Por Juan Fonseca, Perú*
“Playados”, ambiguos, “buracos” (orificio), maricas, indecentes, queer, etc. ¿Qué tienen que ver estos irreverentes conceptos con la teología? ¿Son una muestra del fin de los tiempos? ¿O tal vez el inicio de tiempos novedosos? ¿Cómo hacer teología desde los márgenes? ¿Qué reflexión teológica se puede hacer desde las sexualidades diversas? Fueron palabras y preguntas que revolotearon en uno de los eventos más singulares y trascendentes en la historia de la teología latinoamericana: el primer Simposio de Teología Queer, organizado por el Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI) en San José, Costa Rica.
Para quienes son teólogos profesionales, fue la primera oportunidad en nuestro continente de compartir los avances que se están realizando en América Latina en ese campo. Para quienes no lo somos, fue una oportunidad de familiarizarnos con esta novedosa y refrescante forma de hacer teología. Para la Iglesia en general, creo que podría significar un punto de inflexión en el proceso de “aggiornar” el pensamiento teológico y los paradigmas de misión en un continente tan ricamente diverso como el nuestro.
¿Por qué un simposio raro? Porque justamente lo queer apela a aquella extravagancia creativa que la teología autodenominada ortodoxa ha excluido de su producción. Y eso es lo que justamente André Musskopf, el teólogo queer más prolífico de Latinoamérica, nos hizo recordar en la ponencia inicial del Simposio: lo queer como un paradigma de teoría y praxis que propicia la construcción crítica, la inconformidad creativa, la fluidez identitaria, la sospecha de las fijezas, la sacralidad de lo cotidiano, la teologización de lo raro, la validación de lo excéntrico, con el fin de deconstruir los parámetros tradicionales de aquella teología basada en identidades consolidadas por el discurso médico, político y religioso y, sobre esa base, “articular un discurso teológico desde la fluidez, la movilidad, la ambigüedad, la multiciplicidad en el campo de las identidades sexuales y de género, sin perder su carácter político de transformación social” (Musskopf 2012, p. 209).
La riqueza reflexiva de André se nos regaló poco después a través de la presentación de su último libro: Viagems teológicas. Itinerarios para uma teología queer no Brasil (2012). Valioso recurso para quienes deseen profundizar en el ámbito de la teología queer (en adelante TQ) en nuestro continente.
A lo largo de los días que duró el evento, pudimos escuchar con creciente interés a diversos teólogos y científicos sociales quienes plantearon ideas sugerentes en ponencias de notable solidez académica y metodología novedosa. No hay espacio para reseñarlos a todos y todas, así que, apelando a la reivindicación del itinerario individual como método de reflexión, resaltaré aquellos que me estimularon con mayor intensidad. Por ejemplo, la teóloga brasileña Genilma Boehler sintetizando las singularidades del método queer para la teología y resaltando la teología de la encarnación como un espacio de construcción productiva de lo queer, nos emocionó al invitar al colombiano Hugo Otero a leer un bello poema del colombiano Hugo Otero sobre la vivencia de una persona trans.
También me deleité cuando otra brasileña, la excelsa teóloga y biblista Nancy Cardoso, planteó la importancia de vincular la producción teológica queer a la tradición crítica de la teología latinoamericana y del necesario diálogo con las vivencias de las masas excluidas de América, y lo hizo brillantemente a través del análisis de personajes literarios mágico-realistas del escritor peruano Manuel Scorza. Nancy reivindicó aquella dimensión extática y lo institucionalizada de la religiosidad latinoamericana que muestra cotidianamente su riqueza creativa, y que ha sido injustamente ignorada por los teólogos y líderes cristianos. La performance de Nancy se completó con una magistral conferencia sobre el imaginario religioso presente en el Levítico. Para quienes siempre vimos con sospecha la rigidez” legal de dicho texto, fue un descubrimiento maravilloso verlo desde las claves de la biopolítica y el afán disciplinador de la corporalidad, en especial de los “buracos” (orificios) en donde se producen los procesos de tránsito y fluidez del cuerpo humano. Su metodología expositiva, combinando humor y música, erudición y cotidianidad, encandiló a todos y todas, incluyendo a un entusiasta Pablo Richard, quien desde la audiencia, aplaudió vivamente a Nancy.
