miércoles, 28 de abril de 2010

Pedofilia y poder sagrado

Por Pablo Richard, Costa Rica.

Introducción:
“Al que escandalice y haga caer a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le sería que le amarraran al cuello una gran piedra de molino y que lo hundieran en lo más profundo del mar” (Palabra de Jesús en Mat 18, 6 y textos paralelos: Mrc 9, 42 // Lc 17, 2).
Mi intención con este artículo no es solo profundizar en los testimonios sobre la pedofilia en la Iglesia, sino ir a las causas, raíz y consecuencias de esta perversidad. La pedofilia, y otras iniquidades similares, ha desencadenado una crisis en la Iglesia, que no es una crisis temporal, que pueda ocultarse y olvidar, sino una crisis profunda de credibilidad, que puede durar muchas décadas para ser resuelta.
1: La Iglesia entre la iniquidad y la liberación
Un hecho revelador es confrontar la actitud de la Iglesia frente a la pedofilia y la actitud radicalmente diferente de la misma Iglesia frente a la Teología de la Liberación. Por un lado, la jerarquía fue permisiva, tolerante, legitimadora y encubridora de la pedofilia. Por otro, casi en el mismo tiempo, la Jerarquía de la Iglesia tuvo una vigilancia extrema de la Teología de la Liberación, que llevó a muchas condenas y medidas altamente represivas y bien publicitadas. Tuvimos un modelo de Iglesia donde se abusó de los niños y se los dañó, profundamente, en su naturaleza humana. Casi en la misma época tuvimos otro modelo que optó por los pobres y buscó su liberación. A la Teología de la Liberación se le exigió fidelidad irrestricta al dogma católico y obediencia al Sumo Pontífice. A la Iglesia que sufría el problema de los clérigos pedófilos se le impuso guardar silencio, ocultar los hechos, incluso en casos graves, guardar la información como “secreto pontificio” (véase carta de Hans Küng a los obispos del 15 abril 2010).
2: Crisis de una Iglesia cuyo poder es la institución, la ley y el dogma
Nos dice Pablo de Tarso: “Han roto con Cristo todos cuantos buscan la justicia en el cumplimiento de la ley. Han caído en desgracia. Nosotros, en cambio, esperamos la justicia anhelada por medio del Espíritu y de la Fe” (Gal 5, 4-5). Existe un modelo de Iglesia que busca la justicia en el cumplimiento fiel de la ley, de la norma, del canon, del dogma, de la doctrina, de la rúbrica y de la estructura jerárquica. Hay otro modelo de Iglesia que busca la justicia en una actitud crítica frente la ley, el dogma y la estructura jerárquica de la Iglesia. Esta búsqueda se hizo efectiva en una nueva manera de hacer teología (la Teología de la Liberación), de ser Iglesia (las Comunidades de Base), de interpretar la Biblia (la Lectura comunitaria de la Biblia) y un modo nuevo de organizar los ministerios y de celebrar la liturgia, al margen de la rúbrica y de la ley. La Iglesia que buscó la justicia en la defensa absoluta de la ley “rompió con Cristo y cayó en desgracia”. La pedodfilia es un signo de esta ruptura y de esta desgracia. La Iglesia de la ley ya no es una Iglesia que busca la justicia por medio del Espíritu y de la práctica de la Fe.
"La ira de Dios se revela desde el cielo sobre toda impiedad e iniquidad de los que pervierten la verdad con la iniquidad. Habiendo conocido a Dios se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció. Ya que juzgaron inútil conocer a Dios, Dios los abandonó a los errores de su propio juicio, de tal modo que hacen absolutamente todo lo que es malo: injusticia, perversidad, codicia, maldad, desafían a Dios, son altaneros, orgullosos, farsantes, insensatos, desleales, sin amor y despiadados” (carta de Pablo a la Iglesia de Roma: 1, 18-30). “Ninguna condenación existe para los que viven en Cristo Jesús, porque la ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del pecado y de la muerte. (8, 1-2).
