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sábado, 27 de abril de 2013

Viktor Frankl: El enigma del sufrimiento

Por.Alexander Cabezas, Costa Rica*
Al vienés Viktor Frankl (1905-1997), se le recuerda por haber sido un renombrado científico, especialista en neurología y psiquiatra. Pero también por llevar las marcas de un ser un superviviente de tres campos de exterminio nazi por casi cuatro años, durante la Segunda Guerra Mundial.
El Holocausto le arrancó su familia, su esposa, sus posesiones más queridas, pero no sus sueños y su deseo de seguir viviendo. Desde su perspectiva, no solo como psiquiatra, sino como un prisionero obligado a atravesar este infierno, obra macabra de la Alemania hitleriana, se propuso “analizar” el mayor de los enigmas de la vida: “La existencia a través del sufrimiento”. ¡Fue algo así como “encontrar una bella flor en medio de un vertedero de basura! Esta investigación hecha libro, se publicaría posteriormente con el título: “El hombre en búsqueda del sentido”.
El sufrimiento y el sentido de la vida
El sufrimiento humano es el trago amargo que desearíamos no beber. Idealizamos un mundo perfecto, ajenos de su presencia. Buscamos ganarle la partida, pero aunque la ciencia haya logrado mitigar algunos de sus embates, frente a la vida y a la muerte el sufrimiento sigue floreciendo como si se tratara de “mala hierba que crece en el campo”.
Desde nuestro contexto latinoamericano, “tierra de contrastes y sufrimiento”, hay una tendencia triunfalista en señalar la abundancia y la prosperidad sobre la fe genuina, mientras la pobreza, la ausencia de salud y el dolor, “demuestran falta de fe o de pecado”, pues no forma parte del plan de Dios, según dicen estos mercadólogos de la fe que asocian el éxito cristiano con todo aquello que genere comodidad y bienestar personal, algo que sin duda es una vil manipulación y no refleja una teología cristológica.
La adversidad nos ayuda a crecer como seres humanos. El sufrimiento puede ser un instrumento que nos forma, nos vuelve más solidarios, menos egoístas y menos autosuficientes. Quizás porque nos recuerda lo frágiles y efímeros que somos ante la vida y ante Dios.
En tanto el ser humano más consciente de su “valor pedagógico”, estará más cercano de descubrir el sentido de su existencia. Bien lo reafirmaba Frankl: “El sufrimiento es un aspecto de la vida que no puede erradicarse, como no pueden apartarse el destino o la muerte. Sin todos ellos la vida no es completa” (Frankl, El hombre en búsqueda del sentido, Pág.72)
C.S. Lewis, autor de las Crónicas de Narnia y el Problema del Dolor, por mencionar tan solo dos de sus muchas obras, decía: “Dios nos susurra en nuestros placeres, nos habla en nuestra conciencia, pero nos grita en nuestros dolores: es su megáfono para despertar a un mundo sordo” (Lewis, 2001,39).
Por medio del sufrimiento el Siervo Sufriente, hecho verbo en la persona de Jesús, “aprendió lo que significa la obediencia a Dios”, nos dice Hebreos 5:8. Su dolor y sacrificio es a la vez la expresión máxima e incondicional de su gracia, esperanza y amor redentor para los que en él creen.
Para Frankl, padre de la logoterapia y demoledor del psicoanálisis freudiano, la experiencia le hizo redescubrir el valor de la vida, el amor, la libertad, el perdón, el propósito de la vida. Cuenta que un día después de su liberación caminando por los campos:
Me detuve, miré en derredor, después al cielo y finalmente caí de rodillas. En aquel momento yo sabía muy poco de mí o del mundo, sólo tenía en la cabeza una frase siempre la misma: “Desde mi estrecha prisión llamé a mi Señor y él me contestó desde el espacio en libertad”. No recuerdo cuanto tiempo permanecí allí, de rodillas, repitiendo una y otra vez mi oración. Pero yo sé que aquél día, en aquel momento, mi vida empezó otra vez. Fui avanzando, paso a paso, hasta volverme de nuevo ser humano (Frankl 1997, 94).
Es nuestro deber y es la voluntad de Dios, luchar por combatir aquellos efectos del sufrimiento siempre y cuando esté a nuestro alcance y sobre todo si éste trata de imponerse como un mal causado por otras personas que lo infligen para subyugar, explotar y violentar a otros seres humanos más vulnerables. Devolverle el sentido y la dignidad a la humanidad que ha perdido su identidad es una importante labor que la Iglesia al servicio del reino no puedo negociar u olvidar.
 
*Alexander Cabezas Mora, costarricense. Es coordinador de Relaciones Eclesiásticas de Viva de América Latina. Miembro de la secretaria administrativa del Movimiento Cristiano Juntos con la Niñez. Parte del equipo coordinador del núcleo local de la Fraternidad Teológica Latinoamericana. Coordinador del programa Desarrollo Integral de la Niñez del Seminario Esepa. Bachiller en educación y posgrado en teología. Anciano de la Iglesia Comunidad Amistad Internacional y ha escrito dos libros sobre temas relacionados con la niñez.
 
