Por. Carlos Mnez. Gª, México*
A Ruth Saldivar y Luz Galindo, sociólogas al servicio del Reino
Hacia finales del 2010 recibí un correo electrónico en el que una cristiana estudiante de sociología me confiaba sus dificultades para conciliar su materia de estudio con su fe. También me compartió que se sentía sola, con escasos apoyos epistemológicos y de acompañamiento por parte de la comunidad de creyentes a la pertenece. Me solicitó algunas orientaciones acerca de cómo relacionar las creencias cristianas con una disciplina, la sociología, que critica a la fe y la presenta como una construcción social ilusoria y hasta falsa.
No pretendo tener la capacidad para responder las preguntas de la estudiante. Tampoco considero poseer las cualidades como para solucionar sus inquietudes y brindarle respuestas acabadas a las mismas. Solamente voy a compartir ciertos descubrimientos que me han ayudado a lidiar con las ciencias sociales en general, y la sociología en particular, y mi entendimiento de la Revelación bíblica.
Me parece que la actitud de mi joven colega, la socióloga que está en busca de respuestas a sus dudas, es la adecuada. Bien podía ella hacer por lo que han optado otros y otras que comparten su fe y hacen de las ciencias sociales su profesión: mantener una estricta separación entre lo que creen “espiritualmente” y la disciplina de sus estudios. Quienes así proceden adoptan por entero las propuestas epistemológicas y hermenéuticas de ciertas escuelas de pensamiento sociológico que todo lo explican como socialmente condicionado.
Los cristianos no pueden simplemente recibir cualquier paquete de conocimientos sin atreverse a preguntar sobre la solidez de esos saberes. Hace muchos años leí una frase de un filósofo, Gastón Bachelard que me sacudió cognoscitiva y existencialmente: “La fuente de todo conocimiento es la pregunta”. Hay que cuestionar, preguntar si lo que se da como respuesta irrebatible es consistente y soporta la corrosión de la crítica.
Me atrevo a sostener que en la Biblia tenemos una enseñanza poco valorada, me refiero a que en Las Escrituras, desde Génesis hasta Apocalipsis, se nos anima a ser preguntones. Hay en la Palabra lo que llamo una teología de la pregunta. Jesús fue un maestro de los cuestionamientos. En muchas ocasiones hizo partícipes activos de sus enseñanzas a sus oyentes, recurriendo a preguntarles con el fin de que no fueran receptores pasivos sino oidores dialogantes.
En la pedagogía de Jesús jugó un rol muy importante la interpelación. Por medio de narraciones, las parábolas por ejemplo, buscaba respuestas de su auditorio. Tal vez son más los momentos en que encontramos a Jesús, en el Nuevo Testamento, en un ejercicio de exposición/preguntar/responder a individuos y/o grupos, que dando discursos sin permitir la intervención de sus oyentes. Jesús estimulo a sus interlocutores para que le cuestionaran, de la misma manera que les preguntó incesantemente para que ellos y ellas descubrieran el sentido profundo de sus enseñanzas.
Percibo que una de las razones de desasosiego de la socióloga que me hizo llegar sus inquietudes, es que en su comunidad la ven con cierta sospecha porque sus estudios la llevan a preguntar sobre afirmaciones que los demás dan por sentadas sin problema alguno. No sería raro que incluso, como en otros casos que he conocido de estudiantes cristianos de ciencias sociales, le hubiesen aconsejado que mejor estudiara una disciplina que no pusiese en riesgo su fe. Éste es un gran equívoco, porque entonces estaríamos reconociendo que la fe cristiana es muy endeble, que ante cualquier soplo de conocimientos humanos se tambalea y cae irremediablemente.
Es cierto que la sociología nace como resultado de presuposiciones metodológicas que colocan en tela de juicio a la Revelación. Parte de la afirmación de que estamos solos y solas en el Universo, que es necesario dejar atrás el estado de las explicaciones teológicas, que necesariamente son ilusorias, abandonar la etapa metafísica, condicionada por lo abstracto, y en su lugar transitar a la era científica y positiva. Así lo estableció a quien se considera el fundador de la sociología, el francés Augusto Comte (1798-1857).
