Por. Leopoldo Cervantes-Ortiz, México.
A menudo los hijos se nos parecen,
y así nos dan la primera satisfacción.,
ésos que se menean con nuestros gestos,
echando mano a cuanto hay a su alrededor.
Esos locos bajitos que se incorporan
con los ojos abiertos de par en par,
sin respeto al horario ni a las costumbres
y a los que, por su bien, (dicen) hay que domesticar.
J.M. Serrat, “Esos locos bajitos”, En tránsito (1981)
1. Entre la tradición ancestral e intocable…
Podría decirse que el ideal presentado en el salmo 128 se estableció durante mucho tiempo en la conciencia del pueblo de Dios y que funcionó como sinónimo de estabilidad ante los riesgos de cambio que las sociedades enfrentan constantemente. El esposo y padre de familia es el destinatario directo del texto (vv. 1-2), como buen representante del núcleo familiar óptimo, esto es, una persona trabajadora, consciente y responsable en todas sus obligaciones (proveedor, atento y cariñoso). Sin alusiones a la poligamia, este hombre, al parecer monógamo, se concentra en las necesidades de su familia nuclear y vive para ella, sin distracciones externas ni vicios. Su ejercicio del patriarcado es equilibrado y digno de reconocimiento, aun cuando sabe guardar las formas muy bien para agradar, en primer lugar, a Dios. El trabajo de sus manos es digno y bien pagado por una sociedad que funciona con justicia en ese sentido.
La mujer es como una vid que da fruto por todas partes (v. 3a): la imagen vinícola, muy mediterránea, consolida el ideal de una esposa y madre de familia en uso de sus facultades matriarcales plenas y positivas, es decir, que no excede su papel y que desarrolla siempre lo que se espera de ella. Los hijos, siguiendo con el simbolismo agrícola mediterráneo, son como plantas de olivo alrededor de la mesa común. Representan, literalmente, un fruto de la impecable unión entre dos seres que se forjan un linaje nuevo, en obediencia a los mandatos de la ley. Se entiende que son varios hijos e hijas y que su comunidad doméstica es una bendición según el número con el que Dios hubiera querido bendecir a este hogar. Cada uno/a vive con respeto por los demás y tiene su espacio vital protegido y promovido por ambos padres, porque su matrimonio es estable y fiel, y no existe sobre él ninguna sombra de duda.
La bendición es, según el texto, sobre todo para el hombre (v. 4), lo que, por extensión, le granjea beneficios al resto del núcleo familiar. Él representa todo lo mejor que podía acontecer en el seno de una estructura familiar íntegra y sana. Muy bien, pues éste era el ideal familiar para la tradición judía que lo subrayaba en sus dichos, los cuales, lamentablemente, no siempre reflejaban esta imagen tan edificante debido, sobre todo, a la profunda misoginia del ambiente, como todavía se actualmente en el propio Israel. Pero ello no le resta mérito al pasaje en su promoción de un modelo.
Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma,
con nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma
y que les bastan nuestros cuentos para dormir.
Nos empeñamos en dirigir sus vidas
sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
con la leche templada y en cada canción.
