Caminaba José por las calles iluminadas de Maracaibo, ya había terminado su faena de trabajo. No había recolectado mucho dinero, el trabajo de empaquetador en el supermercado había sido muy duro e improductivo este día. La gente solo daba las monedas pequeñas que quedaban del vuelto de sus compras. Trabajaba después del colegio, muchos de sus compañeros de clases hacían lo mismo. Llevando las mercancías a los carros veía los manjares que llevaba la gente a su casa, algunos compraban juguetes. José se imaginaba si podía llevar a su casa estas cosas, esos productos para hacer las hallacas, los perniles, turrones. Solo se imaginaba a su madre y hermanos con una gran sonrisa. Por el estacionamiento del gran centro Comercial, se movía entre los carros y en las esquinas lejanas “el Chuki”, un hombre que conversaba mucho con los niños y niñas que llevaban las mercancías a los carros de los clientes del Supermercado. Algunos le tenían temor y otros hablaban con él con naturalidad.
El Chuki, les ofrecía ganarse unos cuantos miles de bolívares fáciles, tan solo tenían que vender en sus escuelas y en sus barrios la droga que él distribuía. José siempre le tuvo temor a ese hombre malvado que llegaba en su gran carro negro. Nunca se le acercó, nunca permitió que se le acercara, siempre, por extraño que fuera pensaba en su madre y en sus hermanos menores.
Cada centavo que le daban lo guardaba en sus bolsillos con la esperanza de poder reunir lo suficiente para llevar a su casa el dinero necesario para su madre. En el fondo de su corazón sabía que no podía comprar las cosas que deseaba para su mamá, hermanos y para el mismo.
Nunca conoció a su papa, ni a los padres de sus dos hermanitos, creció haciéndose hombre prematuramente, ayudando a mantener su hogar. Su madre lavaba y planchaba ropa ajena y su humilde pero acogedora casa era la herencia de sus abuelos, por lo menos tenían un techo en el cual cobijarse. Deseaba ayudar más y poder decir a su madre que dejara de trabajar.
No podía jugar todos los días, debía trabajar de lunes a lunes, ni los domingos era una opción para poder descansar. Le daba gracias a Dios que el 24 de Diciembre caía en domingo, era el año 1995, el cumpliría 10 años, ya se sentía hombre. Él había nacido un día Martes 24 de Diciembre de 1985. Ya comenzaba a percibir al mundo de otra manera, y comprendía su pobreza.
En ese año, sentía que debía darles a sus hermanos y a su madre un verdadero regalo, para eso estaba dispuesto a trabajar todo lo que pudiera. Era viernes primero de diciembre, la navidad no lo había tomado desprevenido, muy de mañana se iba a clases y luego se iba al supermercado a carretear las compras que otras personas hacían para sus casas.
Un día al llegar a su casa fue directo a su cama, fue a contar el dinero a su cama, apartó lo que le daba a su madre todos los días, unas monedas para sus hermanos, para que compraran sus golosinas y casi nada para él, lo que le alcanzara para comer dos empanadas y un jugo. Se levantó de la cama y se comió la arepa que su madre le había preparado con jamón y queso. Mientras comía escuchaba una gaita en la radio: “Di mamá, di papá, si un juguete me traerá san Nicolás en navidad, mi cartita le envié, yo le mando a decir que muy bien me porté, que se acuerde de mi que no quiero creer, que para navidad nosotros los pobres él no les trae ná”
Esa era la pregunta que siempre se hacía, donde estaba San Nicolás para ellos, para él y sus dos hermanos. No se atrevía a decirla en voz alta para no entristecer a su madre, una vez se atrevió a hacerla y su madre se deprimió tanto que estuvo una semana sin hablar, y todo porque era la semana que antecedía al 24 de Diciembre.
Este año iba a ser diferente, el en su corazón de niño grande creía que San Nicolás era un cuento inventado por la gente que tiene para pagar los juguetes de sus hijos e hijas, pero que prefieren engañarles con una historia, una mentira que ellos llaman “piadosa”. Recibió unas cartas de sus dos hermanos menores, en las cuales solicitaban los juguetes para la noche del 24 de Diciembre. José se propuso en su corazón que ese no sería una noche de Navidad de desilusión.
Varios días después en la mañana, al llegar al supermercado le esperaba una noticia no muy grata, era miércoles de Diciembre. El Chuki y varios jóvenes fueron apresados en el estacionamiento por la Policía, estaban vendiendo drogas y distribuyendo entre quienes habían caído en la tentación del dinero fácil sin trabajar mucho. El Chuki había salido gravemente herido y se decía que había fallecido, se enfrentó a la policía. Los Jóvenes que estaban con él fueron apresados, iban llorando en el vehículo policial, cada uno de ellos gritaban llamando a sus madres.
Ese día, trabajó muy duro hasta tarde, hubo un momento en el cual le dio gracias a Dios por mantenerse lejos de la mala compañía. Le dio gracias a Dios por el recuerdo de su madre y hermanos, eso le libró de caer en las garras del delito.
Al salir del trabajo, se dirigió a su casa, con lo que había ganado, contó el dinero del día, sumó el dinero que tenía guardado y salió para el centro comercial, a comprar ropa y juguetes para sus hermanos. Para su madre había acordado con una costurera del barrio confeccionarle un vestido nuevo, hermoso, como su madre se lo merecía. La tela la había comprado tres meses antes, era esos colores que a su madre le encantaban. Esa sería una gran navidad para él y su familia. El dinero no alcanzó para comprarse para él nada, pero estaba completamente feliz, sus hermanos y su madre tendrían una Feliz Navidad.
Llegado la noche del sábado 23 de Diciembre del año 1995, cuando sus hermanos estaban dormidos, José entregó a su madre todos los presentes, la ropa de sus dos hermanos menores, los juguetes y el vestido para ella. Su madre recibió todos los regalos de manos de José, pero enseguida sintió una gran tristeza, José no había comprado nada para sí. Ella sabía que José se estaba sacrificando por ella y por sus hermanos. José se fue a dormir y su madre quedó sentada en la mesa, era tanta la emoción de su hijo que no cenó, se quedó dormido sin comer, o quizás estaba cansado.
Al fondo desde un radio vecino, Maritza oía aquella gaita: “Di mamá, di papá, si un juguete me traerá san Nicolás en navidad, mi cartita le envié, yo le mando a decir que muy bien me porté, que se acuerde de mi que no quiero creer, que para navidad nosotros los pobres él no les trae ná”. Maritza se acostó pensando levantarse temprano a hacer una diligencia. Se levantó a las seis de la mañana, abrió su escaparate y tomó el dinero que ella había ahorrado y se fue al mercado. A las 9 de la mañana del 24 de Diciembre de 1995, José todavía dormía. Ella no quiso despertarlo esto permitió que durmiera hasta tarde. Ella se fue a la cocina para hacer los platos que a sus hijos les gustaba.
A José, le despertó el aroma de la rica comida que su madre preparaba en la cocina, olía a navidad toda su casa. Se levanto y corrió hacia el comedor, el olor a dulces de piña y lechosa inundaba la casa, sobre la mesa había de todo. Sobre la silla donde se sentaba estaba una ropa de su talla, unos zapatos nuevos. Viendo el asombro de su hijo, con una sonrisa le dijo:
-Feliz Cumpleaños hijo, Feliz Navidad, yo también tengo mis ahorros-
Fuente: Obed Juan Vizcaíno Nájera.
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