Por. Carlos Martínez García, México*
Los anabautistas del siglo XVI creyeron firmemente la encomienda de Mateo 28:18-20. Repetían el texto una y otra vez a quienes les prohibían evangelizar en sus territorios identificados con una fe oficial, fuese ésta católica o protestante. No reconocían fronteras para transmitir el mensaje del Evangelio, ni respetaban la geopolítica religiosa que les vedaba el derecho a establecer células conformadas por creyentes que disentían del régimen de cristiandad, es decir de la simbiosis Estado-Iglesia.
El texto mateano se localiza incontables ocasiones en los juicios jurídico-religiosos contra los anabautistas, en labios de hombres y mujeres por igual. En la versión Reina-Valera (1960) aparece de la siguiente manera: “Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo: enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”.
La familia anabautista mundial, y su expresión menonita, han heredado un rico legado de sus antecesores perseguidos en el siglo XVI y XVII. La historia del martirologio se transmite hoy como una marca identitaria, para recordar a las nuevas generaciones el costo de la sobrevivencia. De ahí que en este 2010 se hayan organizado distintos eventos y exposiciones para recordar 350 años de la primera edición de una obra monumental compilada por T. J. Van Braght, El espejo de los mártires: cristianos indefensos que bautizaron bajo confesión de fe, y que sufrieron y murieron por testificar de Jesús, desde el tiempo de Cristo hasta el año 1660. El original holandés fue traducido al alemán y publicado en 1748, y la versión en inglés data de 1886.
En estos primeros años del siglo XXI, en que los flujos migratorios se han intensificado, los anabautistas-menonitas de Norteamérica, llegados a esas tierras en busca de la libertad que les fue negada en Europa, comprueban cotidianamente un nuevo reto. Sus antepasados se prepararon para ir a predicar el Evangelio, fueron peregrinos por casi todo el Continente Europeo, en busca de espacios en los que pudiesen vivir en paz practicando sus creencias. Ahora las circunstancias han puesto frente a ellos y ellas la tarea de cómo responder a la realidad de que el mundo está llegando a sus vecindarios. Literalmente el mundo está tocando a sus puertas.
Hay referencias de presencia de menonitas holandeses en dos lugares del estado de Nueva York, en Manhattan (1644), y en Long Island (1657). La presencia organizada tiene la fecha del 6 de octubre de 1683, cuando “un grupo de treinta y cuatro menonitas y cuáqueros de Krefeld, Alemania, llegaron a EE. UU. Después de diez semanas y media de viaje y se establecieron en Germantown, justo al norte de Filadelfia. Fue de este grupo de donde emanó la primer protesta formal contra el sistema de esclavitud en EE. UU.” (Cornelius J. Dyck, Introducción a la historia menonita. Una historia popular de los anabautistas y los menonitas, Ediciones Clara-Semilla, Bogotá-Guatemala, 1996, p. 198).
Hace dos semanas tuve la oportunidad de estar unos días en Filadelfia y zonas aledañas. Viajé a esa región para asistir a la Asamblea de la Conferencia Menonita de Franconia. Sabiendo los antecedentes históricos de los menonitas en Pensilvania, y particularmente en el área de Filadelfia, tenía interés en palpar el pulso de las iglesias anabautistas-menonitas sobre cómo han reaccionado a la creciente ola migratoria proveniente de América Latina (sobre todo de México y Centroamérica), así como de algunos países asiáticos.
Fueron jornadas intensas, llenas de conversaciones, visitas a sitios históricos para los menonitas, tiempos de compartir la mesa y los anhelos con nuevos hermanos y amigos. Tuve una tarde muy enriquecedora con Obed Arango, integrante de la diáspora evangélica mexicana a la ciudad del amor fraternal, que remonta sus orígenes a William Penn, el cuáquero que buscaba edificar una ciudad cuyo centro fuese la tolerancia religiosa.
