Por. J.A. Monroy, España*
En mis breves notas a las siete iglesias del Apocalipsis he escrito de Filadelfia, Laodicea, Éfeso y Esmirna. Hoy lo hago de Pérgamo.
Pérgamo era otra de las grandes ciudades del Asia Menor. Era una ciudad muy religiosa, con numerosos monumentos a dioses griegos y romanos, entre ellos el monumento a Zeus, el célebre dios griego que dio origen al Júpiter de los romanos.
Todo esto hacía muy difícil la vida de los cristianos en aquella ciudad.
A pesar del descontento que sentía hacia ellos, Cristo les envía un mensaje de esperanza: “Yo conozco tus obras y dónde moras, donde está el trono de Satanás” (Apocalipsis 2:13).
Aquellos cristianos vivían en una ciudad satanizada.
Nosotros vivimos en un mundo igualmente satanizado. El diablo está fuertemente entronizado en la sociedad de este principio de siglo XXI.
Las últimas estadísticas en torno a este tema dicen que en Estados Unidos existen 900 organizaciones, con unos 13.000 centros, locales o iglesias satánicas, dedicadas a la adoración del diablo.
En España se han contabilizado unas 30 organizaciones distintas que rinden culto al diablo.
La gran tragedia que se esconde en el fondo de estos ritos y representaciones grotescas es que el hombre de hoy, en el fondo, no cree en el diablo. No cree en el diablo porque tampoco cree mucho en Dios. De ahí esas parodias, burlas y juegos ocultos tomando por pretexto al diablo.
“El mal de nuestro mundo –escribe José María Souvirón en El Príncipe de este siglo -no reside solamente en que se haya dejado de creer en Dios, sino también, indirectamente, en que se ha dejado de creer en el demonio… Cuando el maligno hace su habitación en las criaturas –en el corazón o la inteligencia de los hombres-, necesita un hueco para estarse allí; pero con algo en torno: una oquedad hecha lógicamente en algo…Un interés excesivo por conocer el mal puede indicar una disposición para entregarse a él”.
El sábado 27 de mayo del año 2000 España amaneció estremecida de horror. Dos adolescentes de 17 y 16 años, Iria y Raquel, habían matado en San Fernando (Cádiz) a una compañera de Instituto: Clara García. Le asestaron 15 puñaladas.
Lo singular de este crimen es que fue cometido por dos adolescentes.
Todos los días leemos de adultos que matan y no se les da tanta publicidad.
Se dijo muy poco de las aficiones diabólicas de las chicas asesinas.
Entre el material que se halló en el domicilio de ambas figuraban libros sobre ocultismo, invocaciones escritas al diablo y muñecos de trapo para la práctica del vudú y de la magia negra.
Solían vestir de negro, tal vez como consecuencia de la negrura interior del alma, dominada por el diablo.
¿De dónde les vienen a los jóvenes estas aficiones a lo diabólico? De la propia televisión y de otros medios de comunicación.
Pocos días después, el 5 de junio, Antena 3 Televisión anunciaba que había contratado al actor Javier Elorriaga para una serie de programas dedicados al ocultismo, al vudú, a la magia negra y a todo ese mundo oscuro de lo diabólico.
Los adolescentes no tienen que inventarse nada. En televisión se les ofrecen clases gratuitas de diablismo.
En Apocalipsis 12:9 se nos habla de la caída del diablo: “Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero: fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él”.
Recuérdese que el diablo está en la tierra. En el cielo nada tiene que hacer. Allí está vencido. Y en la tierra está también la Iglesia.
El primer crimen que hubo en la tierra fue de un hermano contra otro. Y en este crimen intervino el diablo. Lo cuenta el apóstol Juan: “No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano, justas” (1ª Juan 3:12).
Desde entonces los hermanos han estado matándose unos a otros en las iglesias. Se matan con la lengua, que según un proverbio árabe mata más vidas que la espada.
La historia dice que Nerón no se fiaba de los grandes que tenía en palacio y los vigilaba muy de cerca a través de su guardia especial.
Un día le preguntaron por qué le preocupaban tanto los que vivían con él en palacio, y no los habitantes de Roma.
-Ésos están controlados –respondió Nerón-. Los enemigos están aquí dentro.
El diablo sabe que a los de afuera los tiene controlados. Sus verdaderos enemigos son los de dentro, los que forman la Iglesia.
Pero la Iglesia tiene esperanza porque Cristo conoce su situación. Él nos dice: “Sé donde moras, donde está el trono de Satanás” (Apocalipsis 2:13).
Es decir, en un mundo dominado por el diablo.
*J.A. Monroy es escritor y conferenciante internacional.
