El texto de Loaysa es una reflexión política, donde se mantiene contrario a los comuneros de Castilla y partidario del Emperador a quien estimó considerablemente. Antes de marchar a Roma para preparar el Concilio y por tanto antes de dejar el cargo de confesor, sostuvo una interesante correspondencia con el Emperador y su secretario Cobos.
El texto que cita Melquíades Andrés es el siguiente: “Algún día me dijo V.M. que deseaba emplear su vida en defensión de la fe, porque con otra cosa no parecía poder recompensar las infinitas mercedes que de Dios avíades recibido. Ahora es, comienza el tiempo en que V.M. entienda si eran ypócritas y falsas aquellas palabras, o si eran cordiales y verdaderas”. Loaysa era buen jurista, religioso eximio, consejero recto, a veces duro y acaso algo entrometido, dada la difícil y recia psicología del Emperador. Por eso probablemente fue apartado de la corte y enviado a Roma. En carta a Carlos V enjuicia el hecho con extrema dureza: “Yo, a Dios gracias, estoy bueno y no me falta deseo de serviros, ni a Vuestra Majestad sin razón de haberme desterrado de vuestro servicio, mucho más en ofensa de vuestra anima y servicio, que en gloria de los que movidos de envidia esto deseaban”. No me extrañaría que una de las causas del alejamiento hubiera sido la línea de fuerza que Loaisa propiciaba en 1530, en una corte partidaria del pacifismo erasmista en relación con el luteranismo – dirá Andrés.
El pasaje en que Loaysa pone en relación a comuneros y luteranos pertenece a una carta dirigida desde Roma al Emperador el día 8 de octubre de 1530: “Hame pesado en el corazón la desvergüenza y porfía que esos herejes han tenido en sus errores, y mucho más de la poca esperanza que queda de concierto, y sobre todo me duele la mala disposición que veo para el verdadero remedio que es la fuerza. Siempre los comparé con los comuneros de Castilla, que buscando el camino de blanduras y medios más que honestos, perdimos el tiempo sin hacer ningún fructo, hasta que se tomó con ellos el cierto y perpetuo remedio que fue la guerra. Sin duda ninguna por este norte se habla de navegar en este piélago de maldades”.
La visión que tiene Loaisa es que el movimiento luterano, y protestante en general, no se estaba atajando pues consideraba fracasados todos los métodos pacíficos. Por eso Loaisa escribirá con crudeza e ironía: “Señor, en otras letras he dicho que este nombre de concilio aborresce el Papa como si se mentase al diablo”(…): “Señor, siempre escribí que esos no dejarían sus herrores aunque les prometiésedes diez concilios, cuanto más uno...”“Trabajéis de persuadir esos herejes tomen algún buen medio en sus errores, moderandolos en la sustancia, permitiéndolos en lo ceremonial de tal manera que queden vuestros servidores en todo caso, y ansí lo sean de vuestro hermano; y si quisieren ser perros, séanlo y cierre Vuestra Majestad sus ojos, pues no tenéis fuerza para el castigo, ni manera alguna para sanallos a ellos ni a sus subcesores... De forma, Señor, que es mi voto que, pues no hay fuerzas para corregir, que hagais del juego maña, y os holguéis con el hereje como con el católico, y le hagais merced, si se igualare con el católico en servicios. Quite ya a V.M. fantasía de convertir almas a Dios; ocupaos de aquí adelante en convertir cuerpos a vuestra obediencia... Este es mi consejo y ansí le firmaré de mi nombre”.
Juan de Vergara pertenece a la generación de los descubrimientos y a las primeras promociones de la Universidad de Alcalá. En 1533 es detenido y acusado de luterano y Longhurst relaciona a Lutero con las comunidades de Castilla en este proceso, pues Vergara conoció su génesis, desarrollo y consecuencias. En el proceso de María de Cazalla y en este de Vergara, Lutero es mirádo con simpatía, siempre como reformador de la iglesia y no como hereje o cismático. El pasaje que ya hemos citado en este libro y en el que se cita a las comunidades es este: “Al principio, quando Lutero solamente tocaba en la necesidad de la reformación de la Iglesia y en artículos concernentes corruptionem morum todo el mundo lo aprobaba y los mesmos que scriben contra él, confiessan en sus libros que al principio se le afficionaron. Y quasi lo mesmo acaeció en España en lo de la comunidad, que al principio, quando parecía que solamente se pretendía reformación de algunas cosas, todos lo favorecían; más después que la gente se comenzó a desvergonzar y desacatar, apartaronse los cuerdos y persiguiéronla. No había cosa más común, al principio, que de dezir unos: Mirád como no se han de levantar Luteros; otros, razón tiene Lutero en lo que dize; otros, bien hizo Lutero en quemar los libros de canones y decretos, pues no se usa dellos. E nadie se escandalizaba entonces desto. Quanto más que, como en Mahoma se podría loar que quitó el vino a los moros y que les mandó guardar verdad y justicia: así por ventura podrá alguno loar algo en Lutero: pues nihil est oc omni parte malum”. Con Lutero, reformador, todos estaban de acuerdo. Todos querían la reforma de la Iglesia in capite et in membris. El reverso de la medalla considera al luteranismo posterior teológico, político, litúrgico,...
Artículos anteriores de esta serie:
1España: comuneros y luteranos
*Manuel de León es escritor e historiador
Fuente: © M. de León. ProtestanteDigital.com (España, 2010).
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