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viernes, 30 de mayo de 2014

Müntzer y Grebel: hermenéuticas divergentes en el siglo XVI (I)

Por. Carlos Martínez García, México*
En el entendimiento teológico/político de Müntzer él estaba llamado divinamente para romper todo tipo de cadenas, fueran estas espirituales o sociales. 
Coincidían en que la Biblia era la autoridad central para los cristianos. Pero su lectura de ella les llevó a interpretaciones distintas, que a su vez desembocaron en conductas contrapuestos acerca de cómo trasformar a la sociedad.
Sobre Thomas Müntzer la fuente más socorrida para hacerse información sobre él es la obra de Ernst Bloch ( Tomas Münzer, teólogo de la revolución , Editorial Ciencia Nueva, Madrid, 1968). El libro, difícil de conseguir en su formato impreso, ha sido puesto en la red como  documento en PDF en distintos sitios entre ellos, aquí )Bloch hizo una interpretación marxista del complejo proceso que llevó a Müntzer a luchar por reivindicaciones políticas y económicas. El libro de Bloch es útil, a condición de que los lectores no pierdan de vista que fue la teología de Müntzer, su entendimiento de lo normado por la Biblia, lo que conformó sus ideas sociopolíticas.
En alemán e inglés existe un cúmulo importante de investigaciones sobre Müntzer. Tal vez sea la meticulosa investigación de Hans-Jürgen Goertz originalmente publicada en alemán en 1989, en ocasión del quinto centenario del nacimiento de Müntzer, la obra que mejor explica la compleja personalidad del revolucionario, sus motivaciones para enfrentar decididamente al sistema opresivo de su tiempo y particular interpretación de los textos bíblicos. El libro de Goertz tuvo una revisión para la edición en inglés, la que data de 1992 y se titula  Thomas Müntzer: Apocalyptic, Mystic and Revolutionary  (T. and T. Clark Publishers).
En español han sido publicados todos los escritos de Thomas Müntzer, gracias a la traducción realizada por Lluís Duch, quien hizo una muy atinada introducción a los mismos ( Thomas Müntzer: tratados y sermones , Editorial Trotta, Madrid, 2001). Por lo tanto los interesados e interesadas en el personaje pueden estudiar los encendidos trabajos de Müntzer y su gesta en un convulsionado siglo XVI.
Los especialistas en Müntzer no documentan una fecha precisa de nacimiento. Entre ellos existe cierta inclinación a datarlo hacia 1488-1490, y el lugar en el que vino al mundo habría sido Stolberg, en Alemania. Su padre fue un artesano acomodado y su madre una campesina. De sus años de infancia y adolescencia prácticamente no hay datos. En 1506 o 1507 se matriculó en la Universidad de Leipzig, para cursar un ciclo que después le permitiese continuar estudios de teología, leyes o medicina.
Es probable que Müntzer durante su estancia en la Universidad de Leipzig haya asistido a cursos y/o conferencias de Peter Mosellanus, famoso humanista que tenía un buen número de seguidores y simpatizantes en la comunidad universitaria. Müntzer interrumpió por unos años sus estudios en Leipzig, y en 1512 o 1513 los continuó en la Universidad de Francfort. En este centro educativo el rector, Conrad Wimpina, apoyaba la venta de indulgencias encabezada por Juan Tetzel, más tarde férreo contrincante de Martín Lutero a causa de las críticas de éste al mercadeo de indulgencias.
Hacia 1514, informa Lluís Duch, Müntzer “fue ordenado sacerdote en la diócesis de Halberstadt”. Dos años más tarde, y hasta una parte de 1517, fue docente en “el convento de monjas de Frohse (en las proximidades de Ascherleben)”. Por un tiempo, 1517-1518, estuvo en Wittenberg y asistió a cursos con Lutero, Melanchton, Agricola y Karlstadt sobre hermenéutica bíblica. Acerca de su relación con Lutero debe ponderarse, a juicio de Duch, que nunca “se consideró un discípulo [suyo], sino que, en los primeros años de su vida (hasta 1520/1521), lo trataba más bien como a un compañero de lucha contra las desviaciones de la Iglesia romana”.
No tardaría mucho Müntzer en trazar una línea de creciente distancia con Lutero, al grado que en varios de sus escritos lo identifica como un falso reformador, quien si bien criticó a la Iglesia católica romana, no fue lo suficientemente congruente para proponer también un cambio social, político y económico en beneficio de los desposeídos.
En la Disputa de Leipzig (julio de 1519) entre Lutero y Juan Eck estuvo presente Thomas Müntzer. En la defensa de Roma y el papado Eck fue intransigente. En tanto que Lutero tuvo el respaldo de estudiantes y profesores de varias universidades, quienes se encargaron de difundir las ideas y escritos del reformador.
Tras ser testigo de la Disputa de Leipzig, Müntzer toma el puesto de confesor de las monjas del monasterio de San Bernardo en Weissenfels, cargo que desempeña hasta mayo de 1520. Durante este tiempo se dio a múltiples lecturas, entre ellas “un fragmento de Hegesipo (conservado por Eusebio de Cesarea en su  Historia eclesiástica ), que describe la decadencia de la Iglesia como resultado de una mala dirección por parte de sus gobernantes ilustrados, le hizo una impresión duradera y modeló su concepción básica de la Iglesia en cuanto comunidad voluntarista y pneumática de creyentes explícitos” (George H. Williams,  La Reforma radical , Fondo de Cultura Económica, México, 1983, p. 67).
A la par de lo leído por Müntzer en  Historia eclesiástica  “también fueron muy importantes, en esta época, las conclusiones que sacó de su estudio cuidadoso de las actas de los Concilios de Constanza y Basilea, así como del comentario de Jeremías que entonces se tenía por obra de Joaquín de Flora, Bajo la influencia de este comentario, Müntzer vino a creerse un instrumento elegido por Dios” (Williams, pp. 67-68). El misticismo de Müntzer y su radicalidad sociopolítica tuvieron por base su auto convencimiento de que poseído por el Espíritu Santo estaba llamado a revolucionar el orden eclesiástico y social existente.
A mediados de 1520 y por sugerencia de Lutero se designa como predicador interino de Santa María de Zwickau a Thomas Müntzer. A los pocos meses toma a su cargo la iglesia de Santa Catalina, también en Zwickau. La feligresía estaba conformada por trabajadores y pequeños artesanos, ahí entabla relaciones estrechas con tres personajes: Nikolaus Storch, Thomas Drechsel y Marküs Stübner, conocidos como los profetas de Zwickau.
Dos ejes de las propuestas de estos profetas cautivaron a Müntzer: “1) la acción directa, sin mediaciones jerárquicas, del Espíritu Santo sobre el creyente (el elegido), lo cual significaba dejar en un segundo plano lo que Lutero consideraba como el  articulus stantis et cadentis ecclesiae , es decir, la  justificación ; 2) la interpretación escatológica y espiritualista del Antiguo y del Nuevo Testamento” (Duch, p. 29). Se había consolidado en Müntzer, como lo denomina Hans-Jürgen Goertz, “Der Mystiker mit dem Hammer” (el místico con martillo).
En el entendimiento teológico/político de Müntzer él estaba llamado divinamente para romper todo tipo de cadenas, fueran estas espirituales o sociales. Un fragmento de una carta escrita el 17 de enero de 1521 es claro al respecto: “Según la palabra de Cristo, sobre la cual se ha edificado la Santa Iglesia de Cristo, he visto que debo consolar a los corazones afligidos, de la misma manera que Dios lo ha querido y así lo ha manifestado, hace ya mucho tiempo, en Isaías y él [Jesús] mismo a través de Lucas, en donde dice: ‘El Espíritu del Señor reposa sobre mí, para que consuele a los pobres y sane a los abatidos y a los enfermos’ (Lucas 4:18). De la misma manera, yo he sido enviado, igual que Cristo fue enviado por el Padre, y también nosotros, los sacerdotes ( pryester ), somos enviados por el Padre (Juan en el cap. 20), para que proporcione algún consuelo a los pobres”.
Acusado de trastocar en Zwickau el orden público, tanto religioso como sociopolítico, Müntzer fue defenestrado y debió salir de la ciudad. Los años siguientes radicalizaría discurso y acciones. Entre tanto, en Zurich, un pequeño grupo liderado por Conrad Grebel pugnaba por la renovación eclesiástica y social. Enterados sobre la propuesta revolucionaria de Müntzer, aunque no detalladamente, los radicales de Zurich le escribirían cartas para encomiarle que los cambios acordes a las enseñanzas de Cristo debían seguir su ejemplo constructor de la paz, y no alcanzarlos con el poder de la espada, como proclamaba el incendiario Thomas. De Grebel, su radicalismo pacifista fruto de su hermenéutica cristocéntrica, y las misivas escritas a Müntzer me ocuparé en la próxima entrega.


