viernes, 13 de julio de 2012

Teología y revolución

Por. Emilio Antonio Nunez, Guatemala

DEDICATORIA DEL LIBRO
El Dr. Millard Richard Shaull, teólogo norteamericano en cuyo honor se publica esta obra, se dio a conocer en algunos círculos teológicos de nuestro continente como el padre de Iglesia y Sociedad en América Latina (ISAL), uno de los movimientos precursores de la teología de la liberación. Nació en una pequeña hacienda del condado de York, del estado de Pennsylvania, el 24 de noviembre de 1919. Después de graduarse en el Princeton Theological Seminary, fue misionero en Colombia (1941-1950) y Brasil (1952-1957, 1959-1962). De 1962 hasta 1980 fue profesor de Ecumenismo en su alma
mater. A partir de 1980 trabajó de nuevo en Brasil y colaboró dictando cursos intensivos sobre educación teológica en otros países latinoamericanos, entre ellos, México, Guatemala y Costa Rica (datos biográficos por Andrew W. Conrad, págs. 289-300).
CONTENIDO GENERAL
El editor Nantawan Boonprasat Lewis explica que el libro Revolution of Spirit se divide en tres partes principales que esperan reflejar el enfoque teológico y el énfasis profético de la obra de Shaull. La primera parte contiene una serie de discusiones teológicas sobre asuntos críticos que confrontan a la gente en diferentes contextos y en diferentes partes del mundo. Los ensayos de la segunda parte arguyen de manera persuasiva que nuevas situaciones históricas conducen a nuevas preguntas e interpretaciones teológicas. La tercera parte cierra el volumen presentando el desafío y la necesidad de crear paradigmas teológicos que traten de las situaciones particulares
en que el pueblo vive y de sus luchas por la libertad. Además de la introducción, el libro tiene 17 capítulos, escritos sobre diferentes temas por diferentes autores. En otras palabras, la obra es antológica, lo cual es adecuado también al propósito de que ella sea un Festschrift, un homenaje a un teólogo y educador que el editor y los escritores admiran.
Todos los capítulos son de gran interés, pero por razones de espacio tenemos que referirnos tan solo a algunos de los que nos parecen estar más relacionados con la situación vital del lector en América Latina. Es natural que nosotros, latinoamericanos, escojamos de inmediato aquellos capítulos que se dirigen de manera directa a nuestra realidad histórica, social y eclesiástica. Esta opción no significa de ninguna manera que estemos subestimando los otros contenidos del libro.
LA FE Y LA POLÍTICA
Será inevitable que los cristianos guatemaltecos se interesen en el capítulo titulado “De la fe y la política: el padre Francisco González Lobos y el régimen de Rafael Carrera en Guatemala (1839-1865)”, por Douglass Sullivan-González, págs. 81-101. El autor hizo su investigación basándose en documentos de la época. Su obra doctoral sería publicada por la University of Pittsburgh Press, y llevaría por título Piedad, poder, y política: La religión y la formación de la nación Guatemalteca, 1821- 1871.
En 1821, los criollos, es decir los españoles nacidos en este lado del Atlántico, declararon la independencia de Centroamérica. Pero hacia fines de esa década se fortaleció el grupo de los liberales que aceptaron el caudillaje de Francisco Morazán. Las naciones centroamericanas se unieron por medio de un pacto federal, y restringieron severamente la influencia y acción de la Iglesia católica institucional. Bajo el liberalismo morazánico, se cancelaron órdenes monásticas, el Arzobispo Teología y revolución 103 fue expulsado del país, y se secularizaron los matrimonios y los sepelios. El padre González Lobos se vio forzado a secularizarse, esto es dejar de ser franciscano, a fin de poder predicar como un sacerdote diocesano durante los turbulentos años treinta. Fue enviado a ejercer el sacerdocio en las remotas tierras altas del oriente de Guatemala, donde tuvo que relacionarse de cerca con la población mestiza, los descendientes de la unión entre europeos e indígenas del nuevo mundo. Este sector de la población guatemalteca sería la fuerza política que convertiría en Jefe de Estado al mestizo conocido como Rafael Carrera (pág. 83).
En forma sorprendente la alianza de indígenas y mestizos, bajo el liderato carismático de Rafael Carrera, desafiaría con éxito al liberal Morazán y a los criollos blancos que se habían apoderado del gobierno nacional recientemente establecido (pág. 83). El historiador Enrique Dussel señala que los teólogos de la liberación de tiempos recientes han examinado solamente las últimas tres décadas de lucha liberadora en el siglo XX para descubrir al Dios de la historia en acción en la vida de los pueblos latinoamericanos (págs. 84-85). Sullivan-González comenta:
