Por. Jacqueline Alencar, España
Hablamos con Eduardo Delás, pastor de la Primera Iglesia Evangélica Bautista de la Calle Quart en Valencia. Estudió en IBSTE (hoy Facultad Internacional de Teología), donde fue profesor por varios años. Es, además, Licenciado en Teología Sistemática por la Facultad de Teología de Catalunya, Licenciado en Ciencias Bíblicas y Doctor en Teología por la Facultad de Teología de Valencia.
Delás ha publicado tres libros: Dios es Jesús de Nazaret. Cristología desde dentro (Noufront 2009); Dietrich Bonhoeffer, un teólogo a contratiempo (DSM 2006); Seguir a Jesús de Nazaret hoy; y -con Samuel Escobar- Santiago: la fe viva que impulsa a la misión (Primera Iglesia Evangélica Bautista, Valencia, 2011).
Pregunta.- Tiene varios títulos en Teología y Biblia, ¿cómo le ayudan todos los estudios realizados en su tarea pastoral?
Respuesta.- Hace muchos años, John Stott escribió una pequeña obra de gran difusión con el título: “Creer es también pensar”. El conocimiento y la formación académica no sólo no están reñidos con el ejercicio de la acción pastoral, sino que además permiten desempeñar esa difícil y comprometida tarea desde un marco de reflexión más documentado. Sería temeraria la práctica de la pastoral desde la ignorancia y el desconocimiento. El intrusismo es peligroso en todas las disciplinas del saber. En la pastoral, puede ser letal.
P.- ¿A qué tipo de lector tiene en mente cuando escribe sus libros?
R.- Cuando escribo pienso siempre en un “público/universo” en el sentido más amplio posible. No sólo en personas creyentes, pero también en emplear un lenguaje que no sea críptico, ni haya que “descodificar”, para que lo entienda todo el mundo. Es todo un desafío que no siempre se logra, pero al menos esa es la intención original. Si la literatura no conecta con las necesidades y el mundo personal de los lectores acaba resultando irrelevante y anecdótica.
P.- Su libro de Cristología ya lleva dos ediciones, ¿piensa que hoy hay interés en el tema cristológico en España?
R.- La Cristología es la parte de la dogmática que estudia a la persona de Jesús, el Cristo. Resulta llamativo que en nuestro país exista cada vez menos interés en el mundo de las religiones y, sin embargo, la persona de Jesús aún posea para muchos un gran poder de seducción. ¿Será que la mediación religiosa que hemos hecho de Jesús lo ha desfigurado demasiado? En mi criterio, sí.
Curiosamente, sabemos mucho sobre muy poco de Jesús y muy poco sobre mucho. Hemos desarrollado una cristología con grandes desequilibrios y conviene que practiquemos una gran capacidad de corrección y autocrítica porque la cristología, inequívocamente, funda la eclesiología.
Mi libro “Dios es Jesús de Nazaret” resulta solamente una pequeña aportación a la reflexión cristológica actual pero, a mi modo de ver, hecha desde abajo y desde dentro. La cristología de los evangelios, bien mirada, conocida e interpretada, puede ser un auténtico “peligro” para la iglesia, por su radicalidad. Es preciso rescatar el acontecimiento Jesús de Nazaret de las ruinas de la historia y situarlo en el centro del discurso cristiano. Quizás entonces comience lo que podríamos llamar “la revolución pendiente” en el cristianismo contemporáneo.
P.- ¿Qué verdades acerca de Cristo cree que hay que destacar en la enseñanza actual en las iglesias evangélicas?
R.- Más que verdades, lo que tendríamos que hacer es dejarnos interpretar por el Jesús de los evangelios que nos invita a reiniciar el camino de la imitación y el seguimiento. Sólo es posible reproducir el camino de Jesús si ese Jesús tiene cara y ojos, y nos referimos a él como la persona que nació, vivió, murió y resucitó por nosotros y por nuestros pecados.
En realidad, el evangelio creció “al revés”, el final estuvo ahí antes que el principio. Y, desde el final, se regresó al inicio. O sea, la muerte y la resurrección de Jesús fueron los hechos centrales del kerigma apostólico porque representaban la revalorización de su obra de un modo integral. Y estos acontecimientos históricos y su significado poseen hoy (y siempre) el dinamismo necesario, desde la obra del Espíritu, para reiniciarnos en el camino del seguimiento del Maestro.
P.- ¿Cómo ve el interés en la teología entre la población evangélica?
