viernes, 2 de diciembre de 2011

La razón de la sinrazón: Cuando el insulto se convierte en norma

Los expertos alertan de la escalada de violencia en el discurso.

La agresión verbal al que no piensa igual es está trasladando a todos los terrenos de la vida.
Y esto no sólo es negativo, sino dañino, porque el único fin del insulto es destruir, sembrando primero la sospecha y recurriendo después a argumentos para borrar a una persona del mapa". Así de tajante se muestra el periodista Juan Cruz, para quien la escalada de violencia verbal hoy es "continuación" del clima prebélico de la II República y de la crispación de los noventa.
Ejemplos de personajes que han sido humillados por este método no le faltan, como documenta en Contra el insulto(Turpial), que sigue a Contra la sinceridad (Martínez Roca, 2000), en el que alertaba de que "libertad de expresión no es poder decir lo que te da la gana". Pero elige al número 2 del PSOE, Pepe Blanco, para ilustrar cómo funciona: "No se recurre a la crítica política directa, sino que se usa su acento, su supuesta falta de formación para crear un círculo de burla".
BURLA DESTRUCTORA
Como Cruz, el catedrático de Historia de la Filosofía Emilio Lledó también ve el insulto como "la aniquilación del otro", y sólo lo justifica "si es una forma de expresar la agresividad ante un mal físico". Por su parte, Ramón Adell, profesor de Sociología de la UNED, lo concibe como "l a basura y el culebrón frente a los argumentos y las ideas ". Y el científico Eduardo Punset subraya su impacto imperecedero: "Deja tanta marca que para borrarla son necesarias cinco compensaciones contrarias, esto es, positivas".
Se podría responder que el insulto ha existido siempre, citar a Góngora y Quevedo, o al diccionario de la Real Academia. El académico Darío Villanueva reconoce que "un diccionario sin insultos sería descafeinado, trapacero y amañado", pero advierte de que, si antes se medían las palabras en público, hoy "se compite en vocabulario grueso", sobre todo ante un micrófono o cámara.
Para Cruz, el tono de los exabruptos no es un asunto menor: " Se empieza jugando con las palabras y se termina llevando al paredón a las personas... Y hay muchas formas de paredón. Estamos jugando a despreciar, y cuando la sociedad juega a despreciar termina insultando, y cuando empieza a insultar termina agrediendo, y eso es un gran riesgo civil ".
LA MÁSCARA ANÓNIMA DE LAS REDES
"¿Qué ocurre para que el anonimato se convierta en un certificado de evaluación para el insulto en la red?", se pregunta Juan Cruz, que denosta Twitter: "Es el grado cero de la discusión. Si entra en las familias, y ha entrado en la política y la periodística, es como si entra la coca: o la gente es muy responsable o habrá más de un desastre". En este sentido, Ramón Adell se felicita porque el uso de seudónimos en las redes acabe desenmascarándose, con consecuencias políticas o judiciales.
MAL COMÚN QUE NO ENTIENDE DE IDEOLOGÍAS
El insulto está instalado en la vida política, y no entiende de derechas e izquierdas.
"Ante el insulto sistemático lo mejor es la mesura, pero es muy difícil", explica Juan Cruz. Muchas veces, son más comunes reacciones como la del futbolista Cristiano Ronaldo, respondiendo a los que le gritan que le tienen envidia, lo que añade más leña al fuego. Ramón Adell coincide en que lo mejor es el ninguneo o, como mucho, un 'puyazo' si el insulto es totalmente gratuito.

Fuentes: ADN

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