Fuente: © J.A. Monroy, ProtestanteDigital.com (España, 2010)
En mis breves notas a las siete iglesias del Apocalipsis he escrito de Filadelfia, Laodicea, Éfeso y Esmirna. Hoy lo hago de Pérgamo.
Pérgamo era otra de las grandes ciudades del Asia Menor. Era una ciudad muy religiosa, con numerosos monumentos a dioses griegos y romanos, entre ellos el monumento a Zeus, el célebre dios griego que dio origen al Júpiter de los romanos.
Todo esto hacía muy difícil la vida de los cristianos en aquella ciudad.
A pesar del descontento que sentía hacia ellos, Cristo les envía un mensaje de esperanza: “Yo conozco tus obras y dónde moras, donde está el trono de Satanás” (Apocalipsis 2:13).
Aquellos cristianos vivían en una ciudad satanizada.
Nosotros vivimos en un mundo igualmente satanizado. El diablo está fuertemente entronizado en la sociedad de este principio de siglo XXI.
Las últimas estadísticas en torno a este tema dicen que en Estados Unidos existen 900 organizaciones, con unos 13.000 centros, locales o iglesias satánicas, dedicadas a la adoración del diablo.
En España se han contabilizado unas 30 organizaciones distintas que rinden culto al diablo.
La gran tragedia que se esconde en el fondo de estos ritos y representaciones grotescas es que el hombre de hoy, en el fondo, no cree en el diablo. No cree en el diablo porque tampoco cree mucho en Dios. De ahí esas parodias, burlas y juegos ocultos tomando por pretexto al diablo.
“El mal de nuestro mundo –escribe José María Souvirón en El Príncipe de este siglo -no reside solamente en que se haya dejado de creer en Dios, sino también, indirectamente, en que se ha dejado de creer en el demonio… Cuando el maligno hace su habitación en las criaturas –en el corazón o la inteligencia de los hombres-, necesita un hueco para estarse allí; pero con algo en torno: una oquedad hecha lógicamente en algo…Un interés excesivo por conocer el mal puede indicar una disposición para entregarse a él”.
El sábado 27 de mayo del año 2000 España amaneció estremecida de horror. Dos adolescentes de 17 y 16 años, Iria y Raquel, habían matado en San Fernando (Cádiz) a una compañera de Instituto: Clara García. Le asestaron 15 puñaladas.
Lo singular de este crimen es que fue cometido por dos adolescentes.
Todos los días leemos de adultos que matan y no se les da tanta publicidad.
Se dijo muy poco de las aficiones diabólicas de las chicas asesinas.
Entre el material que se halló en el domicilio de ambas figuraban libros sobre ocultismo, invocaciones escritas al diablo y muñecos de trapo para la práctica del vudú y de la magia negra.
Solían vestir de negro, tal vez como consecuencia de la negrura interior del alma, dominada por el diablo.
¿De dónde les vienen a los jóvenes estas aficiones a lo diabólico? De la propia televisión y de otros medios de comunicación.
Pocos días después, el 5 de junio, Antena 3 Televisión anunciaba que había contratado al actor Javier Elorriaga para una serie de programas dedicados al ocultismo, al vudú, a la magia negra y a todo ese mundo oscuro de lo diabólico.
Los adolescentes no tienen que inventarse nada. En televisión se les ofrecen clases gratuitas de diablismo.
En Apocalipsis 12:9 se nos habla de la caída del diablo: “Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero: fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él”.
Recuérdese que el diablo está en la tierra. En el cielo nada tiene que hacer. Allí está vencido. Y en la tierra está también la Iglesia.
El primer crimen que hubo en la tierra fue de un hermano contra otro. Y en este crimen intervino el diablo. Lo cuenta el apóstol Juan: “No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano, justas” (1ª Juan 3:12).
Desde entonces los hermanos han estado matándose unos a otros en las iglesias. Se matan con la lengua, que según un proverbio árabe mata más vidas que la espada.
La historia dice que Nerón no se fiaba de los grandes que tenía en palacio y los vigilaba muy de cerca a través de su guardia especial.
Un día le preguntaron por qué le preocupaban tanto los que vivían con él en palacio, y no los habitantes de Roma.
-Ésos están controlados –respondió Nerón-. Los enemigos están aquí dentro.
El diablo sabe que a los de afuera los tiene controlados. Sus verdaderos enemigos son los de dentro, los que forman la Iglesia.
Pero la Iglesia tiene esperanza porque Cristo conoce su situación. Él nos dice: “Sé donde moras, donde está el trono de Satanás” (Apocalipsis 2:13).
Es decir, en un mundo dominado por el diablo.
*J.A. Monroy es escritor y conferenciante internacional.
Fuente: © J.A. Monroy, ProtestanteDigital.com (España, 2010)
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