R.- Con la respuesta a esta pregunta podría escribirse un libro de considerable tamaño. Vamos a ver, si la teología se entiende como una simple repetición de la verdad que ya cristalizó en siglos pasados, sin ningún poder de maniobra para la creatividad, para una reflexión seria que parta de la realidad concreta que vivimos, y sin ninguna intención de diálogo con el mundo y sus problemáticas, como sucede con frecuencia en nuestros círculos, entonces es lógico que la teología sea algo trasnochado, anacrónico y obsoleto y, por tanto, no interese a casi nadie, como sucede hoy.
A mi modo de ver, la teología, a la que se ha descrito como “la fe en estado de ciencia”, está capacitada para servir como instrumento revisionista y renovador de la reflexión evangélica, si es capaz de leer los signos de los tiempos trazando vínculos siempre nuevos entre cristianismo e historia, y buscando y encontrando terreno común para el diálogo con la cultura y la sociedad.
P.- ¿Puede la teología corregir carencias y defectos en la vida de las iglesias evangélicas en la España actual?
R.- Puede, debe y tiene que hacerlo. Sobre todo, si quienes realizan esta labor son teólogos formados en la verdad del evangelio acompañando a la iglesia en el camino, pero, además, si permitimos que la teología y los teólogos jueguen ese papel, propiciando que sus aportaciones puedan ser construidas en un discurso coherente y pertinente que resitúe permanentemente a la comunidad cristiana en estado de misión.
P.- Ha estudiado en una Facultad de Teología católica. ¿En qué nivel están hoy en día los estudios de materias bíblicas en las facultades católicas?
Si hablamos de nivel académico “puro y duro”, sin entrar en detalles, es alto. Pero si colocamos “al microscopio” el curriculum de estudios en las Facultades Católicas, la cosa admite muchos matices. Por resumir, la formación que recibe un licenciado en Ciencias Bíblicas o Eclesiásticas a lo largo de 5 años incluye: Un bienio de filosofía pura y tres años más de teología dogmática acompañada de un pequeño porcentaje de Biblia, más o menos un 10% del total.
Si uno decide ampliar estudios, puede elegir distintas especialidades de Licenciatura (segundo ciclo) según la Facultad en la que se encuentre: Biblia, Dogmática, Historia, Liturgia y Fundamental (quizás me dejo alguna). El Doctorado, tercer ciclo de estudios, es preciso realizarlo, como es natural, en la especialidad elegida. Grandes dosis de conocimiento, generalmente a buen nivel, pero pocas “materias herramienta” para la praxis pastoral. Casi todo está pensado para “producir” maestros, catequistas y teólogos.
P.- Usted es valenciano y es pastor en Valencia ¿Ha predicado alguna vez en la lengua valenciana?
R.- He predicado una vez en valenciano. En un funeral, porque todos los allí presentes pensaban y hablaban en valenciano, así que tuve el atrevimiento de hablar en su idioma.
P.- ¿Le ayuda en alguna forma la lectura de la Biblia en valenciano?
R.- El valenciano, como otros idiomas, posee unos giros y expresiones que no pueden traducirse, pero que enriquecen la comprensión de los textos. En determinados momentos, estos detalles ayudan.
P.- ¿Qué piensa de la forma en que las iglesias evangélicas ministran a los inmigrantes en España?
R.- Observo que trabajamos con el fenómeno de la inmigración bastante “de oído”. Determinados estamentos como “Misión Evangélica Urbana” (Madrid, Valencia y otros) han planteado iniciativas a modo de seminarios con miras a re-situarnos mejor frente a estas nuevas realidades sociológicas que tienen una fuerte incidencia en nuestras iglesias. Aún tenemos mucho que aprender, porque importa tomar conciencia de que el tejido social ha sufrido una transformación brutal que va a perdurar en el tiempo, dentro y fuera de nuestras comunidades.
P.- En ese sentido, ¿tiene su iglesia un ministerio especial con los inmigrantes?
R.- No creo que haya que hacer nada “especial” con los inmigrantes. Lo que necesitamos es abrirnos y ayudar a que se abran mecanismos de acercamiento para evitar guetos que atomicen las iglesias. Es parte de una asignatura pendiente que tenemos los evangélicos: Repensar la eclesiología.
P.- ¿ Qué le diría a una persona joven para entusiasmarla con la Teología?
R.- Permítame responderle con unas palabras de Dietrich Bonhoeffer, para mí uno de los teólogos más grandes y comprometidos del siglo XX: “Ante todo, sólo debe estudiar teología cuando honradamente piense que no puede estudiar otra cosa. La única vocación a la teología será el que ésta le haya captado y no le deje, con tal de quien le haya captado sea verdaderamente la causa de la teología: la disposición para reflexionar sobre la palabra y la voluntad de Dios (Sal. 1:2), para aprenderla y llevarla a la práctica”.