2. …y el cambio inaceptable (Tito 2)
La carta a Tito es una de las llamadas epístolas pastorales de la esfera paulina. Corresponden a una etapa del pensamiento paulino en que sus derivaciones buscaron aplicarse en ámbitos cada vez más complejos de la vida y ante los cuales había que hacer afirmaciones firmes para la defensa y promoción de la fe. Estas cartas
están atravesadas por preocupaciones por los problemas prácticos que enfrentan las comunidades, así como por las herejías y la aceptación social. Las comunidades a las que se refieren las Pastorales están fragmentadas por corrientes teológicas y deslegitimadas por la sociedad y por los organismos representativos del Imperio Romano. Se percibe la necesidad de una acción de unificación, para evitar la desintegración de las comunidades frente a las animadversiones y contra-reacciones. En diversos pasajes aparece una propuesta o exhortación a las comunidades, en el sentido de hacer un esfuerzo para aparecer en forma positiva delante de las autoridades y de la sociedad (1Tim 2,1-2; 5,14; 6,1-2; Tit 2,1-10). Los oponentes que son atacados en las cartas no son necesariamente personas de fuera, sino líderes activos de la comunidad, entre ellos hay mujeres que oran, enseñan, profetizan, presiden el culto y preservan algunas tradiciones también paulinas, consideradas ahora anatemas por el autor de las Pastorales - ellas hablan y enseñan lo que es considerado vanas doctrinas, mitos y fábulas de mujeres viejas.[1]
Si en I Corintios (7.1-17) Pablo había esgrimido argumentaciones a favor de la solidez de la vida matrimonial, aunque nunca con la intención de sacramentarlo, en Efesios (5.21-33) había sostenido que el matrimonio era una imagen de la relación entre Cristo y la Iglesia y planteó el respeto mutuo entre padres e hijos (6.1-4), en Colosenses (3.18-21) resumió las obligaciones de los integrantes de la familia, en I Timoteo (4.3) se adelantó a las prohibiciones para casarse, además de establecer una serie de preceptos para las viudas (5.3-16), y en II Timoteo (3.2) advirtió sobre la desobediencia a los padres en el futuro, el modelo de familia que esta tradición teológica conoció no se diferenciaba mucho de la propuesta por el Salmo 128, en el sentido de que una fuerte raíz biparental sería el cimiento de una familia sana, permanente y piadosa.
No obstante, en Tito 2, el autor reconoce que las familias no surgen ni se realizan siempre bajo el mismo esquema, pues la cultura, estructura social y las circunstancias con mucha frecuencia las fragmentan y producen figuras que no encajan en los ideales impuestos en la conciencia comunitaria. Más bien, como se percibe en el pasaje, hay que adaptar el mensaje cristiano a las diversas formas de familia que se presentan. Cuando este pasaje se dirige específicamente a algunos grupos de edad (ancianos/as, mujeres jóvenes y jóvenes), a algunos de ellos se les percibe muy probablemente en situaciones familiares diferenciadas, particularmente a los ancianos, hombres y mujeres, que posiblemente vivían solos o eran ya viudos/as. Las mujeres jóvenes, casadas por supuesto, y los jóvenes, también con mucha seguridad solteros/as, casaderos o quizá sin posibilidades de hacerlo. El texto abre, así, la posibilidad de espacios familiares alternativos, ante los cuales el peso específico de la tradición tendría que aplicarse con las salvedades para cada caso.
Luego de la obligada exhortación (“Pero tú habla con lo que está de acuerdo con la sana doctrina”, v. 1) que atiende la respuesta a las inclinaciones internas y externas de la comunidad, el texto aplica el mensaje a cada quien, como lo resume Joseph Reuss:
a) Los ancianos (v. 2)
…comienza con los hombres ancianos, con los entrados en años, que con su carácter sentado y maduro deben mostrarse y hacerse valer en todas las situaciones difíciles de la vida por la sobriedad, la reserva y la moderación en el uso del vino, la honradez, el comportamiento humano y digno, la prudencia y el dominio de sí mismo. La actitud fundamental del cristiano: la fe, el amor y la paciencia deben aparecer de modo especial en estos hombres.
