martes, 25 de mayo de 2010

FAMILIAS Y MAYORDOMÍA DESDE DOS RELECTURAS BÍBLICAS

Por. Leopoldo Cervantes-Ortiz, México.

1. Proverbios 31: testimonio y esperanza

En el famoso pasaje de Prov 31.10-31 existe una familia cuya existencia transcurre, aparentemente, de una manera apacible y casi impecable. Además, se ha leído como dejándole la completa responsabilidad de la mayordomía familiar únicamente a la mujer, a la madre de familia o, diríamos hoy a la ama de casa. No obstante, esta visión es incompleta, pues su trasfondo cultural y religioso es muy importante a la hora de confrontar la vida familiar con la necesidad de practicar una mayordomía consecuente con los dictados de la ley divina en el contexto de una sociedad que enfrenta los peligros de la laxitud en los valores y de prácticas económicas que ponen en riesgo una sana relación con Dios. La mayordomía consiste, básicamente, en saber qué entregarle a Dios y cuándo hacerlo, como parte de un proceso formativo del encuentro con el Creador mediante los resultados del trabajo humano. La economía espiritual, o al revés, la espiritualidad de la economía tiene que ser vista como un aspecto educativo de la vida de fe. Y esto se comienza a lograr desde la familia, el círculo básico de la existencia humana. De ahí que una relectura de este capítulo, tal como se ha practicado desde América Latina, puede arrojar una nueva manera de verlo como un testimonio y, a la vez, como expresión de esperanza en tiempos difíciles.
Carmiña Navia ha redescubierto a la “mujer virtuosa” de Prov 31 como un modelo de mayordomía espiritual en medio de la crisis macro y microeconómica. Por supuesto que ella está inmersa en la segunda, pero desde allí es capaz de resistir mediante una praxis que su familia pone de manifiesto como consecuencia de la aplicación simultánea, del sentido común, la fe en Dios y una buena proyección hacia el futuro. Por ello comenta, al referirse a sus estrategias específicas ante el neoliberalismo galopante de hoy:
En medio de esta realidad dolorosa y cruel y de esta economía genocida, hay algo que podemos afirmar con claridad y sin temores: el neoliberalismo no va a derrotar a la mujer de nuestro pueblo, como no la ha derrotado nunca la larga historia de dolores y angustias que le ha tocado sobrellevar.
La mujer en medio de su desesperación inventó mucho tiempo antes que los sociólogos la estrategia del rebusque. La mujer popular no participa en los grandes foros económicos pero es una excelente administradora de la carencia y de la deuda cotidiana... sus estrategias van siempre más allá de la capacidad del capital para robarla, para aniquilarla. […]
De la casa a la tienda, de la tienda a la escuela, de la casa a los centros de administración barriales... la mujer despliega esa capacidad y casi mágicamente, o por lo menos más allá de la captación y organización racional de la vida, convierte la nada en algo, la carencia en posibilidad, el hambre en comida. La mujer popular sabe de renegociar las deudas más que cualquier institución estatal. Por ello no va a ser derrotada ni por la globalización, ni por el neoliberalismo.[1]

La familia que brota del texto en cuestión es una familia fuerte porque muestra la posibilidad de que exista un esfuerzo compartido en una cadena de obtención, inversión, distribución, consumo y compartir de recursos que es guiada por una sabiduría informada por la ley divina. Hay ahorro, mesura en el gasto y cuidado solidario por los demás. El esposo deposita toda su confianza en ella y, mutuamente, emprenden su tarea económico-espiritual cada día con la conciencia de que están haciendo lo correcto. Los dos núcleos de significado que encuentra Navia (la mujer productora y administradora económica, y la que vela por la vida y el bienestar de su unidad familiar) se despliegan de una manera natural para presentar cómo, a pesar de que el ambiente no sea tan propicio, es posible vivir sin lujos, pero tampoco sin aprensión excesiva.
Los v.13 al 19, nos dan una imagen de mujer recursiva que busca aquí y allá, trabaja con sus manos, se asesora e invierte... en últimas, la mujer que se levanta el dinero y vela porque no falte en la unidad familiar. No se trata de una imagen convencional en la que la mujer sólo trabaja en tejidos e hilados. El texto nos habla de importaciones, de plantíos, de compra y venta de terrenos... imágenes que vienen de una cultura agraria, pero que muestran una actividad económica que trasciende los límites de una hacienda pequeña. Es la mujer economista que prevé y en esa medida le gana la partida al futuro.
En los v.13 y 21, se nos muestra a la misma mujer atendiendo su casa y su familia, velando por el bienestar y la subsistencia. La mujer proveedora en cuya espalda reposa el conjunto de la vida cotidiana. Esa vida que es la que permite después cualquier otra actividad y/o posibilidad. (Idem)