Mientras en amplias franjas de la clase política y la población estadounidense se anidan crecientes rechazos a los inmigrantes, pero sobre todo a quienes provienen de países pobres, y se proponen leyes inmisericordes; el conglomerado de iglesias que conforman la Conferencia Menonita de Franconia está reaccionando de forma hospitalaria hacia los extraños, los advenedizos de piel morena. En la sesión inaugural de la Asamblea pronto advertí que eso de aprecio por la diversidad es bueno en el discurso, pero es mejor cuando se evidencia en la práctica. El culto de apertura fue en cuatro idiomas: inglés, castellano (que los latinoamericanos llamamos español), indonesio y vietnamita. El grupo musical que guió los himnos y alabanzas lo conformaban anglo sajones, afro americanos, asiáticos y de otros trasfondos étnicos.
Una nueva iglesia, Greensburg Worship Center, fue recibida como parte de la Conferencia. Sus integrantes son mayoritariamente indonesios, que han abierto las puertas de su congregación a hispano hablantes y les apoyan para que hagan misión cristiana entre los inmigrantes latinoamericanos que en los últimos años se han aventurado a incursionar en del noreste americano.
Al final del servicio hubo tiempo de compartir e intercambiar impresiones con algunos de los asistentes, y recorrer la exposición de recursos para la misión, entendida ésta en su sentido más integral: tanto evangelización, como discipulado, educación, servicio al prójimo y siembra de justicia y paz. Me sentí bien recibido, las muestras de afecto fueron reiteradas y variadas. Se me acercaron hombres y mujeres de un amplio abanico de edades, para conversar, saber de la situación mexicana y de las iglesias que integran la Conferencia de Iglesias Evangélicas Anabautistas Menonitas de México.
Al día siguiente, sábado 13 de noviembre, las actividades de la Asamblea prosiguieron con informes, planes, invitaciones a eventos próximos, tiempo de oración y cantos, intermedio para el almuerzo, mesas de trabajo y muchas conversaciones personales. Los alimentos fueron nutritivos, pero más las charlas con quienes tuve la bendición de compartir los alimentos y algo de sus vidas.
La Conferencia Menonita de Franconia tiene como ministro ejecutivo, así le llaman, a Noel Santiago, de origen puertorriqueño. Esto, para mí, también fue gratificante saberlo porque infinidad de organizaciones protestantes y/o evangélicas del Norte, escribo desde México, proclaman ser incluyentes y reconocer que la misión es global y por ende requiere liderazgos que reflejen la variedad étnica del mundo. Sin embargo, a la hora de nombrar o elegir líderes, ellos (mayoritariamente varones, y pocas mujeres) son anglo sajones. Parece que en Franconia están tomando en serio lo escrito por el teólogo coreano-americano Soong-Chan Rah, quien afirma que es necesario transitar de lo fáctico (el polo del cristianismo creciente es más y más hacia el sur), hacia una práctica teológica y eclesiológica que refleje esa nueva realidad. Por lo tanto es necesario liberar al cristianismo evangélico de su cautividad blanca y occidental. Así lo propone en el libro The Next Evangelicalism: Freeing the Church from Western Cultural Captivity (Inter Varsity Press, 2009).
Ante el mundo que llega a las puertas de las iglesias anabautistas de la zona de Filadelfia, éstas pueden reaccionar de distintas formas: atrincherándose y pretendiendo que todo sigue igual; sumarse a la histeria anti inmigrante y exigir que se expulse a los indeseables; abrirse a la diversidad y darle la bienvenida. Creo que la última alternativa es la que refleja al Evangelio de paz.
Entre la corriente que vigoriza la de los brazos abiertos, la que recibe con un abrazo afectuoso a los no queridos por el main stream ultra conservador norteamericano, se encuentran quienes fueron misioneros anabautistas menonitas en México. Entre ellos están los de la vieja guardia, pioneros en la nación azteca en la siembra de iglesias anabautistas: Paul y Cathy Godshall, y Juan Marcos y Emma Frederick. Más recientemente en México misionaron Kirk Hanger y su esposa Marilyn por diez años (1993-2003), y Arnold Derstine y su esposa Marlene durante ocho años (1997-2005).
Me hospedaron Arnold y Marlene, padres de tres bellas hijas. Desde el momento mismo en que llegué a su casa me hicieron sentir su calidez. Nos comunicamos indistintamente tanto en inglés como en español, y la mezcla gozosa de los dos: en spanglish. Tuvieron la paciencia de responder mis múltiples interrogantes, en dilatas sobre mesas y tazas de café.