Fuente: Lupaprotestante, 2013

sábado, 20 de abril de 2013

El mandamiento de hacer discípulos

Por. C. René Padilla, Argentina.
En la Gran Comisión según Mateo 28:16-20, la afirmación de la autoridad universal del Señor Jesucristo precede la definición de la misión de la iglesia representada por lo rodeaban en ese momento: “Se me ha toda autoridad en el cielo y en la tierra, Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes” (vv. 18b-20). Sobre la base de este pasaje es claro que el señorío universal de Jesucristo es la base de la misión global de la iglesia.
Esa misión se resume en el mandamiento: “hagan discípulos”. Curiosamente, para expresar esta idea, el Evangelio según Mateo usa el verbo matheteúsate, que en el Nuevo Testamento sólo aparece cuatro veces, tres de éstas en este Evangelio (13:52, 27:57 y 28:19) y una sola vez en Hechos de los Apóstoles (14:21). En contraste con el verbo matheteuein (“discipular”), el sustantivo mathetes (“discípulo”) es común en los Evangelios y en Hechos, aunque no se encuentra en ningún otro libro del Nuevo Testamento. Tal expresión es característica de los Evangelios para referirse a los seguidores de Jesucristo: aparece setenta y tres veces en Mateo, cuarenta y seis en Marcos y treinta y siete en Lucas.
Para entender debidamente el sentido del mandamiento es indispensable dar atención en un detalle gramatical que no siempre se toma en cuenta: en el texto griego de nuestro pasaje, matheteúsate es el único verbo en modo imperativo. Las otras tres formas verbales ligadas al verbo matheteúsate (“vayan”, “bautizándoles y “enseñándoles”) están en el texto griego en forma de gerundio y su función es calificar lo que expresa el verbo principal en modo imperativo: “hagan discípulos”. La frase, por lo tanto, podría traducirse: “Pónganse en marcha: hagan discípulos”. Los otros dos gerundios responden a la pregunta: ¿cómo se hacen discípulos? La respuesta es: “bautizándolos y “enseñándoles”.
En conclusión, el foco de la Gran Comisión no es otro que el mandamiento de hacer discípulos de Jesucristo. Esta es la misión que Cristo legó a su iglesia, la tarea central de la iglesia hasta el fin del mundo. La conexión entre esa tarea y el señorío universal de Jesucristo la establece una expresión que aparece al comienzo del versículo 19: “Por tanto”. En otras palabras, porque Jesucristo es el Señor de toda la creación y de todos los aspectos de la vida humana, la iglesia recibe el mandamiento de hacer discípulos, o sea, formar personas que reconozcan ese señorío y vivan a la luz de ese reconocimiento. Jesucristo es el Señor de todos: por tanto, todos deben reconocerlo como tal y demostrar tal reconocimiento en su vida práctica.
Si tomamos en cuenta que, durante su ministerio terrenal, Jesucristo dedicó mucho de su tiempo a la formación de sus discípulos, es evidente que la misión que él confió a sus discípulos poco antes de su ascensión fue la misión de continuar lo que él mismo había hecho. La misión de la iglesia, representada por el cuerpo apostólico, es la de prolongar la misión de Jesucristo, y esta prolongación se basa en un discipulado misionero comprometido para continuarla hasta el fin del mundo.
La esfera de acción para este trabajo de hacer discípulos abarca a todas las naciones. Puesto que la autoridad de Jesucristo está presente “en el cielo y en la tierra”, la misión que él delega a sus discípulos es igualmente global: se extiende a todas las naciones.
 
Fuente: El blog de René Padilla, Fundación Kairós, 2013.

lunes, 15 de abril de 2013

Pobreza, depresión, tragedia familiar, brujeria, violencia, drogas, lesbianismo y alcohol:¡Cambia mi vida, Señor!

 
¡Cambia mi vida, Señor! La historia de redención y cambio de una mujer
Nashville – Tenn: Con prólogo escrito por Marcos Witt y endosos por Cash Luna, Marco Barrientos y Ruddy Gracia, «¡Cambia mi vida, Señor!» escrito por Ada Rosa y publicado por Casa Creación es un libro esperanzador para quien no puede creer completamente en la restauración que Dios obra en la vida de una persona que batalla con la adicción y la corrupción sexual.