Entre otros, también resaltó Hugo Córdova, rutilante académico argentino, presentando una exquisita síntesis de las TQ en el mundo asiático, con las cuales la TQ latinoamericana está llamada a dialogar.
Asimismo, la chilena Loreto Fernández y su desafiante exposición sobre las dificultades de “ser quien uno es” al interior de las comunidades cristianas. Y otros y otras investigadores jóvenes y alguna/os más experimentados, quienes presentaron ponencias que seguramente impactarán luego de la publicación de las memorias del Simposio: oral Herrera, Daniel Fernández, Wendy Mallete, Marisol Fournier, Lars Bedurke, Darío García y José Vaz Magalhaes.
Hubo dos mesas que intentaron articular la riqueza conceptual de las ponencias académicas con la experiencia eclesial y social. En una mesa sobre experiencias pastorales alrededor de las sexualidades diversas en América latina, cuatro líderes de comunidades o programas cristianos inclusivos mostraron las maneras cómo se están construyendo experiencias de inclusión en los bordes del cristianismo establecido. Así, Daniel Jones relató el proceso de articulación de las iglesias cristianas progresistas durante el proceso de aprobación del matrimonio igualitario en Argentina, y Abel Moya mostró los avances en la pastoral de inclusión en la Iglesia Luterana Costarricense.
Luego, Cruz Torres, maravilloso líder salvadoreño, contó cómo se ha posicionado la pastoral inclusiva en la diócesis anglicana de su país; y quien esto relata, como presidente de la Comunidad Cristiana Ecuménica Inclusiva “El Camino” del Perú, reflexionó sobre los retos en el caminar de esta experiencia de Iglesia y misión en Lima. En estas exposiciones se notó la necesidad de seguir trabajando en la articulación de la academia con la Iglesia, pues la producción novedosa de los teólogos académicos aun no se nota de manera clara en las acciones de misión de las comunidades inclusivas o que trabajan con la diversidad sexual. Aun queda camino por recorrer en este aspecto.
La segunda mesa de articulación teoría-praxis fue el diálogo público que se realizó en los ambientes de la Asamblea Legislativa del Estado costarricense entre los obispos Martín Barahona (Iglesia Anglicana de El Salvador), Melvin Jiménez (Iglesia Luterana Costarricense), Héctor Gutiérrez (Iglesia de la Comunidad Metropolitana de México) y la teóloga chilena Loreto Fernández, quien representó a la comunión católica, simbólicamente desde el margen dada su condición de mujer dentro de la Iglesia Católico romana. La mesa abrió al debate temas diversos en relación a la necesidad de articular la diversidad sexual con los procesos más amplios de promoción de los derechos humanos.
El evento culminó con un diálogo abierto sobre la agenda de continuación de este primer simposio. El consenso de continuar construyendo un espacio común para la reflexión y la acción desde la TQ fue absoluto. El DEI, a través de su directora, una afabilísima Silvia Regina, ofreció seguir apoyando el proceso. La invitación de José Vaz Magalhaes para realizar el siguiente evento en Brasil recibió calurosos aplausos de los participantes, pues nada mejor que el calor y la alegría del Brasil nordestino para seguir queerizando. Asimismo, se asumieron compromisos para continuar el diálogo a través de medios virtuales, como el facebook, y también la probable formación de redes de comunidades inclusivas en el continente.
