La felicidad como meta, la felicidad extrema o la felicidad inadecuada son dañinas.
La Real Academia Española recoge en su diccionario esta definición de felicidad: “Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien”. Por su parte, para el filósofo griego Aristóteles, ser feliz era sinónimo de autorrealización y, para el también filósofo Epicuro, la felicidad consistía en experimentar placer intelectual y físico y conseguir evitar el sufrimiento mental y físico.
Ya sea desde una perspectiva filosófica o religiosa, la búsqueda de la felicidad es uno de los fundamentos de la vida. Pero disfrutar de este estado de ánimo puede tener su lado negativo, tal y como ha revelado un estudio realizado por un equipo de psicólogas procedentes de diversos centros de investigación: la Universidad estadounidense de Yale, la Universidad de Denver y la Universidad Hebrea de Jerusalén.
La búsqueda de la felicidad es uno de los objetivos que persigue el ser humano a lo largo de su vida. Para muchos, la felicidad es sinónimo de desarrollo profesional, para otros, la felicidad depende del dinero o del amor. Hay personas para las que ser feliz consiste en vivir con lo justo y necesario.
POSIBLE FUSTRACIÓN
Según las autoras del estudio publicado por Perspectives on Psychological Science, una revista de la Association for Psychological Science, la felicidad no debe ser concebida como algo universalmente bueno . Asimismo, las investigadoras afirman que no todos los tipos y grados de felicidad son igualmente buenos, e incluso perseguir la felicidad puede hacer que la gente se sienta peor .
”Las personas que fijan como una meta alcanzar la propia felicidad les puede ser contraproducente”, asegura June Gruber, investigadora de la Universidad de Yale, directora de la presente investigación y también directora del Laboratorio de Psicología y Emociones Positivas.
NO TODO VALE PARA SER FELIZ
Para llegar a sentir la felicidad, las herramientas que a menudo se sugieren en libros de autoestima o de ayuda personal son dedicar tiempo cada día a pensar en las cosas que te hacen sentir feliz, contento o agradecido, así como también la creación de situaciones que con total probabilidad se traduzcan en felicidad, entre otras muchas recomendaciones. Pero, según Gruber, estas acciones no siempre tienen el efecto deseado porque: “Cuando las practicas con la motivación o la expectativa de que dichas actividades deberían hacerte feliz, éstas pueden llevarte a la decepción y provocar en consecuencia una disminución de la felicidad".
A estas conclusiones llegaron Mauss y sus colaboradoras, tras realizar un estudio en el que constataron que las personas que leyeron un artículo de prensa alabando el valor de la felicidad se sentían peor después de ver una película con una trama feliz; algo que no le ocurría a un grupo de personas que leyó un artículo en el que no se mencionó la felicidad. La razón estriba, según las psicólogas, en la posibilidad de que las personas del primer grupo se hubieran sentido decepcionadas de su grado de felicidad ya que cuando las personas no terminan siendo tan felices como esperaban, su sensación de fracaso puede hacer que se sientan aún peor que al principio.
EL PROBLEMA DE LA FELICIDAD EXTREMA
Por otra parte, las investigadoras han puesto de manifiesto que demasiada felicidad puede suponer un problema . Así lo confirmó otra investigación, que consistió en el seguimiento de un grupo de niños desde la década de 1920 hasta su vejez. En este caso, se constató que aquellos que murieron más jóvenes estaban considerados por su entorno –consultaron a sus profesores-, como personas muy alegres.Las investigadoras creen que esto se debe a que quienes se sienten extremadamente felices no suelen pensar de forma creativa, y también tienden a tomar decisiones más arriesgadas.
Para explicar esta afirmación, ponen como ejemplo a personas con alguna manía o que sufren trastorno bipolar. Éstas tienen una mayor percepción de las emociones positivas que pueden llevarles a tomar decisiones de riesgo, como puede ser el abuso de sustancias, conducir demasiado rápido o gastar sus ahorros. Pero incluso para quienes no tienen un trastorno psicológico, "demasiada felicidad puede resultar perjudicial” por este motivo, constata Gruber.
FELICIDAD INAPROPIADA
Por otro lado, las investigadoras analizaron la "felicidad inapropiada", que es aquélla que se siente cuando no se debe sentir, como experimentarla mientras otra persona está cerca llorando por la pérdida de un ser querido o cuando se recibe la noticia de que un amigo ha sufrido un accidente de tráfico. Al igual que en el caso de la felicidad extrema, Gruber y su equipo de trabajo constataron que este tipo de felicidad, que puede surgir en momentos inadecuados, puede producirse en personas con algún problema de personalidad concreto.
Por último, las psicólogas descubrieron lo que realmente no aumenta la felicidad. " El dinero o el reconocimiento externo a través del éxito no son los factores más influyentes en la obtención de felicidad ”. La conclusión a la que llegan no es nueva, pero refuerza una idea importante. Como señala Gruber: " Lo realmente significativo son las relaciones sociales ", apunta.
Por tanto, según el estudio, la mejor manera de alcanzar la felicidad es, precisamente, dejando de lado la preocupación por ser feliz y aprovechar toda esa fuerza para conseguir entablar lazos sociales con otras personas : "Si hay algo que quieres resaltar y enfocar, hay que concentrarse en eso. Todo lo demás vendrá como tenga que venir”, afirman las investigadoras.
En esta línea, lo frase más correcta sería “salí a buscar mi felicidad y no la encontré, salí a buscar la de los demás y encontré la mía”.
