbral de esa nada
se abría uno desconocido,
pura espera, abierto—
Las puertas del infierno creadas en el instante mismo
comprendieron la Palabra y nos han aguardado . [vii]
Olivier Millet reseñó Silencios con estas palabras precisas y sugerentes, destacando la extrañeza y, al mismo tiempo, la complementariedad de esta poesía con sus múltiples preocupaciones e intereses:
Pero al leer estos poemas ahora, después de su muerte, nos damos cuenta de que la obra de Ellul, el pensador y teólogo, estaba arraigada en una experiencia y en una escritura que acompañaba las formas “públicas” de su expresión. Su profunda vida interior y su lirismo se localizaban detrás de sus ideas y su testimonio, o van más allá de ellas. Este es probablemente el significado del título, Silencios. […]
Ellul, como poeta, se reafirma en este volumen a así mismo como el lector-exegeta que hemos admirado . [viii]

[i] J. Ellul, The humiliation of the Word. (La humillación de la palabra) Grand Rapids, Eerdmans, 1985, p. 52.
[ii] Samuel Escobar , “ Centenario de Jacques Ellul, profeta de un cristianismo radical ”, en Protestante Digital, 28 de diciembre de 2012 . Carlos Martínez García ha dedicado varios artículos al autor francés en la misma revista.
[iii] T. Hanks. “Jacques Ellul: ¿el original ‘teólogo de la liberación’?”, en Boletín Teológico, núm. 12, octubre-diciembre de 1983, pp. 1-31.
[iv] Véase: Julio Trebolle, Imagen y palabra de un silencio. La Biblia en su mundo. Madrid, Trotta, 2008, pp. 32-33.
[v] Y. Imbert, “Jacques Ellul’s poetry: sociology and faith have fused”, en
[vi] James Lynch, “ The poetry of Jacques Ellul ”, en The Ellul Forum. For the critique of technological civilization, núm. 22, enero de 199, p. 11.
[vii] J. Ellul, “Poemas”, en Ixtus. Espíritu y Cultura, año IX, núm. 36, 2002, pp. 43-45.
[viii] O. Millet, Reseña de Silences, en The Ellul Forum , traducción de J.M. Hanks, núm. 20, enero de 1998, p. 20.
 
*Autores:Leopoldo Cervantes-Ortiz
©Protestante Digital 2013

sábado, 2 de febrero de 2013

Ediciones Kairós y sus libros de semilla local

Por C. René Padilla, Argentina
Lo que sigue se basa en la transcripción que Martha de Berberián hizo y editó de la conferencia que René Padilla dictó en la Consulta Letra Viva que se realizó en San José de Costa Rica en julio de 2012.
Mucho de lo que voy a decir tiene que ver con mi propia biografía. Mi propósito es compartir un poco de lo que significa para mí cumplir un ministerio en el campo de la literatura en América Latina.
Hace poco leí un artículo sobre las semillas modificadas genéticamente para lograr mejores resultados en los cultivos. Hay un debate muy serio porque no están todas las investigaciones científicas apropiadas para decir que realmente estas semillas no producen problema para la salud humana. Se sospecha que muchos problemas de salud hoy (el cáncer, por ejemplo, que está creciendo de una manera asombrosa en todo el mundo) se deben a la modificación genética de las semillas. Y en América Latina nos especializamos en recibir las semillas de ese tipo para aumentar la producción.
Voy a hablar de cultivos. En el Nuevo Testamento se hace referencia a la “siembra del evangelio”, o sea, a la siembra de semillas que pueden reproducirse. Ustedes recuerdan la parábola del sembrador. Es una parábola muy conocida. No se trata de cuatro tipos de “personas” sino de cuatro tipos de “terrenos”, porque a veces la misma persona tiene diferentes tipos de actitud frente a la Palabra de Dios. Jesucristo muy a menudo hace referencia a lo que sucede a su alrededor. Sus oyentes están muy familiarizados con los cultivos y la siembra, y saben que no siempre la cosecha es igual. En gran medida ésta depende del terreno. En el capítulo 13 de Mateo leemos lo que significa la parábola del sembrador.