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“Si no fuera por la gracia de Dios, no sé dónde estaría; no sería nadie ni tendría nada. Pero Dios es tan bueno y misericordioso que hoy tengo una vida digna y una familia a quien amo con todo el corazón” aseguró Ada Rosa en las primeras páginas de su libro. Una mujer que pasó de la adicción y la inmoralidad sexual a ser una predicadora del mensaje de la Cruz, y que hoy día se dedica a ayudar a personas en circustancias parecidas a las de su pasado.
“Dios todo lo completa y lo perfecciona. No solamente me sanó. Dios transformó mi carácter, enterneció mi corazón endurecido y me dio amor para dar” testimonió elocuentemente. Es que vivió una vida difícil. Su padre era un hombre estricto, trabajador, que no podría encontrar un trabajo fijo. Entonces llegó el flagelo del alcohol al hogar muy temprano en la vida de Ada. Tras una tragedia familiar, la depresión, la brujería y la desesperación se introdujeron en la familia. Todo se volvió caos. De pronto el despertar sexual, el engaño y su desengaño, el endurecimiento del corazón hacia los hombres hizo que el lesbianismo llegara a su vida. Pero no sería lo único que llegaría, con esa relación también llegaría la violencia, las drogas y un nuevo, o varios, desengaños amorosos más. Hasta que se topó con un amigo que estaba en rehabilitación. En el establecimiento le dijeron: “Ada, dale a Dios una oportunidad”. Ella se quedó. “Yo quería irme todos los días, pero Dios no me dejaba. Yo digo Dios porque yo sentía que si me iba, me perdería lo que Dios tenía para mi vida. Yo sabía que Dios tenía cosas grandes para mí, pero también sabía que si me iba, moriría”.
La historia de redención, cambio y aceptación sigue en este profundo libro titulado «¡Cambia mi vida, Señor!». Ada Rosa nació de padres puertorriqueños y se crió en la ciudad de Nueva York. Su pasión por servirle a Dios ayudando a libertar y restaurar las vidas de miles de mujeres cautivas de las drogas, la ha llevado a fundar hogares de rehabilitación en México y Estados Unidos. Junto a su esposo Joe Rosa, colabora con el pastor Ruddy Gracia en la iglesia Segadores de Vida, en Hollywood, Florida. Su matrimonio cuenta con cuarenta años, tiene dos hijos, Mónica y Ephraim, y seis nietos.
Casa Creación es una compañía de Charisma Media (antes Strang Communications), cuyas oficinas centrales están localizadas en Lake Mary, Florida. Charisma Media es también la casa publicadora de libros bajo Charisma House, Siloam, FrontLine, Realms, Creation House y Publicaciones Casa, así como de las revistas impresas y digitales Charisma, Christian Retailing, Ministry Today y Vida Cristiana. Desde que se fundó en 1975, Charisma Media ha sido la casa editora principal en la venta de productos carismáticos e inspiracionales tanto en el mercado nacional como internacional. Para más información sobre los libros de Casa Creación, visite: www.casacreacion.com
 
Fuente: Noti-prensa.com

sábado, 13 de abril de 2013

Jesucristo, Señor de todo y de todos

Por. René Padilla, Argentina
 
La autoridad que al resucitar Jesucristo recibió del Padre, según su propia declaración en Mateo 28:19, es una autoridad universal: “Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra”. En otras palabras, su autoridad se extiende sobre la totalidad de la creación y sobre todo aspecto de la vida humana. No hay nada ni nadie que esté fuera de la órbita de la autoridad de Jesucristo. El tiene autoridad no sólo sobre la iglesia sino también sobre el mundo. No sólo sobre el domingo sino también sobre el resto de la semana. No sólo sobre lo que tiene que ver con prácticas religiosas sino también sobre lo que tiene que ver con la familia y el trabajo, el arte y la ciencia, la economía y la política.
Esto no significa, por supuesto, que todos reconocen esa autoridad, pero sí que todos deberían reconocerla. En efecto, lo que distingue a los cristianos de los no cristianos es que los cristianos reconocen y por lo tanto confiesan la autoridad universal de Jesucristo y viven a la luz de ese reconocimiento, en tanto que los no cristianos no la reconocen ni la confiesan. Como afirma el apóstol Pablo: “No hay diferencia entre judíos y gentiles, pues el mismo Señor es Señor de todos y bendice abundantemente a cuantos lo invocan” (Ro 10:12). Como veremos más adelante, esto es lo que hace necesaria la misión de la iglesia, cuya esencia es la proclamación de Jesucristo como Señor. “Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confiesas con tu boca que Jesucristo es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de los muertos, serás salvo” (Ro 10:8b-9).
Lamentablemente, con demasiada frecuencia los cristianos nos dejamos condicionar por la dicotomía entre la esfera de lo sagrado y la esfera de lo secular. Hacemos un divorcio entre la ética y la religión, entre lo público y lo privado, entre el mundo y la iglesia. Como consecuencia, estamos marcados por la incoherencia entre nuestra confesión de Jesucristo como Señor de todo y de todos, por un lado, y nuestro estilo de vida, por el otro.
Esa incoherencia hoy día se hace visible, por ejemplo, en la manera en que permitimos que la sociedad de consumo defina nuestro estilo de vida imponiéndonos valores ajenos a los valores del Reino de Dios. La sociedad de consumo ha transformado el aforismo del filósofo francés Rene Descartes cogino, ergo sum(pienso, luego existo) en consumo, luego existo. Como resultado, la mayoría de la gente en la sociedad moderna, especialmente en el mundo dominado por el capìtalismo, no consume para vivir sino vive para consumir. Presupone que si uno aspira a llegar a ser alguien entre sus contemporáneos, tiene que estar en capacidad de adquirir los símbolos de status que le ofrece la sociedad de consumo. Y para lograr ese objetivo, muchas personas están dispuestas a pagar un alto precio: la salud, las buenas relaciones conyugales y familiares, la satisfacción que se deriva del ejercicio de una vocación elegida libremente.
En contraste con el estilo de vida que refleja los valores de la sociedad de consumo, el estilo de vida coherente con la confesión de Jesucristo como Señor de todo y de todos renuncia a esos valores y se orienta hacia la realización del propósito de Dios para la vida humana ejemplificado por su Hijo. Es un estilo de vida en que priman los valores del Reino de Dios que se resumen en shalom: armonía con Dios, armonía con el prójimo, armonía con la creación de Dios. A eso apunta la misión integral.




Fuente: Fundación Kairós, 2013.

jueves, 11 de abril de 2013

Roma ‘nos roba’ la identidad y las palabras

Por. Leonardo de Chirico, Italia
Cómo el Catolicismo Romano está apropiándose y transformando la genética del vocabulario evangélico con el “caballo de Troya” del “catolicismo evangélico”.
 
