Por. David A. Roldán, Argentina*
Hace algunos años José Míguez Bonino decía que la pregunta clave de la teología de la misión era (y no es un trabalenguas) cómo hemos recibido el cristianismo, el mensaje cristiano, desde nuestro cristianismo. Si esto es así, pareciera que la auténtica fidelidad al evangelio consistiría en examinar una y otra vez qué significa el evangelio para nuestro contexto determinado. Habría una trascendencia que estructuraría la dinámica propia de la vida cristiana. Esa trascendencia sería una trascendencia hermenéutica, en el sentido de una distancia que separaría a las demandas del evangelio de las pálidas encarnaciones que nosotros, como cristianos, podemos hacer aquí y ahora.
Desde esta perspectiva, no puede menos que sorprender (para muchos de nosotros) que muy sueltamente, el peor dictador que sufriera la Argentina, afirme que su relación con la iglesia fue “excelente”, “cordial”, “sincera” y “abierta”. Esto parecería indicar que, desde “la iglesia”, se tenía perfecta consciencia del accionar de este personaje (dado que la relación era abierta y sincera en ambas direcciones, diría uno). Pero el problema para nosotros, como cristianos, no consiste tanto en el grado de conciencia que la sociedad argentina, o “la iglesia” en la Argentina tuvo o pudo tener en cuanto al plan sistemático de exterminio, el terrorismo de Estado, etc. etc. Antes bien, uno debería sentirse muy incómodo por el hecho de que un genocida al anunciar esto, nos estaría poniendo en aprietos como cristianos. ¿Soy yo también cristiano? ¿Hay distintas “formas” de ser cristiano? La excusa que los protestantes o evangélicos podríamos dar, de que “la iglesia” de la que se habla aquí constituye una sinécdoque que podría excluir a los protestantes, no es válida.
Para tratar de salir de esta incómoda situación uno podría simplemente decir: bueno, si “la iglesia” estuvo en perfectas relaciones con Videla, entonces yo no puedo estar en “la iglesia”. Algo similar, pero invirtiendo “la carga de la prueba”, le dijo Fidel Castro a Leonardo Boff: “Estuve interno en los jesuitas varios años; me dieron disciplina pero no me enseñaron a pensar. En la cárcel, leyendo a Marx, aprendí a pensar. Por causa de la presión estadounidense tuve que acercarme a la Unión Soviética, pero si hubiese tenido en aquel tiempo una teología de la liberación, seguramente la habría abrazado y aplicado en Cuba». Y remató: «Si un día vuelvo a la fe de mi infancia, volveré de la mano de fray Betto y de fray Boff»”.
La fidelidad al evangelio no tiene que ver con la pertenencia a un rito religioso (del que podemos participar los cristianos junto a Jorge Rafael Videla) sino con una dimensión bien concreta de la existencia humana: el amor al prójimo. Si tomamos como paradigma el mensaje de los profetas (para quienes conocer a Dios es hacer justicia con el prójimo), o la teología de Juan, o la teología de Santiago, la fe no es una dimensión espiritual que nos haría “nacer de nuevo” y a partir de allí, como “por arte de magia”, uno ya sería salvo y haga lo que haga sus acciones serán expresión de la gracia de Dios. Estas teologías bíblicas indican que si alguien no ama al prójimo, si alguien no ama a su hermano, no conoce a Dios, no le cree a Dios, entonces “no tiene fe”.
La fe es una dimensión espiritual que sólo puede ser auténtica si se expresa en el amor al prójimo, al diferente. El prójimo es el que me interpela en mi comodidad; el prójimo, dice Lévinas, es aquél que con su interpelación ejerce un poder sobre mí, es el fin de mis poderes… es aquél a quien puedo “querer matar”. Para Videla el prójimo es el subversivo y, si fuese cristiano, no habría cedido a la “tentación” de matar al prójimo. Habría visto el rostro de Dios en el prójimo.