©Protestante Digital 2014

lunes, 26 de mayo de 2014

Francisco: “Sin María, El Corazón queda Huérfano”

Por. Leonardo de Chirico, Italia*
El Papa cree que una fe libre de mariología o, incluso, con una mariología ligera, es una fe inmadura. 
La devoción mariana de Francisco es uno de los signos que definen su espiritualidad. Desde sus primeros actos como Papa hasta sus discursos y prácticas diarias, la teología mariana tradicional es básica para su cosmovisión católica.
A los oídos evangélicos su lenguaje puede parecer, a veces, centrado en Cristo y orientado a la misión, pero estos énfasis del Evangelio aparentes están siempre orgánicamente relacionados con un fuerte marianismo que envuelve la narrativa y la experiencia religiosa del Papa. El último ejemplo de su profundo marianismo sucedió en un encuentro con los seminaristas en Roma el pasado 13 de mayo. Al contestar sus preguntas sobre varios temas, el Papa hizo algunos comentarios interesantes sobre el marco mariano que subyace en su teología de la vida cristiana.
BAJO EL MANTO DE LA SANTA MADRE DE DIOS
Comentando acerca de la necesidad de vigilancia en tiempos de confusión personal, Francisco evoca el consejo de los Padres Rusos de ponerse “bajo el manto de la Santa Madre de Dios”. Esta protección mariana, recuerda el Papa, forma también parte de la liturgia por la cual el creyente declara encontrar refugio bajo el  “presidium”  (refugio) de María:  “sub tuum presidium configimus, Sancta Dei Genitrix”  (bajo tu protección nos refugiamos, santa Madre de Dios). De este modo, no rezar a María en tiempos de dificultad, para un sacerdote es como ser “huérfano”.
La primera cosa que un niño hace cuando está afligido es buscar a su madre, y lo mismo debería suceder en el reino espiritual. La obra mediadora de Jesucristo y su total comprensión de nuestras necesidades (el punto central de Hebreos 1-2 y 4:14-16) aquí se pasa por alto totalmente y a su vez es subsumido bajo la protección de María quien es la madre que cuida a los que solicitan ayuda. Mientras el salmista puede clamar “¡Confiad siempre en El! ¡Habladle en oración con toda confianza! ¡Dios es nuestro refugio! (Salmo 62:8), el consejo de Francisco es buscar el “manto” de María.
Entonces el Papa continúa subrayando el vínculo que hay entre la maternidad de María y la maternidad de la Iglesia. Según él, a aquellos que tienen una “buena relación” con María se les ayudará a tener una “buena relación” con la Iglesia e incluso con su propia alma. Las tres tienen un ”elemento femenino” y los conecta de una forma transitiva y maternal. De nuevo hay un enérgico énfasis en la maternidad que corre a través de la cosmovisión mariológica. Los que no tienen una buena relación con María (suponiendo que esto signifique rezarle, confiar en ella y pedir su ayuda) son como “huérfanos”.
La Biblia, no obstante, enseña que una buena relación con la Iglesia es posible sólo mediante la cabeza de la Iglesia, o sea Jesucristo, y esto se produce mediante el Espíritu Santo (1 Corintios 12). Francisco, por otra parte, tiene una manera “maternal” de conseguir esta relación correcta.
¡LA MADRE O LA SUEGRA!
En este momento el Papa recuerda un episodio que le ocurrió hace treinta años cuando visitó a una familia en el Norte de Europa. Los miembros de esta familia eran católicos practicantes y estaban llenos de entusiasmo por Cristo (¿quizás influenciados por la cultura protestante de su comarca?). En una conversación dijeron: “Hemos descubierto a Cristo y, gracias a Dios, hemos pasado la etapa de la Madonna. Ya no la necesitamos”. “No”, respondió Bergoglio entristecido: “Esto no es una fe madura. Olvidar a la madre es siempre una mala cosa, no una señal de madurez”. Otra vez, surge la pregunta: encontrar a Cristo y sólo a El ¿es un paso hacia la madurez cristiana o es alejarse de la misma?
El último comentario concerniente a esta cuestión parece más bien una broma chistosa. Al terminar su reflexión mariana, Francisco concluye diciendo: “Si tú no quieres a María como una madre, ¡se convertirá en tu suegra!” Una manera curiosa de expandir aún más la metáfora de la maternidad en direcciones no bíblicas.
El caso es queel Papa Francisco cree que una fe libre de mariología o incluso con una mariología ligera es como una criatura huérfana y es también una fe inmadura. La verdadera cuestión es si una fe centrada en Cristo y orientada hacia la misión debería concentrarse en Cristo en lugar de entremezclar el Evangelio con varias ideas maternales que no hacen más que oscurecerlo.
 Traducción: Rosa Gubianas. 

©Protestante Digital 2014

viernes, 23 de mayo de 2014

¿Quién sanó a Floribeth Mora, “la miracolata”? (y algunas reflexiones sobre la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II)

Por. Juan Stam, Costa Rica*
En la primera sanidad divina después del Pentecostés, Dios usó a Pedro y Juan para curar a un mendigo lisiado (cojo) desde su nacimiento. El mendigo esperaba solo una limosna, pero recibió de Dios salud y fuerzas. Entró en  el Templo con ellos, saltando y alabando a Dios. El impacto fue tremendo y la gente corría para ver a Pedro y Juan. Es aleccionadora la reacción de Pedro:
Mientras el hombre seguía aferrado a Pedro y a Juan,
toda la gente, que no salía de su asombro,
corrió hacia ellos al lugar conocido como Puerto de Salomón.
Al ver esto, Pedro les dijo:
“Pueblo de Israel, por qué les sorprende esto que ha pasado?
Por qué nos miran a nosotros como si, por nuestro propio poder o virtud,
hubiéramos hecho caminar a este hombre?
El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob,
el Dios de nuestros antepasados,
ha glorificado a su siervo Jesús.
a quien ustedes crucificarón. (Los Hechos 3:11-13)
¡Toda la gente corría hacia Pedro y Juan en el Puerto de Salomón! Fue literalmente un movimiento de masas, oportunidad dorada para aprovechar su repentina fama! Pero la respuesta de ellos fue muy diferente. “¿Por que nos están mirando a nosotros como si nosotros hubiéramos hecho esto por nuestro propio poder? ¡No! Fue Dios quien sanó a este cojo para la gloria de su siervo Jesús, a quien ustedes crucificaron. Quiten sus ojos de nosotros y fijen su mirada en Cristo. Insistimos en que toda la gloria sea para él, no para nosotros”
Hoy día tenemos muchos “sanadores” pero pocos que saben decir, “No me miren a mí. pues yo no he hecho nada. El poder es de Cristo y sólo él puede sanar.” Recuerdo un predicador que alzaba sus dos manos ante la pantalla y exclamaba, “Estas manos tienen el don de sanidad, estas manos tienen poderes milagrosos”. Pero originalmente un “don de sanidad” era la misma sanidad que Dios daba al enfermo, no un poder “propiedad privada”  de algún curandero. Los instrumentos de la acción son sus siervos, no son dueños de los poderes que Dios les ha prestado (Apoc 11:7).
Me acordé de Pedro y Juan al leer los reportajes sobre la gran celebración festiva de la canonización.de los dos papas más queridos de nuestros tiempos. Es impresionante el contraste, como es diferente nuestro siglo de la época en que vivían ellos. Lo capta dramáticamente el titular del primer informe en La Nación(San José, 25 abril 2014): “Peregrinos buscan en Roma a Floribeth Mora, ‘la miracolata” y del párrafo inicial del mismo: “En las manos de los feligreses que llegan a esta ciudad hay más cámaras y celulares que rosarios. [Todos] buscan sacarse la foto con Floribeth Mora, ‘la  mujer del milagro costarricense”‘.. La curación de la señora Mora de un aneurisma cerebral por intercesión de Juan Pablo II cumplió dramáticamente un requisito para la canonización del popular pontífice polaco.
Inevitablemente, la celebración tuvo muchas repercusiones políticas.  Los dos papas canonizados representaban las dos tendencias básicas en la iglesia hoy; los y las progresistas, inspirados por la memoria de Juan XXIII, y los conservadores seguidores entusiastas de Juan Pablo II. Parece que con la canonización de los dos papas juntos, el papa Francisco, quien propuso el evento, buscaba unir las dos tendencias o por lo menos acercarlas. Sin embargo, es posible que “el tiro le haya salido por la culata”.  La fiesta parece haber aumentado la devoción a Juan Pablo II frente a Juan XXIII, de quien al parecer no se habló mucho.
De hecho, un sector de los progresistas se opuso a la canonización de Juan Pablo II,  En las palabras sorprendentemente fuertes de Federico Pastor, presidente de la Asociación de teólogos Juan XXIII, “lo de Juan Pablo II [su canonización] ha sido una cacicada de los sectores conservadores” y “ya que era excesivamente descarada, para disimularlo han metido a Juan XXIII, que era justo lo contrario”. Según Evaristo Villar, sacerdote portavoz del movimiento Redes Cristianas, la canonización de Juan Pablo II fue “una imposición de los grupos más conservadores de la Iglesia, a los que apoyó siempre… En su época, se llenaron los estadios pero se vaciaron las iglesias”.  Se critica mucho su apoyo a Opus Dei y su amistad con Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo y el movimiento Regnum Christi y abusador sexual de sus propios hijos. José Sánchez, del Observatorio clerical de México, opinó en declaraciones a la BBC que el pontificado de Juan Pablo II “significó para muchas iglesias [de América Latina] un  proceso prácticamente de persecución, de censura, de combate de una experiencia eclesial que nació a partir de las comunidades eclesiales de base y de la teología de la liberación”. El Observatorio pidió al Vaticano suspender el proceso de canonización de Juan Pablo  (NoticiasCristianas, 4.30.14).
Es muy probable que el resultado de la fiesta termine siendo lo contrario de lo que buscaba el papa actual, aumentando la división en vez de promover la unidad de la iglesia.
Vuelvo a recordar a Pedro y Juan, con su tajante “No nos miren a nosotros, pues no hemos hecho nada sino que lo ha hecho Cristo Jesús, el crucificado y resucitado”.
Si los reportajes de los medios masivos reflejan fielmente lo que ocurrió en Roma, como es muy probable, entonces Cristo el Señor no figuró mucho en la fiesta papal. El énfasis abrumador cayó en Juan Pablo II no sólo como intercesor sino como objeto de fe. ¿Fue ésta una fiesta cristocéntrica, como la de Pedro y Juan en la Puerta de Salomón, o fue una fiesta “papa-céntrica” y “miracolata-céntrica”?
Al fin, ¿quien sanó a Floribeth Mora y quien merece toda la gloria?