b) Las ancianas (v.3)
Las mujeres ancianas deben manifestar en su actitud interna y externa su perfecta dignidad como cristianas maduras. Teniendo en cuenta la dignidad del prójimo deben dominar sus lenguas y evitar toda calumnia. Extraña la severa exhortación a moderarse en el uso del vino. Quizá se hacía necesario debido a datos de experiencia personal del propio Apóstol, o acaso a un incidente especial, sobre todo teniendo en cuenta que Creta era un país famoso por sus vinos. Ellas, mediante su modo de vivir y mediante su ejemplo cristiano, deben ser maestras en toda obra buena para las jóvenes; tal es el deber de aquellas que han madurado con la experiencia de la vida. […]
c) Las mujeres jóvenes (vv. 4-5)
De las jóvenes [se] exige […] que sean plenamente mujeres y madres en la familia. [Se] presenta una imagen luminosa de la mujer cristiana que se diversifica en su vocación de esposa, madre y ama de casa, y que incluye en sí la riqueza de un ser prudente, honesto y bueno. El amor a su esposo y a sus hijos constituye la razón de su vida. […]
d) Los jóvenes
La exhortación a los jóvenes es concisa y breve. Pablo exige de ellos prudencia y dominio de sí mismo. A su tendencia a engolfarse imprudente y apasionadamente en la vida y a precipitarse con frivolidad en sus peligros se contrapone el ideal del joven cristiano que se domina a sí mismo. Por tanto, todo miembro de la comunidad tiene el sagrado deber de influir ejemplarmente mediante su modo de vivir cristiano en la comunidad y a hacer honorable la doctrina cristiana a los ojos de quienes se hallan fuera del cristianismo: los judíos y los paganos.[2]
Estas posibilidades de existencia familiar, favorecidas por el avance de la fe en el mundo posterior a Pablo, hizo que el cristianismo fuera respondiendo a las exigencias de las nuevas épocas, aun cuando algunas de sus vertientes autoritarias se impusieron y tuvieron que posponer los obligados ajustes en la manera de entender y aplicar el mensaje evangélico a las diversas realidades familiares.
Nada ni nadie puede impedir que sufran,
que las agujas avancen en el reloj,
que decidan por ellos, que se equivoquen,
que crezcan y que un día nos digan adiós.
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[1] M.J.Ströher, “Eclesiologías en conflictos en las déuteropaulinas. El caso de las Cartas pastorales”, en RIBLA, núm. 55, http://claiweb.org/ribla/ribla55/eclesiologias.html
[2] J. Reuss, “Carta de San Pablo a Tito”, en www.mercaba.org/FICHAS/BIBLIA/Tito/TITO_02.htm
Fuente: Leopoldo Cervantes - Ortiz, Pastor presbiteriano, teólogo, poeta, escritor y médico mexicano.
A menudo los hijos se nos parecen,
y así nos dan la primera satisfacción.,
ésos que se menean con nuestros gestos,
echando mano a cuanto hay a su alrededor.
Esos locos bajitos que se incorporan
con los ojos abiertos de par en par,
sin respeto al horario ni a las costumbres
y a los que, por su bien, (dicen) hay que domesticar.
J.M. Serrat, “Esos locos bajitos”, En tránsito (1981)
1. Entre la tradición ancestral e intocable…
Podría decirse que el ideal presentado en el salmo 128 se estableció durante mucho tiempo en la conciencia del pueblo de Dios y que funcionó como sinónimo de estabilidad ante los riesgos de cambio que las sociedades enfrentan constantemente. El esposo y padre de familia es el destinatario directo del texto (vv. 1-2), como buen representante del núcleo familiar óptimo, esto es, una persona trabajadora, consciente y responsable en todas sus obligaciones (proveedor, atento y cariñoso). Sin alusiones a la poligamia, este hombre, al parecer monógamo, se concentra en las necesidades de su familia nuclear y vive para ella, sin distracciones externas ni vicios. Su ejercicio del patriarcado es equilibrado y digno de reconocimiento, aun cuando sabe guardar las formas muy bien para agradar, en primer lugar, a Dios. El trabajo de sus manos es digno y bien pagado por una sociedad que funciona con justicia en ese sentido.
La mujer es como una vid que da fruto por todas partes (v. 3a): la imagen vinícola, muy mediterránea, consolida el ideal de una esposa y madre de familia en uso de sus facultades matriarcales plenas y positivas, es decir, que no excede su papel y que desarrolla siempre lo que se espera de ella. Los hijos, siguiendo con el simbolismo agrícola mediterráneo, son como plantas de olivo alrededor de la mesa común. Representan, literalmente, un fruto de la impecable unión entre dos seres que se forjan un linaje nuevo, en obediencia a los mandatos de la ley. Se entiende que son varios hijos e hijas y que su comunidad doméstica es una bendición según el número con el que Dios hubiera querido bendecir a este hogar. Cada uno/a vive con respeto por los demás y tiene su espacio vital protegido y promovido por ambos padres, porque su matrimonio es estable y fiel, y no existe sobre él ninguna sombra de duda.