Pero el evangelio no se agota en una relación ética con el prójimo. Hay una dimensión política para su efectividad histórica. Hay que partir del status que el trabajo humano tiene para la cosmovisión bíblica. La teología de los profetas (el caso paradigmático es Miqueas) consiste en poner en el centro del interés de Yavé la justicia social, la justicia entre los hombres, la denuncia del crimen que se comete cuando alguien se apropia del trabajo del otro. Quien maquina el mal, es decir, el apropiarse del trabajo del otro, no conoce a Yavé (Jeremías 22). Y como los profetas advierten que la simple participación de un ritual religioso puede ser indistinta en relación a esta práctica concreta de la justicia/injusticia con el prójimo, llegan a afirmar sin rodeos que a Yavé no le interesa en absoluto el culto, el templo, el rito religioso (Isaías 1); lo que le interesa es la práctica de justicia entre los hombres (esa es la “verdadera religión”, dirá Santiago, en el mismo Espíritu).
Ahora bien, el propio Míguez Bonino nos enseñó que la fidelidad al evangelio nos impulsa a hacer opciones ideológicas por “proyectos históricos” en los cuales se encarne ese “amor al prójimo”. En otras palabras, desde el paradigma del Reino de Dios, que es justicia, paz y gozo, se pueden evaluar los programas políticos, los proyectos de país. La figura de Jorge Rafael Videla está asociada, en la Argentina, a la implementación violenta de las violentas políticas neoliberales. No en vano el propio Martínez de Hoz afirmaba, “alegremente”, que el ministro de economía de Menem (y la Alianza), Domingo Cavallo, había completado la tarea, iniciada por ellos, de implementar el neoliberalismo en la Argentina.
Si el evangelio tiene que ver con la justicia entre los hombres; si una dimensión esencial de la vida humana es el trabajo; si el neoliberalismo significa flexibilización laboral, pérdida de derechos laborales (como la Argentina de los ’90 y la actual España y Grecia); si el neoliberalismo consiste en un ostensible beneficio al capital y la especulación financiera (corporaciones, bancos) en contra del bienestar de los trabajadores… ¿cómo debe evaluar todo esto un cristiano? ¿Nos lleva la fidelidad al evangelio a rechazar a Videla y su “proyecto de país”? ¿Están los evangélicos preocupados por la seguridad social y las condiciones laborales de los argentinos, como un tema central del avance del Reino de Dios en nuestro país? ¿Acaso no es evidente que cualquier iglesia evangélica de la Argentina tiene, como prioridad, pagar bien a sus pastores y empleados? (¿o acaso alguien trabaja “en negro” en alguna iglesia de la Argentina?)
Recientemente un pastor evangélico expresaba su preocupación por la venta de la Catedral de Cristal, lo cual expresaría la crisis del testimonio evangélico en ese país. Uno se preocuparía, antes bien, por el hecho de que los evangélicos norteamericanos no hayan podido cerrar Guantánamo (si es que eso les hubiera molestado en su “ser evangélico”). A nosotros, nos urge mostrar repudio e incomodidad por las “colocaciones” de Videla. El cristianismo es otra cosa.
Videla tuvo una “excelente relación” con algo que no es ni puede ser cristianismo (aunque debemos hacernos cargo de las contradicciones históricas, esto es, que hayan podido existir personas que se creían cristianas y tenían excelentes relaciones con un genocida). Estas son las contradicciones en las cuales deberemos seguir interrogándonos a nosotros mismos como cristianos y en fidelidad al evangelio. De lo contrario, podríamos estar cómodos, indiferentes, con las afirmaciones públicas de Videla (o no ser fieles a una dimensión clave del Evangelio, lo cual es lo mismo).
(*) David A. Roldán es protestante, doctor en teología y doctor en filosofía.
------------------------------------------
José Míguez Bonino, «Universalidad y contextualidad en teología», Cuadernos de Teología XVI (1997): 87–97.
La entrevista, publicada en la revista española Cambio 16, puede leerse en varios sitios, por ejemplo, http://reporteplatense.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=5843:la-entrevista-completa-al-genocida-videla-en-la-revista-espanola-cambio-16&catid=16:sociedad&Itemid=68
Leonardo Boff, «Los 80 años de Fidel: confidencias», Servicios Koinonia, agosto 11, 2006, http://servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=181
Emmanuel Lévinas, «L’ontologie: est elle fondamentale?», Revue de metaphysique et de morale 56 (1951): 88–98.
José Míguez Bonino, La fe en busca de eficacia. Una interpretación de la reflexión teológica latinoamericana de liberación (Salamanca: Sígueme, 1977), cap. 7.
Fuente: ECUPRES, 2012.