* Juan Stam. Costarricense, Doctor en teología por la Universidad de Basilea, Suiza. Por muchos años fue profesor del Seminario Bíblico Latinoamericano (hoy UBL), de la Universidad Nacional Autónoma de Costa Rica, y de otras instituciones teológicas en San José. Es autor de muchos artículos y varios libros, en especial, el comentario a Apocalipsis de la serie Comentario Bíblico Iberoamericano.

Fuente: Lupaprotestante, 2014.

miércoles, 21 de mayo de 2014

LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO “CIUDADANOS DE DOS MUNDOS. EL MOVIMIENTO EVANGÉLICO EN LA VIDA PÚBLICA ARGENTINA 1980-2001”



PRESENTACIÓN DEL LIBRO “CIUDADANOS DE DOS MUNDOS. EL MOVIMIENTO EVANGÉLICO EN LA VIDA PÚBLICA ARGENTINA 1980-2001” EL 26 DE MAYO 2014 EN LUA, LIBRERÍA UNIVERSITARIA ARGENTINA, LAVALLE 1601.
ACERCA DEL LIBRO
Un estudio de sociología de la primera minoría religiosa del país, con aproximadamente 4.000.000 de adherentes. A lo largo de sus 390 páginas habla de la estructura de las iglesias evangélicas, su evolución histórica, sus sistemas de creencias, la constitución de un movimiento social religiosos que después desarrolla también un movimiento social de reclamo por la ley de culto. Las relaciones de las iglesias evangélicas con la sociedad y el Estado.
Esta obra marca un hito toda vez que tratándose de de un estudio del campo religioso, ha sido publicada por una Universidad del sistema nacional de enseñanza, un hecho poco usual en la Argentina.
ACERCA DEL AUTOR
El profesor Hilario Wynarczykes Doctor en Sociología, Máster en Ciencia Política con mención en Teoría y Método, Licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires (UBA). En la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) es Profesor Titular de Metodología y Taller de Tesis de Posgrados.
En el ámbito de la investigación sociológica de la religión se dedica al estudio de las iglesias evangélicas de la Argentina, y mayormente las pentecostales. Sus trabajos constituyen, a juicio de sus pares, el cuerpo de análisis sociológico más exhaustivo acerca de las iglesias evangélicas de la Argentina y sus dinámicas interactivas con la sociedad y el Estado.
Escribe además artículos en los siguientes medios evangélicos: Agencia de Noticias Prensa Ecuménica (ECUPRESS), Agencia Latinoamericana y Caribeña de Noticias (ALC), Pulso Cristiano, Argentina Evangélica, Cordialmente (revista digital del movimiento PASTORESxLAGENTE),  Periódico El Puente, y Lupa Protestante (revista de Barcelona, España). También ha publicado en la prensa secular en Newsweek, Le Monde Diplomatique, Perfil, Ñ Revista de Cultura (Clarín), Nómada (UNSAM).
ACERCA DE LUA
LUA, Librería Universitaria Argentina se encuentra situada en la esquina de Lavalle y Montevideo, en el macro-centro de la Ciudad de Buenos Aires. Pertenece a un consorcio de librerías de Universidades Nacionales de la República Argentina y el CIN, Consejo Interuniversitario Argentino. Ha sido inaugurada en el año 2013.

martes, 20 de mayo de 2014

Predicación profética, ungida, como culto a Dios. Fundamentos teológicos de la predicación (2)