2. Jesús y la viuda que ofrenda: una mirada transgresora
Jesús criticó radicalmente el comportamiento social, en nombre de Dios, en su época, en contra de las viudas (Mr 12.38-40) y aplicó su pensamiento profético mediante una observación profunda de la actitud de una mujer que, sin tener gran cosa, ofrendaba a pesar de que esto iba en contra de su economía doméstica. En suma, la alabó como creyente fiel y auténtica, y también como una mayordoma magnífica, pues con esa ofrenda que salía de su honda fe, no necesariamente ponía en entredicho su estabilidad económica. Luego de proferir esas palabras de profundo análisis de la situación, con base en la tradición bíblica de defensa de las viudas, huérfanos y extranjeros (Éx 22.22-23), Jesús observa a los ricos ofrendar en el arca (Mr 12.41) y al mismo tiempo a una “viuda pobre” (xeran períjran, Lc 21.2) que entregó todo lo que tenía. Como recuerda Fitzmyer: “El donativo no se mide por la cantidad que se ofrece, sino por lo que le queda al donante, o sea, por el porcentaje sobre los propios recursos (es decir, lo que le costaría al que hace la ofrenda). […] No cuenta la cantidad que se ofrece sino el espíritu con el que se ofrece”.[2] Según Jesús, ella no se quedaría con nada, lo que la pondría al borde de la indigencia, algo que Dios no podría desear de ninguna manera.
La enseñanza es clara: la ofrenda espiritual de esta mujer va más allá de los legalismos de los escribas, que no vacilan en explotar a los que no tienen nada. La responsabilidad social es denunciada en su ausencia casi completa, pues el templo tenía la obligación de velar por ellas (Dt 14.28-29) y de hacerles justicia, pero en vez de eso, los religiosos les prohibían heredar propiedades y las presionaban para casarse, pues las consideraban una fuerte tentación (I Tim 5.3-15). Así comenta Eliseo Pérez el pasaje:
¿Cuántas veces hemos citado a la viuda pobre para respaldar las campañas de mayordomía? Los modernos escribas de manera cínica predican acerca de esta historia para justificar la herejía de la prosperidad: “la viuda dio todo lo que tenía porque estaba probando a Dios”. Quienes gustan del lenguaje abstracto se valen de este relato para mostrar que la viuda ofrendó de la nada, demostrando con esa acción que la nada es un concepto muy rico. […] Otros más hablan del negarse a sí mismos. En todos los casos se evita bregar con lo medular de esta porción: la oposición de Jesús en contra del templo, el cual deja morir de hambre a los pobres y honra a los ricos y su dinero mal habido.[3]
Finalmente, como sugiere Firzmyer, ¿y si Jesús más que alabar a la viuda se está quejando del comportamiento a que la orillan sus convicciones religiosas impuestas por el sistema? Es preciso que veamos las varias caras del problema para valorar y obtener conocimiento de esta acción tan compleja que ha observado Jesús, especialmente a la hora de relacionar la realidad económica de las familias con el discurso sobre la correcta mayordomía.

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[1] C. Navia Velasco, “Mujer y neoliberalismo. Aportes para una lectura bíblica”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 37, 2000, http://claiweb.org/ribla/ribla37/mujer%20y%20neoliberalismo.html.
[2] J.A. Fitzmyer, El evangelio de Lucas. Madrid, Cristiandad, p. 208.
[3] E. Pérez Álvarez, Marcos. Minneapolis, Fortress Augsburg, 2007, p. 117.
Fuente: Leopoldo Cervantes - Ortiz, Teólogo mexicano, médico, poeta y escritor.

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