La bendición es, según el texto, sobre todo para el hombre (v. 4), lo que, por extensión, le granjea beneficios al resto del núcleo familiar. Él representa todo lo mejor que podía acontecer en el seno de una estructura familiar íntegra y sana. Muy bien, pues éste era el ideal familiar para la tradición judía que lo subrayaba en sus dichos, los cuales, lamentablemente, no siempre reflejaban esta imagen tan edificante debido, sobre todo, a la profunda misoginia del ambiente, como todavía se actualmente en el propio Israel. Pero ello no le resta mérito al pasaje en su promoción de un modelo.
Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma,
con nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma
y que les bastan nuestros cuentos para dormir.
Nos empeñamos en dirigir sus vidas
sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
con la leche templada y en cada canción.
2. …y el cambio inaceptable (Tito 2)
La carta a Tito es una de las llamadas epístolas pastorales de la esfera paulina. Corresponden a una etapa del pensamiento paulino en que sus derivaciones buscaron aplicarse en ámbitos cada vez más complejos de la vida y ante los cuales había que hacer afirmaciones firmes para la defensa y promoción de la fe. Estas cartas
están atravesadas por preocupaciones por los problemas prácticos que enfrentan las comunidades, así como por las herejías y la aceptación social. Las comunidades a las que se refieren las Pastorales están fragmentadas por corrientes teológicas y deslegitimadas por la sociedad y por los organismos representativos del Imperio Romano. Se percibe la necesidad de una acción de unificación, para evitar la desintegración de las comunidades frente a las animadversiones y contra-reacciones. En diversos pasajes aparece una propuesta o exhortación a las comunidades, en el sentido de hacer un esfuerzo para aparecer en forma positiva delante de las autoridades y de la sociedad (1Tim 2,1-2; 5,14; 6,1-2; Tit 2,1-10). Los oponentes que son atacados en las cartas no son necesariamente personas de fuera, sino líderes activos de la comunidad, entre ellos hay mujeres que oran, enseñan, profetizan, presiden el culto y preservan algunas tradiciones también paulinas, consideradas ahora anatemas por el autor de las Pastorales - ellas hablan y enseñan lo que es considerado vanas doctrinas, mitos y fábulas de mujeres viejas.[1]
Si en I Corintios (7.1-17) Pablo había esgrimido argumentaciones a favor de la solidez de la vida matrimonial, aunque nunca con la intención de sacramentarlo, en Efesios (5.21-33) había sostenido que el matrimonio era una imagen de la relación entre Cristo y la Iglesia y planteó el respeto mutuo entre padres e hijos (6.1-4), en Colosenses (3.18-21) resumió las obligaciones de los integrantes de la familia, en I Timoteo (4.3) se adelantó a las prohibiciones para casarse, además de establecer una serie de preceptos para las viudas (5.3-16), y en II Timoteo (3.2) advirtió sobre la desobediencia a los padres en el futuro, el modelo de familia que esta tradición teológica conoció no se diferenciaba mucho de la propuesta por el Salmo 128, en el sentido de que una fuerte raíz biparental sería el cimiento de una familia sana, permanente y piadosa.
No obstante, en Tito 2, el autor reconoce que las familias no surgen ni se realizan siempre bajo el mismo esquema, pues la cultura, estructura social y las circunstancias con mucha frecuencia las fragmentan y producen figuras que no encajan en los ideales impuestos en la conciencia comunitaria. Más bien, como se percibe en el pasaje, hay que adaptar el mensaje cristiano a las diversas formas de familia que se presentan. Cuando este pasaje se dirige específicamente a algunos grupos de edad (ancianos/as, mujeres jóvenes y jóvenes), a algunos de ellos se les percibe muy probablemente en situaciones familiares diferenciadas, particularmente a los ancianos, hombres y mujeres, que posiblemente vivían solos o eran ya viudos/as. Las mujeres jóvenes, casadas por supuesto, y los jóvenes, también con mucha seguridad solteros/as, casaderos o quizá sin posibilidades de hacerlo. El texto abre, así, la posibilidad de espacios familiares alternativos, ante los cuales el peso específico de la tradición tendría que aplicarse con las salvedades para cada caso.