3: Leyes, estructuras y dogmas que dieron vida a la perversión
a) La ley del celibato obligatorio
El celibato obligatorio puede dañar, profundamente, la naturaleza humana. Una excepción, a la luz de los Evangelios, sería el celibato asumido libremente por causa del Reino de Dios, sean éstos clérigos o laicos. De hecho hay médicos, enfermeras, educadores y muchas otras personas que entregan su vida entera al servicio de los pobres, dentro o fuera de la Iglesia. En los seminarios y en los retiros espirituales a los sacerdotes se habla mucho de “crucificar la sexualidad”. Otras veces se dice que las desviaciones de tipo sexual son subjetivas y pueden ser superadas con la oración, con una buena disciplina y orientación psicológica, que no es dada normalmente por psicólogos, sino por “directores espirituales”, dañados ellos mismos por el celibato obligatorio.
b) La misma ley que justifica el celibato y condena la homosexualidad
La homosexualidad es una opción legítima, cuando está guiada por una ética de amor y fidelidad. Un problema frecuente surge cuando se utiliza la condición clerical para encubrir la homosexualidad. La perversión no es la homosexualidad, sino la utilización de la institución eclesial para encubrirla. La homosexualidad manipulada, reprimida y ocultada puede ser causa de serias perversiones sexuales. El Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado del Vaticano, en su visita a Chile, sentenció que no existe una relación entre celibato y pedofilia, sino entre homosexualidad y pedofilia, y que esta constatación estaría fundada en serias investigaciones científicas de psicólogos y psiquiatras. El cardenal en una sola declaración buscó justificar el celibato y condenar la homosexualidad, con lo cual negó toda culpabilidad de la Iglesia en los delitos de pedofilia y culpabilizó de estos delitos a los homosexuales.
c) La ley absoluta en Iglesia de incluir solo hombres en su jerarquía
La Iglesia católica es la institución religiosa más antigua y poderosa, donde toda su estructura jerárquica es, exclusivamente, de hombres. Una revista (Newsweek) habló del “club masculino más exitoso e indestructible en toda la historia”. El papa en Roma, el obispo en su diócesis y el párroco en su parroquia son el poder sagrado masculino más antiguo en la Iglesia.
La exclusión de la mujer de la estructura jerárquica de la Iglesia Católica es la otra cara de la masculinización absoluta del ministerio clerical. Esta situación transforma a la jerarquía eclesial en un espacio donde todo es discutido y decidido entre hombres. ¿Cual sería la posición de esa jerarquía si la pedofilia fuese discutida entre hombres y mujeres? ¿Cómo sería la Iglesia Católica si el cargo actual de Secretario de Estado lo ejerciera una mujer ordenada cardenal o si una mujer estuviera a cargo de un dicasterio en el Vaticano?
d) Confrontación de la Iglesia Católica con la modernidad
La Iglesia, desde el siglo XIX se ha visto amenazada por la modernidad. Por eso redactó el “Sílabo de los errores modernos”. El Concilio Vaticano Primero (1869-1870), enfrentó la “civilización moderna” cuando afirma la autonomía de la razón, del individuo, del Estado y de las ciencias frente a la Iglesia Católica.
Algunas conclusiones del Concilio Vaticano Primero:
Que la Iglesia es una “sociedad verdadera, perfecta, espiritual y sobrenatural”, que la Iglesia es “indefectible” e “infalible”. Se define el primado del Romano Pontífice, la soberanía temporal de la Santa Sede y la función del papa como juez supremo de cualquier controversia eclesiástica, mientras que él no puede ser juzgado por nadie, ni siquiera por el concilio. Finalmente, se proclama “como dogma divinamente revelado que el romano pontífice, cuando habla ex cáthedra, goza de infalibilidad”. Mientras tengamos un modelo de Iglesia marcado por esta tradición conservadora, la jerarquía católica será incapaz de aceptar los mejores logros de la modernidad, especialmente en materia de sexualidad humana.
e) La ley que une perversión sexual y poder sagrado
El arzobispo de Poitiers, monseñor. Albert Rouet, en un libro suyo titulado: J'aimerais vous dire” (Bayard, 2009), escribe: “La Iglesia Católica ha estado sacudida durante varios meses por la revelación de escándalos de pedofilia. ¿Es todo esto una sorpresa? Quisiera antes que todo precisar una cosa: para que exista pedofilia son necesarias dos condiciones: una perversión profunda y un poder. Esto quiere decir que todo sistema cerrado, idealizado y sacralizado es un peligro. Cuando una institución, incluida la Iglesia, se fundamenta en una posición de derecho privado, y se afirma en una posición de fuerza, las desviaciones financieras y sexuales llegan a ser posibles”.