“El principio de la sabiduría es la definición de las palabras” (Sócrates). Si se define una palabra de una cierta forma se hacen afirmaciones sobre una realidad. Nuestra cultura postmoderna nos ha movido a llegar a un acuerdo con el hecho de que las palabras no tienen significados estables sino que existen en un flujo que las conduce en un sentido o en otro, dependiendo de los intereses de sus usuarios. Esta es la situación actual de la palabra “Evangélico”.
BREVE HISTORIA DE LA PALABRA “EVANGÉLICO”
Hubo un tiempo en el cual la palabra “Evangélico” quería decir algo parecido a esto: Bíblicamente, era definida en torno al “Evangel” (es decir, el Evangelio) ya que es verdaderamente testigo de la Escritura.
Históricamente, se la ha relacionado con la Reforma Protestante del siglo XVI y con los avivamientos evangélicos de los siglos posteriores.
Doctrinalmente, ha apuntado a la ortodoxia cristiana, que se centra en el principio formal de la autoridad bíblica ( Sola Escritura ) y el principio material de la justificación sólo por la fe ( Sola gratia and Sola Fide ). Experiencialmente, se dio la mayor importancia a la necesidad de la conversión personal como resultado de una vida transformada. Religiosamente, se ha distinguido (con frecuencia en contraposición a) el Catolicismo Romano, la Ortodoxia Oriental y el Liberalismo.
De John Wycliffe ( doctor evangelicus ) a Carl Henry, de Martin Lutero a John Stott, del pietismo al Movimiento de Lausana, ha habido un significado definido vagamente, aunque compartido de la palabra, que también fue aceptado por lo no evangélicos.
Es verdad que los evangélicos siempre han discutido los detalles minuciosos de lo que la palabra Evangélico significa realmente, con sus pros y contras. Existen estanterías enteras de libros dedicados a estos debates importantes, a veces incluso feroces. Sin embargo, la palabra ha conservado un significado bastante estable que ha fomentado una identidad común y un sentido de pertenencia, describiendo bien una “familia cristiana” a lo largo de los siglos y en nuestro mundo global.
Ahora estamos presenciando un nuevo intento de dar un golpe de manivela a la palabra “Evangélico” con el fin de proporcionarle un significado totalmente diferente.
“CATOLICISMO EVANGÉLICO”, MODIFICANDO LOS GENES
El reciente libro de George Weigel, “Evangelical Catholicism” (Catolicismo Evangélico), (New York: Basic Books, 2013) es una tentativa inteligente de rediseñar esta palabra mediante los siguientes pasos: pasar por alto su enfoque bíblico, cortar sus raíces históricas y sustituirlas por otras, cambiar su punto de vista doctrinal, sustentar y enseñar su “ethos” de forma diferente a lo experimentado antes y renegociar su uso religioso. Dicho de otra forma, esto es una modificación genética de una palabra.
La tesis básica del libro es que el Catolicismo Evangélico (EC, por sus siglas en inglés) es un calificador del catolicismo romano actual tal como surgió del magisterio del Papa León XIII (1878-1903), se expuso en el Vaticano II (1962-1965), encontró su campeón en Juan Pablo II (1978-2005), y fue reforzado de nuevo por Benedicto XVI (2005-2013).
Es un nuevo concepto de la palabra “Evangélico”. Mientras que los eruditos anteriores se referían a este tiempo de la historia católica como marcada por el “ressourcement” (es decir, una nueva apropiación: La Escritura y la Tradición) y el “aggiornamento” (o sea, la actualización del enfoque, no de la doctrina), Weigel lo llama “Catolicismo Evangélico”.
Según Weigel, Evangélico es un adjetivo calificativo, no un nombre. El nombre que lleva el “grueso” del significado es Catolicismo. Curiosamente, lo que solía denominarse “Catolicismo Romano” ahora se ha acortado y es “Catolicismo” solo.
Todos los elementos romanos del Catolicismo Romano son, sin embargo, parte de este “catolicismo evangélico”: los sacramentos, la mariología, la jerarquía, las tradiciones, el papado, las devociones, etc. A este “Catolicismo” Weigel le añade el adjetivo “Evangélico” el cual se refiere fundamentalmente a la profundidad de las convicciones y a la pasión por darlas a conocer.
El EC es un completo y mundial Catolicismo Romano practicado con fuerte ímpetu y con celo misionero. Catolicismo es el “hardware” doctrinal e institucional, mientras que “Evangélico” es el “software” sociológico y psicológico. En definitiva consideran que la doctrina permanece profundamente Católico Romana, pero al estado de ánimo espiritual se le llama Evangélico.
LA PUNTA DEL ICEBERG
Pero esta importante modificación genética que rodea la palabra “Evangélico” es solamente la punta del iceberg de un plan más extenso. Todo el libro refleja la continua tentativa para cambiar el significado de las palabras que históricamente han pertenecido al vocabulario Evangélico. “Conversión”, “evangelización” y “misión” son algunos de los ejemplos.
Tomemos el término conversión, por ejemplo. Esta palabra acostumbraba a ser el lema de los testigos evangélicos. Los evangélicos la utilizaban para señalar el momento en que pasaban de “no” ser convertidos al momento en que “quedaban” convertidos y creían. De acuerdo con EC la “conversión” es un proceso en curso en lugar de una experiencia de una vez por todas. Estamos en una necesidad permanente de ser convertidos y esto encaja con el punto de vista católico romano “sacramental” de la vida cristiana por el cual dependemos de los sacramentos de la iglesia desde el principio al fin.
EC desmonta el significado genuinamente Evangélico de la palabra conversión y la reconstruye diciendo que es un proceso de toda la vida que ocurre plenamente en el sistema sacramental de la Iglesia Católico Romana. Nosotros usamos la misma palabra pero significa cosas diferentes.
Algunos evangélicos puede que crean engañados que EC es Evangélico en el sentido teológico e histórico, pero no lo es. Es puro catolicismo romano que toma el celo “Evangélico” psicológico y sociológico y lo incorpora a la fe católico romana tradicional.
EC es un “trasplante de cerebro” de la palabra “Evangélico” y va dirigido a hacer una nueva programación radical. Implica que el antiguo uso no puede valer por sí mismo y tiene sentido sólo si está unido al Catolicismo Romano. Por supuesto, actuamos en un mundo de palabras de libre mercado y es perfectamente legítimo que los grupos de presión traten de cambiar el significado de los vocablos. Nadie puede reclamar que las palabras sean de su propiedad, pero todo el mundo debería sentirse afectado cuando un plan tan radicalmente revisionista es puesto en acción.
Empezamos con Sócrates y terminamos con Virgilio. En la Eneida se nos dice como los griegos capturaron la ciudad de Troya después de un largo pero infructuoso asedio.
La historia del caballo de Troya nos enseña como lo que parecía que iba a ser una victoria resultó ser una devastadora derrota. EC puede aparecer como un proyecto amistoso evangélicamente y podemos desear darle la bienvenida. En realidad es un valiente intento desde el punto de vista intelectual para redefinir lo que Evangélico significa, manteniendo la misma ortografía pero dándole una significación católica. Es un mundo totalmente diferente.

