Por C. René Padilla, Argentina*
En contraste con esta posición misionológica, lo que propone la misión del Reino es que la evangelización debe ir acompañada por la reforma social, de modo que la voluntad de Dios se cumpla más allá de la iglesia —en la tierra como en el cielo. La misión del Reino mantiene que éste no pertenece al futuro ni es ultramundano, sino una realidad presente introducida en la historia por Jesucristo, y una realidad que se manifestará en toda su plenitud en el futuro.
A pesar de sus debilidades, el concepto de misión que caracteriza al movimiento misionero tradicional inspiró, y en muchos casos todavía continúa inspirando, a miles de misioneros transculturales a cruzar fronteras geográficas con el propósito de difundir las buenas nuevas de Jesucristo. Así se han escrito algunas de las páginas más conmovedoras de la historia de la iglesia y se ha formado un movimiento cristiano de alcance global, con congregaciones prácticamente en todos los países del mundo. Por otra parte, es necesario reconocer que la identificación de la misión de la iglesia con la misión transcultural —una identificación ejemplificada claramente por la Conferencia Misionera Mundial de Edimburgo en 1910— resultó en la ratificación de una posición respecto a la misión cristiana que la redujo a la tarea de salvar almas y plantar iglesias, una tarea llevada a cabo por misioneros enviados desde los países cristianos a los campos misioneros del mundo, cumpliendo representativamente la responsabilidad de toda la iglesia.
El origen del concepto y la práctica de la misión integral que hoy ocupan el centro del escenario en círculos de la Red Miqueas y de un creciente número de iglesias y entidades evangélicas alrededor del mundo se remonta a un movimiento global de reflexión teológica evangélica en cuyo seno sucedió, bajo la dirección de Dios, el redescubrimiento del Reino de Dios. Por lo menos en el caso de América Latina, es fácil demostrar que este concepto se constituyó en la clave para la comprensión de las bases bíblicas de la misión cristiana: habiéndose inaugurado en diciembre de 1970, la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL) dedicó su segunda consulta, realizada en Lima en diciembre de 1972, al tema “El Reino de Dios y América Latina”. A partir de esa consulta, mucha de la rica producción teológica de la FTL ejercería una influencia marcada en la articulación de la misión del Reino en términos de la misión integral no sólo en América Latina sino alrededor del mundo, especialmente en el Mundo de los Dos Tercios.
La nota del Reino de Dios como la nota clave para la comprensión de la misión cristiana y del lugar de la iglesia en la gran sinfonía del propósito universal de Dios resonó en el Primer Congreso Internacional de Evangelización Mundial que se realizó en Lausana, Suiza, en 1974. Se la escuchó especialmente en algunos de los plenarios de oradores vinculados a la Fraternidad Teológica Latinoamericana y en el de Howard Snyder, un orador con experiencia misionera en el Brasil. Y resonó con mucha fuerza en el documento intitulado Una respuesta a Lausana, producido por un grupo ad hoc y firmado por alrededor de 400 de los participantes en el Congreso, incluyendo a John Stott. En este documento se define el Evangelio como “buenas nuevas de Dios en Cristo Jesús…. Buenas nuevas del Reino que él proclama y encarna…. Buenas nuevas de liberación, de restauración, de salud y de salvación personal, social, global y cósmica.”
Para el movimiento evangélico a nivel global, los años que siguieron a Lausana 1974 fueron años caracterizados por la polarización entre dos posiciones respecto a la misión cristiana. Un polo es el del acercamiento tradicional, prevalente especialmente en Occidente, con su énfasis en la salvación de almas y la plantación de iglesias mediante la evangelización entendida como “el testimonio verbal de la Iglesia”. Guarda relación con un concepto del Reino de Dios como una realidad espiritual experimentada subjetivamente por los creyentes en Jesucristo. En palabras de Arthur P. Johnston, “El Reino de Dios es el reinado que Dios ejerce en el presente en las disposiciones morales del alma con su asiento en el corazón. Dios reina como Rey en la vida de los ‘nacidos de nuevo’”
El otro polo es el acercamiento enfocado en la misión integral como expresión del Reino de Dios que ya ha ingresado en la historia por medio de Jesucristo, aunque todavía no en su plenitud. Es el acercamiento que hizo su irrupción especialmente en la Fraternidad Teológica Latinoamericana en la década de 1970 y en Una respuesta a Lausana en 1974. Y no podemos pasar por alto el documento que en esa misma línea surgió de la Conferencia sobre la Iglesia en respuesta a las necesidades humanas que, con el auspicio de la Alianza Evangélica Mundial y con un fuerte contingente de participantes del mundo mayoritario, se realizó en Wheaton, Illinois, en 1983. Tomando como punto de partida la visión bíblica del Reino de Dios, ese documento afirma en términos inequívocos que “el mal no solo se encuentra en el corazón humano sino también en las estructuras sociales”; que “la misión de la Iglesia incluye tanto la proclamación del evangelio como su demostración,” y que, consecuentemente, “debemos entonces evangelizar, responder a las necesidades humanas inmediatas y presionar por la transformación social.”
Este segundo polo, fuertemente influenciado por evangélicos que en la vida diaria encaran las consecuencias negativas del sistema económico global de injusticia global y local y se han visto así forzados a tomar conciencia de las necesidades humanas básicas, es el polo que ha tomado forma institucional en la Red Miqueas. Es el polo que busca ser fiel a la demanda de Dios de “hacer justicia, amar la misericordia y vivir en humildad delante de Dios” (Miq 5:8) por medio de la práctica de la misión integral, que es misión del Reino.
