Por. Juan Simarro, España*
Los evangélicos en España y, por qué no, en el mundo, deberíamos pararnos, sentarnos y reflexionar sobre la necesidad de trazar una pastoral social en la que nos comprometamos con las líneas bíblicas de responsabilidad y justicia en torno a los temas de la pobreza, la opresión, la exclusión social, el desigual reparto de las riquezas y la necesidad de un mundo más justo y de acuerdo a los planes de Dios.
El cristianismo no se habrá desarrollado ni se vivirá en su integralidad, mientras estemos viviendo la espiritualidad cristiana mirando al cielo y queriendo ser como ángeles que gravitan ya por las esferas celestiales, mientras somos sordos al grito de dolor de los pobres del mundo y pasamos de ellos inmisericordemente. Como el campesino mira al cielo deseando y esperando que la tierra sea beneficiada con la lluvia y, cuando esta cae, baja su mirada a la tierra y comienza a labrar y a trabajar, así también debe ocurrir con los cristianos: miramos al cielo y clamamos esperando que Dios nos capacite y nos use para extender sus misericordias con nuestro trabajo en medio de un mundo de dolor e injusto.
El hecho de no haber trazado las líneas de una pastoral social, a la vez que muchas iglesias no quieren ser insolidarias con los pobres de la tierra, ha dado lugar a que en el seno de esas congregaciones se asuman programas asistenciales, como reparto de ropa y alimentos, sin que se pase al desarrollo de las demás líneas que, necesariamente, debe tener una pastoral de lo social.
La labor asistencial, por supuesto, está a la base de toda pastoral de lo social y no se entendería sin esta labor directa de ayuda para cubrir las necesidades primarias de las personas, como es el que tengan algo para comer y que se puedan vestir con unos mínimos de dignidad. Igualmente, si las iglesias tuvieran posibilidad de albergar, de crear centros de atención integral tanto para adultos como para la infancia, para hombres y para las mujeres en sus problemáticas específicas, de poner en marcha búsquedas activas de empleo, ayudas sanitarias, talleres de todo tipo e intervenciones tendentes a la integración social de las personas. Sin embargo, todos estos trabajos asistenciales y de integración social de los usuarios que se pudieran atender, se quedarían cortos para el desarrollo de una auténtica pastoral social.
Se quedarían cortos por el hecho de que el concepto de pobreza en el mundo supera a lo que la iglesia pueda abarcar en su acción asistencial directa y cotidiana. El concepto de pobreza en el mundo no se acaba ni se restringe en los usuarios que una iglesia pueda tener, en el grupo o cupo de pobres que la iglesia pueda considerar como “sus pobres”. El concepto de pobreza en el mundo hoy es tan amplio que supera en muchísimo a las acciones asistenciales que la iglesia pueda abarcar.
Un concepto de pobreza que abarca al ochenta por ciento del mundo, culminando en más de mil millones de hambrientos, supera de una manera tal la acción asistencial o de integración que pueda tener una iglesia, que, sin dejar de hacer estas acciones asistenciales, necesarias y urgentes, debe buscar otras líneas de acción para poder desarrollar lo que podría ser una pastoral social, una pastoral para los pobres de la tierra y para los sufrientes del mundo.
Una pastoral social, una pastoral de la pobreza, debe reflexionar para buscar e impulsar otras líneas pastorales que complementan a la acción asistencial directa que las iglesias hacen. De todas maneras, estas líneas de las que voy a hablar, serían incoherentes sin el fundamento del trabajo de las iglesias en la acción social asistencial directa y sin la labor de integración que la iglesia debe hacer con todos aquellos pobres que se acerquen a sus puertas.
Las líneas de trabajo y los conceptos que la iglesia debe asumir para trazar las líneas generales de una pastoral social, la vamos a ver en sucesivos artículos, pero vamos a comenzar por la línea evangelizadora desde el punto de vista de una pastoral social.
Así, por tanto, la primera línea que habría que trazar es la que dé al concepto de evangelización el auténtico contenido que merece. Ya hemos escrito toda una serie titulada: “EVANGELIZAR: Compartir la vida, el pan y la Palabra”. Intentábamos en esta serie dar un concepto de evangelización que no se limitara solamente a la verbalización de la Palabra, sino a comunicar el Evangelio con palabras, hechos, compromisos y acciones vitales que implique el compartir nuestra propia vida y hacienda.