P.- Usted ha hecho su tesis y ha publicado ensayos sobre Bonhoeffer. ¿Se podría hablar de una fe disidente en él? ¿Cuál sería su legado teológico y literario?
R.- Cualquiera que conozca un poco la vida y pensamiento de Bonhoeffer, le diría que esta pregunta se abre en muchas direcciones, admite muchas respuestas y, sobre todo, mucho más largas de lo que permite esta entrevista. Sin embargo, le diré que suscribo absolutamente lo de “una fe disidente” porque, además, hace algún tiempo pronuncié una conferencia precisamente con ese título: “Dietrich Bonhoeffer: El compromiso de una fe disidente”, que puede encontrarse y leerse en la red.
Pero también me gustaría añadir que “una fe disidente” implica pagar un precio que habría que valorar, antes de embarcarse en ella. En la introducción del texto que he citado hace un momento, escribo: “Disidencia” es una palabra peligrosa y sospechosa. Especialmente, para las personas que están ligadas al status quo o que temen algún tipo de cambio. Su sentido primero tiene que ver con alzar la voz en contra del orden establecido. Un disidente es una persona que, conociendo el sistema desde dentro, se separa y adopta una actitud contraria al mismo. No reformista, sino contraria, alternativa, diríamos incluso que subversiva; es decir, con vocación de trabajar por cambios tan radicales que sean capaces de revertir las cosas. La disidencia es “la fuerza de choque” necesaria para percibir que lo que hay no es lo único que puede haber. Que es posible una realidad nueva y distinta, si se comienza una transformación de la realidad desde abajo y desde dentro.
Pensar en el legado teológico de Bonhoeffer es, sobre todo, hablar de una fe disidente con el coraje suficiente para ser pensada y vivida hasta sus últimas consecuencias. La cuestión es, si nosotros estamos dispuestos a asumir ese compromiso, pagando el precio que de él se deriva. Finaliza la entrevista. Gracias, Eduardo, por estas reflexiones que nos harán repensar y resituarnos en nuestro día a día cristiano.
Autores: Jacqueline Alencar
©Protestante Digital 2012
Hablamos con Eduardo Delás, pastor de la Primera Iglesia Evangélica Bautista de la Calle Quart en Valencia. Estudió en IBSTE (hoy Facultad Internacional de Teología), donde fue profesor por varios años. Es, además, Licenciado en Teología Sistemática por la Facultad de Teología de Catalunya, Licenciado en Ciencias Bíblicas y Doctor en Teología por la Facultad de Teología de Valencia.
Delás ha publicado tres libros: Dios es Jesús de Nazaret. Cristología desde dentro (Noufront 2009); Dietrich Bonhoeffer, un teólogo a contratiempo (DSM 2006); Seguir a Jesús de Nazaret hoy; y -con Samuel Escobar- Santiago: la fe viva que impulsa a la misión (Primera Iglesia Evangélica Bautista, Valencia, 2011).
Pregunta.- Tiene varios títulos en Teología y Biblia, ¿cómo le ayudan todos los estudios realizados en su tarea pastoral?
Respuesta.- Hace muchos años, John Stott escribió una pequeña obra de gran difusión con el título: “Creer es también pensar”. El conocimiento y la formación académica no sólo no están reñidos con el ejercicio de la acción pastoral, sino que además permiten desempeñar esa difícil y comprometida tarea desde un marco de reflexión más documentado. Sería temeraria la práctica de la pastoral desde la ignorancia y el desconocimiento. El intrusismo es peligroso en todas las disciplinas del saber. En la pastoral, puede ser letal.
P.- ¿A qué tipo de lector tiene en mente cuando escribe sus libros?
R.- Cuando escribo pienso siempre en un “público/universo” en el sentido más amplio posible. No sólo en personas creyentes, pero también en emplear un lenguaje que no sea críptico, ni haya que “descodificar”, para que lo entienda todo el mundo. Es todo un desafío que no siempre se logra, pero al menos esa es la intención original. Si la literatura no conecta con las necesidades y el mundo personal de los lectores acaba resultando irrelevante y anecdótica.
P.- Su libro de Cristología ya lleva dos ediciones, ¿piensa que hoy hay interés en el tema cristológico en España?
