El matrimonio y la familia sufrieron transformaciones a lo largo de la historia y fueron concebidos de distintas formas según las culturas y los sectores sociales, desde uniones por amor o por conveniencia patrimonial y de poder hasta las conformadas más allá de las prohibiciones por diferencias étnicas.
Así se desprende del análisis de distintos especialistas, que revelan el carácter cultural de estas instituciones y niegan que haya un orden natural en su constitución.
Este fenómeno ubica a la familia "como una de las instituciones sociales más dinámicas y cambiantes del mundo occidental", asegura el sociólogo e investigador del Conicet, José Luis Moreno, en su trabajo sobre la historia de la familia en el Río de la Plata.
El especialista destaca que durante el período colonial, España "impuso el modelo de la familia y matrimonio cristiano", mientras que, por otra parte, estaban las sociedades americanas que tenían "modelos de organización familiar muy alejados de la monogamia y la familia europea".
Moreno compara los casamientos en los distintos sectores sociales al afirmar que "si la riqueza y los bienes económicos presidieron decisiones sobre el matrimonio entre los miembros de las clases poderosas, en cambio no pudieron ser los mismos valores los que alumbraron las conciencias matrimoniales de los demás sectores sociales".
"La libertad con la cual muchos individuos de los sectores populares eligieron su cónyuge fue una de las razones fundamentales que explican las uniones interétnicas", explicó.
Sin embargo, esta situación debió enfrentar la prohibición del casamiento de los blancos con las llamadas `castas` que implementó el estado español a comienzos del siglo XIX.
De este modo, "el mercado matrimonial era bastante restringido en función de la extracción social y racial de los futuros cónyuges".
Moreno insiste en un elemento central que imperó en la legitimidad del matrimonio, que no fue precisamente el amor, sino "el patrimonio y la transmisión de la herencia", y las injusticias en torno al reconocimiento de los hijos.
En esa dinámica establecida por la tensión entre lo legal y la realidad, y en el marco de los cambios económicos, demográficos, culturales, se fueron produciendo transformaciones `de hecho` en el matrimonio, la familia y el hogar, que a la vez fueron resistidos por las fuerzas más tradicionales de la sociedad.
Moreno plantea que la corona española, "pretendió impedir el matrimonio según la propia elección de los cónyuges", quienes debieron "desafiar el requisito de certificación de pureza de su sangre y de la inexistencia de negros africanos en algún antepasado".
Asimismo, añade que "los actores sociales enfrentaron el tribunal de la Santa Inquisición en los casos de violación grave de los preceptos religiosos, como la bigamia, el concubinato y toda forma `pecaminosa` de comportamiento sexual y social".
En este contexto, "el desafío a la legalidad y a la legitimidad puso en vilo más de una vez a las autoridades religiosas y civiles", contó.
Los cambios se acentuaron al final del período colonial y durante el siglo XIX, con una mayor apertura de la justicia aunque instituciones como la patria potestad y la supremacía del hombre continuaban vigentes y volvieron a ser consagrados por la organización nacional del país.
Fue en ese momento cuando se produjeron las modificaciones al Código Civil que permitieron, a partir de 1887, el "matrimonio civil obligatorio que deja a la ceremonia religiosa en un lugar secundario y desplaza a la Iglesia como la institución central de la administración del sacramento matrimonial", explicó Moreno.
Por su parte la historiadora Mónica Ghirardi, en su estudio sobre los matrimonios y familias en Córdoba en el último siglo colonial y hasta 1850, muestra cómo la familia y el matrimonio están atravesados por prácticas sociales que escapan muchas veces a ese modelo `ideal` que buscó imponer España.
Esa realidad que se contraponía con ese `deber ser`, con la moral cristiana, se traducía, según los expedientes consultados por Ghirardi, en "problemáticas vinculadas a la violencia doméstica, a la entrega de hijos, a mujeres solas a cargo del hogar, a parejas desunidas, a conflictos entre hermanos por bienes hereditarios, a progenitores negándose a reconocer a hijos extramatrimoniales".
Asimismo, la especialista parte de entender al "matrimonio y la familia como vehículos de orden y control social" y plantea que ambas instituciones "fueron centro de interés de la Iglesia y el Estado desde épocas tempranas".
En este sentido, recuerda el trabajo del antropólogo inglés Jacques Goody, quien relacionó el interés del poder eclesiástico en el control sobre los matrimonios y la familia con la búsqueda de la Iglesia de incremento de su patrimonio material "a expensas de las familias y de los grupos de parentesco, de allí las prohibiciones que alentó contra los casamientos entre parientes próximos, contra la adopción y contra el divorcio".