Arnold y Marlene sirven, él como pastor asociado, y ella como ministro asistente en la Iglesia Menonita de Franconia. Estuve en su congregación un domingo y compartí un saludo en la Escuela Dominical al grupo de adultos, y después a toda la comunidad en el culto. Más tarde hubo una gran comida como para 400 personas, en un salón de usos múltiples de la iglesia.
Mi tendencia a observar, a ser participante y experimentar desde adentro lo vivido, pero también a mirar desde afuera como sociólogo que toma nota de la conducta social de un grupo, me hizo percatarme de que las iglesias anabautistas mexicanas le transmitieron a quienes entre nosotros han misionado un profundo sentido de la cordialidad, un ánimo festivo, y calidez en el trato con los otros.
Le hice el anterior comentario a Marlene. Se lo sinteticé, al decirle que ella era muy abrazadora, muy de hablar con las personas y al mismo tiempo tocarlas, lo que no hacen normalmente los anglo sajones. Le pregunté si esa práctica era parte de su “contaminación mexicana”. Me dijo que definitivamente sí, que en México había aprendido a ser más expresiva y cariñosa con los demás.
En esa “contaminación” experimentada por Marlene, tal vez esté concentrada mi experiencia de unos días con la comunidad anabautista de la Conferencia Menonita de Franconia, y su decisión de cómo encontrarse con el mundo multi étnico que toca a su puerta. Mientras otros agraden, o son indiferentes a la diversidad, humillan con expresiones racistas, hay que seguir el ejemplo de Jesús que buscaba incluir en su círculo a los expulsados de todas partes. Hay que abrazar, abrir las puertas a los otros y construir el camino juntos.
* Carlos Mnez. Gª es sociólogo, escritor, e investigador del Centro de Estudios del Protestantismo Mexicano.
Fuente: © Carlos Martínez García, ProtestanteDigital.com (España, 2010)
Los anabautistas del siglo XVI creyeron firmemente la encomienda de Mateo 28:18-20. Repetían el texto una y otra vez a quienes les prohibían evangelizar en sus territorios identificados con una fe oficial, fuese ésta católica o protestante. No reconocían fronteras para transmitir el mensaje del Evangelio, ni respetaban la geopolítica religiosa que les vedaba el derecho a establecer células conformadas por creyentes que disentían del régimen de cristiandad, es decir de la simbiosis Estado-Iglesia.
El texto mateano se localiza incontables ocasiones en los juicios jurídico-religiosos contra los anabautistas, en labios de hombres y mujeres por igual. En la versión Reina-Valera (1960) aparece de la siguiente manera: “Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo: enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”.
La familia anabautista mundial, y su expresión menonita, han heredado un rico legado de sus antecesores perseguidos en el siglo XVI y XVII. La historia del martirologio se transmite hoy como una marca identitaria, para recordar a las nuevas generaciones el costo de la sobrevivencia. De ahí que en este 2010 se hayan organizado distintos eventos y exposiciones para recordar 350 años de la primera edición de una obra monumental compilada por T. J. Van Braght, El espejo de los mártires: cristianos indefensos que bautizaron bajo confesión de fe, y que sufrieron y murieron por testificar de Jesús, desde el tiempo de Cristo hasta el año 1660. El original holandés fue traducido al alemán y publicado en 1748, y la versión en inglés data de 1886.
En estos primeros años del siglo XXI, en que los flujos migratorios se han intensificado, los anabautistas-menonitas de Norteamérica, llegados a esas tierras en busca de la libertad que les fue negada en Europa, comprueban cotidianamente un nuevo reto. Sus antepasados se prepararon para ir a predicar el Evangelio, fueron peregrinos por casi todo el Continente Europeo, en busca de espacios en los que pudiesen vivir en paz practicando sus creencias. Ahora las circunstancias han puesto frente a ellos y ellas la tarea de cómo responder a la realidad de que el mundo está llegando a sus vecindarios. Literalmente el mundo está tocando a sus puertas.