Por. Juan Stam, Costa Rica*
La palabra sin el Espíritu conduce a ortodoxia muerta; t el Espíritu sin la palabra al "entusiasmo" desordenado. Pero la única fuerza verdadera de la buena predicación es la obra del Espíritu Santo. 
 El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden; en cambio, para los que se salvan, es decir, para nosotros, este mensaje es el poder de Dios... Ya que Dios, en su sabio designio, dispuso que el mundo no lo conociera mediante la sabiduría humana, tuvo a bien salvar, mediante la locura de la predicación, a los que creen... Este mensaje es motivo de tropiezo para los judíos, y es locura para los gentiles, pero para los que Dios ha llamado, es el poder de Dios y la sabiduría de Dios. Pues la locura de Dios es más sabia que la sabiduría humana, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza humana... Yo mismo, hermanos, cuando fui a anunciarles el testimonio de Dios, no lo hice con gran elocuencia y sabiduría. Me propuse, más bien, estando entre ustedes, no saber de alguna cosa, excepto de Jesucristo y de éste crucificado  (1 Cor 1:18-2:2).
Como dijimos la pasada semana la predicación, en su sentido bíblico y teológico, es mucho más que sólo la entrega semanal de una homilía religiosa, con todo respeto por la importancia del sermón. Es más que una conferencia teológica o una charla sicológica o social. Es aún más que un estudio bíblico, elemento esencial de toda la vida cristiana. Entonces, por ello, estamos viendo en qué consiste la esencia y el sentido de la predicación.Por todo lo que hemos expuesto hasta ahora sobre la predicción, queda claro que la predicación es una tarea muy seria, sin duda mucho más grande de lo que solemos pensar.
Con razón observa Karl Barth, en su tratado sobre nuestro tema, que la predicación es una tarea imposible; para ella, observa, todo ser humano es incapaz e indigno (1969:48,52). Es aún imposible que sepa de antemano qué está pasando en la predicación, porque depende enteramente de Dios (1969:48). Tenemos que exclamar con San Pablo, "¿Quién es competente para semejante tarea?" (2 Cor 2:16). Pero gracias al Señor, la palabra de Dios nunca corre sin que la acompañe el Espíritu divino que la ha inspirado. Un tema constante en la teología de los Reformadores fue el de "La Palabra y el Espíritu".
LA PREDICACIÓN Y EL ESPÍRITU DE DIOS
La palabra sin el Espíritu conduce a una ortodoxia muerta; el Espíritu sin la palabra llevaba, en la frase de ellos, al "entusiasmo" desordenado. Los Reformadores enseñaban también el testimonium spiritus sancti, sin el que la letra escrita es letra muerta. En un brillante estudio de este tema, Bernard Ramm afirma que fue con esta doctrina que los Reformadores evitaron un concepto cuasi-mágico de la eficacia de la Biblia que podría compararse con el ex opere operato del tradicional sacramentalismo católico. La palabra escrita no opera sola sino vivificada por el Espíritu de Dios.
En nuestro tiempo, Karl Barth ha reformulado esta doctrina en términos muy impresionantes. La palabra de Dios, para él, ocurre en su sentido pleno cuando Dios habla y el pueblo escucha (1969:71). La predicación hace presente a la palabra en forma viva; "cuando se predica el evangelio, Dios habla" (1969:19) y entonces, en la frase de Lutero, "La palabra trae a Cristo al pueblo" (1/1 61). En ese acto de Dios, el "Dios que habló" del pasado se convierte en un presente "Dios que habla", siempre por las escrituras. Por la acción del Espíritu Santo, la Palabra toma vida, como si fuera una resurrección del texto.
La predicación, así entendida, es un acto de Dios, totalmente imposible para un ser humano (1969:21,48,52). El predicador no tiene ningún control sobre la acción de Dios, ni puede garantizar que Dios hablará por medio de su homilía. Eso queda totalmente en manos de Dios y ocurre cuándo Dios quiere y dónde Dios quiere. Por eso -- y esto es lo sorprendente -- la Palabra de Dios por medio de un predicador y su sermón es siempre un milagro (1969:23,101). "En esta situación concreta puede suceder que Dios hable y realice un milagro. Pero nosotros no debemos incluir un milagro, por anticipado, en nuestra predicación" (1969:23). Al predicador sólo le toca anunciar que Dios está por hablar (1969:14) y proclamar a la comunidad lo que Dios mismo los quiere decir, mediante la explicación, en sus propias palabras, de un pasaje de las escrituras (1969:13).
Esta comprensión radicalmente teocéntrica y pneumatológica nos hace entender que la única fuerza verdadera de la buena predicación es la obra del Espíritu Santo. A fin de cuentas, el predicador no puede confiar en la elocuencia de su oratoria ni el carisma y encanto de su atractiva personalidad ni nada parecido. Reconocer que el poder del sermón no pertenece a nosotros mismos, pero que Dios ha prometido el obrar eficaz de su Espíritu, y confiar en el Espíritu y sólo el Espíritu, no nos permitirá emplear mecanismos de manipulación para tratar de persuadir a los oyentes (1 Cor 1:18-2:2; 2 Cor 4:2; 12:16-17; Ef 4:14). No harán falta gritos y gemidos simulados, ni pegajosa música de trasfondo, ni pavonearse de un lado a otro, micrófono en mano. Es el Espíritu Santo quien penetrará en los corazones, y nosotros los predicadores sabremos confiar en su actuar y no interferir contra su eficaz actuar.
Por otra parte, nunca tomaremos la promesa del Espíritu como un pretexto para la pereza. Convencidos del inmenso privilegio de ser instrumentos del Espíritu, estudiaremos las escrituras con mayor ahínco y prepararemos los sermones con todo cuidado y pasión.
El texto favorito de algunos predicadores, "no se preocupen de qué van a decir; el Espíritu Santo los enseñará lo que deben responder" (Lc 12:11-12), no se aplica a la preparación de sermones ni al estudio sistemático de las escrituras sino a casos de arresto y persecución, cuando uno no tiene tiempo para preparar su defensa. La exégesis bíblica no aparece entre los dones carismáticos de la iglesia. El Espíritu Santo nos acompañará con su luz en nuestro estudio de la palabra, pero sólo si de hecho la estudiamos (2 Tim 2:15; 1 P 3:15; Hch 17:11; 1 Tes 5:21; Mat 22:37).
LA PREDICACIÓN Y LOS SACRAMENTOS
Llama la atención que el NT comienza con la proclamación y el sacramento juntos. Cuando Juan vino predicando el reino de Dios, llamaba a los oyentes a un cambio radical de actitud ("Arrepiéntanse", Mt 3:2) ratificado por una acción sacramental (3:6, ser bautizados). Jesús también vino predicando el reino, exigió arrepentimiento (4:17) y se dejó bautizar por Juan (3:13-16). El evangelio de Mateo también concluye con el mandato de evangelizar a todos los pueblos y bautizarlos (28:19).
Proclamación y sacramento se unieron cuando Juan apareció "predicando el bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados" (Mr 1:4; Lc 3:3; Mt 3:6,8,11). El bautismo conocido en Israel antes de Juan era el bautismo de prosélitos. Como gentiles inmundos, ellos tenían que limpiarse en el río Jordán y renacer como nuevas personas, ahora judíos, hasta con nombre nuevo, según algunas fuentes. Entonces pedirle a un judío de nacimiento que se someta a tal bautismo era tratarlo como gentil, como que no fuera israelita, y obligarlo a reconocerse a sí mismo como tal. Por eso el bautismo de Juan significaba un acto de profundo arrepentimiento. Al dejarse bautizar también, Jesús, que no tenía pecado alguno de que arrepentirse, se identificó con los pecadores en ese escandaloso sacramento del arrepentimiento.
En la acción sacramental, Dios mismo actúa en el actuar de la comunidad, como en la predicación Dios habla en nuestro hablar. En ese sentido, el sacramento también es milagro, parecido al sermón. Esa correlación de palabra y acción apareció antes en los profetas de Israel, que solían coordinar integralmente la palabra profética y la acción profética. El acto sacramental es palpable y visible, por una mediación material: el agua en el bautismo, el pan y el vino en la comunión. Dios, el creador de la materia, se place en hablar también por ella, como su lenguaje no-verbal (cf. Salmo 19:1-4).
Ambos, el lenguaje verbal de Dios y su lenguaje no-verbal, son necesidades esenciales para la comunidad y deben mantenerse en su debido equilibrio. Ni la celebración del sacramento debe eclipsar a la predicación, como en el catolicismo tradicional, ni el énfasis "púlpito-céntrico" debe restarle valor e importancia a los sacramentos. Debe haber una relación coherente y dinámica entre los dos.
LA PREDICACIÓN Y EL CULTO
Por "culto" entendemos la celebración de la comunidad de fe en todos sus aspectos y momentos. Incluye el cántico, la lectura, la oración, la confesión, el silencio, los testimonios, el sermón y el sacramento. A veces se analizan como leitourgia (liturgia, doxología), kerygma (proclamación) y didaje (enseñanza) En todo debe estar presente, por lo menos implícitamente, la diakonia (servicio, praxis).
El sermón no debe verse como una interrupción extránea del culto, tampoco la adoración congregacional como "preliminares" para el sermón, ni el sacramento como un mero apéndice, ni mucho menos una nota al pie, del resto de la celebración. En el culto contemporáneo, hay una fuerte tendencia a sobredimensionar los momentos en que nosotros hablamos a Dios (cántico, testimonios, oraciones) pero subvalorar los momentos en que escuchamos a Dios hablarnos a nosotros (la lectura, confesión, silencio, sermón y sacramento).Especialmente notable y preocupante es la ausencia del silencio en casi todos los cultos, en el que Dios nos pueda hablar.
La tendencia hoy en muchas iglesias evangélicas es de priorizar exageradamente la "A y A" (Alabanza y Adoración) a expensas, lamentablemente, del sermón. El cántico, a menudo estilo rock 'n roll, dura unas horas, repitiendo muchas veces los mismos coros, y a la hora de proclamar la palabra, todos (incluso el predicador) están agotados. Es común escuchar desde el púlpito frases como, "el Señor nos ha bendecido tanto, y ahora es muy tarde, de modo que el sermoncito será muy breve", o aun peor, "el Señor nos ha bendecido tanto esta mañana, no vamos a tener sermón hoy".
Si se puede afirmar que el catolicismo tradicional tendía a enfatizar tanto el sacramento que llegaba a eclipsar al sermón, muchas congregaciones evangélicas contemporáneas están cayendo en la misma trampa, pero sin el sacramento. Martín Lutero, a denunciar la priorización de la misa en desmedro del sermón, pronunció palabras que se aplican quizá aun más a muchos cultos protestantes hoy:
Ahora para corregir este abuso, lo primero es saber que la comunidad cristiana nunca debe reunirse, sin que ahí la misma palabra de Dios sea predicada y que se hagan oraciones... Por eso, donde no se predica la palabra de Dios, sería mucho mejor ni cantar ni leer ni aun reunirse... Sería mejor omitir todo lo demás, menos la palabra., porque no hay nada mejor que dedicarnos a ella.
LA PREDICACIÓN COMO VOZ PROFÉTICA
Si la predicación es palabra viva de Dios, lo cuál es la esencia de la profecía, entonces la predicación debe entenderse como palabra profética. Jesús mismo, el Verbo encarnado, vino con un marcado carácter profético (Mt 16:14), y las escrituras tienen un carácter marcadamente profético, desde el profeta Moisés hasta los profetas hebreos, por lo que la predicación de Cristo y de las escrituras también debe ser profética.
Se puede decir que en la Biblia los primeros predicadores, y no sólo maestros de la ley, fueron los profetas en Israel. Aunque hoy tenemos sus profecías en forma escrita, originalmente ellos pronunciaron sus incendiarios discursos en plaza pública. Y hoy, si nuestra predicación es palabra de Dios, como hemos afirmado, entonces toda predicación debe tener algo de carácter profético. Eso es la falta más común y más seria en la mayor parte de la predicación; de hecho, a menudo la predicación en muchas iglesias es anti-profética y alienante. Tal predicación es infiel a la vocación con que Dios nos ha llamado.
La palabra "profecía" es uno de los términos bíblicos que peor se entienden. Se suele entenderla como esencialmente predicción del futuro, como revelación sobrenatural de información secreta, o como una palabra divinamente autorizada que nadie debe cuestionar. ¡Todo equivocado! El vaticinio de eventos futuros constituye una mínima parte del mensaje profético. El profeta no lo era por predecir, ni dejaba de serlo si no predecía. En segundo lugar, el AT prohíbe y condena la adivinación, a lo que corresponde un gran porcentaje de supuestas "palabras proféticas" hoy. Y lejos de otorgarles a los profetas una autoridad incuestionable, casi divina, Pablo dos veces exhorta a los fieles a examinar las profecías con discernimiento crítico (1 Tes 5:21; 1 Cor 14:29).
Un aspecto del significado del día de Pentecostés, pocas veces reconocido, es que aquel día marcó para siempre la naturaleza carismática y profética de toda la iglesia, sin distingo de género, edad o condición social (Hch 2:17-18). Eso significa un llamado profético especialmente para los y las líderes de la iglesia y una responsabilidad ante Dios y la historia de no traicionar esa vocación. Una iglesia que no encuentra su voz profética, sobre todo en momentos de crisis histórica, es simplemente una iglesia infiel.
La palabra viva de Dios exige obediencia en medio del pueblo y de la historia. Una predicación que semana tras semana no conlleva exigencia profética, y no tiene cómo obedecerse en todas las esferas de la vida, de seguro no es Palabra de Dios. Se dedica a ofrecer un menú variado de productos de consumo religioso pero no nos llama a tomar la cruz y seguir al Crucificado en discipulado radical (Mt 16:24).
Nuestros tiempos nos han traído, junto con infinidad de voces anti-proféticas, otras voces que valientemente proclamaron las buenas nuevas del Reino de Dios y su justicia, del Shalom de Dios y del gran Jubileo con su programa profético de igualdad. Los tres más destacados -- Dietrich Bonhoeffer, Martin Luther King y Oscar Arnulfo Romero -- sellaron su testimonio con su sangre. Dios nos los envió, en el más auténtico linaje de los grandes profetas de los tiempos bíblicos.
Que Dios nos ayude a aprender de ellos y seguir su ejemplo.