La lucha continua por encarnar la fe en circunstancias políticas difíciles no comenzó con la Conferencia Episcopal de Medellín en 1968… Dios ha estado trabajando en la historia desde mucho antes que los europeos llegaran a tierras americanas (pág. 85). El autor le llama al padre González Lobos “el sacerdote guerrillero” y agrega que este clérigo comandó en determinado momento de la insurrección una parte considerable del ejército de Carrera (pág. 86). Aunque Carrera decía estar luchando en pro de la religión católica, González Lobos tuvo problemas con la jerarquía. Le juzgaron por su participación en el movimiento subversivo de Carrera, por su supuesta culpabilidad en el asesinato del líder de una comunidad indígena en San Pedro Pinula en 1844, y por su ambigua relación con la guerra civil de Guatemala, 1847-1851 (pág. 86, nota al pie). Varios clérigos apoyaron a Carrera, y por lo menos dos de ellos murieron en el conflicto: el padre Aqueche, párroco de Mataquescuintla, falleció después de haber estado en prisión, y el padre Durán, ció después de haber estado en prisión, y el padre Durán, quien había servido en Esquipulas, fue ejecutado por las tropas del general Morazán (pág. 99). Sacerdotes como González Lobos participaron en la insurrección popular como resultado de su compromiso pastoral con las parroquias del oriente de Guatemala (pág. 99). Según Sullivan-González, una nueva teología surgió en la Guatemala de aquellos tiempos. Y explica que era una teología del pacto, de estilo protestante, la cual llegó a ser popular para muchos en la ciudad de Guatemala y en el oriente de este país.
El autor da un ejemplo de esta teología, cuando dice que circularon sermones impresos que afirmaban que “Dios había escogido a Guatemala”, y que la protegería si el pueblo guatemalteco se mantenía fiel a la religión católica (pág. 99). Algunos clérigos dijeron que el triunfo de Carrera daba testimonio del favor que Guatemala gozaba ante los ojos del Señor (pág. 99). Sullivan-González reconoce que Carrera contrarrestó el esfuerzo de los liberales que buscaban la “europeización” de Guatemala (pág. 98). Por supuesto, nosotros creemos que lo que Guatemala necesitaba no era el oropel de Europa sino la libertad de alcanzar una vida más humana, más digna, para todos sus habitantes, sin acepción de personas. También reconoce Sullivan-González que siguió en pie “el conflicto perenne entre las autoridades estatales y las comunidades indígenas”, y admite que González Lobos actuaba impulsado por el mismo etnocentrismo de sus predecesores criollos (págs. 99-100). También admite que la Iglesia se ajustó a las nuevas circunstancias políticas después de la caída del imperio español, y entró en una alianza estratégica con el gobierno conservador de Rafael Carrera. Insiste Sullivan-González que Guatemala sigue atrapada en el mundo bipolar entre los que hablan español y los pueblos indígenas (pág. 100).
Según nosotros, la realidad es que, no obstante los elementos positivos que podamos ver en el gobierno de Carrera, todavía es innegable que esa época fue muy oscura en la historia de la democracia en Guatemala. La sociedad guatemalteca seguía siendo piramidal. En la base de la pirámide Teología y revolución 105 estaba la mayoría del pueblo integrada por los indígenas y los
mestizos pobres; y en la cúspide, los dueños de la tierra, los poderosos económicamente, y al lado de todos ellos la jerarquía católica. La revolución liberal de 1871 trajo esperanzas, pero al fin y al cabo sus logros no fueron muchos a favor del pueblo en lo económico y social. Los liberales le asestaron un golpe severo a la hegemonía católica en el país, pero la pirámide económica y social no se derrumbó. Entre otras cosas, los cristianos evangélicos no podemos olvidar que fue el gobierno de Carrera el que expulsó a Federico Crowe por el supuesto “delito” de distribuir Biblias y de haberse atrevido a ejercer la docencia en el país. No se tuvo en cuenta que Crowe deseaba también ayudar al progreso cultural de Guatemala.
A fines de los años cuarenta, el padre González Lobos estaba ejerciendo su ministerio pastoral en comunidades indígenas del altiplano guatemalteco. En el año de su muerte (1861) se publicó el único tratado teológico que él escribió. Es una colección de oraciones dirigidas a la Virgen María. En ellas le pideque mantenga la pureza de la fe en la Iglesia de Guatemala, que asegure el temor de Dios en las autoridades temporales, que bendiga a su pueblo fiel, que derrame sus riquezas sobre los pobres, y le dé descanso a las almas en el purgatorio (pág.100). Mejor testimonio de su catolicismo archiconservador no pudo haber dejado. Continue leyendo...
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Fuente: Obrerofiel.com

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