Hay referencias de presencia de menonitas holandeses en dos lugares del estado de Nueva York, en Manhattan (1644), y en Long Island (1657). La presencia organizada tiene la fecha del 6 de octubre de 1683, cuando “un grupo de treinta y cuatro menonitas y cuáqueros de Krefeld, Alemania, llegaron a EE. UU. Después de diez semanas y media de viaje y se establecieron en Germantown, justo al norte de Filadelfia. Fue de este grupo de donde emanó la primer protesta formal contra el sistema de esclavitud en EE. UU.” (Cornelius J. Dyck, Introducción a la historia menonita. Una historia popular de los anabautistas y los menonitas, Ediciones Clara-Semilla, Bogotá-Guatemala, 1996, p. 198).
Hace dos semanas tuve la oportunidad de estar unos días en Filadelfia y zonas aledañas. Viajé a esa región para asistir a la Asamblea de la Conferencia Menonita de Franconia. Sabiendo los antecedentes históricos de los menonitas en Pensilvania, y particularmente en el área de Filadelfia, tenía interés en palpar el pulso de las iglesias anabautistas-menonitas sobre cómo han reaccionado a la creciente ola migratoria proveniente de América Latina (sobre todo de México y Centroamérica), así como de algunos países asiáticos.
Fueron jornadas intensas, llenas de conversaciones, visitas a sitios históricos para los menonitas, tiempos de compartir la mesa y los anhelos con nuevos hermanos y amigos. Tuve una tarde muy enriquecedora con Obed Arango, integrante de la diáspora evangélica mexicana a la ciudad del amor fraternal, que remonta sus orígenes a William Penn, el cuáquero que buscaba edificar una ciudad cuyo centro fuese la tolerancia religiosa.
Mientras en amplias franjas de la clase política y la población estadounidense se anidan crecientes rechazos a los inmigrantes, pero sobre todo a quienes provienen de países pobres, y se proponen leyes inmisericordes; el conglomerado de iglesias que conforman la Conferencia Menonita de Franconia está reaccionando de forma hospitalaria hacia los extraños, los advenedizos de piel morena. En la sesión inaugural de la Asamblea pronto advertí que eso de aprecio por la diversidad es bueno en el discurso, pero es mejor cuando se evidencia en la práctica. El culto de apertura fue en cuatro idiomas: inglés, castellano (que los latinoamericanos llamamos español), indonesio y vietnamita. El grupo musical que guió los himnos y alabanzas lo conformaban anglo sajones, afro americanos, asiáticos y de otros trasfondos étnicos.
Una nueva iglesia, Greensburg Worship Center, fue recibida como parte de la Conferencia. Sus integrantes son mayoritariamente indonesios, que han abierto las puertas de su congregación a hispano hablantes y les apoyan para que hagan misión cristiana entre los inmigrantes latinoamericanos que en los últimos años se han aventurado a incursionar en del noreste americano.
Al final del servicio hubo tiempo de compartir e intercambiar impresiones con algunos de los asistentes, y recorrer la exposición de recursos para la misión, entendida ésta en su sentido más integral: tanto evangelización, como discipulado, educación, servicio al prójimo y siembra de justicia y paz. Me sentí bien recibido, las muestras de afecto fueron reiteradas y variadas. Se me acercaron hombres y mujeres de un amplio abanico de edades, para conversar, saber de la situación mexicana y de las iglesias que integran la Conferencia de Iglesias Evangélicas Anabautistas Menonitas de México.
Al día siguiente, sábado 13 de noviembre, las actividades de la Asamblea prosiguieron con informes, planes, invitaciones a eventos próximos, tiempo de oración y cantos, intermedio para el almuerzo, mesas de trabajo y muchas conversaciones personales. Los alimentos fueron nutritivos, pero más las charlas con quienes tuve la bendición de compartir los alimentos y algo de sus vidas.