BIBLIOGRAFÍA:
Barth, Karl, La proclamación del evangelio (Salamanca: Sígueme, 1969).
Fee, Gordon D. y Douglas Fee, La lectura eficaz de la Biblia (Miami: Editorial Vida, 1985)
Floristán, Casiano y Juan José Tamayo ed., Conceptos fundamentales de pastoral (Madrid: Cristiandad 1983), "Kerygma" 542-549; "Predicación", 817-830.
Léon-Dufour, Léon-Dufour Xavier, Vocabulario de teología bíblica (Barcelona: Herder 1973)
Sacramentum Mundi, Karl Rahner ed (Barcelona: Herder 1984) 4:193-199, "Kerygma"; 5:147-159, "Palabra; Palabra de Dios" y 5:535-542, "Predicación".
Ramm, Bernard, The Witness of the Spirit (Grand Rapids: Eerdmans, 1959).
Ramm, Bernard, La revelación especial y la palabra de Dios (BsAs: Aurora, 1967)
Ramm, Bernard, "Interpretación bíblica" en Diccionario de Teología Práctica, Rodolfo G. Turnbull ed. (Grand Rapids: T.E.L.L., 1976), pp. 5-19.
Stam, Juan, Apocalipsis y profecía (Bs.As.: Kairos 1998, pp. 26-50; 2004:33-64).
Stam, Juan, Haciendo teología en América Latina, Tomo II (San José: Ubila, 2005), pp. 379-389.

*Autores: Juan Stam

©Protestante Digital 2014

viernes, 16 de mayo de 2014

Predicar: proclamar el Reino, el Evangelio y la Palabra. Fundamentos teológicos de la predicación (1)