Cuando alguien oye la palabra acerca del reino y no la entiende viene el maligno, y arrebata lo que se sembró en su corazón. Esta es la semilla sembrada junto al camino. El que recibió la semilla que cayó en terreno pedregoso es el que oye la palabra e inmediatamente la recibe con alegría, pero como no tiene raíz, dura poco tiempo. Cuando surgen problemas o persecución a causa de la palabra, enseguida se aparta de ella. El que recibe la semilla que cayó entre espinos es el que oye la palabra pero las preocupaciones de esta vida y el engaño de las riquezas la ahogan de modo que no llega a dar fruto. Pero el que recibe la semilla que cayó en buen terreno es el que oye la palabra y la entiende. Este sí produce una cosecha al 30, al 60 y hasta el 100 por ciento.
En los cuatro terrenos la semilla es la misma: es semilla con potencial para germinar y reproducirse, pero los terrenos son diferentes. Ayer escuchamos una muy buena exposición sobre la importancia que tiene para la literatura el conocimiento del público al cual se dirige. Podemos decir que hay que conocer el terreno y hay que estar seguros de que se siembra en donde se debe sembrar. Pero hablemos un poco de la semilla misma. Refiriéndonos a los libros que publicamos decimos: “Tenemos un buen producto”. Queremos transformar la manera de pensar de la iglesia y del mundo. Estamos convencidos de que la semilla es buena, pero no siempre es buena para el terreno donde vamos a sembrarla: es semilla “transgénica”, traída de “otro lado”.
Yo me crié en un hogar donde no había mucha formación académica, pero había mucho interés en la lectura. Mi padre era un lector voraz y leía de todo: las noticias de la II Guerra Mundial, libros de historia y comentarios bíblicos. Me crié en ese ambiente y siempre, desde muy chico, me gustó la lectura. Creo que empecé a escribir cuando aprendí a leer y escribir, y me gustó la idea de dedicarme a escribir.
Doy gracias a Dios porque en mi formación tuve un profesor de primera en el primer año del colegio secundario. Nunca me olvido de ese profesor, porque durante todo un año recibía cada viernes 120 trabajos escritos por los estudiantes, y el lunes nos los devolvía con sus observaciones y las calificaciones respectivas. A mí me ayudó mucho eso, y como resultado comencé a escribir ensayos cuando estaba en la secundaria. Lo que nunca imaginé es que me convertiría en alguien que no solo disfrutaría el escribir, sino en alguien a quien le gustaria publicar, publicar y publicar. ¡Nunca pensé que terminaría publicando más de 200 libros!
Resulta que el movimiento estudiantil con el que yo trabajaba, la Comunidad de Estudiantes Evangélicos (CIEE), consiguió un excelente editor para publicar la revista Certeza, y con el sueño de publicar también libros eventualmente: Alejandro Clifford, quien había sido profesor de literatura de inglés en la Universidad de Córdoba. Consiguió también la ayuda de un administrador, Paul Sheetz, un misionero estadounidense que se encargó de todo lo que tenía que ver con la distribución de la literatura, aunque no tenía mucha experiencia en ese campo.
Al poco tiempo salió la revista Certeza, que tuvo una trayectoria muy hermosa lo largo de cerca de dos décadas. También empezamos la publicación de libros bajo el sello de Ediciones Certeza. El primer libro que se publicó fue Cristianismo básico, de John Stott. Lamentablemente Paul Sheetz tuvo un infarto y se vio obligado a renunciar a su cargo, dejando así un vacío que nadie quería llenar.
En ese entonces nosotros estábamos viviendo en Lima, Perú, una ciudad que a mí me fresultó deprimente. Me deprimía el cielo siempre gris, el polvo que a uno se le mete por los oídos, la pobreza tan visible incluso en las cercanías del centro de la ciudad. Como se me había nombrado Secretario General de la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos para América Latina, yo propuse nuestro translado a la Argentina, donde yo me encargaría de la admistracion de Ediciones Certeza. Se aprobó la propuesta, así que nos trasladamos a Buenos Aires.
