miércoles, 5 de mayo de 2010

Mujeres migrantes en la Argentina: en busca de un futuro mejor


Por Luis Eduardo Cantero, Argentina.

Estados Unidos se ha convertido la tierra prometida para un sinnúmero de latinoamericanos y latinoamericanas. Lo mismo le sucede a la Argentina, es la tierra soñada por muchos bolivianos/as, peruanos/as y paraguayos/as. Ellos y ellas vienen convencidas a esta tierra en busca de una oportunidad laboral, de estudios, etc. Han dejado sus países por no encontrar las condiciones necesarias para su sobrevivencia y ven la Argentina como el país rico, que los puede sacar de su pobreza. Un clarísimo ejemplo, lo constituye Bolivia.
Bolivia es el país mas pobre de suramericana, compuesto en su mayoría de indígenas y campesinos pobres, que vienen a trabajar a la Argentina por pocos pesos; no les importa saber si le están explotando o no, porque para ellos un peso le representa cuatro billetes de su moneda local (cuatro bolivianos). Ellos creen que si trabajan muchos años pueden hacer dinero y volverse a su país con mucho dinero, que les permita comprar una casa, parcela o colocar un negocio. Lo mismo acontece en los dos países mencionado arriba (peruanos y paraguayos), aquí excluimos a los uruguayos, es el grupo junto a los chilenos que ya no emigra a la Argentina, porque según ellos no representa nada, lo que para los bolivianos y peruanos es un campo minado para hacer dinero.
Antes los hombres de estas colectividades venían solo (algunos con familias), en busca de trabajo para enviar remesas a su familiares. Hoy todo ha cambiado, son las mujeres que emigran en busca de trabajo, dejaron de ser “meras acompañantes, dejan a sus hijos en sus lugares de origen”. Es normal uno encontrarse en las calles principales de la Capital Federal y conurbano con bolivianas, paraguayas y peruanas ofreciendo productos comestibles, ropas, y hasta sexo. Otras se dedican a la limpieza de aseo, por ejemplo, Dionisita, es una mujer boliviana indígena, vino a la Argentina a visitar a su esposo, también indígena, que vino a estudiar Teología en unos de los Seminarios que abundan en Buenos Aires, becado por una agencia becaria, su beca solo le alcanzaba para sobrevivir junto a sus dos hijos. Pero, ya lo tenían planeado, a los dos meses Dionisita se vino con sus otros tres hijos a visitar al esposo, que la esperaba en un departamento que era de dos ambientes, allí se acomodaron uno encima del otro. Recorrieron las calles de capital federal, analizaron el terreno y armaron la estrategia para quedarse, porque les permitía poder trabajar y hacer dinero para luego regresar a Bolivia. Los chicos y las chicas han crecido, ya no se quieren volver a su tierra. Porque la Argentina para ellos ha sido una tierra prometida, que les da para poder comer y vivir mejor que en su país, ven que allá, no pueden tener lo que la Argentina les brinda educación gratis, salud, en fin. Hoy no quieren saber nada de su lugar de origen, el volver para ellos, es hacer parte de los pobres, de los desplazados y excluido del sistema. Aunque ellos se sientan discriminados en la Argentina, prefieren quedarse; ellos han logrado crear una forma de trabajar haciendo limpieza en algunas oficinas de organizaciones no gubernamentales. Las chicas trabajan en talleres clandestinos y en ventas callejeras en Once, Avellaneda o la Salada. Los chicos, en cambio, ayudan al padre en la portería de un edificio, etc. El padre vino a estudiar para ser pastor, pero el trabajo que están haciendo como grupo familiar les da para vivir como “rico” que ser pastor en su país.
Una de estas chicas la he visto arrastrar un bolso repleto de hortalizas y cítricos. Despliega un diminuto banquito de caño de tela, ya sentada como de costumbre limpia minuciosamente con un trapo los choclos, los tomates, limones y acomoda una mesita, que usa como mostrador las bolsitas con condimentos. Dando inicio a una jornada de 10 horas, es repetido por ciertos de mujeres a las puertas de los importantes supermercados o autoservicios en los barrios de capital y del conurbano. (1) Pero, el trabajo de estas mujeres no termina allí, siguen trabajando cuando llegan a casa, el marido sentado, todo el día viendo la tele o navegando en internet, no ha hecho nada, ni los deberes de la casa, mucho menos encuentran un bocado de comida para saciar el hambre de una jornada de trabajo duro a sol a sol. Vienen a descansar como a las 12 de la noche, duermen 4 o 5 horas, porque justo a las 6 de la mañana ya están preparando el desayuno para comer y dejarles algo al marido y a los hijos.
Ana María Vargas, es una mujer boliviana, pastora luterana, que trabajó durante muchos años con migrantes de su comunidad. Habla de su experiencia como boliviana tuvo que enfrentar algunos choques culturales, que ella misma describe en un artículo publicado (ver ref. 2). Dice que ser migrante significa ser excluido o excluida. No es cuestión jurídica, que no protegen a los y las migrantes, sino de un vacío del alma, que a veces es un vacío mortal. Los migrantes bolivianos u otros son vistos como los “otros”, extraños, foráneos, chivos emisarios. Como los que vienen a quitarle el laburo a los y las argentinos (as) (2). Esto lo confirma Alejandro Grimson: “(…) Tradicionalmente, los migrantes limítrofes tendieron a ocupar “nichos” laborales en ciertos trabajos que los nativos no aceptaban. Pero al cambiar el horizonte laboral, los argentinos empezaron a aceptar puestos tradicionalmente ocupados por los inmigrantes. Lo que había crecido de modo dramático no era la inmigración, sino la desocupación y la exclusión.” (3)
El colapso de la economía del 11 de septiembre que afectó a las economías tercermundistas ha generado una alta desocupación y exclusión, ha provocado otros males en la sociedad que se manifiesta en los brotes de xenofobia por parte de la sociedad Argentina hacia los bolivianos u otro. No solo lo viven los argentinos, también en otros países del primer mundo, que ven en los migrantes como un problema. Algunos han generado una política antiinmigrante que ha colocado al ser humano como problema. Los migrantes son personas, las personas no son problema, ya sea bolivianos, peruano, ancianos, pobres nacidos o no. “Reducir al extranjero, que es imagen y semejanza de Dios, a un simple problema es ofender la dignidad que le fue otorgada por Dios.” Si tenemos un problema, el problema no es la persona, sea o no residente legal o ciudadano argentino. El problema es este sistema neoliberal, que genera estos males sociales. Que hace que muchos de ellos salgan de sus países en busca de un lugar en el mundo, un lugar donde se les pueda ver. (4)... Siga leyendo en ALCNOTICIAS

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