Luego de la obligada exhortación (“Pero tú habla con lo que está de acuerdo con la sana doctrina”, v. 1) que atiende la respuesta a las inclinaciones internas y externas de la comunidad, el texto aplica el mensaje a cada quien, como lo resume Joseph Reuss:
a) Los ancianos (v. 2)
…comienza con los hombres ancianos, con los entrados en años, que con su carácter sentado y maduro deben mostrarse y hacerse valer en todas las situaciones difíciles de la vida por la sobriedad, la reserva y la moderación en el uso del vino, la honradez, el comportamiento humano y digno, la prudencia y el dominio de sí mismo. La actitud fundamental del cristiano: la fe, el amor y la paciencia deben aparecer de modo especial en estos hombres.
b) Las ancianas (v.3)
Las mujeres ancianas deben manifestar en su actitud interna y externa su perfecta dignidad como cristianas maduras. Teniendo en cuenta la dignidad del prójimo deben dominar sus lenguas y evitar toda calumnia. Extraña la severa exhortación a moderarse en el uso del vino. Quizá se hacía necesario debido a datos de experiencia personal del propio Apóstol, o acaso a un incidente especial, sobre todo teniendo en cuenta que Creta era un país famoso por sus vinos. Ellas, mediante su modo de vivir y mediante su ejemplo cristiano, deben ser maestras en toda obra buena para las jóvenes; tal es el deber de aquellas que han madurado con la experiencia de la vida. […]
c) Las mujeres jóvenes (vv. 4-5)
De las jóvenes [se] exige […] que sean plenamente mujeres y madres en la familia. [Se] presenta una imagen luminosa de la mujer cristiana que se diversifica en su vocación de esposa, madre y ama de casa, y que incluye en sí la riqueza de un ser prudente, honesto y bueno. El amor a su esposo y a sus hijos constituye la razón de su vida. […]
d) Los jóvenes
La exhortación a los jóvenes es concisa y breve. Pablo exige de ellos prudencia y dominio de sí mismo. A su tendencia a engolfarse imprudente y apasionadamente en la vida y a precipitarse con frivolidad en sus peligros se contrapone el ideal del joven cristiano que se domina a sí mismo. Por tanto, todo miembro de la comunidad tiene el sagrado deber de influir ejemplarmente mediante su modo de vivir cristiano en la comunidad y a hacer honorable la doctrina cristiana a los ojos de quienes se hallan fuera del cristianismo: los judíos y los paganos.[2]
Estas posibilidades de existencia familiar, favorecidas por el avance de la fe en el mundo posterior a Pablo, hizo que el cristianismo fuera respondiendo a las exigencias de las nuevas épocas, aun cuando algunas de sus vertientes autoritarias se impusieron y tuvieron que posponer los obligados ajustes en la manera de entender y aplicar el mensaje evangélico a las diversas realidades familiares.
Nada ni nadie puede impedir que sufran,
que las agujas avancen en el reloj,
que decidan por ellos, que se equivoquen,
que crezcan y que un día nos digan adiós.
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[1] M.J.Ströher, “Eclesiologías en conflictos en las déuteropaulinas. El caso de las Cartas pastorales”, en RIBLA, núm. 55, http://claiweb.org/ribla/ribla55/eclesiologias.html
[2] J. Reuss, “Carta de San Pablo a Tito”, en www.mercaba.org/FICHAS/BIBLIA/Tito/TITO_02.htm
Fuente: Leopoldo Cervantes - Ortiz, Pastor presbiteriano, teólogo, poeta, escritor y médico mexicano.
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