Una pastoral de lo social, una pastoral para los pobres de la tierra, debe entender la evangelización como la comunicación de un mensaje con palabras, compromisos, hechos y el compartir la propia vida, que implique al evangelizador y a todo el proceso de evangelización, en la promoción humana de las personas, que le implique en el hecho de conseguir que el proceso evangelizador sea también liberador de la situación de opresión y despojo en que viven tantas personas en el mundo, que el anuncio de la Palabra vaya unido a la práctica del amor y de la projimidad, a los estilos de vida solidarios de Jesús, al comunicar valores y prioridades que a la vez que se preocupan de la situación de injusticia en el mundo, sean denunciadores de las estructuras económicas y de poder que empobrecen a tantos seres de la tierra, siempre sin perder de vista el mensaje de salvación para el más allá que, de alguna manera, comienza en nuestra historia debido al “ya” del Reino, en nuestro aquí y nuestro ahora, en forma de liberación por la práctica de la solidaridad, el amor y la projimidad.
El unir el amor y la práctica de la projimidad al hecho de la comunicación o el anuncio del mensaje, es algo irrenunciable en todo proceso evangelizador. Si la iglesia no capta esto, difícilmente se va a poder trazar una pastoral de lo social que sea integral y que tenga una repercusión en el mundo consiguiendo la promoción humana con el esfuerzo solidario de todos los agentes que inciden en la evangelización.
Así, debemos esforzarnos por ir trazando las líneas de una pastoral social que culminaremos en el próximo artículo de esta serie que intenta mostrar la pobreza como un escándalo y vergüenza humana, algo indigno de la humanidad y que nos mancha a todo el género humano, una pastoral que nos dignificaría, que nos haría más humanos y, en cierta manera, más divinos, al acercarnos al auténtico ser de Dios que es amor que nos hace entender que amar y comprometernos con el mundo desde líneas de projimidad es participar de su naturaleza. En los próximos capítulos seguiremos trazando líneas sobre las que puede circular una pastoral social, una pastoral de la pobreza como uno de los grandes retos de la iglesia hoy.
* Juan Simarro es Licenciado en Filosofía, escritor y director de Misión Evangélica Urbana de Madrid
Fuente: © J. Simarro. ProtestanteDigital.com (España, 2010).
Los evangélicos en España y, por qué no, en el mundo, deberíamos pararnos, sentarnos y reflexionar sobre la necesidad de trazar una pastoral social en la que nos comprometamos con las líneas bíblicas de responsabilidad y justicia en torno a los temas de la pobreza, la opresión, la exclusión social, el desigual reparto de las riquezas y la necesidad de un mundo más justo y de acuerdo a los planes de Dios.
El cristianismo no se habrá desarrollado ni se vivirá en su integralidad, mientras estemos viviendo la espiritualidad cristiana mirando al cielo y queriendo ser como ángeles que gravitan ya por las esferas celestiales, mientras somos sordos al grito de dolor de los pobres del mundo y pasamos de ellos inmisericordemente. Como el campesino mira al cielo deseando y esperando que la tierra sea beneficiada con la lluvia y, cuando esta cae, baja su mirada a la tierra y comienza a labrar y a trabajar, así también debe ocurrir con los cristianos: miramos al cielo y clamamos esperando que Dios nos capacite y nos use para extender sus misericordias con nuestro trabajo en medio de un mundo de dolor e injusto.
El hecho de no haber trazado las líneas de una pastoral social, a la vez que muchas iglesias no quieren ser insolidarias con los pobres de la tierra, ha dado lugar a que en el seno de esas congregaciones se asuman programas asistenciales, como reparto de ropa y alimentos, sin que se pase al desarrollo de las demás líneas que, necesariamente, debe tener una pastoral de lo social.
La labor asistencial, por supuesto, está a la base de toda pastoral de lo social y no se entendería sin esta labor directa de ayuda para cubrir las necesidades primarias de las personas, como es el que tengan algo para comer y que se puedan vestir con unos mínimos de dignidad. Igualmente, si las iglesias tuvieran posibilidad de albergar, de crear centros de atención integral tanto para adultos como para la infancia, para hombres y para las mujeres en sus problemáticas específicas, de poner en marcha búsquedas activas de empleo, ayudas sanitarias, talleres de todo tipo e intervenciones tendentes a la integración social de las personas. Sin embargo, todos estos trabajos asistenciales y de integración social de los usuarios que se pudieran atender, se quedarían cortos para el desarrollo de una auténtica pastoral social.
