jueves, 16 de junio de 2011

¿Hasta dónde llega tu llanto? Retazos del evangelio a los pobres

Por. Juan Simarro Fernández, España
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación”. Mateo 5:4. “Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis”. Lucas 6:21.
Estas son las versiones que de la Bienaventuranza de Jesús dan Mateo y Lucas. Probablemente la versión de Lucas, que es algo más radical y impactante en su formulación, esté más cerca del grupo de contrastes que marcan los valores del Reino que trastocan la visión mundana de la vida: los últimos serán los primeros, los pobres y lisiados serán los convidados del Reino, los sanos serán dejados de lado para acoger a los enfermos… los que lloran van a ser los que ríen. ¿Hasta dónde llega tu llanto?
Pero no simplemente los que lloran por cualquier causa, como si el llanto fuera un valor espiritual y bueno en sí mismo. El gozo y la alegría son los valores válidos en toda la Biblia. Por tanto, la bienaventuranza no está alabando el llanto, ni proponiéndolo como algo a buscar. El llanto, como la pobreza, no pueden ser, en ningún caso, valores deseables. Aquí no se trata de ensalzar la tristeza ni de presentarla como un valor que hay que buscar para llegar algún día, en la metahistoria, a disfrutar de la risa y del gozo. Los cristianos deben estar dispuestos a ser manos tendidas que eviten la tristeza, manos diligentes capaces de limpiar lágrimas. ¿Te lleva tu llanto a limpiar las lágrimas de otros? Ese sería un buen llanto.
Por otra parte, siguiendo la línea de estos artículos, nosotros nos vamos a fijar en las lágrimas de los pobres y de los oprimidos. ¿Hasta dónde llega tu llanto por ellos? ¡Cuántas lágrimas en el no-ser de la marginación, la pobreza y la exclusión social! ¡Cuántas lágrimas por la opresión! Yo, desgraciadamente, he tenido que contemplar las lágrimas de muchos inmigrantes que lloran por la presión de sus opresores, injustos empleadores que se lucran con los trabajos de estos débiles del mundo: los extranjeros oprimidos. Pero también están las lágrimas de aquellos que no llegan ni siquiera a ser oprimidos: los excluidos del mundo sumergidos en la infravida de la pobreza extrema. Quizás no tienen fuerzas ni para llorar. Todo su ser es un llanto sin lágrimas.
La Biblia no es ajena a este llanto , y la bienaventuranza, sin duda alguna, es también para ellos, aunque no sean los únicos sumidos en el llanto por el pecado de otros, pecado de muchos insolidarios que oprime y que reduce la vida a un paso o simple transcurrir por el valle de lágrimas. Dios no es indiferente a estas lágrimas y llora con los dolientes del mundo. Así dice la Biblia: “Me volví y vi todas las violencias que se hacen debajo del sol; y he aquí las lágrimas de los oprimidos, sin tener quien les consuele; y la fuerza que estaba en la mano de los opresores, y para ellos no había consolador”. Eclesiastés 4:1 . ¿Hasta dónde observas tú el llanto de los oprimidos y pobres del mundo?
Dios quiere ser el Consolador para ellos, trasladarles y concederles la bienaventuranza de la risa y del gozo. Dios también quiere ser el que motive a sus hijos, a los que dicen seguirle para que podamos nosotros también ser las manos y los pues del Señor en medio de un mundo de dolor llevando consuelo, risa, alegría y la felicidad de la bienaventuranza. Limpiadores de llantos, enjugadores de lágrimas. Quizás a todos los queramos levantar risas en medio del llanto, nos toque también participar del lloro y del llanto de los pobres y oprimidos del mundo.
Para esas lágrimas también hay bienaventuranza. Hay promesa de felicidad para los que comparten el llanto de los sufrientes del mundo, para los que andan por los valles y caminos de esta tierra intentando secar lágrimas. Son aquellos sembradores de alegrías y gozos que, aunque empapados del llanto de los oprimidos y pobres del mundo y aún de su propio llanto al ver las violencias que se hacen debajo del sol y las lágrimas de los oprimidos, lloran con los que lloran, como mensajeros del llanto y del canto de alegría. Así nos anuncia el salmo como con un grito de alegría: “Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán”. No te quejes ni te preocupes de sembrar con lágrimas o entre lágrimas. En la siega vendrá el regocijo.
Así, pues, la bienaventuranza no es sólo para los pobres y oprimidos del mundo que lloran bajo el yugo de sus opresores o despojadores, sino para todos aquellos que se acercan a ellos no sólo para compartir sus lágrimas, sino para secarlas y darles a sus rostros un rictus de risa, de consuelo, de gozo . La bienaventuranza, así, es para muchos que en el mundo lloran con los que lloran, a la vez que es para aquellos sumidos en el llanto por la violencia que ejercen los poderosos del mundo, los acumuladores y ladrones de vida y de dignidad. ¿Te lleva tu llanto a la bienaventuranza? Promesa de felicidad y de risa para todos aquellos que están bajo el yugo o la bota de tantos tiranos injustos que se mueven en el mundo. Para ellos, para los tiranos, son uno de los ayes de Lucas: “¡Ay de los que ahora reís! Porque lamentaréis y lloraréis”. ¡Señor, queremos estar entre los que lloran!
¿Hasta dónde llega tu llanto? “Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice nuestro Dios”. El tiempo de las lágrimas no será eterno. También el dolor y las lágrimas van a tener un fin allí en la nueva Jerusalén en donde ya no habrá más lágrimas ni dolor, porque las primeras cosas ya pasaron. Pero nos queda el “mientras tanto” de nuestro aquí y de nuestro ahora. El tiempo en el que en el “todavía no” del Reino debemos seguir trabajando por la eliminación de las lágrimas del mundo acercando el Reino y sus valores a los pobres y oprimidos de la tierra. Aquí, en nuestro momento histórico, es donde el Señor necesita tener agentes de liberación del Reino que sepan transformar las lágrimas en gritos de júbilo, los llantos en risas, los sufrimientos en consuelo. ¡Señor, queremos ser transformadores de lágrimas!
Así, nosotros, los que hemos creído, podemos ser partícipes de una tarea divina: la de ser consoladores y levantadores de risas. Las lágrimas de los que hemos creído, lágrimas que compartimos con los sufrientes del mundo, no son lágrimas que nos paralizan, sino lágrimas que nos ponen en acción y que nos lanzan a llevar las Buenas Nuevas a toda criatura, nuevas de justicia y de salvación, de posibilidad de romper el yugo de los opresores, despojadores y acumuladores del mundo. Nuestras lágrimas deben ser como el combustible que mueve el motor de la misericordia y búsqueda de justicia. Sólo así seremos capaces de acercar esta bienaventuranza a los que en el mundo viven empapados por su propio llanto: “Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis”.

¿Hasta dónde llega tu llanto? Tus lágrimas pueden ser liberadoras.
Autores: Juan Simarro Fernández
© Protestante Digital 2011
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