R.- La Cristología es la parte de la dogmática que estudia a la persona de Jesús, el Cristo. Resulta llamativo que en nuestro país exista cada vez menos interés en el mundo de las religiones y, sin embargo, la persona de Jesús aún posea para muchos un gran poder de seducción. ¿Será que la mediación religiosa que hemos hecho de Jesús lo ha desfigurado demasiado? En mi criterio, sí.
Curiosamente, sabemos mucho sobre muy poco de Jesús y muy poco sobre mucho. Hemos desarrollado una cristología con grandes desequilibrios y conviene que practiquemos una gran capacidad de corrección y autocrítica porque la cristología, inequívocamente, funda la eclesiología.
Mi libro “Dios es Jesús de Nazaret” resulta solamente una pequeña aportación a la reflexión cristológica actual pero, a mi modo de ver, hecha desde abajo y desde dentro. La cristología de los evangelios, bien mirada, conocida e interpretada, puede ser un auténtico “peligro” para la iglesia, por su radicalidad. Es preciso rescatar el acontecimiento Jesús de Nazaret de las ruinas de la historia y situarlo en el centro del discurso cristiano. Quizás entonces comience lo que podríamos llamar “la revolución pendiente” en el cristianismo contemporáneo.
P.- ¿Qué verdades acerca de Cristo cree que hay que destacar en la enseñanza actual en las iglesias evangélicas?
R.- Más que verdades, lo que tendríamos que hacer es dejarnos interpretar por el Jesús de los evangelios que nos invita a reiniciar el camino de la imitación y el seguimiento. Sólo es posible reproducir el camino de Jesús si ese Jesús tiene cara y ojos, y nos referimos a él como la persona que nació, vivió, murió y resucitó por nosotros y por nuestros pecados.
En realidad, el evangelio creció “al revés”, el final estuvo ahí antes que el principio. Y, desde el final, se regresó al inicio. O sea, la muerte y la resurrección de Jesús fueron los hechos centrales del kerigma apostólico porque representaban la revalorización de su obra de un modo integral. Y estos acontecimientos históricos y su significado poseen hoy (y siempre) el dinamismo necesario, desde la obra del Espíritu, para reiniciarnos en el camino del seguimiento del Maestro.
P.- ¿Cómo ve el interés en la teología entre la población evangélica?
R.- Con la respuesta a esta pregunta podría escribirse un libro de considerable tamaño. Vamos a ver, si la teología se entiende como una simple repetición de la verdad que ya cristalizó en siglos pasados, sin ningún poder de maniobra para la creatividad, para una reflexión seria que parta de la realidad concreta que vivimos, y sin ninguna intención de diálogo con el mundo y sus problemáticas, como sucede con frecuencia en nuestros círculos, entonces es lógico que la teología sea algo trasnochado, anacrónico y obsoleto y, por tanto, no interese a casi nadie, como sucede hoy.
A mi modo de ver, la teología, a la que se ha descrito como “la fe en estado de ciencia”, está capacitada para servir como instrumento revisionista y renovador de la reflexión evangélica, si es capaz de leer los signos de los tiempos trazando vínculos siempre nuevos entre cristianismo e historia, y buscando y encontrando terreno común para el diálogo con la cultura y la sociedad.
P.- ¿Puede la teología corregir carencias y defectos en la vida de las iglesias evangélicas en la España actual?
R.- Puede, debe y tiene que hacerlo. Sobre todo, si quienes realizan esta labor son teólogos formados en la verdad del evangelio acompañando a la iglesia en el camino, pero, además, si permitimos que la teología y los teólogos jueguen ese papel, propiciando que sus aportaciones puedan ser construidas en un discurso coherente y pertinente que resitúe permanentemente a la comunidad cristiana en estado de misión.
P.- Ha estudiado en una Facultad de Teología católica. ¿En qué nivel están hoy en día los estudios de materias bíblicas en las facultades católicas?
Si hablamos de nivel académico “puro y duro”, sin entrar en detalles, es alto. Pero si colocamos “al microscopio” el curriculum de estudios en las Facultades Católicas, la cosa admite muchos matices. Por resumir, la formación que recibe un licenciado en Ciencias Bíblicas o Eclesiásticas a lo largo de 5 años incluye: Un bienio de filosofía pura y tres años más de teología dogmática acompañada de un pequeño porcentaje de Biblia, más o menos un 10% del total.
Si uno decide ampliar estudios, puede elegir distintas especialidades de Licenciatura (segundo ciclo) según la Facultad en la que se encuentre: Biblia, Dogmática, Historia, Liturgia y Fundamental (quizás me dejo alguna). El Doctorado, tercer ciclo de estudios, es preciso realizarlo, como es natural, en la especialidad elegida. Grandes dosis de conocimiento, generalmente a buen nivel, pero pocas “materias herramienta” para la praxis pastoral. Casi todo está pensado para “producir” maestros, catequistas y teólogos.