Traducción: Rosa Gubianas
 
©Protestante Digital 2013

sábado, 6 de abril de 2013

Asesinado el 4 de abril de 1968. M.L. King, 45 años de su muerte

Era la tarde del 4 de abril de 1968. Martin Luther King, pastor bautista de 39 años de edad, salió a tomar un poco de aire en un balcón del Hotel Lorraine, el único de Memphis que aceptaba negros. El predicador había ido a esa ciudad de Tennessee para apoyar una protesta de trabajadores de la limpieza. Luther King vivía ya un período de “decadencia popular”, con el movimiento de protesta pacífica enfrentándose a la impaciencia de grupos más jóvenes que proclamaban el “poder negro” y bordeaban el recurso de la violencia.
“Dios ha permitido que llegara a la cima de la montaña y desde allí he visto la tierra prometida”, dijo la noche anterior a su muerte King ante los fieles congregados en Mason Temple. “Y es posible que no vaya a la tierra prometida con ustedes”. Añadió: “Estoy feliz esta noche. Nada me preocupa. No temo a hombre alguno. Mis ojos han visto la gloria de la venida del Señor”, añadió.
 El periodista y teólogo José de Segovia reconoce que en estas palabras había evidencias de que “MLK no es ya el mismo joven de las dudas de fe iniciales de su vida pública, fruto de su educación teológica liberal, sino que las crisis y la fragilidad le han llevado a sostenerse aferrado a la esperanza en Dios y en la misión, con sus defectos y contradicciones, luchando contra el pecado del racismo. Sin duda fue utilizado por la providencia de Dios para dar un giro a la situación injusta del pueblo negro en EE.UU”.
UNA MUERTE AÚN ENVUELTA EN MISTERIO
Una bala, disparada desde un balcón frente al suyo, le penetró por la mejilla derecha y le alcanzó la columna vertebral. King murió poco después en el Hospital St. Joseph.
 El asesinato provocó disturbios en 125 ciudades de Estados Unidos en los que murieron 46 personas, 2.800 resultaron heridas y más de 26.000 fueron arrestadas.
 El hecho de que el hombre acusado, juzgado y condenado por el asesinato de King, James Earl Ray, muriese en 1998 en prisión tras negar su culpabilidad ha alimentado variadas teorías de conspiraciones que incluyen desde la mafia a grupos supremacistas blancos y diversas agencias del Gobierno.

En los últimos tiempos, según su propia familia, la postura de King era más contundente. Mientras estaba en la habitación número 306 del motel Lorraine, preparaba un discurso que llevaba por título 'Por qué América podría ir al infierno'. Su viuda y sus hijos, que no creyeron que James Earl Ray fuese el asesino, apuntaron más arriba.
 Al parecer King se proponía formar una coalición interracial para terminar con la guerra de Vietnam y obligar a que hubiera reformas económicas para luchar contra la pobreza. Parece que había un pacto con Robert Fitzgerald Kennedy (el hermano del presidente asesinado en 1963, muerto a tiros sólo dos meses después que King) para que fuese su vicepresidente si resultaba elegido en las urnas.
“Quienes lo vigilaban lo sabían”, dijo Dexter, su tercer hijo, a la revista 'Newsweek'. “Tenemos días difíciles por delante”, aseguró King la noche previa a su muerte. Antes de que resonara un disparo en el cielo de Memphis.