Una ensalada de consejos vagos, sugerencias abstractas y exhortaciones muy generales, aunque vengan maquillados con textos bíblicos, no es un sermón, mucho menos palabra de Dios.
Por. Juan Stam, Costa Rica*
El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden; en cambio, para los que se salvan, es decir, para nosotros, este mensaje es el poder de Dios... Ya que Dios, en su sabio designio, dispuso que el mundo no lo conociera mediante la sabiduría humana, tuvo a bien salvar, mediante la locura de la predicación, a los que creen... Este mensaje es motivo de tropiezo para los judíos, y es locura para los gentiles, pero para los que Dios ha llamado, es el poder de Dios y la sabiduría de Dios. Pues la locura de Dios es más sabia que la sabiduría humana, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza humana... Yo mismo, hermanos, cuando fui a anunciarles el testimonio de Dios, no lo hice con gran elocuencia y sabiduría. Me propuse, más bien, estando entre ustedes, no saber de alguna cosa, excepto de Jesucristo y de éste crucificado  (1 Cor 1:18-2:2).
La predicación, en su sentido bíblico y teológico, es mucho más que sólo la entrega semanal de una homilía religiosa, con todo respeto por la importancia del sermón. Es más que una conferencia teológica o una charla sicológica o social. Es aún más que un estudio bíblico, elemento esencial de toda la vida cristiana. Entonces, ¿En qué consiste la esencia y el sentido de la predicación?
El griego del NT emplea básicamente tres términos para la predicación.
PROCLAMAR
El más común es kêrussô (proclamar), y su forma substantivada, kêrugma, ambos derivados de kêrux (heraldo; cf. 1 Tm 2:7; 2 Tm 1:11; 2 P 2:5).
En el vocabulario teológico moderno se ha creado también el adjetivo "kerigmático", lo que tiene que ver con la proclamación del kêrugma.
Otros conjuntos semánticos son euaggelizô (anunciar buenas nuevas), junto con euaggelion (evangelio) y euaggelistês (evangelista) y kataggellô (anunciar) también de la raíz aggelô (llevar una noticia; Jn 20:18) y aggelos (ángel, mensajero).
En todos esos vocablos se destaca el sentido de proclamar una noticia o entregar un mensaje. La predicación no consiste esencialmente en comunicar nuevas ideas sino en narrar de nuevo una historia, la de la gracia de Dios en nuestra salvación, y esperar que por esa historia Dios vuelva a hablar y a actuar.
LA PREDICACIÓN Y EL REINO DE DIOS
Al estudiar los aspectos y dimensiones de esta tarea kerigmática, nada mejor que comenzar donde comienza el NT. Juan el Bautista vino predicando en el desierto, "Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca" (Mt 3:1), y Jesús llegó con el idéntico mensaje, según Mt 4:17 (cf. Mr 1.14-15).
Jesús comisionó a los doce a proclamar el mismo mensaje (Mt 10:7; Lc 9:2). Más adelante el primer evangelista, escribiendo para los judíos, describe el ministerio de Jesús con las palabras, "Jesús recorría todos los pueblos y aldeas, enseñando (didaskôn) en las sinagogas, anunciando (kêrussôn) el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad" (Mt 9:35; Lc 8:1; cf. 4:43).
Según Lucas, el Cristo Resucitado también enseñó a los discípulos durante cuarenta días "acerca del reino de Dios" (Hch 1:3) y de la misión de proclamar ese reino hasta lo último de la tierra, hasta su venida (1:1-11).
El tema central de los tres primeros evangelios es la llegada del reino de Dios, que con seguridad refleja el mensaje original de Jesús. Muy relacionado con el tema del reino, Jesús proclamó también la libertad y la igualdad del Jubileo (Lc 4:18-19; cf. 7:22).
Aunque el tema del reino es menos presente en Pablo y en el cuatro evangelio, por las nuevas circunstancias culturales y políticas de su misión, sigue siendo muy importante (cf. Jn 3:3,5; 18:36). La labor misionera de Pablo se describe como "andar predicando el reino de Dios" (Hch 20:25), y en la fase final de su misión, ya como preso en Roma, Pablo "predicaba el reino de Dios y enseñaba acerca del Señor Jesucristo" (Hch 28:31). Es más, Jesús mismo, en su sermón profético, anuncia que "este evangelio del reino se predicará en todo el mundo" hasta el fin de la historia (Mt 24:14).
La expectativa del reino mesiánico pertenecía hacía siglos a la tradición judía; lo novedoso del evangelio del reino consistía en anunciar su inmediata cercanía (Mt 3:1; 4:17). Para Jesús, el reino no sólo está cerca sino que, en su persona, el reino se ha hecho presente (Mt 12:28; Lc 4:21; 11:20). Los apóstoles también proclamaban que los tiempos del reino habían llegado (Hch 2:16; 1 Cor 10:11; 1 Jn 2:18).
Por eso, predicar es "decir la hora" para anunciar que el reino de Dios ha llegado ya. La predicación es la proclamación de este hecho para interpretar bajo esta nueva luz el pasado, el presente y el futuro. "La predicación pone siempre en presencia de un hecho que plantea una cuestión" (Léon Dufour 1973:711). Esta nueva realidad exige una respuesta específica: arrepentimiento, fe y la búsqueda del reino de Dios y su justicia (Mat 6:33), o en una palabra, la conversión.
En conclusión: la proclamación del reino es parte central de la predicación, y también, la predicación es parte esencial de la dinámica del reino y un agente importante de su realización. Como señala González Nuñez, "La palabra de Dios es poder activo en la historia. Pero, además, ejerce en el mundo actividad creadora, empujando todas las cosas hacia su respectiva plenitud. Visto al trasluz de la palabra, el mundo se hace transparente... Creadora en el mundo, salvadora en la historia, la palabra de Dios es una especie de sustento, necesario para que la vida lo sea plenamente " (Floristán 1983:678). La palabra creativa de la predicación va acompañando la marcha del reino de Dios.
LA PREDICACIÓN Y EL EVANGELIO
Si bien el tema "reino de Dios" predomina en los evangelios sinópticos, en las epístolas paulinas, por razones relacionadas con su misión, apenas se menciona el reino y son muy típicas las frases "el evangelio" y "predicar el evangelio". Sin embargo, las epístolas de Pablo, por lo menos la mayoría de ellas cuya paternidad paulina no es cuestionada, son anteriores cronológicamente a los evangelios sinópticos. En ese sentido, la enseñanza del reino antecede a las epístolas (por venir del tiempo de Jesús) y a la vez es posterior a ellas (por la fecha en que fueron redactados los sinópticos). Eso refuta la tesis de que la iglesia había abandonado, o disminuido casi totalmente, el tema del reino y lo había sustituido con "el evangelio". "Reino" y "evangelio" son dos lados de la misma moneda.
La proclamación de las buenas nuevas de salvación es esencial a la tarea de predicación, tan urgente que Pablo una vez exclamó, "¡Ay de mí si no predico el evangelio!" (1 Cor 9:16). Más adelante en la misma epístola, Pablo define "el evangelio que les prediqué", y que él había recibido, como el mensaje de la muerte, sepultura y resurrección de Jesús (1 Cor 15:1-4). El anhelo de toda la vida de Pablo fue el de "proclamar el evangelio donde Cristo no sea conocido" (Rom 15:20). Toda predicadora fiel puede afirmar con Pablo, sin titubeos, "no me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para la salvación de todos los que creen" (Rom 1:16).
La predicación evangélica es en primer lugar "predicar a Jesucristo" y "el evangelio de Jesucristo" (Hch 20:24; 2 Cor 4:5; cf. 11:4), como Hijo de Dios (1 Cor 1:19; Hch 9:20), crucificado (1 Cor 1:23; Gal 3:1) y resucitado (1 Cor 15:11-12; Hch 17:18). En Gálatas 3:1, Pablo describe su predicación como si fuera dibujar el rostro de Cristo ante los ojos de los oyentes (kat' ofthalmous Iêsous Jristos proegrafê estaurômenos). En algunos pasajes se llama "el evangelio de Dios" (1 Ts 2:9; 2 Cor 11:7) o "el evangelio de la gracia de Dios" (Hch 20:24). Con una terminología levemente distinta, se llama también "el mensaje de la fe" (Rom 10:8; cf. Gal 1:23) o "el mensaje de la cruz" (1 Cor 1:18). En Efesios 2:17, Pablo describe a Cristo mismo como predicador del Shalom de Dios (cf. Hch 10:36). En conjunto, estos textos nos dan el cuadro de un evangelio integral en la predicación.
LA PREDICACIÓN Y LA PALABRA DE DIOS
Esa relación dinámica entre la proclamación y el evangelio del reino implica también la relación inseparable entre la predicación y la Palabra de Dios. Por eso, se repite a menudo que los apóstoles y los primeros creyentes "predicaban la palabra de Dios" (Hch 8:25 13:5; 15:36; 17:13), o sinónimamente, "la palabra de evangelio" (1 P 1:25) o "la palabra de verdad" (2 Tm 2:15). Otras veces se dice lo mismo con sólo "predicar la palabra" (Hch 8:4). El encargo de los siervos y las siervas del Señor es, "predique la palabra" (2 Tm 4:2), lo cual es mucho más que sólo pronunciar sermones.
La frase "palabra de Dios" tiene diversos significados en las escrituras y en la historia de la teología. La palabra de Dios por excelencia es el Verbo encarnado (Jn 1:1-18; Heb 1:2; Apoc 19:13, Cristo es ho logos tou theou).
En las escrituras tenemos la palabra de Dios escrita, que da testimonio al Verbo encarnado (Jn 5:39).
Pero la palabra proclamada, en predicación o en testimonio, se llama también "palabra de Dios", donde no se refiere ni a Jesucristo ni a las escrituras (Hch 4:31; 6:7; 8:14,25; 15:35-36; 16:32; 17:13; cf. Lc 10.16). Cristo es la máxima y perfecta revelación de Dios, quien después de hablarnos por diversos medios, "en estos días finales nos ha hablado por medio de su Hijo" (Heb 1:1-2, elalêsen hêmin en huiô, "nos habló en Hijo"). El lenguaje supremo de Dios es "en Hijo" y las escrituras son el testimonio inspirado de esa revelación, definitivamente normativas para toda proclamación de Cristo. Pero esa proclamación oral es también "palabra de Dios", según el uso bíblico de esa frase.
Esta comprensión de las tres modalidades de la palabra de Dios, y por ende de la predicación como palabra de Dios cuando es fiel a las escrituras, fue expresada en lenguaje muy enfático por Martín Lutero y reiterado con igual énfasis por Karl Barth (KB 1/1 107; 1/2 743,751). Según la Confesión Helvética de 1563, "la predicación de la palabra de Dios es palabra de Dios" (praedicatio verbi Dei est verbum Dei). Lutero se atrevió a afirmar que cuando el predicar proclama fielmente la palabra de Dios, "su boca es la boca de Cristo". Karl Barth hace suya esta teología de la predicación, para afirmar que la predicación es en primer término una acción de Dios (1/2 751) en la que es Dios mismo, y sólo Dios, quien habla (1/2 884).
Para muchas personas, que suelen entender "palabra de Dios" como sólo la Biblia, este descubrimiento tiene implicaciones revolucionarias para la manera de entender la predicación. Por un lado, magnifica infinitamente la dignidad del púlpito y el privilegio de ser portador de la palabra divino. También aumenta infinitamente nuestra expectativa de lo que Dios puede hacer por medio de su palabra, a pesar de nuestra debilidad e insuficiencia. Es una vocación demasiada alta y honrosa para cualquier ser humano. Así entendido, el carácter de la predicación como palabra de Dios nos dignifica y nos humilla a la vez.
Aquí vale para nuestra predicación la doble consigna de la Reforma de tota scriptura y sola scriptura. Pablo nos da el ejemplo de proclamar "todo el consejo de Dios" (Hch 20:20,27; Col 1:2), sin quitarle nada, y tampoco añadirle "nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron..." (Hch 26:22). Quitamos de las escrituras cuando sólo predicamos sobre ciertos temas o de ciertos libros y pasajes de nuestra preferencia. En ese sentido, predicar desde el calendario litúrgico tiene dos grandes ventajas: obliga al predicador a exponer toda la amplísima gama de enseñanza bíblico, y liga la predicación con la historia de la salvación (no sólo navidad y semana santa, sino ascensión, domingo de Pentecostés, etc.). Pero esa práctica no debe desplazar la predicación expositiva de libros enteros, teniendo cuidado de incluir en la enseñanza los diferentes estratos y géneros de la literatura bíblica.
Aún mayor es la tentación en la predicación de añadir al texto, como si él no fuera suficiente. Un sermón fiel a la Palabra de Dios parte del texto bíblico y no sale de él sino profundiza en su mensaje hasta el Amén final (Hch 2:14-36; 8:35). Muchos predicadores se dedican más bien a sacar inferencias del texto, que aún cuando fueren totalmente válidas lógicamente, no son bíblicas y puede hasta contradecir el sentido del texto. Una ensalada de consejos vagos, sugerencias abstractas y exhortaciones muy generales, aunque vengan maquillados con textos bíblicos, no es un sermón, mucho menos palabra de Dios. El sermón no debe ser una simple antología de ilustraciones, anécdotas y ex abruptos sensacionalistas. El sermón tampoco es el lugar para ventilar las opiniones personales del predicador, que no surgen de la palabra de Dios ni se fundamentan en ella. En la predicación contemporánea priva un "opinionismo" que raya con el sacrilegio.
El humor debe tener su debido lugar en la predicación (la Biblia misma es una fuente rica de humor), pero siempre en función del texto y no como fin en si mismo. El humor debe iluminar el mensaje del texto. Jugar con la palabra de Dios es pecado, como lo es también volverla aburrida. Los predicadores tienen que saber moverse entre la frivolidad por un lado, y la rutina seca y el aburrimiento por otro lado. La jocosidad frívola puede ayudar para el "éxito" del sermón y la popularidad del predicador, pero será un obstáculo que impida la eficacia del sermón como palabra de Dios. Hay dos peligros que evitar en la predicación: la frivolidad, y el aburrimiento.
La predicación es una tarea bíblica, es decir, exegética y hermenéutica. Bien ha dicho Bernard Ramm (1976:8) que la primera preocupación del predicador no debe ser homilética (¿Cómo predico un buen sermón?) sino hermenéutica (¿Cómo oigo la palabra de Dios, y la hago oír?). Antes del sermón la predicadora se encuentra con Dios en y por el texto, luchando con Dios y el texto hasta recibir de Dios una palabra viva que sea a la vez fiel y contextual. Al presentarse ante la comunidad, plasma ese encuentro en un sermón para compartir ese encuentro con los demás y buscar juntos la presencia del Señor y escuchar juntos su voz.
La única meta del sermón, la mayor responsabilidad del predicador y el criterio exclusivo del resultado de la predicación, todos responden a la pregunta central, si se proclamó fielmente la palabra de Dios. El predicador no predica para complacer a los oyentes, para manipular sus emociones ni para lograr cambios religiosos y morales en ellos. Su tarea es proclamar la palabra de Dios; no predica buscando esa transformación sino esperándola como resultado indirecto por la obra del Espíritu Santo. Mucho menos debe predicar con la motivación de lograr éxito y fama como orador o erudito bíblico.
Atreverse a predicar como Dios quiere, es un acto de amor, de humildad y de abnegación. William Willimon ha señalado que el verdadero predicador tiene que amar más a Dios que a su congregación. Es una gran tentación para el predicador buscar en su ministerio la realización de sus propios intereses y metas. La predicación fiel comienza en el corazón del predicador. Es un corazón con un supremo amor a Dios y su palabra, aun más que a la congregación y mucho más que a sí mismo.
PELIGROS DE LA FALSA PREDICACIÓN
Pasa con la predicación igual que con la profecía: la predicación fiel siempre va acompañada por la predicación falsa, que busca complacer a la gente, se dirige por las expectativas del público y les enseña a decir "Señor, Señor" pero no a hacer la voluntad del Padre celestial (Mt 7:21-23). Por eso, la iglesia debe vigilar su púlpito con todo celo en el Espíritu. No debe dejar a cualquiera que "habla lindo" ocupar ese lugar sagrado sino sólo a los que se han demostrado maduros, bien centrados en la Palabra y consecuentes en sus vidas. No cabe duda que el descuido en este aspecto ha producido desviaciones y aberraciones en las últimas décadas, produciendo daños muy serios en la iglesia.
Es urgente también ir enseñando a las congregaciones lo que bíblicamente deben esperar de un predicador y de un sermón. Mucho del desorden de las últimas décadas se debe a la gran falta de discernimiento de los mismos oyentes. A pesar del exagerado número de horas que pasan escuchando sermones, en general no se logra una adecuada formación bíblica y teológica para discriminar entre predicación fiel y predicación "bonita", conmovedora o sensacionalista pero no bíblica. Hace años el destacado orador evangélico, Cecilio Arrastía -- ¡un verdadero modelo de predicador fiel! -- hablaba de la congregación como comunidad hermenéutica en que todos sepan interpretar la palabra y distinguir entre lo bueno y lo malo en la predicación (1 Ts 5:21; Hch 17:11; 1 Cor 14:29).
¡Imploremos al Espíritu de Dios que unja a nuestros predicadores y congregaciones con amor a la palabra y discernimiento acertado ante estos abusos!
 La próxima semana veremos la relación de la predicación con el Espíritu de Dios, los sacramentos, el culto y como voz profética.
BIBLIOGRAFÍA:
Barth, Karl, La proclamación del evangelio (Salamanca: Sígueme, 1969).
Fee, Gordon D. y Douglas Fee, La lectura eficaz de la Biblia (Miami: Editorial Vida, 1985)
Floristán, Casiano y Juan José Tamayo ed., Conceptos fundamentales de pastoral (Madrid: Cristiandad 1983), "Kerygma" 542-549; "Predicación", 817-830.
Léon-Dufour, Léon-Dufour Xavier, Vocabulario de teología bíblica (Barcelona: Herder 1973)
Sacramentum Mundi, Karl Rahner ed (Barcelona: Herder 1984) 4:193-199, "Kerygma"; 5:147-159, "Palabra; Palabra de Dios" y 5:535-542, "Predicación".
Ramm, Bernard, The Witness of the Spirit (Grand Rapids: Eerdmans, 1959).
Ramm, Bernard, La revelación especial y la palabra de Dios (BsAs: Aurora, 1967)
Ramm, Bernard, "Interpretación bíblica" en Diccionario de Teología Práctica, Rodolfo G. Turnbull ed. (Grand Rapids: T.E.L.L., 1976), pp. 5-19.
Stam, Juan, Apocalipsis y profecía (Bs.As.: Kairos 1998, pp. 26-50; 2004:33-64).
Stam, Juan, Haciendo teología en América Latina, Tomo II (San José: Ubila, 2005), pp. 379-389.