Hace algunos años José Míguez Bonino decía que la pregunta clave de la teología de la misión era (y no es un trabalenguas) cómo hemos recibido el cristianismo, el mensaje cristiano, desde nuestro cristianismo. Si esto es así, pareciera que la auténtica fidelidad al evangelio consistiría en examinar una y otra vez qué significa el evangelio para nuestro contexto determinado. Habría una trascendencia que estructuraría la dinámica propia de la vida cristiana. Esa trascendencia sería una trascendencia hermenéutica, en el sentido de una distancia que separaría a las demandas del evangelio de las pálidas encarnaciones que nosotros, como cristianos, podemos hacer aquí y ahora.
Desde esta perspectiva, no puede menos que sorprender (para muchos de nosotros) que muy sueltamente, el peor dictador que sufriera la Argentina, afirme que su relación con la iglesia fue “excelente”, “cordial”, “sincera” y “abierta”. Esto parecería indicar que, desde “la iglesia”, se tenía perfecta consciencia del accionar de este personaje (dado que la relación era abierta y sincera en ambas direcciones, diría uno). Pero el problema para nosotros, como cristianos, no consiste tanto en el grado de conciencia que la sociedad argentina, o “la iglesia” en la Argentina tuvo o pudo tener en cuanto al plan sistemático de exterminio, el terrorismo de Estado, etc. etc. Antes bien, uno debería sentirse muy incómodo por el hecho de que un genocida al anunciar esto, nos estaría poniendo en aprietos como cristianos. ¿Soy yo también cristiano? ¿Hay distintas “formas” de ser cristiano? La excusa que los protestantes o evangélicos podríamos dar, de que “la iglesia” de la que se habla aquí constituye una sinécdoque que podría excluir a los protestantes, no es válida.
Para tratar de salir de esta incómoda situación uno podría simplemente decir: bueno, si “la iglesia” estuvo en perfectas relaciones con Videla, entonces yo no puedo estar en “la iglesia”. Algo similar, pero invirtiendo “la carga de la prueba”, le dijo Fidel Castro a Leonardo Boff: “Estuve interno en los jesuitas varios años; me dieron disciplina pero no me enseñaron a pensar. En la cárcel, leyendo a Marx, aprendí a pensar. Por causa de la presión estadounidense tuve que acercarme a la Unión Soviética, pero si hubiese tenido en aquel tiempo una teología de la liberación, seguramente la habría abrazado y aplicado en Cuba». Y remató: «Si un día vuelvo a la fe de mi infancia, volveré de la mano de fray Betto y de fray Boff»”.
La fidelidad al evangelio no tiene que ver con la pertenencia a un rito religioso (del que podemos participar los cristianos junto a Jorge Rafael Videla) sino con una dimensión bien concreta de la existencia humana: el amor al prójimo. Si tomamos como paradigma el mensaje de los profetas (para quienes conocer a Dios es hacer justicia con el prójimo), o la teología de Juan, o la teología de Santiago, la fe no es una dimensión espiritual que nos haría “nacer de nuevo” y a partir de allí, como “por arte de magia”, uno ya sería salvo y haga lo que haga sus acciones serán expresión de la gracia de Dios. Estas teologías bíblicas indican que si alguien no ama al prójimo, si alguien no ama a su hermano, no conoce a Dios, no le cree a Dios, entonces “no tiene fe”.
La fe es una dimensión espiritual que sólo puede ser auténtica si se expresa en el amor al prójimo, al diferente. El prójimo es el que me interpela en mi comodidad; el prójimo, dice Lévinas, es aquél que con su interpelación ejerce un poder sobre mí, es el fin de mis poderes… es aquél a quien puedo “querer matar”. Para Videla el prójimo es el subversivo y, si fuese cristiano, no habría cedido a la “tentación” de matar al prójimo. Habría visto el rostro de Dios en el prójimo.
Pero el evangelio no se agota en una relación ética con el prójimo. Hay una dimensión política para su efectividad histórica. Hay que partir del status que el trabajo humano tiene para la cosmovisión bíblica. La teología de los profetas (el caso paradigmático es Miqueas) consiste en poner en el centro del interés de Yavé la justicia social, la justicia entre los hombres, la denuncia del crimen que se comete cuando alguien se apropia del trabajo del otro. Quien maquina el mal, es decir, el apropiarse del trabajo del otro, no conoce a Yavé (Jeremías 22). Y como los profetas advierten que la simple participación de un ritual religioso puede ser indistinta en relación a esta práctica concreta de la justicia/injusticia con el prójimo, llegan a afirmar sin rodeos que a Yavé no le interesa en absoluto el culto, el templo, el rito religioso (Isaías 1); lo que le interesa es la práctica de justicia entre los hombres (esa es la “verdadera religión”, dirá Santiago, en el mismo Espíritu).
