viernes, 21 de mayo de 2010

Mujeres de fe: Hablan de su papel en la religión y la sociedad (II)

Sarina Raquel Vitas
Rabina
En Paraná se respiran aires de provincia. Tiene sus tiempos. Sus horarios. Y tiene un circuito por donde circula Sarina Raquel Vitas, la primera rabina latinoamericana a cargo de una congregación, una mujer de 36 años, casada, con un hijo de tres y otro en camino.
Los vecinos la reconocen y la saludan. Ella va de la Asociación Israelita de Paraná a la sinagoga, de la sinagoga al jardín de infantes de su hijo, Dan; de allí a su casa y luego a dar clases en la escuela Martín Buber.
Nos instalamos a charlar en la sinagoga de Paraná, lugar donde –cuenta Sarina– después de muchos años han logrado reunirse los judíos de origen askenazí (aquellos que vinieron de la zona de Rusia, Polonia, Alemania), y los de origen sefardí (los del norte de Africa, Arabia Saudita, Turquía, Líbano y Siria). Son unas 450 familias que conforman una sola comunidad.
–¿Cómo impactó su llegada a Paraná?
–Lo tomaron naturalmente. En ningún momento me hicieron notar una diferencia por ser mujer.
–¿Cuáles son los símbolos tradicionalmente masculinos que usted ha incorporado en su tarea de rabina?
–La kipá (sombrerito redondo para cubrir la cabeza), que habitualmente se colocan los varones. Es algo que me llevó tiempo adoptar. Y esto tuvo que ver con mis convicciones y mis sentimientos. La mujer no está obligada a llevarla, pero encontré que usar esta kipá también tenía que ver conmigo.
–¿Cómo se viste para oficiar una ceremonia?
–Tengo mi propia ropa. Por las mañanas uso el talit, que es el manto de rezos que nos colocamos para estar rodeados, cubiertos y contenidos por los preceptos, que están representados en los flecos principales, que se llaman tzit tzit. Toda la comunidad está vestida de la misma manera para rezar.
–¿Cómo se le ocurrió ser rabina? ¿Viene de una familia muy religiosa?
–Para nada. Vengo de una familia tradicionalista, sobre todo por parte de mi papá, que es de origen sefardí. Cuando se casaron, mis padres fueron a vivir a Belgrano y me mandaron al jardín de infantes más cercano de mi casa, que era el de Bet-El.
–¿Cómo era su vida familiar?
–En mi casa se respetaba el shabat. Mi papá ayunaba el Día del Perdón, y lo más hermoso eran las mesas enormes y largas de Pésaj, donde los hombres (hasta que yo crecí) llevaban adelante el relato de la Hagadá, o sea, la liturgia de Pascua.
–¿Qué esperaban de usted?
–Ese es todo un tema. Todavía me sigo peleando con mi papá, que es ingeniero y quería que su hija fuera contadora. Yo entré en la UBA y empecé tres veces Ciencias Económicas, hasta que abandoné. No era lo mío.
–¿A qué edad decidió ser rabina?
–Fue parte de mi propio crecimiento. Digámoslo así: mi vida era el estudio judaico y el marco comunitario. Empecé a trabajar en una comunidad a los 17 años.
–¿Quién la marcó en su camino de judía practicante?
–Marshall Meyer revolucionó el judaísmo contemporáneo en la Argentina. El marcó el quiebre respecto de aquellas comunidades que comenzaban a decaer porque no tenían la posibilidad de atraer a la juventud. Con su carisma, sus ideales, su forma de ver la vida, su práctica, cambió la historia del judaísmo en la Argentina, y en especial la participación de la mujer.
–¿Es cierto que en los sectores ortodoxos hay libros sagrados que no pueden ser leídos por las mujeres?
–Ese es un prejuicio ya viejo. Sin embargo, en ciertos sectores ortodoxos la mujer tiene menos participación en los espacios de estudio. Pero no es que no estudien. Hay mujeres ortodoxas que estudian muchísimo, e incluso están doctoradas.
–Pero tienen un techo…
–Esa fue la frase de mis padres: "Tus estudios o tu carrera judaica tienen un techo". Pero hoy no es así ni en los ámbitos ortodoxos. En Israel hay movimientos de mujeres ortodoxas que empiezan a tener una fuerte impronta. En la Argentina, la integración de la mujer ortodoxa en la sociedad secular y religiosa activa es más limitada.
–¿Hay que estudiar mucho para ser rabina?
–Fueron siete años de estudio, y sigo estudiando. Además, hay que hacer una carrera universitaria. En el movimiento conservador, en la Argentina, todos los rabinos tenemos un título universitario. Se trata de socializar, de no estar encerrado.