La Conferencia Menonita de Franconia tiene como ministro ejecutivo, así le llaman, a Noel Santiago, de origen puertorriqueño. Esto, para mí, también fue gratificante saberlo porque infinidad de organizaciones protestantes y/o evangélicas del Norte, escribo desde México, proclaman ser incluyentes y reconocer que la misión es global y por ende requiere liderazgos que reflejen la variedad étnica del mundo. Sin embargo, a la hora de nombrar o elegir líderes, ellos (mayoritariamente varones, y pocas mujeres) son anglo sajones. Parece que en Franconia están tomando en serio lo escrito por el teólogo coreano-americano Soong-Chan Rah, quien afirma que es necesario transitar de lo fáctico (el polo del cristianismo creciente es más y más hacia el sur), hacia una práctica teológica y eclesiológica que refleje esa nueva realidad. Por lo tanto es necesario liberar al cristianismo evangélico de su cautividad blanca y occidental. Así lo propone en el libro The Next Evangelicalism: Freeing the Church from Western Cultural Captivity (Inter Varsity Press, 2009).
Ante el mundo que llega a las puertas de las iglesias anabautistas de la zona de Filadelfia, éstas pueden reaccionar de distintas formas: atrincherándose y pretendiendo que todo sigue igual; sumarse a la histeria anti inmigrante y exigir que se expulse a los indeseables; abrirse a la diversidad y darle la bienvenida. Creo que la última alternativa es la que refleja al Evangelio de paz.
Entre la corriente que vigoriza la de los brazos abiertos, la que recibe con un abrazo afectuoso a los no queridos por el main stream ultra conservador norteamericano, se encuentran quienes fueron misioneros anabautistas menonitas en México. Entre ellos están los de la vieja guardia, pioneros en la nación azteca en la siembra de iglesias anabautistas: Paul y Cathy Godshall, y Juan Marcos y Emma Frederick. Más recientemente en México misionaron Kirk Hanger y su esposa Marilyn por diez años (1993-2003), y Arnold Derstine y su esposa Marlene durante ocho años (1997-2005).
Me hospedaron Arnold y Marlene, padres de tres bellas hijas. Desde el momento mismo en que llegué a su casa me hicieron sentir su calidez. Nos comunicamos indistintamente tanto en inglés como en español, y la mezcla gozosa de los dos: en spanglish. Tuvieron la paciencia de responder mis múltiples interrogantes, en dilatas sobre mesas y tazas de café.
Arnold y Marlene sirven, él como pastor asociado, y ella como ministro asistente en la Iglesia Menonita de Franconia. Estuve en su congregación un domingo y compartí un saludo en la Escuela Dominical al grupo de adultos, y después a toda la comunidad en el culto. Más tarde hubo una gran comida como para 400 personas, en un salón de usos múltiples de la iglesia.
Mi tendencia a observar, a ser participante y experimentar desde adentro lo vivido, pero también a mirar desde afuera como sociólogo que toma nota de la conducta social de un grupo, me hizo percatarme de que las iglesias anabautistas mexicanas le transmitieron a quienes entre nosotros han misionado un profundo sentido de la cordialidad, un ánimo festivo, y calidez en el trato con los otros.
Le hice el anterior comentario a Marlene. Se lo sinteticé, al decirle que ella era muy abrazadora, muy de hablar con las personas y al mismo tiempo tocarlas, lo que no hacen normalmente los anglo sajones. Le pregunté si esa práctica era parte de su “contaminación mexicana”. Me dijo que definitivamente sí, que en México había aprendido a ser más expresiva y cariñosa con los demás.
En esa “contaminación” experimentada por Marlene, tal vez esté concentrada mi experiencia de unos días con la comunidad anabautista de la Conferencia Menonita de Franconia, y su decisión de cómo encontrarse con el mundo multi étnico que toca a su puerta. Mientras otros agraden, o son indiferentes a la diversidad, humillan con expresiones racistas, hay que seguir el ejemplo de Jesús que buscaba incluir en su círculo a los expulsados de todas partes. Hay que abrazar, abrir las puertas a los otros y construir el camino juntos.
* Carlos Mnez. Gª es sociólogo, escritor, e investigador del Centro de Estudios del Protestantismo Mexicano.
Fuente: © Carlos Martínez García, ProtestanteDigital.com (España, 2010)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Al realizar un comentario, esperamos que el mismo sea proactivo y no reactivo. Evitemos comentarios despectivos y descalificativos que en nada ayuda. ¡Sos inteligente y sabe lo que digo!