Finalmente, debo señalar que, además del programa formal, el espacio de la informalidad fue sumamente rico. En los diálogos a la hora del café o en medio del humo de la legión de teólogos(as) fumadores (por algo el café y el cigarrillo se asocian con la creatividad), las ideas siguieron fluyendo. Pero lo mejor estuvo en una espontánea performance de medianoche a la que solo accedieron los más osados exponentes queer, que, según cuenta los privilegiados que la vieron, fue un extravagante derroche de transgresión creativa. El final adecuado para un evento que nos dejó el reto de cuestionarlo todo y atrevernos a crear desde aquella indecencia que Marcella Althaus-Reid, la teóloga más nombrada en el encuentro, recuperó en sus escritos.
De manera personal me quedaron muchas preguntas, tal vez más de las que tenía antes de venir. ¿Cómo seguir performando una praxis que se plantea la sospecha de las identidades fijas cuando muchas de ellas son las fundamentan las demandas reivindicativas de los grupos excluidos? ¿Qué peligros existen en la relativización de los grandes proyectos a favor de la teologización de las microexperiencias? ¿Cómo conciliar la recuperación teológica de la sexualidad y la corporalidad con las espiritualidades intuitivas y piadosas de las greyes? Y muchas preguntas más.
Pero si algo me quedó claro es que el camino se sigue construyendo, y que la TQ nos puede ayudar mucho en hacer que en ese caminar siempre sospechemos de nuestros propios discursos, pues por más progresistas que parezcan, siempre tropezarán con la seducción del poder y la búsqueda de objetivaciones que congelan la creatividad y el carisma. Y también me quedó el desafío de teologizar desde lo cotidiano y atrevernos a reflexionar sobre la experiencia de la fe desde los contextos más íntimos de las vivencias individuales y sociales.
Al llegar a mi casa, vienen a mi mente imágenes de días y noches en los que no solo pensamos, sino también vivimos como en una cápsula de tiempo en que lo ambiguo y lo indecente se hermanaron con el humor, la libertad, la honestidad, la fraternidad y la dulce vivencia del amor. Y como motor implícito y vital de todo, la seguridad de que con todo esto estábamos haciendo que al menos algo nunca sea deconstruido: la justicia.
*El autor es historiador
Foto: Facebook del autor
Fuente: ALCNOTICIAS.ORG
“Playados”, ambiguos, “buracos” (orificio), maricas, indecentes, queer, etc. ¿Qué tienen que ver estos irreverentes conceptos con la teología? ¿Son una muestra del fin de los tiempos? ¿O tal vez el inicio de tiempos novedosos? ¿Cómo hacer teología desde los márgenes? ¿Qué reflexión teológica se puede hacer desde las sexualidades diversas? Fueron palabras y preguntas que revolotearon en uno de los eventos más singulares y trascendentes en la historia de la teología latinoamericana: el primer Simposio de Teología Queer, organizado por el Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI) en San José, Costa Rica.
Para quienes son teólogos profesionales, fue la primera oportunidad en nuestro continente de compartir los avances que se están realizando en América Latina en ese campo. Para quienes no lo somos, fue una oportunidad de familiarizarnos con esta novedosa y refrescante forma de hacer teología. Para la Iglesia en general, creo que podría significar un punto de inflexión en el proceso de “aggiornar” el pensamiento teológico y los paradigmas de misión en un continente tan ricamente diverso como el nuestro.
¿Por qué un simposio raro? Porque justamente lo queer apela a aquella extravagancia creativa que la teología autodenominada ortodoxa ha excluido de su producción. Y eso es lo que justamente André Musskopf, el teólogo queer más prolífico de Latinoamérica, nos hizo recordar en la ponencia inicial del Simposio: lo queer como un paradigma de teoría y praxis que propicia la construcción crítica, la inconformidad creativa, la fluidez identitaria, la sospecha de las fijezas, la sacralidad de lo cotidiano, la teologización de lo raro, la validación de lo excéntrico, con el fin de deconstruir los parámetros tradicionales de aquella teología basada en identidades consolidadas por el discurso médico, político y religioso y, sobre esa base, “articular un discurso teológico desde la fluidez, la movilidad, la ambigüedad, la multiciplicidad en el campo de las identidades sexuales y de género, sin perder su carácter político de transformación social” (Musskopf 2012, p. 209).