Así se desprende del análisis de distintos especialistas, que revelan el carácter cultural de estas instituciones y niegan que haya un orden natural en su constitución.
Este fenómeno ubica a la familia "como una de las instituciones sociales más dinámicas y cambiantes del mundo occidental", asegura el sociólogo e investigador del Conicet, José Luis Moreno, en su trabajo sobre la historia de la familia en el Río de la Plata.
El especialista destaca que durante el período colonial, España "impuso el modelo de la familia y matrimonio cristiano", mientras que, por otra parte, estaban las sociedades americanas que tenían "modelos de organización familiar muy alejados de la monogamia y la familia europea".
Moreno compara los casamientos en los distintos sectores sociales al afirmar que "si la riqueza y los bienes económicos presidieron decisiones sobre el matrimonio entre los miembros de las clases poderosas, en cambio no pudieron ser los mismos valores los que alumbraron las conciencias matrimoniales de los demás sectores sociales".
"La libertad con la cual muchos individuos de los sectores populares eligieron su cónyuge fue una de las razones fundamentales que explican las uniones interétnicas", explicó.
Sin embargo, esta situación debió enfrentar la prohibición del casamiento de los blancos con las llamadas `castas` que implementó el estado español a comienzos del siglo XIX.
De este modo, "el mercado matrimonial era bastante restringido en función de la extracción social y racial de los futuros cónyuges".
Moreno insiste en un elemento central que imperó en la legitimidad del matrimonio, que no fue precisamente el amor, sino "el patrimonio y la transmisión de la herencia", y las injusticias en torno al reconocimiento de los hijos.
En esa dinámica establecida por la tensión entre lo legal y la realidad, y en el marco de los cambios económicos, demográficos, culturales, se fueron produciendo transformaciones `de hecho` en el matrimonio, la familia y el hogar, que a la vez fueron resistidos por las fuerzas más tradicionales de la sociedad.
Moreno plantea que la corona española, "pretendió impedir el matrimonio según la propia elección de los cónyuges", quienes debieron "desafiar el requisito de certificación de pureza de su sangre y de la inexistencia de negros africanos en algún antepasado".
Asimismo, añade que "los actores sociales enfrentaron el tribunal de la Santa Inquisición en los casos de violación grave de los preceptos religiosos, como la bigamia, el concubinato y toda forma `pecaminosa` de comportamiento sexual y social".
En este contexto, "el desafío a la legalidad y a la legitimidad puso en vilo más de una vez a las autoridades religiosas y civiles", contó.
Los cambios se acentuaron al final del período colonial y durante el siglo XIX, con una mayor apertura de la justicia aunque instituciones como la patria potestad y la supremacía del hombre continuaban vigentes y volvieron a ser consagrados por la organización nacional del país.
Fue en ese momento cuando se produjeron las modificaciones al Código Civil que permitieron, a partir de 1887, el "matrimonio civil obligatorio que deja a la ceremonia religiosa en un lugar secundario y desplaza a la Iglesia como la institución central de la administración del sacramento matrimonial", explicó Moreno.
Por su parte la historiadora Mónica Ghirardi, en su estudio sobre los matrimonios y familias en Córdoba en el último siglo colonial y hasta 1850, muestra cómo la familia y el matrimonio están atravesados por prácticas sociales que escapan muchas veces a ese modelo `ideal` que buscó imponer España.
Esa realidad que se contraponía con ese `deber ser`, con la moral cristiana, se traducía, según los expedientes consultados por Ghirardi, en "problemáticas vinculadas a la violencia doméstica, a la entrega de hijos, a mujeres solas a cargo del hogar, a parejas desunidas, a conflictos entre hermanos por bienes hereditarios, a progenitores negándose a reconocer a hijos extramatrimoniales".
Asimismo, la especialista parte de entender al "matrimonio y la familia como vehículos de orden y control social" y plantea que ambas instituciones "fueron centro de interés de la Iglesia y el Estado desde épocas tempranas".
En este sentido, recuerda el trabajo del antropólogo inglés Jacques Goody, quien relacionó el interés del poder eclesiástico en el control sobre los matrimonios y la familia con la búsqueda de la Iglesia de incremento de su patrimonio material "a expensas de las familias y de los grupos de parentesco, de allí las prohibiciones que alentó contra los casamientos entre parientes próximos, contra la adopción y contra el divorcio".
Fuente: Yahoo
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