4: Las víctimas de la pedofilia y la credibilidad de la Iglesia
Es importante ver toda la realidad de la pedofilia desde sus víctimas. La Iglesia consideró hasta hace poco la pedofilia como un pecado y no como un delito. El pecado puede quedar oculto en el secreto del sacramento de la confesión, pero el delito es un crimen que debe ser llevado, públicamente, a los tribunales. La Iglesia jerárquica rechazó la culpabilización de la pedofilia y ocultó al pedófilo para salvar su credibilidad y prestigio. También ocultó la criminalización de la pedofilia para evitar ser condenada y obligada a pagar una indemnización económica. Ocultar el delito y al delincuente para salvar el prestigio de la Iglesia, es una iniquidad y una agresión contra las víctimas. Expresa también hipocresía, fariseísmo y falta de solidaridad.
La Iglesia jerárquica ocultó a los curas pedófilos con el pretexto de hacer posible un seguimiento psicológico. Los traslada de una parroquia a otra o los envía a una diócesis fuera del país con el pretexto de una rehabilitación que no dañe la credibilidad y el prestigio de la institución. Se argumentó que la pedofilia era una “enfermedad”, que para ser “sanada” debía evitarse todo escándalo público (entrevista al Cardenal Darío Castrillón Hoyos, realizada por Patricia Janiot, en la CNN).
Un argumento utilizado para ocultar la pedofilia del clero era la prioridad que se debía dar a la institución eclesial por encima sus víctimas. La rehabilitación del clero pedófilo se veía así como necesaria en función de los intereses de la misma Iglesia. Esta, además, no debía “perder” un sacerdote por causa de un problema” y “personal”, como era considerada la pedofilia. También se argumentó que el número de esos sacerdotes era insignificante en comparación con la mayoría que no lo eran. También se discutió que el porcentaje, en cuanto a la manifestación de ese fenómeno en el clero, era mínimo, si se la comparaba con el porcentaje de la pedofilia a nivel social y mundial. También la Iglesia se enfrentó a los medios de comunicación que la denunciaban. Interpretó esto como una campaña mediática perversa contra la Iglesia católica misma. Ahora se presentaba a sí como víctima, y ocultaba las verdaderas victimas de la pedofilia.
Todos estos argumentos confirman que la ella no veía la pedofilia desde sus víctimas, sino desde sus intereses, especialmente desde la defensa de su credibilidad y autoridad.
5: Los gritos de las victimas y los llantos de la Jerarquía católica
No basta que la institución pida perdón por los delitos de pedofilia cometidos por su jerarquía, episcopal y presbiteral. Tampoco la condena de los sacerdotes pedófilos y la así llamada “tolerancia cero” ni que la Iglesia tome medidas disciplinares para que esa práctica desaparezca para siempre. No es suficiente reconocer que la Iglesia se siente herida y arrepentida, que los Legionarios de Cristo declaren que su fundador, el adre Marcial Maciel, y algunos de sus discípulos no son ejemplos de vida cristiana y sacerdotal.
Todo esto es justo y necesario, pero falta lo más importante: escuchar el grito de las víctimas. Toda la problemática de la pedofilia debe ser analizada y juzgada por ellos mismos, y desde su propia realidad. Los que han sido víctimas tienen derecho a ser sujetos de su propia vida, de la restauración de sus vidas y de la reconstrucción de los hechos de los cuales ellos han sido víctimas. No desean que sean otros, incluso sus victimarios, los que hablen por ellos. Exigen una explicación sobre el porqué la Iglesia ocultó a los clérigos y a los obispos pedófilos. Piden, personalmente, una condena de sus agresores y una indemnización por los daños infligidos. Como sujetos quieren ser solidarios con otras víctimas de pedofilia, en la Iglesia y en la sociedad que, todavía, no han podido hacer su denuncia y llevarla a juicio. Su grito ya resuena en el mundo entero. La solidaridad, sin embargo, ya se extiende a otros millones de niños y niñas que sufren otras realidades de muerte, como los 16 mil niños que mueren de hambre cada día. Sentimos hoy la vigencia de las palabras que Dios dijo a Moisés: “He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he escuchado su clamor contra sus opresores y conozco sus sufrimientos. He bajado para liberarlos y conducirlos a una tierra que mana leche y miel (Exodo 3, 7-8).
Fuente: ALCnoticias, Argentina.

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