La riqueza reflexiva de André se nos regaló poco después a través de la presentación de su último libro: Viagems teológicas. Itinerarios para uma teología queer no Brasil (2012). Valioso recurso para quienes deseen profundizar en el ámbito de la teología queer (en adelante TQ) en nuestro continente.
A lo largo de los días que duró el evento, pudimos escuchar con creciente interés a diversos teólogos y científicos sociales quienes plantearon ideas sugerentes en ponencias de notable solidez académica y metodología novedosa. No hay espacio para reseñarlos a todos y todas, así que, apelando a la reivindicación del itinerario individual como método de reflexión, resaltaré aquellos que me estimularon con mayor intensidad. Por ejemplo, la teóloga brasileña Genilma Boehler sintetizando las singularidades del método queer para la teología y resaltando la teología de la encarnación como un espacio de construcción productiva de lo queer, nos emocionó al invitar al colombiano Hugo Otero a leer un bello poema del colombiano Hugo Otero sobre la vivencia de una persona trans.
También me deleité cuando otra brasileña, la excelsa teóloga y biblista Nancy Cardoso, planteó la importancia de vincular la producción teológica queer a la tradición crítica de la teología latinoamericana y del necesario diálogo con las vivencias de las masas excluidas de América, y lo hizo brillantemente a través del análisis de personajes literarios mágico-realistas del escritor peruano Manuel Scorza. Nancy reivindicó aquella dimensión extática y lo institucionalizada de la religiosidad latinoamericana que muestra cotidianamente su riqueza creativa, y que ha sido injustamente ignorada por los teólogos y líderes cristianos. La performance de Nancy se completó con una magistral conferencia sobre el imaginario religioso presente en el Levítico. Para quienes siempre vimos con sospecha la rigidez” legal de dicho texto, fue un descubrimiento maravilloso verlo desde las claves de la biopolítica y el afán disciplinador de la corporalidad, en especial de los “buracos” (orificios) en donde se producen los procesos de tránsito y fluidez del cuerpo humano. Su metodología expositiva, combinando humor y música, erudición y cotidianidad, encandiló a todos y todas, incluyendo a un entusiasta Pablo Richard, quien desde la audiencia, aplaudió vivamente a Nancy.
Entre otros, también resaltó Hugo Córdova, rutilante académico argentino, presentando una exquisita síntesis de las TQ en el mundo asiático, con las cuales la TQ latinoamericana está llamada a dialogar.
Asimismo, la chilena Loreto Fernández y su desafiante exposición sobre las dificultades de “ser quien uno es” al interior de las comunidades cristianas. Y otros y otras investigadores jóvenes y alguna/os más experimentados, quienes presentaron ponencias que seguramente impactarán luego de la publicación de las memorias del Simposio: oral Herrera, Daniel Fernández, Wendy Mallete, Marisol Fournier, Lars Bedurke, Darío García y José Vaz Magalhaes.
Hubo dos mesas que intentaron articular la riqueza conceptual de las ponencias académicas con la experiencia eclesial y social. En una mesa sobre experiencias pastorales alrededor de las sexualidades diversas en América latina, cuatro líderes de comunidades o programas cristianos inclusivos mostraron las maneras cómo se están construyendo experiencias de inclusión en los bordes del cristianismo establecido. Así, Daniel Jones relató el proceso de articulación de las iglesias cristianas progresistas durante el proceso de aprobación del matrimonio igualitario en Argentina, y Abel Moya mostró los avances en la pastoral de inclusión en la Iglesia Luterana Costarricense.
Luego, Cruz Torres, maravilloso líder salvadoreño, contó cómo se ha posicionado la pastoral inclusiva en la diócesis anglicana de su país; y quien esto relata, como presidente de la Comunidad Cristiana Ecuménica Inclusiva “El Camino” del Perú, reflexionó sobre los retos en el caminar de esta experiencia de Iglesia y misión en Lima. En estas exposiciones se notó la necesidad de seguir trabajando en la articulación de la academia con la Iglesia, pues la producción novedosa de los teólogos académicos aun no se nota de manera clara en las acciones de misión de las comunidades inclusivas o que trabajan con la diversidad sexual. Aun queda camino por recorrer en este aspecto.