La pretensión de cientificidad, de objetividad plena, también marcó a distintas tendencias sociológicas posteriores a Comte. Tuvo que pasar mucho tiempo para que al interior de la propia comunidad sociológica se pusiera en cuestionamiento la pureza epistemológica de quienes daban explicaciones mecanicistas al comportamiento de las sociedades y de las personas en la sociedad. A ese desenmascaramiento contribuyó una ala del marxismo, la menos dogmática y cerrada, al sostener, me parece que correctamente, que era un engaño la “ideología de la neutralidad ideológica”.
Un ejemplo de sociología científica que parte de presuposiciones justificadoras del orden social establecido, es el de la sociología funcionalista norteamericana. Esta escuela es muy prolífica en estudios de movilidad social ascendente (el paso de la pobreza a estratos socioeconómicos superiores); mientras que es ciega a los múltiples casos de movilidad social descendente, es decir de empobrecimiento, como lo observó atinadamente el sociólogo de El Colegio de México, Claudio Stern.
Una aportación de la sociología del conocimiento, aplicada a la lectura de la Biblia, es que las ideas se forjan en contextos socioculturales específicos, no surgen espontáneamente. Hay trasfondos que gestan determinadas representaciones ideológicas e identitarias, éstas responden a imaginarios prohijados en contextos históricos que son resultado de factores sedimentados en una sociedad equis.
La afirmación joanina de que el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, puede leerse como que el Mesías se historizó, o tal vez podemos decir que se sociologizó. De ahí que las herramientas sociológicas son de enorme utilidad cuando echamos mano de ellas para reconstruir el mundo social en el que tuvieron lugar los hechos y las palabras de Jesús y sus discípulos neotestamentarios.
De la abundante bibliografía que puedo recomendar sobre el tema de las condiciones sociales existentes en tiempos neotestamentarios, y el esencial conocimiento de esas condiciones para una comprensión más amplia de la Palabra, son indispensables las obras de Wayne A. Meeks, entre ellas Los primeros cristianos urbanos. El mundo social del apóstol Pablo (Ediciones Sígueme) y El mundo moral de los primeros cristianos (Editorial Desclée de Brouwer). De Bruce Malina son esclarecedores El mundo del Nuevo Testamento. Perspectivas desde la antropología cultural (Editorial Verbo Divino), y (en coautoría con Richard L. Rohrbaugh) Los evangelios sinópticos y la cultura mediterránea del siglo I. Comentario desde las ciencias sociales (Editorial Verbo Divino). De carácter introductorio y bien desarrollado es el libro de John E. Stambaugh y David L. Balch, El Nuevo Testamento en su entorno social (Editorial Desclée de Brouwer). Bengt Holberg hace un interesante recorrido por la historia de los acercamientos sociológicos para explicar el contexto de las primeras comunidades cristianas en Historia social del cristianismo primitivo. La sociología y el Nuevo Testamento (Ediciones El Almendro).
Una cosa es tener adecuadamente en perspectiva la realidad social en que se gestaron las narraciones de la Biblia. Otro tópico muy diferente es incurrir en sociologismos que niegan la trascendencia, el Espíritu en sentido bíblico, de la historia de la salvación que se promete en Génesis y alcanza su consumación en Apocalipsis. Es necesario aprender a construir tanto un buen acercamiento sociológico a Las Escrituras, como embarcarse en el discipulado que no se deja sujetar ni amoldar por las tendencias de los tiempos (Romanos 12:2).
No podemos, no debemos ser, meros reproductores de paradigmas culturales, estamos llamados a ser ciudadanos y embajadores de un Reino que no procede de este mundo (Juan 18:36).
*Carlos Mnez. Gª es sociólogo, escritor, e investigador del Centro de Estudios del Protestantismo Mexicano.
Fuente: © Carlos Martínez García, ProtestanteDigital.com
A Ruth Saldivar y Luz Galindo, sociólogas al servicio del Reino
Hacia finales del 2010 recibí un correo electrónico en el que una cristiana estudiante de sociología me confiaba sus dificultades para conciliar su materia de estudio con su fe. También me compartió que se sentía sola, con escasos apoyos epistemológicos y de acompañamiento por parte de la comunidad de creyentes a la pertenece. Me solicitó algunas orientaciones acerca de cómo relacionar las creencias cristianas con una disciplina, la sociología, que critica a la fe y la presenta como una construcción social ilusoria y hasta falsa.
No pretendo tener la capacidad para responder las preguntas de la estudiante. Tampoco considero poseer las cualidades como para solucionar sus inquietudes y brindarle respuestas acabadas a las mismas. Solamente voy a compartir ciertos descubrimientos que me han ayudado a lidiar con las ciencias sociales en general, y la sociología en particular, y mi entendimiento de la Revelación bíblica.