HIZO HISTORIA
Martin Luther King recibió el Premio Nobel de la Paz en 1964, pero su legado va más allá de cualquier título o reconocimiento público. Dejó una huella imborrable en la sociedad y fue capaz de cambiar el mundo que le rodeaba, a pesar de las dificultades que tuvo que enfrentar.
Su huella se puede notar hasta hoy, desde aspectos más comunes – como el hecho de que se haya superado la segregación racial en la sociedad norteamericana – y más extraordinarios, como que Estados Unidos cuente con el primer presidente afroamericano de la historia.
 El congresista John Lewis, uno de los colaboradores más estrechos de King, decía en el homenaje a MLK en enero de este año que “si no hubiese habido un Martin Luther King Jr., no habría un Barack Obama como presidente”.
De la misma opinión es el profesor de la Universidad de Stanford Clayborne Carson, director del Instituto para la Investigación y la Educación Martin Luther King, y el hombre al que Coretta King, viuda del pastor, encargó poner en orden los papeles de su marido. “Entre los líderes actuales a los que ha inspirado King está el Dalai Lama, Aung San Suu Kyi y Barack Obama”, según recoge un reportaje de El Mundo.
Según explica en una entrevista en Protestante Digital Xesús Manuel Suárez, la figura de King ha sido de gran importancia para el avance de los derechos. “Las libertades que se desarrollaron en el siglo XX fueron impulsadas desde la sociedad civil y desde personas individuales. Y se basaban en la dignidad de la persona, en conceptos genuinamente cristianos, como es el hecho de que todos somos iguales ante los ojos de Dios”, explica Suárez.
 Al recordar la figura del pastor bautista afroamericano, Manuel Suárez destaca su integridad. Fue un “auténtico protestante” que no cumplía un papel como pastor y otro como activista. “Sólo tenía un traje: el de ser hijo de Dios. Él entendió que el traje que le valía para el domingo era el mismo que usaba el resto de la semana”.

Puede leer aquí Once frases escogidas de Martin Luther King
Fuentes: El Mundo, Wikipedia
Editado por: Protestante Digital 2013
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Martin Luther King: 84 años de su nacimiento

lunes, 1 de abril de 2013

Al pie de la cruz: Dios se sacrificó por la humanidad sufriente

Por. Leopordo Cervantes - Ortiz, México*
Jesús no muere como un filósofo que pide con estoicismo y serenidad el veneno que merece: su muerte es consecuencia de un complot humano contra la justicia de Dios ejecutado sádicamente por los poderes religiosos y militares en contubernio.                                       
Para Alberto F. Roldán, con afecto y profunda empatía