La segunda mesa de articulación teoría-praxis fue el diálogo público que se realizó en los ambientes de la Asamblea Legislativa del Estado costarricense entre los obispos Martín Barahona (Iglesia Anglicana de El Salvador), Melvin Jiménez (Iglesia Luterana Costarricense), Héctor Gutiérrez (Iglesia de la Comunidad Metropolitana de México) y la teóloga chilena Loreto Fernández, quien representó a la comunión católica, simbólicamente desde el margen dada su condición de mujer dentro de la Iglesia Católico romana. La mesa abrió al debate temas diversos en relación a la necesidad de articular la diversidad sexual con los procesos más amplios de promoción de los derechos humanos.
El evento culminó con un diálogo abierto sobre la agenda de continuación de este primer simposio. El consenso de continuar construyendo un espacio común para la reflexión y la acción desde la TQ fue absoluto. El DEI, a través de su directora, una afabilísima Silvia Regina, ofreció seguir apoyando el proceso. La invitación de José Vaz Magalhaes para realizar el siguiente evento en Brasil recibió calurosos aplausos de los participantes, pues nada mejor que el calor y la alegría del Brasil nordestino para seguir queerizando. Asimismo, se asumieron compromisos para continuar el diálogo a través de medios virtuales, como el facebook, y también la probable formación de redes de comunidades inclusivas en el continente.
Finalmente, debo señalar que, además del programa formal, el espacio de la informalidad fue sumamente rico. En los diálogos a la hora del café o en medio del humo de la legión de teólogos(as) fumadores (por algo el café y el cigarrillo se asocian con la creatividad), las ideas siguieron fluyendo. Pero lo mejor estuvo en una espontánea performance de medianoche a la que solo accedieron los más osados exponentes queer, que, según cuenta los privilegiados que la vieron, fue un extravagante derroche de transgresión creativa. El final adecuado para un evento que nos dejó el reto de cuestionarlo todo y atrevernos a crear desde aquella indecencia que Marcella Althaus-Reid, la teóloga más nombrada en el encuentro, recuperó en sus escritos.
De manera personal me quedaron muchas preguntas, tal vez más de las que tenía antes de venir. ¿Cómo seguir performando una praxis que se plantea la sospecha de las identidades fijas cuando muchas de ellas son las fundamentan las demandas reivindicativas de los grupos excluidos? ¿Qué peligros existen en la relativización de los grandes proyectos a favor de la teologización de las microexperiencias? ¿Cómo conciliar la recuperación teológica de la sexualidad y la corporalidad con las espiritualidades intuitivas y piadosas de las greyes? Y muchas preguntas más.
Pero si algo me quedó claro es que el camino se sigue construyendo, y que la TQ nos puede ayudar mucho en hacer que en ese caminar siempre sospechemos de nuestros propios discursos, pues por más progresistas que parezcan, siempre tropezarán con la seducción del poder y la búsqueda de objetivaciones que congelan la creatividad y el carisma. Y también me quedó el desafío de teologizar desde lo cotidiano y atrevernos a reflexionar sobre la experiencia de la fe desde los contextos más íntimos de las vivencias individuales y sociales.
Al llegar a mi casa, vienen a mi mente imágenes de días y noches en los que no solo pensamos, sino también vivimos como en una cápsula de tiempo en que lo ambiguo y lo indecente se hermanaron con el humor, la libertad, la honestidad, la fraternidad y la dulce vivencia del amor. Y como motor implícito y vital de todo, la seguridad de que con todo esto estábamos haciendo que al menos algo nunca sea deconstruido: la justicia.
*El autor es historiador
Foto: Facebook del autor
Fuente: ALCNOTICIAS.ORG
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