Ahora bien, el propio Míguez Bonino nos enseñó que la fidelidad al evangelio nos impulsa a hacer opciones ideológicas por “proyectos históricos” en los cuales se encarne ese “amor al prójimo”. En otras palabras, desde el paradigma del Reino de Dios, que es justicia, paz y gozo, se pueden evaluar los programas políticos, los proyectos de país. La figura de Jorge Rafael Videla está asociada, en la Argentina, a la implementación violenta de las violentas políticas neoliberales. No en vano el propio Martínez de Hoz afirmaba, “alegremente”, que el ministro de economía de Menem (y la Alianza), Domingo Cavallo, había completado la tarea, iniciada por ellos, de implementar el neoliberalismo en la Argentina.
Si el evangelio tiene que ver con la justicia entre los hombres; si una dimensión esencial de la vida humana es el trabajo; si el neoliberalismo significa flexibilización laboral, pérdida de derechos laborales (como la Argentina de los ’90 y la actual España y Grecia); si el neoliberalismo consiste en un ostensible beneficio al capital y la especulación financiera (corporaciones, bancos) en contra del bienestar de los trabajadores… ¿cómo debe evaluar todo esto un cristiano? ¿Nos lleva la fidelidad al evangelio a rechazar a Videla y su “proyecto de país”? ¿Están los evangélicos preocupados por la seguridad social y las condiciones laborales de los argentinos, como un tema central del avance del Reino de Dios en nuestro país? ¿Acaso no es evidente que cualquier iglesia evangélica de la Argentina tiene, como prioridad, pagar bien a sus pastores y empleados? (¿o acaso alguien trabaja “en negro” en alguna iglesia de la Argentina?)
Recientemente un pastor evangélico expresaba su preocupación por la venta de la Catedral de Cristal, lo cual expresaría la crisis del testimonio evangélico en ese país. Uno se preocuparía, antes bien, por el hecho de que los evangélicos norteamericanos no hayan podido cerrar Guantánamo (si es que eso les hubiera molestado en su “ser evangélico”). A nosotros, nos urge mostrar repudio e incomodidad por las “colocaciones” de Videla. El cristianismo es otra cosa.
Videla tuvo una “excelente relación” con algo que no es ni puede ser cristianismo (aunque debemos hacernos cargo de las contradicciones históricas, esto es, que hayan podido existir personas que se creían cristianas y tenían excelentes relaciones con un genocida). Estas son las contradicciones en las cuales deberemos seguir interrogándonos a nosotros mismos como cristianos y en fidelidad al evangelio. De lo contrario, podríamos estar cómodos, indiferentes, con las afirmaciones públicas de Videla (o no ser fieles a una dimensión clave del Evangelio, lo cual es lo mismo).
(*) David A. Roldán es protestante, doctor en teología y doctor en filosofía.
------------------------------------------
José Míguez Bonino, «Universalidad y contextualidad en teología», Cuadernos de Teología XVI (1997): 87–97.
La entrevista, publicada en la revista española Cambio 16, puede leerse en varios sitios, por ejemplo, http://reporteplatense.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=5843:la-entrevista-completa-al-genocida-videla-en-la-revista-espanola-cambio-16&catid=16:sociedad&Itemid=68
Leonardo Boff, «Los 80 años de Fidel: confidencias», Servicios Koinonia, agosto 11, 2006, http://servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=181
Emmanuel Lévinas, «L’ontologie: est elle fondamentale?», Revue de metaphysique et de morale 56 (1951): 88–98.
José Míguez Bonino, La fe en busca de eficacia. Una interpretación de la reflexión teológica latinoamericana de liberación (Salamanca: Sígueme, 1977), cap. 7.
Fuente: ECUPRES, 2012.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Al realizar un comentario, esperamos que el mismo sea proactivo y no reactivo. Evitemos comentarios despectivos y descalificativos que en nada ayuda. ¡Sos inteligente y sabe lo que digo!