Precisamente a eso han sido llamados: a seguir las huellas de Cristo, que padeciendo por ustedes, les dejó un modelo que imitar: Cristo, que ni cometió pecado ni se encontró mentira en sus labios . Cuando lo injuriaban, no respondía con injurias, sino que sufría sin amenazar y se ponía en manos de Dios, que juzga con justicia. Cargando sobre sí nuestros pecados, los llevó hasta el madero para que nosotros muramos al pecado y vivamos con toda rectitud. Han sido, pues, sanados a costa de sus heridas… I Pedro 1.21-24
EL ANTI-EVANGELIO: PALABRAS DE ENEMIGOS Y VERDUGOS
El evangelista Lucas no se ahorra ni nos ahorra las palabras de los enemigos y verdugos de Jesús, por el contrario, las consigna y con ello es posible contrastar el vigor de la actuación de Jesús, la pasividad de sus seguidores (Pedro entre ellos, “Pero todos los que conocían a Jesús… se quedaron allí, mirándolo todo de lejos”, v. 49) y la fidelidad de las mujeres al pie de la cruz (“numerosas mujeres que lloraban y se lamentaban por él”, v. 27b; “y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea, se quedaron allí, mirándolo todo de lejos.”, v. 49). El pueblo, amorfo, acompañó todo como un testigo entre curioso, incrédulo y morboso (“Lo acompañaba mucha gente del pueblo”, v. 27a; “La gente estaba allí mirando”, v. 35a).
Desde el principio, los falsos acusadores sueltan su veneno: “Hemos comprobado que este anda alborotando a nuestra nación. Se opone a que se pague el tributo al emperador y, además, afirma que es el rey Mesías” (v. 1); “Con sus enseñanzas está alterando el orden público en toda Judea. Empezó en Galilea y ahora continúa aquí” (v. 5).
Y aparece la multitud, enardecida y ciega, varias veces: “¡Quítanos de en medio a ese y suéltanos a Barrabás!”, “¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!” (vv. 18b, 19b). Luego, las autoridades religiosas: “Puesto que ha salvado a otros, que se salve a sí mismo si de veras es el Mesías, el elegido de Dios” (v. 35b).
Los soldados se unieron a este coro fatuo: “Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo” (v. 37). Y uno de los criminales al lado suyo, hizo lo propio, insultándolo: “¿No eres tú el Mesías? ¡Pues sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros!” (v. 38b). Todo ello agravaba la ignominia, la hacía más insoportable y el drama crecía inexorablemente.
LAS PALABRAS DEL OTRO COMPAÑERO DE JESÚS EN LA CRUZ
Como contrapeso, el otro criminal colgado y crucificado increpa al tercero y le pregunta: “¿Es que no temes a Dios, tú que estás condenado al mismo castigo?”, para luego afirmarle: “Nosotros estamos pagando justamente los crímenes que hemos cometido, pero este no ha hecho nada malo”.
Y finalmente, se dirige a Jesús en un clamor desesperado y urgente, toda una súplica de fe para salvación: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas como rey”. (vv. 40b-42).
J.L. Borges, atento lector del Evangelio, plasmó este momento en unos versos magníficos y propuso una sensible interpretación:
LUCAS, XXIII
Gentil o hebreo o simplemente un hombre
cuya cara en el tiempo se ha perdido;
ya no rescataremos del olvido
las silenciosas letras de su nombre.
Supo de la clemencia lo que puede
saber un bandolero que Judea
clava a una cruz. Del tiempo que antecede
nada alcanzamos hoy. En su tarea
última de morir crucificado
oyó, entre los escarnios de la gente,
que el que estaba muriéndose a su lado
era Dios y le dijo ciegamente:
Acuérdate de mí cuando vinieres
a tu reino, y la voz inconcebible
que un día juzgará a todos los seres
le prometió desde la Cruz terrible
el Paraíso. Nada más dijeron
hasta que vino el fin, pero la historia
no dejará que muera la memoria
de aquella tarde en que los dos murieron.
Oh amigos, la inocencia de este amigo
de Jesucristo, ese candor que hizo
que pidiera y ganara el Paraíso
desde las ignominias del castigo,
era el que tantas veces al pecado
lo arrojó y al azar ensangrentado .[1]
LAS PALABRAS DEL MESÍAS Y MÁRTIR LIBERADOR
Al ver a las mujeres que lo acompañaban en el viacrucis más cerca que nadie, Jesús se dirige a ellas para consolarlas y anunciar la actuación de Roma contra el pueblo, citando al profeta Oseas y sin dejar de referirse a sí mismo, en un lenguaje apocalíptico: “Mujeres de Jerusalén, no lloren por mí; lloren, más bien, por ustedes mismas y por sus hijos. Porque vienen días en que se dirá: ‘¡Felices las estériles, los vientres que no concibieron y los pechos que no amamantaron!’. La gente comenzará entonces a decir a las montañas: ‘¡Caigan sobre nosotros!’; y a las colinas: ‘Sepúltennos!’. Porque si al árbol verde le hacen esto, ¿qué no le harán al seco?” (vv. 28-31). “Jesús emite una severa advertencia para que los habitantes de Jerusalén se arrepintieran de su rechazo a él, justo e inocente, el profeta de Dios. De no hacerlo, el castigo de Dios caería sobre ellos. Sin embargo, como muestra el modelo del profeta rechazado, el castigo no es la última palabra de Dios para su pueblo. En 23.34a, como en las predicaciones de Hechos, mostrará Lucas que Dios extiende de nuevo el ofrecimiento del perdón a quienes habían rechazado a Jesús”.[2]
En efecto, Jesús, ya crucificado, se dirige al Padre para pedir el perdón para quienes “no saben lo que hacen”, una oración congruente con sus enseñanzas(exclusiva de Lucas) pues, como sugiere en ese momento el Maestro, ¡Dios podrá perdonar incluso el crimen de su Hijo! Nada menos.
“Esta oración de Jesús es parte esencial de la teología lucana del profeta rechazado y de un Jesús que enseña y pone en obra el amor a los enemigos (6.27-28; 17.4). […] Jesús, que había venido a llamar al arrepentimiento a los pecadores, continúa su ministerio hasta el final” ( Idem ). A continuación, al escuchar las palabras del malhechor arrepentido, Jesús emitirá un juicio definitivo para él: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso” (v. 43), con lo que garantiza su cercanía salvífica para aquel hombre que se ha convertido in extremis: “Es una absolución emitida por aquel que ha sido ‘establecido por Dios para ser juez de vivos y muertos’” ( Idem) . Escuchar esas palabras en la mismísima cruz es testimonio de una salvación rotunda y consecuente con el mensaje de Jesús.