Me parece que la actitud de mi joven colega, la socióloga que está en busca de respuestas a sus dudas, es la adecuada. Bien podía ella hacer por lo que han optado otros y otras que comparten su fe y hacen de las ciencias sociales su profesión: mantener una estricta separación entre lo que creen “espiritualmente” y la disciplina de sus estudios. Quienes así proceden adoptan por entero las propuestas epistemológicas y hermenéuticas de ciertas escuelas de pensamiento sociológico que todo lo explican como socialmente condicionado.
Los cristianos no pueden simplemente recibir cualquier paquete de conocimientos sin atreverse a preguntar sobre la solidez de esos saberes. Hace muchos años leí una frase de un filósofo, Gastón Bachelard que me sacudió cognoscitiva y existencialmente: “La fuente de todo conocimiento es la pregunta”. Hay que cuestionar, preguntar si lo que se da como respuesta irrebatible es consistente y soporta la corrosión de la crítica.
Me atrevo a sostener que en la Biblia tenemos una enseñanza poco valorada, me refiero a que en Las Escrituras, desde Génesis hasta Apocalipsis, se nos anima a ser preguntones. Hay en la Palabra lo que llamo una teología de la pregunta. Jesús fue un maestro de los cuestionamientos. En muchas ocasiones hizo partícipes activos de sus enseñanzas a sus oyentes, recurriendo a preguntarles con el fin de que no fueran receptores pasivos sino oidores dialogantes.
En la pedagogía de Jesús jugó un rol muy importante la interpelación. Por medio de narraciones, las parábolas por ejemplo, buscaba respuestas de su auditorio. Tal vez son más los momentos en que encontramos a Jesús, en el Nuevo Testamento, en un ejercicio de exposición/preguntar/responder a individuos y/o grupos, que dando discursos sin permitir la intervención de sus oyentes. Jesús estimulo a sus interlocutores para que le cuestionaran, de la misma manera que les preguntó incesantemente para que ellos y ellas descubrieran el sentido profundo de sus enseñanzas.
Percibo que una de las razones de desasosiego de la socióloga que me hizo llegar sus inquietudes, es que en su comunidad la ven con cierta sospecha porque sus estudios la llevan a preguntar sobre afirmaciones que los demás dan por sentadas sin problema alguno. No sería raro que incluso, como en otros casos que he conocido de estudiantes cristianos de ciencias sociales, le hubiesen aconsejado que mejor estudiara una disciplina que no pusiese en riesgo su fe. Éste es un gran equívoco, porque entonces estaríamos reconociendo que la fe cristiana es muy endeble, que ante cualquier soplo de conocimientos humanos se tambalea y cae irremediablemente.
Es cierto que la sociología nace como resultado de presuposiciones metodológicas que colocan en tela de juicio a la Revelación. Parte de la afirmación de que estamos solos y solas en el Universo, que es necesario dejar atrás el estado de las explicaciones teológicas, que necesariamente son ilusorias, abandonar la etapa metafísica, condicionada por lo abstracto, y en su lugar transitar a la era científica y positiva. Así lo estableció a quien se considera el fundador de la sociología, el francés Augusto Comte (1798-1857).
La pretensión de cientificidad, de objetividad plena, también marcó a distintas tendencias sociológicas posteriores a Comte. Tuvo que pasar mucho tiempo para que al interior de la propia comunidad sociológica se pusiera en cuestionamiento la pureza epistemológica de quienes daban explicaciones mecanicistas al comportamiento de las sociedades y de las personas en la sociedad. A ese desenmascaramiento contribuyó una ala del marxismo, la menos dogmática y cerrada, al sostener, me parece que correctamente, que era un engaño la “ideología de la neutralidad ideológica”.
Un ejemplo de sociología científica que parte de presuposiciones justificadoras del orden social establecido, es el de la sociología funcionalista norteamericana. Esta escuela es muy prolífica en estudios de movilidad social ascendente (el paso de la pobreza a estratos socioeconómicos superiores); mientras que es ciega a los múltiples casos de movilidad social descendente, es decir de empobrecimiento, como lo observó atinadamente el sociólogo de El Colegio de México, Claudio Stern.