Se quedarían cortos por el hecho de que el concepto de pobreza en el mundo supera a lo que la iglesia pueda abarcar en su acción asistencial directa y cotidiana. El concepto de pobreza en el mundo no se acaba ni se restringe en los usuarios que una iglesia pueda tener, en el grupo o cupo de pobres que la iglesia pueda considerar como “sus pobres”. El concepto de pobreza en el mundo hoy es tan amplio que supera en muchísimo a las acciones asistenciales que la iglesia pueda abarcar.
Un concepto de pobreza que abarca al ochenta por ciento del mundo, culminando en más de mil millones de hambrientos, supera de una manera tal la acción asistencial o de integración que pueda tener una iglesia, que, sin dejar de hacer estas acciones asistenciales, necesarias y urgentes, debe buscar otras líneas de acción para poder desarrollar lo que podría ser una pastoral social, una pastoral para los pobres de la tierra y para los sufrientes del mundo.
Una pastoral social, una pastoral de la pobreza, debe reflexionar para buscar e impulsar otras líneas pastorales que complementan a la acción asistencial directa que las iglesias hacen. De todas maneras, estas líneas de las que voy a hablar, serían incoherentes sin el fundamento del trabajo de las iglesias en la acción social asistencial directa y sin la labor de integración que la iglesia debe hacer con todos aquellos pobres que se acerquen a sus puertas.
Las líneas de trabajo y los conceptos que la iglesia debe asumir para trazar las líneas generales de una pastoral social, la vamos a ver en sucesivos artículos, pero vamos a comenzar por la línea evangelizadora desde el punto de vista de una pastoral social.
Así, por tanto, la primera línea que habría que trazar es la que dé al concepto de evangelización el auténtico contenido que merece. Ya hemos escrito toda una serie titulada: “EVANGELIZAR: Compartir la vida, el pan y la Palabra”. Intentábamos en esta serie dar un concepto de evangelización que no se limitara solamente a la verbalización de la Palabra, sino a comunicar el Evangelio con palabras, hechos, compromisos y acciones vitales que implique el compartir nuestra propia vida y hacienda.
Una pastoral de lo social, una pastoral para los pobres de la tierra, debe entender la evangelización como la comunicación de un mensaje con palabras, compromisos, hechos y el compartir la propia vida, que implique al evangelizador y a todo el proceso de evangelización, en la promoción humana de las personas, que le implique en el hecho de conseguir que el proceso evangelizador sea también liberador de la situación de opresión y despojo en que viven tantas personas en el mundo, que el anuncio de la Palabra vaya unido a la práctica del amor y de la projimidad, a los estilos de vida solidarios de Jesús, al comunicar valores y prioridades que a la vez que se preocupan de la situación de injusticia en el mundo, sean denunciadores de las estructuras económicas y de poder que empobrecen a tantos seres de la tierra, siempre sin perder de vista el mensaje de salvación para el más allá que, de alguna manera, comienza en nuestra historia debido al “ya” del Reino, en nuestro aquí y nuestro ahora, en forma de liberación por la práctica de la solidaridad, el amor y la projimidad.
El unir el amor y la práctica de la projimidad al hecho de la comunicación o el anuncio del mensaje, es algo irrenunciable en todo proceso evangelizador. Si la iglesia no capta esto, difícilmente se va a poder trazar una pastoral de lo social que sea integral y que tenga una repercusión en el mundo consiguiendo la promoción humana con el esfuerzo solidario de todos los agentes que inciden en la evangelización.
Así, debemos esforzarnos por ir trazando las líneas de una pastoral social que culminaremos en el próximo artículo de esta serie que intenta mostrar la pobreza como un escándalo y vergüenza humana, algo indigno de la humanidad y que nos mancha a todo el género humano, una pastoral que nos dignificaría, que nos haría más humanos y, en cierta manera, más divinos, al acercarnos al auténtico ser de Dios que es amor que nos hace entender que amar y comprometernos con el mundo desde líneas de projimidad es participar de su naturaleza. En los próximos capítulos seguiremos trazando líneas sobre las que puede circular una pastoral social, una pastoral de la pobreza como uno de los grandes retos de la iglesia hoy.
* Juan Simarro es Licenciado en Filosofía, escritor y director de Misión Evangélica Urbana de Madrid
Fuente: © J. Simarro. ProtestanteDigital.com (España, 2010).
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