Por un tiempo me desempeñé no solo como secretario regional de la CIEE para América Latina sino también como administrador de Ediciones Certeza. Samuel Escobar llegó del Brasil (donde había estado trabajando como obrero de la CIEE) y se hizo cargo de Ediciones Certeza por un tiempo. Pero luego decidió emigrar al Canadá, y me dejó a mí como director de la editorial. La preparación que yo tenía para este cargo se limitaba a mi gusto por la lectura y por los libros. Nunca pensé que terminaría dedicando muchísimo más tiempo a editar lo que otros escribían que a escribir yo mismo. ¡Hay que ponerse a editar los escritos de autores latinoamericanos para descubrir que algunos no aprendieron ni en la secundaria ni en la universidad lo que debieron haber aprendido en la primaria en cuanto a redacción! Sin embargo,i tienen buenas ideas, y hay que hacer algo para que en sus escritos quede lo que quieren decir y que se comunique con claridad. Así que dediqué muchísimo tiempo al trabajo de editar.
Mi experiencia como editor ha sido bastante satisfactoria por varias razones. En primer lugar, cuando empecé había demasiados libros producidos con semillas transgénicas. Para las editoriales que publicaban libros evangélicos en ese entonces, si había libros que se vendian exageradamente bien en los Estados Unidos, había que traducirlos, y eso era lo que publicaban. De vez en cuando traducían libros que valía la pena publicar, pero en general… bueno, sin comentarios. Entonces empecé a soñar. En América Latina también pensamos; tenemos semilla local, pero es cuestión de ayudar a que los autores en potencia escriban. Algunos escriben aunque no tienen mucho que decir, pero lo escriben bien. Otros tienen mucho que decir, pero no se animan a escribir. Entonces había que descubrir a los que podían escribir bien y también tenían algo que decir. Así fue, y gracias a Dios comenzamos un proceso de “latinoamericanización” no solamente de libros en general, sino también de obras teológicas.
Eso coincidió con el surgimiento de la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL), que nació hacia fines de 1970. Fue el único resultado concreto del Primer Congreso Latinoamericano de Evangelización (CLADE I ), que se organizó en Estados Unidos y se realizó en Bogotá en 1969 para tratar la estrategia para evangelizar América Latina financiado por la Asociación Billy Graham. Con la FTL empezamos todo un proceso de reflexión teológica desde América Latina con énfasis en la contextualización del mensaje bíblico desde una perspectiva evangélica. La publicación y difusión de la teología vinculada a la FTL pasó a ser uno de los aspecto principales en el ministerio de Ediciones Certeza y posteriormente de Ediciones Kairos. Con el tiempo, por varias razones, yo renuncié a Ediciones Certeza, en parte porque la economía en la Argentina estaba en bancarrota en ese tiempo, y eso nos afectó profundamente, y en parte porque descubrimos serios problemas contables debidos a la gestión a cargo del quien fungía en ese entonces como administrador de la editorial.
Salí de Certeza sin saber cuál sería para nosotros el próximo paso. Por unos meses trabajé con Editorial Caribe, para la cual edité varios libros. Bajo la dirección de Juan Rojas, formé parte del equipo que comenzó un proyecto muy ambicioso de comentarios bíblicos: la serie del Comentario Bíblico Latinoamericano. Publicamos varios comentarios, realmente muy buenos. Lamentablemente Editorial Caribe se vendió al mejor postor, y de nuevo me quedé sin contacto directo con una editorial que me ayudara a realizar mis sueños.
En ese mismo tiempo, sin embargo, se organizó una reunión teológica en Grand Rapids, Michigan, que me abriría inesperadamente otra puerta en este campo. El propósito era reflexionar sobre la relación entre la evangelización y la responsabilidad social, un tema que había suscitado mucha controversia en el contexto del Movimiento de Lausana. El organizador fue John Stott, quien me invitó a responder a uno de los oradores del plenario.