Una aportación de la sociología del conocimiento, aplicada a la lectura de la Biblia, es que las ideas se forjan en contextos socioculturales específicos, no surgen espontáneamente. Hay trasfondos que gestan determinadas representaciones ideológicas e identitarias, éstas responden a imaginarios prohijados en contextos históricos que son resultado de factores sedimentados en una sociedad equis.
La afirmación joanina de que el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, puede leerse como que el Mesías se historizó, o tal vez podemos decir que se sociologizó. De ahí que las herramientas sociológicas son de enorme utilidad cuando echamos mano de ellas para reconstruir el mundo social en el que tuvieron lugar los hechos y las palabras de Jesús y sus discípulos neotestamentarios.
De la abundante bibliografía que puedo recomendar sobre el tema de las condiciones sociales existentes en tiempos neotestamentarios, y el esencial conocimiento de esas condiciones para una comprensión más amplia de la Palabra, son indispensables las obras de Wayne A. Meeks, entre ellas Los primeros cristianos urbanos. El mundo social del apóstol Pablo (Ediciones Sígueme) y El mundo moral de los primeros cristianos (Editorial Desclée de Brouwer). De Bruce Malina son esclarecedores El mundo del Nuevo Testamento. Perspectivas desde la antropología cultural (Editorial Verbo Divino), y (en coautoría con Richard L. Rohrbaugh) Los evangelios sinópticos y la cultura mediterránea del siglo I. Comentario desde las ciencias sociales (Editorial Verbo Divino). De carácter introductorio y bien desarrollado es el libro de John E. Stambaugh y David L. Balch, El Nuevo Testamento en su entorno social (Editorial Desclée de Brouwer). Bengt Holberg hace un interesante recorrido por la historia de los acercamientos sociológicos para explicar el contexto de las primeras comunidades cristianas en Historia social del cristianismo primitivo. La sociología y el Nuevo Testamento (Ediciones El Almendro).
Una cosa es tener adecuadamente en perspectiva la realidad social en que se gestaron las narraciones de la Biblia. Otro tópico muy diferente es incurrir en sociologismos que niegan la trascendencia, el Espíritu en sentido bíblico, de la historia de la salvación que se promete en Génesis y alcanza su consumación en Apocalipsis. Es necesario aprender a construir tanto un buen acercamiento sociológico a Las Escrituras, como embarcarse en el discipulado que no se deja sujetar ni amoldar por las tendencias de los tiempos (Romanos 12:2).
No podemos, no debemos ser, meros reproductores de paradigmas culturales, estamos llamados a ser ciudadanos y embajadores de un Reino que no procede de este mundo (Juan 18:36).
*Carlos Mnez. Gª es sociólogo, escritor, e investigador del Centro de Estudios del Protestantismo Mexicano.
Fuente: © Carlos Martínez García, ProtestanteDigital.com
Muchas gracias por estas palabras, me acabo de recibir de la Licenciatura en Sociología y mi trabajo terminal lo hice en Sociología en Desarrollo Rural y tuve muchos choques entre la disciplina y mi fe, no obstante, mi fe no se movió, pero el interés hacia mi carrera que tanto me gusta se puso en duda. ¿en qué puede trabajar alguien cómo yo en un carrera así?
ResponderEliminarKarol
Estimada amiga o amigo, entiendo vuestra preocupación, lo mismo me pasaba cuando mi formación filosofica, no sabia que hacer, pero al final me di cuenta que esa disciplina me ayudó sistematizar y darle coherencia a mi fe en Dios.
ResponderEliminarCreo que deberias ver el lado positivo que te aporta la sociologia, creo que deberias indaga sobre desarrollismo rurales del fenomeno religioso, en que podrias ayudar a las iglesias en ese ramo a contribuir con el bienestar de los demas.
Como la iglesia puede ser puente de dialogo con los organismo del Estado.
Animate y segui adelante en vuestra formación, valió la pena invertir años...
Si queres podemos chatear por skype, mi nombre de usuario es luisecantero1
Bendiciones,
LECAN
Muchas gracias por publicar esto. Lo leí hace algunos años, cuando estaba iniciando mi carrera de sociología. Aunque para ese momento no encontré lo que buscaba encontrar en esta publicación, preguntas que Solo Dios podía responder, y algunas que nisiquiera sé todavía la respuesta, leer esto me hizo sentir que no era la única pasando por una crisis entre la fe y la sociología. La verdad, dada la lucha que he tenido, la sociología también me ha desepcionado un poco.De todas formas, leer esto me sirvio muuucho.
ResponderEliminar