Autores: Juan Stam

©Protestante Digital 2014

martes, 13 de mayo de 2014

Denominacionalismo: ¿Estrategia divina o estrategia satánica?

Por. Oscar Fernández Herrera*
Esta época del posmodernismo, en la que la libertad y el respeto es primordial para los derechos del ser humano, se ha aprovechado, al parecer, para poder tener fraccionada a la iglesia de tal manera que exista una para cada gusto y que cada quien pueda escoger la congregación a la que asistir, dependiendo precisamente del gusto personal. Si se desea una congregación conservadora, nos encontramos con una amplia gama entre la que se puede seleccionar desde la ultraconservadora hasta la moderadamente conservadora; si se prefiere asistir a una congregación liberal también hay donde elegir, incluso hasta las que rayan el libertinaje. Además, dentro del menú a seleccionar están las iglesias que aplauden y las que no, las que danzan al estilo hebreo y las que no mueven ni una pestaña; se puede escoger entre las que permiten a sus feligresas usar pantalones y las que el uso de tal prenda es una apostasía de la fe. Podemos encontrar congregaciones que permiten las manifestaciones pentecostales y las que no, las que bautizan por inmersión y las que lo hacen por aspersión, las que la liturgia tiene un orden invariable e inviolable, o las que dicha liturgia no tiene ningún orden previo con el objetivo de “darle libertad al Espíritu”. También se puede optar por iglesias antiguas, modernas y posmodernas; las que usan solo la pandereta o tamborín para sus cantos y las que tienes sus grupos de alabanza dignos de Broadway y, por supuesto, están las congregaciones que no permiten tener ni un solo instrumento en su liturgia. De la misma manera que existen muchos sabores de helado, también encontraremos una gran gama de estilos litúrgicos, y esto sin incluir a las diferentes sectas, que añaden más variedad al menú eclesial.
Se podrían seguir citando ejemplos de estilos de “hacer iglesia” hasta la extenuación. Lo interesante de esto es que, al parecer, todos tienen razón, porque son capaces de defender su posición utilizando pasajes bíblicos para sostener su dogma; tienen argumentos de peso que se defienden a capa y espada para mostrar a los diferentes “públicos” que son una opción viable y que pueden ser el vehículo ideal para llevar a su membresía hasta los mismos pies del trono de Dios.
¡Claro! Estamos en la edad de la diversidad, en la época de la globalización y, por lo tanto, debe existir el respeto, el derecho a pensar y a ser diferente. Esto puede parecer algo obvio y sin posibilidad de ser rebatido, ya que cualquiera que se atreva a decir que esta o aquella posición es incorrecta será sujeto de crítica, y corre el riesgo de ser excomulgado de su comunidad de fe si tan solo se atreviera a preguntar algo con respecto a algún asunto que inquiete su espíritu. Por supuesto, si esa inquietud tuviera que ver con algo que ha dicho el pastor, profeta o apóstol, no sólo sería excomulgado, también correría el riesgo de convertirse en el receptor de la palabra de maldición de esos semidioses por atreverse siquiera a pensar algo en contra de sus palabras. Quizás esto sea una mera exageración o sólo un ejemplo de increíble imaginación.
De todas maneras, la pregunta es: ¿Por qué existen tantas denominaciones en el pueblo protestante? Un día un buen amigo me preguntó: “¿Por qué si ustedes dicen que son los que tienen la verdad –refiriéndose a los protestantes– son tantos y pareciera que todos piensan diferente y nunca logran ponerse de acuerdo, y no tienen una sola cabeza como nosotros? ¿Será que esa gran cantidad de pensadores dan reales opciones para que la gente pueda elegir dónde asistir? ¿Dejó nuestro Señor Jesús las denominaciones establecidas?”
La respuesta absoluta a la última pregunta es un no. Jesús no dejó ningún tipo de denominación establecida, lo cual no quiere decir que en su época, o en las inmediatamente posteriores, no se diesen problemas de división que atentaran contra su enseñanza. Incluso Él mismo avisó de que un reino dividido no podría prevalecer cuando en Mateo 12.25 dice: “…toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá”, lo cual es una gran verdad porque, como dice el refrán: “En la unión está la fuerza”.
El texto del Nuevo Testamento no ignora los problemas que tenía la iglesia primitiva, de hecho, nos muestra algunos de esos problemas ya en los orígenes de la misma. Justo González en su libro Historia del Cristianismo, Tomo I, nos dice:
“… durante varios siglos Palestina había estado dividida entre los judíos más puristas y aquellos de tendencias más helenizantes. Es a esto que se refiere Hechos 6:1 al hablar de los “griegos” y los “hebreos”. No se trata aquí verdaderamente de judíos y gentiles —pues todavía no había gentiles en la iglesia, según nos lo da a entender más adelante el propio libro de Hechos— sino más bien de dos grupos entre los judíos. Los “hebreos” eran los que todavía conservaban todas las costumbres y el idioma de sus antepasados, mientras que los “griegos” eran los que se mostraban más abiertos hacia las influencias del helenismo” (pág. 36).
Resulta obvio que ya existía una división entre los diferentes grupos que conformaban la naciente iglesia, y si leemos el texto bíblico nos encontraremos con que en 1 Corintios 3 Pablo hace referencia a una discusión entre los que se consideraban de Apolos y los que se consideraban de Pablo, y el apóstol les exhorta al respecto.
El historiador González, en la obra ya mencionada, hace referencia al hecho de que las iglesias “trataban de reclamar para sí un origen directamente apostólico” y que estas rivalizaban entre sí por poner de manifiesto cuál era más apostólica o más original que la otra e incluso se dice que “la iglesia de Alejandría rivalizaba con las de Antioquía y Roma; ella también tenía que reclamar para sí la autoridad y el prestigio de algún apóstol”. Esto es sólo un ejemplo del gran problema de división que ya sufría la iglesia naciente.
Si damos un salto histórico, nos encontraremos con un desarrollo de la iglesia lleno de intrigas, luchas sociales, políticas y económicas que darán lugar a una iglesia formada por obispos y papas, enemigos los unos de los otros, donde se comercializa la fe y los asuntos sagrados se diluyen en asuntos políticos y económicos hasta que comienzan los movimientos de reforma que, de forma equivocada, se identifican con Lutero, puesto que estos ya habían empezado mucho antes.
No es el propósito de este escrito entrar en detalles históricos, pero lo que sí se puede constatar es que, en la trayectoria de la iglesia, la división siempre ha estado presente. El proceso reformador se hizo eco de los pensamientos y de las discusiones de la época desde una determinada filosofía y una comprensión de la Biblia, en las que no nos vamos a detener, aunque sí hay que decir que cada uno de los diferentes pensadores creían lo que exponían con la convicción de poseer argumentos razonables y razonados, lo cual contribuyó a generar más divisiones.
Se dice que los reformadores Lutero y Zwinglio se reunieron para revisar sus posiciones teológicas, que de hecho coincidían en muchos puntos, pero que no pudieron ponerse de acuerdo porque en uno de los desacuerdos no estuvieron dispuestos a dar su brazo a torcer. Por lo tanto, si desde la Reforma nos encontramos con dicha actitud entre sus líderes, ¿Qué podría esperarse de lo que viniera después?
Llegó el movimiento anabaptista y Calvino en diálogo con diferentes conceptos del pensamiento de Lutero y otros, con diferencias que, al parecer, no eran insalvables. Entran en escena Erasmo, Juan Knox y otros teólogos, que desarrollaron el protestantismo en España. Después, los procesos de colonización de Las Américas a partir de los cuales el cristianismo, reflejado en la iglesia católica, llegó a nuestras tierras a través de procesos evangelizadores como el de Fray Bartolomé de las Casas y otros. Se puede decir que en esa época se cometieron las mayores injusticias y atrocidades en la historia de Latinoamérica en el nombre de Dios, aunque al fin y al cabo el evangelio llegó a estas tierras.
Si seguimos indagando en la historia, nos encontraremos con el pietismo luterano y los moravos, y después con Juan Wesley y los metodistas. También, si leemos a González nos encontraremos con el protestantismo en los Estados Unidos, que poco a poco comenzó a desarrollar una teología que, en el transcurso del tiempo, llegó a los países latinos.
En el devenir de la historia empiezan a darse una serie de trasformaciones teológicas, y surgen movimientos que salen unos de otros simplemente porque no comulgan con los criterios originales. De esta forma, de las tradiciones protestantes surgen otros protestantes que se multiplican de manera exponencial. De ahí que nos encontremos con una iglesia fraccionada en cientos de denominaciones que no se toleran unas a otras debido a sus diferencias dogmáticas.
Con tristeza escuché a un pastor contarme que un colega de una denominación diferente a la suya le llamó la atención porque estaba evangelizando en la zona de su iglesia, y le rogaba –por decirlo de una manera elegante– que no lo hiciera  porque ese era su terreno y no debería predicar allí. Otro pastor me comentó que, en su visita a un país extranjero, se presentó ante las autoridades de su propia denominación, las cuales le dijeron que, si deseaba predicar en sus iglesias, la carta de presentación del presidente de la denominación de su país no era suficiente, por lo que debía pasar un examen teológico con el objetivo de comprobar si compartían los mismos puntos de fe o no, a pesar de pertenecer a la misma denominación. Y la historia de otro pastor de una zona semi-rural que recibió la visita de un colega de la ciudad y éste con amor fraternal le dijo: “Cuídense, póngase vivos, porque estoy pensando en poner una filial de nuestra iglesia en esta zona y los puedo dejar sin miembros.”
Estoy de acuerdo con el hecho de que la Palabra nos enseña que un cuerpo está formado por muchas partes y que cada parte tiene su función específica que Dios ha equipado con diferentes dones y capacidades; pero en el cuerpo, una mano no se levanta para cortar un pie, o los dientes no se usan para arrancar un trozo de carne de la pierna.
Esto nos lleva a plantearnos nuevas preguntas: ¿Puede estar el cuerpo de Cristo tan dividido? ¿Es bíblica tanta división? ¿Existe una Iglesia como cuerpo de Cristo? ¿Qué está sucediendo con tantas denominaciones, aparte de las que surgen cada día? ¿Es una estrategia divina o satánica?