Para el lanzamiento del gran encuentro, con la asistencia de unas ochenta personas de todo el mundo, se realizó un banquete organizado por gente de Grand Rapids que habia hecho un importante aporte económico para hacer posible la financiación de los pasajes. Por la providencia de Dios (no era casualidad sino causalidad) a mi lado se sentó el dueño de una de las editoriales más importantes en el mundo evangélico en Estados Unidos, muy conocida porque publica libros de calidad: William B. Eerdmans. En medio del banquete me preguntó:
—¿Hay algo que podemos hacer para América Latina?
Su pregunta fue para mí como una chispita que prende un gran fuego.
—Sí, claro que hay algo—le repondí.
—¿Qué podemos hacer?—me preguntó.
—Publicar en castellano algunos de sus mejores libros.
Sin negar lo que dije sobre “semillas transgénicas”, ahora tengo que añadir que hay obras de otras culturas que sí vale la pena que se traduzcan.
—¿Publicar libros nuestros en castellano?—me preguntó sorprendido—. Nosotros no publicamos libros en castellano.
—Por eso le digo: publiquen en castellano.
—Y ¿cómo sería eso?
–Mire—de dije—, yo pongo los sesos, usted pone el dinero.
—A ver, ¿cómo es eso? Explíqueme.
—Yo tengo un poco de experiencia en publicaciones y estaría dispuesto a colaborar para que se traduzcan buenas obras, comentarios bíblicos, por ejemplo. Hay algunos comentarios publicados por su editorial que deberían estar en castellano.
—Bueno . . . y ¿cuánto cobraría usted?—me preguntó.
–Nada— le respondí.
—¿Nada?
—¡Nada! Yo haría el trabajo como voluntario. A mí me interesa que esos libros estén en castellano.
—¿En serio?
—En serio.
—¿Podemos almorzar juntos mañana, y conversar al respecto?
—Claro que sí. Almorcemos mañana juntos.
Allí nació lo que llamaríamos Nueva Creación, una filial de William B. Eerdamans Publishing Company. Él ponía el dinero, yo ponía los sesos, y el primer comentario que publicamos fue el comentario sobre la Carta a los Hebreos, del profesor F. F. Bruce, quien había sido mi profesor en la Universidad de Manchester. ¡Un excelente comentario! Bajo el sello de Nuea Creación tuve el privilegio de publicar unos cuarenta libros, algunos voluminosos, entre ellos el que considero la mejor obra de misionología del siglo XX: Misión en transformación, por David Bosh. Con ese libro mi esposa y yo viajamospor varios países musulmanes, corrigiendo las pruebas en los aeropuertos y en los aviones.
Lamentablemente en la Nochebuena de 1996 recibí un correo electrónico de Sam Eerdmans (hijo de Bill Eerdmans, que estaba encargado de mantener el contacto conmigo por parte de la editorial estadounidense) con una triste noticia: “Mi padre decidió vender el sello y todo el inventario de libros Nueva Creación a Libros Desafío, porque —como él dice— no producen dinero sino pérdidas”. Mi reacción fue: “Yo puse los sesos, él puso el dinero, así que no puedo decir nada”.
En realidad, desde mucho antes yo sospechaba que esa noticia me llegaría cualquier momento. En esas circunstancia nació Ediciones Kairos. ¡Nació sin dinero! Sin embargo, desde su iniciación hemos producido más de 120 libros, por la gracia de Dios. El énfasis está en la producción de literatura preferentemente (no exclusivamente) escrita por latinoamericanos, con un mensaje contextual, un buen número de ellos relacionados con el tema de la misión integral, que incluye el anuncio y la demostración del amor de Dios revelado en su Hijo Jesucristo. Este es un tema que ha trascendido América Latina en los últimos años. En nuestro continente la iglesia de Jesucristo ha logrado demostrar que el evangelio no es solamente lo que heredamos del Norte, sino mucho mas. No se limita a la salvación de almas, sino que apunta a la transformación de todos los aspectos de la vida humana a nivel personal y social. Y esto se ha constituido en uno de los temas fundamentales de nuestra obra literaria, producida casi en su totalidad con semilla local, no transgénica.
 
Fuente: El blog de René Padilla, Ediciones Kairós.