En contraste con esta posición misionológica, lo que propone la misión del Reino es que la evangelización debe ir acompañada por la reforma social, de modo que la voluntad de Dios se cumpla más allá de la iglesia —en la tierra como en el cielo. La misión del Reino mantiene que éste no pertenece al futuro ni es ultramundano, sino una realidad presente introducida en la historia por Jesucristo, y una realidad que se manifestará en toda su plenitud en el futuro.
A pesar de sus debilidades, el concepto de misión que caracteriza al movimiento misionero tradicional inspiró, y en muchos casos todavía continúa inspirando, a miles de misioneros transculturales a cruzar fronteras geográficas con el propósito de difundir las buenas nuevas de Jesucristo. Así se han escrito algunas de las páginas más conmovedoras de la historia de la iglesia y se ha formado un movimiento cristiano de alcance global, con congregaciones prácticamente en todos los países del mundo. Por otra parte, es necesario reconocer que la identificación de la misión de la iglesia con la misión transcultural —una identificación ejemplificada claramente por la Conferencia Misionera Mundial de Edimburgo en 1910— resultó en la ratificación de una posición respecto a la misión cristiana que la redujo a la tarea de salvar almas y plantar iglesias, una tarea llevada a cabo por misioneros enviados desde los países cristianos a los campos misioneros del mundo, cumpliendo representativamente la responsabilidad de toda la iglesia.
El origen del concepto y la práctica de la misión integral que hoy ocupan el centro del escenario en círculos de la Red Miqueas y de un creciente número de iglesias y entidades evangélicas alrededor del mundo se remonta a un movimiento global de reflexión teológica evangélica en cuyo seno sucedió, bajo la dirección de Dios, el redescubrimiento del Reino de Dios. Por lo menos en el caso de América Latina, es fácil demostrar que este concepto se constituyó en la clave para la comprensión de las bases bíblicas de la misión cristiana: habiéndose inaugurado en diciembre de 1970, la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL) dedicó su segunda consulta, realizada en Lima en diciembre de 1972, al tema “El Reino de Dios y América Latina”. A partir de esa consulta, mucha de la rica producción teológica de la FTL ejercería una influencia marcada en la articulación de la misión del Reino en términos de la misión integral no sólo en América Latina sino alrededor del mundo, especialmente en el Mundo de los Dos Tercios.
La nota del Reino de Dios como la nota clave para la comprensión de la misión cristiana y del lugar de la iglesia en la gran sinfonía del propósito universal de Dios resonó en el Primer Congreso Internacional de Evangelización Mundial que se realizó en Lausana, Suiza, en 1974. Se la escuchó especialmente en algunos de los plenarios de oradores vinculados a la Fraternidad Teológica Latinoamericana y en el de Howard Snyder, un orador con experiencia misionera en el Brasil. Y resonó con mucha fuerza en el documento intitulado Una respuesta a Lausana, producido por un grupo ad hoc y firmado por alrededor de 400 de los participantes en el Congreso, incluyendo a John Stott. En este documento se define el Evangelio como “buenas nuevas de Dios en Cristo Jesús…. Buenas nuevas del Reino que él proclama y encarna…. Buenas nuevas de liberación, de restauración, de salud y de salvación personal, social, global y cósmica.”
Para el movimiento evangélico a nivel global, los años que siguieron a Lausana 1974 fueron años caracterizados por la polarización entre dos posiciones respecto a la misión cristiana. Un polo es el del acercamiento tradicional, prevalente especialmente en Occidente, con su énfasis en la salvación de almas y la plantación de iglesias mediante la evangelización entendida como “el testimonio verbal de la Iglesia”. Guarda relación con un concepto del Reino de Dios como una realidad espiritual experimentada subjetivamente por los creyentes en Jesucristo. En palabras de Arthur P. Johnston, “El Reino de Dios es el reinado que Dios ejerce en el presente en las disposiciones morales del alma con su asiento en el corazón. Dios reina como Rey en la vida de los ‘nacidos de nuevo’”
El otro polo es el acercamiento enfocado en la misión integral como expresión del Reino de Dios que ya ha ingresado en la historia por medio de Jesucristo, aunque todavía no en su plenitud. Es el acercamiento que hizo su irrupción especialmente en la Fraternidad Teológica Latinoamericana en la década de 1970 y en Una respuesta a Lausana en 1974. Y no podemos pasar por alto el documento que en esa misma línea surgió de la Conferencia sobre la Iglesia en respuesta a las necesidades humanas que, con el auspicio de la Alianza Evangélica Mundial y con un fuerte contingente de participantes del mundo mayoritario, se realizó en Wheaton, Illinois, en 1983. Tomando como punto de partida la visión bíblica del Reino de Dios, ese documento afirma en términos inequívocos que “el mal no solo se encuentra en el corazón humano sino también en las estructuras sociales”; que “la misión de la Iglesia incluye tanto la proclamación del evangelio como su demostración,” y que, consecuentemente, “debemos entonces evangelizar, responder a las necesidades humanas inmediatas y presionar por la transformación social.”
Este segundo polo, fuertemente influenciado por evangélicos que en la vida diaria encaran las consecuencias negativas del sistema económico global de injusticia global y local y se han visto así forzados a tomar conciencia de las necesidades humanas básicas, es el polo que ha tomado forma institucional en la Red Miqueas. Es el polo que busca ser fiel a la demanda de Dios de “hacer justicia, amar la misericordia y vivir en humildad delante de Dios” (Miq 5:8) por medio de la práctica de la misión integral, que es misión del Reino.
Fuente: El blog del Dr. René Padilla*
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