Por último, Jesús exclama, repitiendo las palabras del salmo 31: “Padre, en tus manos encomiendo [pongo] mi espíritu” (v. 46b). Es la oración de un justo que sufre inocentemente y que se entrega totalmente a los designios de su Padre luego de beber, íntegro, el cáliz del sufrimiento, el dolor y el abandono.
A diferencia de Marcos y Mateo, quienes consignan el grito d abandono del salmo 22, Lucas presenta una visión un tanto más serena, aunque sin disminuir la dimensión trágica del hecho en su contexto completo. Aún así, Jesús no muere como un filósofo que pide con estoicismo y serenidad el veneno que merece: su muerte es consecuencia de un complot humano contra la justicia de Dios ejecutado sádicamente por los poderes religiosos y militares en contubernio.
No es una muerte venial ni complaciente: es Dios mismo quien padece en la cruz y se sacrifica por la humanidad sufriente. La muerte paradójica del Hijo de Dios por manos humanas es el signo mayor de la salvación que pudo ofrecer el creado y sustentador del cosmos entero. Éstas son pues las únicas tres frases de Jesús en la cruz según este evangelio de Lucas.
Y entonces surge la palabra evangélica de un verdugo romano, que alaba a Dios y exclama, desde una fe inédita que da testimonio de la verdad: “¡Seguro que este hombre era inocente!”(v. 47b). ¿Acaso el afán propagandístico de Lucas lo lleva a congraciarse con el imperio como han sugerido algunos? ¿O más bien el impacto de la cruz golpea a este militar extranjero e indiferente que cumple su labor y lo convence de la verdad salvífica que estaba presenciando? ¿Es un no judío que se convence de la verdad redentora de la cruz en el momento supremo de la entrega del Hijo de Dios? ¿O todo al mismo tiempo?
Testigo del poder extraordinario de la debilidad de un hombre inocente que muere para redimir a la humanidad, el soldado romano absuelve de golpe a Jesús y contradice a todos sus enemigos. Se pasa de su lado y confirma que la comprensión de la historia de la salvación no es sólo patrimonio de lo judíos sino que se abre a toda la humanidad receptiva y atenta. El oficial del ejército invasor percibe cómo “el poder y la misericordia de Dios, para beneficio de los seres humanos, acontecen en la muerte de un ser desprovisto de todo poder” ( Ibid., p. 199) . La inocencia de Jesús es afirmada, contradictoriamente, por un representante del imperio que lo ha asesinado cruelmente.
LAS PALABRAS DEL YA APÓSTOL PEDRO
Pedro aprendió la lección desde lejos y en silencio. En la pasividad de su lejanía en los momentos determinantes de la cruz, Pedro el discípulo caminaba lenta, muy lentamente, hacia su nuevo oficio, el de apóstol, con el que más tarde predicaría autorizadamente en la misma ciudad de Jerusalén con palabras que quizá nunca imaginó, pero que hablarían de la fe que recompuso su vocación, pues parece que se trata de otra persona.
En Hch 2.14-36 predicaría el “sermón pentecostal” que sigue toda la línea de Lc 23. Primero citará la profecía de Joel sobre la venida del Espíritu, luego expondrá la persona de Jesús nazareno y resumirá inicialmente el mensaje: “...el hombre a quien Dios avaló ante ustedes con los milagros, prodigios y señales que, como bien saben, Dios realizó entre ustedes a través de Jesús. Dios lo entregó conforme a un plan proyectado y conocido de antemano, y ustedes, valiéndose de no creyentes, lo clavaron en una cruz y lo mataron. Pero Dios lo ha resucitado, librándolo de las garras de la muerte” (vv. 22-24). Lo conecta con la genealogía de David ligándolo con el tema de la ascensión y vuelve a la carga: “Pues bien, a este, que es Jesús, Dios lo ha resucitado, y todos nosotros somos testigos de ello. El poder de Dios lo ha exaltado y él, habiendo recibido del Padre el Espíritu Santo prometido, lo ha repartido en abundancia, como ustedes están viendo y oyendo. […] Por consiguiente, sepa con seguridad todo Israel que Dios ha constituido Señor y Mesías a este mismo Jesús a quien ustedes han crucificado.” (vv. 32-33, 36).
¡Ya es un apóstol de Jesucristo consumado! ¡Y moriría casi como su Señor, en una cruz invertida!El proceso se cumpliría completamente y el anuncio de la vida, muerte y resurrección de Jesús cobraría toda su vigencia en las palabras de su epístola, donde remite al ejemplo portentoso del Señor, quien sin abrir la boca para injuriar a sus enemigos, se entregó por cada uno de nosotros en un día como el que recordamos hoy: Jesús “sufría sin amenazar y se ponía en manos de Dios, que juzga con justicia. Cargando sobre sí nuestros pecados, los llevó hasta el madero para que nosotros muramos al pecado y vivamos con toda rectitud. Han sido, pues, sanados a costa de sus heridas…”. Amén y amén.
Concluyo con el poema de mi amigo Alberto F. Roldán, escritas este viernes santo en la madrugada, en la ciudad de Buenos Aires, y que me envió amablemente hace unas cuantas horas:
¿POR QUÉ MURIÓ JESÚS?
La pregunta taladra mi mente,
agudiza mi ingenio,
estremece mi sentimiento.
El dolor del pálido Nazareno
rechazado por su pueblo,
negado por Pedro,
traicionado por Judas.
Pende su cuerpo sobre el madero romano,
es azotado y escupido.
No ofrece resistencia.
¿Por qué murió Jesús?
La pregunta sigue
martillando mi cabeza.
El establishment religioso
le tiende una trampa,
pronuncia la blasfemia intolerable:
es un mero hombre y se proclama Dios.
Los romanos lo consideraron subversivo:
¡el Imperio no tolera otro César!
¿Por qué murió Jesús?
La respuesta de San Pablo
surge desde la penumbra:
“Cristo murió por mí”.
Acaso allí esté la clave del enigma
que exige mi fe y mi entrega
más allá de las dudas
que seguirán carcomiendo mi conciencia .[3]

Ramos Mejía, Viernes de pasión, 29 de marzo de 2013. 4.20 hrs.

[1]J.L. Borges, “Lucas, XXIII”, en El hacedor (1960), Obra póética 1923-1977. 6ª ed. Madrid-Buenos Aires, Alianza Editorial-Losada, 1990, pp. 157-158.
[2]Robert J. Karris, “Evangelio de Lucas”, en E. Brown, J.A. Fitzmyer y R.E. Murphy, eds., Nuevo comentario bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento y artículos temáticos. Estella, Navarra, 2004, pp. 197-198.
[3]A.F. Roldán, “¿Por qué murió Jesús?”, en el blog Teología, política y sociedad, http://teologiapoliticaysociedad.blogspot.mx/2013/03/por-que-murio-jesus.html?spref=fb .

Autores:Leopoldo Cervantes-Ortiz
©Protestante Digital 2013