–En lo personal, ¿qué vino a decirle la religión?
–No creo que el judaísmo sea específicamente una religión. Es una forma de vida. No está únicamente relacionada con mi conexión con la divinidad, sino con mi ser dentro de la sociedad, con mi rol como educadora, con mi intimidad, con mi identidad.
–En lo privado, ¿cómo tomó su marido su decisión de ser rabina?
–En aquel momento éramos novios. Me dijo: "Si a vos te gusta, hacelo". Creo que nunca pensó que se iba a casar conmigo (se ríe fuerte). Pero él sabía de qué se trataba. Hoy me sigue apoyando plenamente.
–¿De qué vive?
–A mí me contrató la congregación de Paraná. Tengo un sueldo y ésa es mi fuente de trabajo, porque no tengo espacio para ejercer una profesión en otro ámbito. La demanda comunitaria te exige una dedicación full time. Aquí no existen ni fines de semana ni feriados.
–¿Qué opina usted, como rabina, del control de la natalidad?
–Respecto de la sexualidad, en nuestra tradición, la procreación es uno de los preceptos más importantes para llevar adelante. Pero la sexualidad no está limitada sólo a la procreación: es muy importante el placer en la sexualidad. Los intérpretes de la Torá, los exégetas, dicen que el precepto de la procreación está ordenado al hombre. A Adán, al primer hombre. Dado que el hombre es quien debe cumplir el precepto de la procreación, tiene prohibido cuidarse. No puede usar, por ejemplo, profilácticos. Sin embargo, las tendencias más liberales dicen que las mujeres sí tienen permitido el cuidado y la anticoncepción.
–¿Cómo considera la homosexualidad?
–Legalmente, según la Torá, está prohibido. Para la tradición, el hecho de que aparezca una pareja homosexual es disfuncional para el tipo de sociedad bíblica que nosotros leemos. Ahora bien, la realidad es que hoy no es así. Las comunidades están abiertas a la integración, a la contención, a la participación de los homosexuales como miembros activos de la comunidad a la cual pertenecen. De todos modos, no están habilitados ni legalizados los casamientos.
–¿La religión judía acepta el divorcio?
–Desde la época bíblica. En eso, yo creo que el judaísmo es muy pragmático: entiende que dos personas pueden haberse casado creyendo que eran el uno para el otro, y que la vida, los años, la cotidianidad, la convivencia, les hayan dado a entender que no es así.
–Hay adolescentes en esta comunidad. ¿Qué hacen con el tema del sida?
–Yo creo que la base es la educación, el compromiso, la responsabilidad respecto del cuidado del propio cuerpo, y la responsabilidad sobre la sexualidad. Y si bien la sexualidad para los adolescentes es el tema por excelencia, están la comunidad y la familia para intentar contener y acompañar.
–La difusión de la Cábala por parte de Madonna, ¿ayuda a entender el judaísmo?
–No. Yo creo que confunde. Mucha gente quiere estudiar Cábala porque la relaciona con adivinar el futuro, y la Cábala no es eso. Es un estilo de interpretación de los textos sagrados.
–A partir de su presencia en Paraná, ¿hay chicas que tienen deseos de ser rabina?
–No, creo que todavía no. Pero quizás hay una impronta de mayor identificación. Lo que se modificó es la comprensión, por parte de la comunidad, de que el rabino está todo el tiempo. Está cuando lo necesitás. Lo ves en la escuela, con los chicos del jardín, cantando; está para una entrevista, para una visita y tiene su casa siempre abierta.
–¿Hay un rabino o autoridad ante la que tenga que rendir cuentas?
–No. Sólo tengo que rendir cuentas por mi tarea ante la comisión directiva de la comunidad.
Perfil
Sarina Raquel Vitas es la primera rabina latinoamericana a cargo de una congregación. Tiene 36 años y es la actual rabina de la ciudad de Paraná, Entre Ríos. Vitas cursó estudios rabínicos en el Instituto Heschell, de la Argentina, y los continuó en Israel. Es licenciada en Relaciones Públicas por la Universidad Argentina de la Empresa y –antes– coordinó, dentro de la comunidad judía, grupos de estudio para adultos. Casada con Alejandro Rosenberg, tiene un hijo, Dan, y está embarazada del segundo.
Fuente: Revista de la Nación, Argentina.

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