*Oscar Fernández Herrera. Estudió Maestría en Liderazgo Organizacional, Gerencia de proyectos y Orientación Familiar. Es Bachiller en Teología y ejerce como profesor, terapeuta/consejero y director del Ministerio Internacional Formador de Formadores.

Fuente: Lupaprotestante, 2014.

viernes, 9 de mayo de 2014

Richard Dawkins: "Cristianos existen por accidente"

Richard Dawkins se ha caracterizado por promover el “nuevo ateísmo moderno”, una de sus muchas conferencias se ha vuelto viral porque argumenta que “uno es de una religión por un accidente geográfico”.
En la exposición en video de Dawkins un estudiante cristiano le planteaba qué pasaría si su ateísmo estuviese equivocado.
“¿Qué ocurre si me equivoco? Bueno, todos podemos estar equivocados; todos podríamos estar equivocados acerca del Monstruo de Espagueti Volador, el unicornio rosa invisible y la taza de té voladora.
Doy por hecho que te has formado en la fe cristiana. Ya sabes lo que es no creer en una fe en particular porque no eres musulmán ni hindú. ¿Por qué no eres hindú? Porque resulta que te has educado en los Estados Unidos y no en India. Si hubieras nacido en India serías hindú, si hubieras nacido en Dinamarca en la época de los vikingos creerías en Wotan y Thor, si hubieras nacido en la Grecia clásica creerías en Zeus, si hubieras nacido en centroáfrica creerías en el Gran Yuyu de la Montaña. No hay ninguna razón en particular para elegir al Dios judeo-cristiano en el cual te han educado por puro accidente y así vengas a preguntarme qué ocurre si me equivoco. ¿Qué ocurre si tú te equivocas acerca del gran Yuyu en el fondo del mar?”. El vídeo ha sido visto por 3,8 millones de usarios.
El ateo está obligado creer que las demás religiones están erradas
Parte de la respuesta a esta “acusación” la dio C.S.Lewis, que era un ex-ateo y entendía la superficialidad de esta visión.
“Si alguien es cristiano, no necesita creer que todas las otras religiones están equivocadas de principio a fin. Un ateo sí tiene que creer que el punto central de todas las religiones del mundo es simplemente un gran error. Si se es cristiano, se es libre de pensar que todas las religiones, incluso las más extrañas, contienen al menos un indicio de la verdad. Cuando yo era ateo, tenía que persuadirme de que la mayoría de la raza humana siempre ha estado equivocada en aquello que le importa más; cuando me hice cristiano, mi perspectiva se amplió”, escribió en “Mero Cristianismo”.
La otra parte de la respuesta consiste en señalar que hay muchas personas que tienen una fe religiosa que no es fruto del “dios en el que te han educado por puro accidente”.
Para empezar, los países de cultura judeocristiana no lo son “por puro accidente”. Lo son porque miles y miles de personas se entregaron como misioneros, evangelizaron, bautizaron, predicaron, murieron mártires, levantaron hospitales y escuelas, exploraron territorios salvajes, negociaron con pueblos desconocidos, tuvieron hijos, les transmitieron la fe, emigraron en duras condiciones, consagraron sus vidas a la misión, copiaron y tradujeron los textos bíblicos y sobrevivieron a las persecuciones… Todo eso requirió mucho esfuerzo, sangre, compromiso y voluntad: no fue “puro accidente”.
Fe no geográfica
La fe no es “geografía”, aunque tiene mucho de demografía. Los territorios no tienen religión: la religión la viven las personas y la llevan con ella. En Arabia Saudí está prohibido predicar el Evangelio pero viven allí más cristianos que nunca, cientos de miles, inmigrantes de Filipinas, India u otros países árabes. Y en la católica España, uno de los nombres mayoritarios de bebés es “Mohamed”: los musulmanes tienen más hijos que los agnósticos o católicos sociológicos.
Si exceptuamos algún vikingo católico muerto quizá en las costas canadienses en la Edad Media, antes de 1492 no había en América nadie de cultura judeocristiana. Hoy hay 953 millones de personas en este continente, y el 99% son de cultura judeocristiana. No por “puro accidente”, sino porque muchos se esforzaron mucho para que así fuese.
Ateos terminan cristianos
Por otra parte, los hijos de los ateos en EEUU suelen hacerse cristianos. Una revisión de los datos del PewForum de 2008 sobre religión en Estados Unidos, realizada recientemente por el blog especializado en socio-estadística religiosa Nineteensixty-four.blogspot.co.uk, revela que sólo un 30% de los que fueron educados como ateos en su infancia y adolescencia se mantienen como tales en su vida adulta.
Es decir, los padres que educan a sus hijos en el ateismo deben esperar que lo abandonen al crecer, en un 70% de casos.
Pero, ¿a dónde van esos ex-ateos? Al crecer, el 30% de los que eran ateos en su infancia se hacen protestantes: un porcentaje impresionante. Uno de cada diez niños ateos, al crecer se hace católico. Un 2% se hace judío (lo más común es que sean mujeres que se casan con judíos). Y un 1% se hace mormón y otro 1%, pagano. El resto, se suma a los “nones” (no religiosos, pero que no se declaran ateos).
Pero si no es “puro accidente”, como dogmatizaba Dawkins, ¿qué mueve a los conversos? Un libro único, recientemente publicado, que responde a esto es “Conversos modernos a micrófono abierto” (De Buena Tinta), del periodista y escritor catalán Jacinto Peraire Ferrer.
Pero “Conversos modernos a micrófono abierto” es único porque recoge 350 testimonios en apenas 320 páginas, le dedica a cada uno 4 párrafos, le permite a cada uno decir con sus propias palabras un par de frases clave (“el micrófono abierto”) y, sobre todo, los clasifica en categorías.
Al dogma “usted es cristiano por puro accidente”, la clasificación de categorías responde: hay gente que se hizo cristiana porque:
Tuvo una conversión sobrenatural, de golpe, inesperada, como Pablo en el Camino de Damasco (11 ejemplos, entre ellos el filósofo Manuel García Morente y la escritora María Vallejo-Nájera)
Vivía en el comunismo, el agnosticismo y el ateísmo y no le llenaba, pero algo le llevó a la trascendencia y a Dios (18 casos, incluyendo el político Aldo Brandirali, la bisnieta de la Pasionaria, Anna Biriukov, el rico banquero Oliver Sachs, la hija de Stalin, Svetlana, el ex-marxista Gerard Daly, el escritor Vittorio Messori (que escribió su testimonio en su interesante libro “Por qué creo”)…

No hay “puros accidentes”: hay historias, hay extrañas coincidencias providenciales, hay un Autor.

Fuente: Europa Press / Noticia Cristiana