La Real Academia Española recoge en su diccionario esta definición de felicidad: “Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien”. Por su parte, para el filósofo griego Aristóteles, ser feliz era sinónimo de autorrealización y, para el también filósofo Epicuro, la felicidad consistía en experimentar placer intelectual y físico y conseguir evitar el sufrimiento mental y físico.
Ya sea desde una perspectiva filosófica o religiosa, la búsqueda de la felicidad es uno de los fundamentos de la vida. Pero disfrutar de este estado de ánimo puede tener su lado negativo, tal y como ha revelado un estudio realizado por un equipo de psicólogas procedentes de diversos centros de investigación: la Universidad estadounidense de Yale, la Universidad de Denver y la Universidad Hebrea de Jerusalén.
La búsqueda de la felicidad es uno de los objetivos que persigue el ser humano a lo largo de su vida. Para muchos, la felicidad es sinónimo de desarrollo profesional, para otros, la felicidad depende del dinero o del amor. Hay personas para las que ser feliz consiste en vivir con lo justo y necesario.
POSIBLE FUSTRACIÓN
Según las autoras del estudio publicado por Perspectives on Psychological Science, una revista de la Association for Psychological Science, la felicidad no debe ser concebida como algo universalmente bueno . Asimismo, las investigadoras afirman que no todos los tipos y grados de felicidad son igualmente buenos, e incluso perseguir la felicidad puede hacer que la gente se sienta peor .
”Las personas que fijan como una meta alcanzar la propia felicidad les puede ser contraproducente”, asegura June Gruber, investigadora de la Universidad de Yale, directora de la presente investigación y también directora del Laboratorio de Psicología y Emociones Positivas.
NO TODO VALE PARA SER FELIZ
Para llegar a sentir la felicidad, las herramientas que a menudo se sugieren en libros de autoestima o de ayuda personal son dedicar tiempo cada día a pensar en las cosas que te hacen sentir feliz, contento o agradecido, así como también la creación de situaciones que con total probabilidad se traduzcan en felicidad, entre otras muchas recomendaciones. Pero, según Gruber, estas acciones no siempre tienen el efecto deseado porque: “Cuando las practicas con la motivación o la expectativa de que dichas actividades deberían hacerte feliz, éstas pueden llevarte a la decepción y provocar en consecuencia una disminución de la felicidad".
A estas conclusiones llegaron Mauss y sus colaboradoras, tras realizar un estudio en el que constataron que las personas que leyeron un artículo de prensa alabando el valor de la felicidad se sentían peor después de ver una película con una trama feliz; algo que no le ocurría a un grupo de personas que leyó un artículo en el que no se mencionó la felicidad. La razón estriba, según las psicólogas, en la posibilidad de que las personas del primer grupo se hubieran sentido decepcionadas de su grado de felicidad ya que cuando las personas no terminan siendo tan felices como esperaban, su sensación de fracaso puede hacer que se sientan aún peor que al principio.
EL PROBLEMA DE LA FELICIDAD EXTREMA
Por otra parte, las investigadoras han puesto de manifiesto que demasiada felicidad puede suponer un problema . Así lo confirmó otra investigación, que consistió en el seguimiento de un grupo de niños desde la década de 1920 hasta su vejez. En este caso, se constató que aquellos que murieron más jóvenes estaban considerados por su entorno –consultaron a sus profesores-, como personas muy alegres.Las investigadoras creen que esto se debe a que quienes se sienten extremadamente felices no suelen pensar de forma creativa, y también tienden a tomar decisiones más arriesgadas.
Para explicar esta afirmación, ponen como ejemplo a personas con alguna manía o que sufren trastorno bipolar. Éstas tienen una mayor percepción de las emociones positivas que pueden llevarles a tomar decisiones de riesgo, como puede ser el abuso de sustancias, conducir demasiado rápido o gastar sus ahorros. Pero incluso para quienes no tienen un trastorno psicológico, "demasiada felicidad puede resultar perjudicial” por este motivo, constata Gruber.
FELICIDAD INAPROPIADA
Por otro lado, las investigadoras analizaron la "felicidad inapropiada", que es aquélla que se siente cuando no se debe sentir, como experimentarla mientras otra persona está cerca llorando por la pérdida de un ser querido o cuando se recibe la noticia de que un amigo ha sufrido un accidente de tráfico. Al igual que en el caso de la felicidad extrema, Gruber y su equipo de trabajo constataron que este tipo de felicidad, que puede surgir en momentos inadecuados, puede producirse en personas con algún problema de personalidad concreto.
Por último, las psicólogas descubrieron lo que realmente no aumenta la felicidad. " El dinero o el reconocimiento externo a través del éxito no son los factores más influyentes en la obtención de felicidad ”. La conclusión a la que llegan no es nueva, pero refuerza una idea importante. Como señala Gruber: " Lo realmente significativo son las relaciones sociales ", apunta.
Por tanto, según el estudio, la mejor manera de alcanzar la felicidad es, precisamente, dejando de lado la preocupación por ser feliz y aprovechar toda esa fuerza para conseguir entablar lazos sociales con otras personas : "Si hay algo que quieres resaltar y enfocar, hay que concentrarse en eso. Todo lo demás vendrá como tenga que venir”, afirman las investigadoras.
En esta línea, lo frase más correcta sería “salí a buscar mi felicidad y no la encontré, salí a buscar la de los demás y encontré la mía”.
Fuente: © Protestante Digital 2011
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