P.- Usted es valenciano y es pastor en Valencia ¿Ha predicado alguna vez en la lengua valenciana?
R.- He predicado una vez en valenciano. En un funeral, porque todos los allí presentes pensaban y hablaban en valenciano, así que tuve el atrevimiento de hablar en su idioma.
P.- ¿Le ayuda en alguna forma la lectura de la Biblia en valenciano?
R.- El valenciano, como otros idiomas, posee unos giros y expresiones que no pueden traducirse, pero que enriquecen la comprensión de los textos. En determinados momentos, estos detalles ayudan.
P.- ¿Qué piensa de la forma en que las iglesias evangélicas ministran a los inmigrantes en España?
R.- Observo que trabajamos con el fenómeno de la inmigración bastante “de oído”. Determinados estamentos como “Misión Evangélica Urbana” (Madrid, Valencia y otros) han planteado iniciativas a modo de seminarios con miras a re-situarnos mejor frente a estas nuevas realidades sociológicas que tienen una fuerte incidencia en nuestras iglesias. Aún tenemos mucho que aprender, porque importa tomar conciencia de que el tejido social ha sufrido una transformación brutal que va a perdurar en el tiempo, dentro y fuera de nuestras comunidades.
P.- En ese sentido, ¿tiene su iglesia un ministerio especial con los inmigrantes?
R.- No creo que haya que hacer nada “especial” con los inmigrantes. Lo que necesitamos es abrirnos y ayudar a que se abran mecanismos de acercamiento para evitar guetos que atomicen las iglesias. Es parte de una asignatura pendiente que tenemos los evangélicos: Repensar la eclesiología.
P.- ¿ Qué le diría a una persona joven para entusiasmarla con la Teología?
R.- Permítame responderle con unas palabras de Dietrich Bonhoeffer, para mí uno de los teólogos más grandes y comprometidos del siglo XX: “Ante todo, sólo debe estudiar teología cuando honradamente piense que no puede estudiar otra cosa. La única vocación a la teología será el que ésta le haya captado y no le deje, con tal de quien le haya captado sea verdaderamente la causa de la teología: la disposición para reflexionar sobre la palabra y la voluntad de Dios (Sal. 1:2), para aprenderla y llevarla a la práctica”.
P.- Usted ha hecho su tesis y ha publicado ensayos sobre Bonhoeffer. ¿Se podría hablar de una fe disidente en él? ¿Cuál sería su legado teológico y literario?
R.- Cualquiera que conozca un poco la vida y pensamiento de Bonhoeffer, le diría que esta pregunta se abre en muchas direcciones, admite muchas respuestas y, sobre todo, mucho más largas de lo que permite esta entrevista. Sin embargo, le diré que suscribo absolutamente lo de “una fe disidente” porque, además, hace algún tiempo pronuncié una conferencia precisamente con ese título: “Dietrich Bonhoeffer: El compromiso de una fe disidente”, que puede encontrarse y leerse en la red.
Pero también me gustaría añadir que “una fe disidente” implica pagar un precio que habría que valorar, antes de embarcarse en ella. En la introducción del texto que he citado hace un momento, escribo: “Disidencia” es una palabra peligrosa y sospechosa. Especialmente, para las personas que están ligadas al status quo o que temen algún tipo de cambio. Su sentido primero tiene que ver con alzar la voz en contra del orden establecido. Un disidente es una persona que, conociendo el sistema desde dentro, se separa y adopta una actitud contraria al mismo. No reformista, sino contraria, alternativa, diríamos incluso que subversiva; es decir, con vocación de trabajar por cambios tan radicales que sean capaces de revertir las cosas. La disidencia es “la fuerza de choque” necesaria para percibir que lo que hay no es lo único que puede haber. Que es posible una realidad nueva y distinta, si se comienza una transformación de la realidad desde abajo y desde dentro.
Pensar en el legado teológico de Bonhoeffer es, sobre todo, hablar de una fe disidente con el coraje suficiente para ser pensada y vivida hasta sus últimas consecuencias. La cuestión es, si nosotros estamos dispuestos a asumir ese compromiso, pagando el precio que de él se deriva. Finaliza la entrevista. Gracias, Eduardo, por estas reflexiones que nos harán repensar y resituarnos en nuestro día a día cristiano.
Autores: Jacqueline Alencar
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