¿Qué harías hoy, si fuera el último día de tu vida? Esta es la pregunta que muchos predicadores hacen desde hace siglos, pero es también la cuestión en torno a la que gira el drama de la película 2012, que acaba de salir en DVD. El alemán Roland Emmerich se ha convertido en el maestro del nuevo cine catastrófico de Hollywood, cuyos desastres alcanzan ya todo el mundo. El director de Godzilla, Independence Day o El día de mañana se inspira ahora en una falsa profecía maya para volver a hacer lo que más le gusta: destruir el planeta Tierra.
2012 trata una temática especialmente popular en el cine americano –a la que es muy aficionado el público evangélico-..Es el llamado cine apocalíptico, un curioso subgénero de las películas de catástrofes, que en su vertiente secular parece elevar a un prisma metafórico los miedos y frustraciones de la sociedad contemporánea, pero que en su versión cristiana pretende visualizar con todo tipo de detalles cierta escatología evangélica, que se recrea en la figura del Anticristo, la destrucción del Armagedón o la perplejidad del Arrebatamiento.
A la inquietud que ha producido la destrucción de las Torres Gemelas, se han unido ahora los efectos de la crisis económica, para aumentar aún más la conciencia de vulnerabilidad del ciudadano medio norteamericano. Ni siquiera la llegada a la presidencia de un símbolo de esperanza como Barack Obama (claramente evocado por Danny Glover en la película 2012), parece haber resucitado el sueño americano, que se ve ahora construido sobre los cimientos podridos de una creencia que ve al ser humano como el centro del universo, mientras se juega el futuro con hipotecas de alto riesgo.
LA ESTRATEGÍA DEL MIEDO
Como bien observa el crítico de la revista Dirigido Por, Tonio Alarcón, el relato apocalíptico de 2012 se basa en el miedo a la muerte intrínseco en todo ser humano. Es en cierto sentido un cuento ejemplarizante que intenta ser un vehículo para remover conciencias, no del desastre ecológico –como algunos resúmenes de prensa dan falsamente la impresión, ya que la película no hace ninguna referencia al cambio climático–, sino a algo tan cercano como el trauma que producen tantas familias rotas por la incomprensión y el egoísmo.
La referencia astrológica al calendario maya le da un cierto tono trascendente a la historia. Se basa en la absurda interpretación de algunos libros esotéricos actuales, que pretenden que la cultura que florece en el Yucatán mexicano y otras partes de Centroamérica del 300 al 900 antes de Cristo, predijo el fin del mundo para el 21 de diciembre del 2012. Obvia decir que la idea no es sólo disparatada, sino carente de todo rigor astronómico y arqueológico. Los mayas no anunciaron el fin del mundo, como tampoco supieron cuando llegaría Cortés para destruir su civilización milenaria.
Lo importante es que según esta idea de Nueva Era, “el último día no significará la llegada de ninguna calamidad”, sino “una completa nueva conciencia cósmica y una transición espiritual hacia una nueva civilización”, según uno de los autores esotéricos que apuntan a esta fecha. La destrucción traerá por lo tanto un saneamiento moral, que como un nuevo Diluvio anuncia un nuevo comienzo.
LA RELIGIÓN DESTRUÍDA
La visión esotérica se une así al lenguaje bíblico en 2012, que llama a un personaje Noé y a las naves arcas, en una clara referencia al suceso bíblico conocido en casi todas las civilizaciones como un gran Diluvio, que adquiere una dimensión universal. El autor de esta película no es sin embargo alguien conocido por su fe. De hecho, lo único que se sabe de él en Hollywood es que es homosexual (aunque como Bryan Singer, no tiene personajes gay, ya que según él, “las películas no tienen nada que ver con la sexualidad”).
Lo que está, es “contra las religiones organizadas, contra las iglesias”. Porque según él, “¿para qué hay que ir a una iglesia a orar?”. De hecho la destrucción del Vaticano en su película, dice con evidente tono irónico, trae “el mensaje que si tienes que hablar con Dios, no lo hagas enfrente de una iglesia, porque se te puede caer encima”. Aunque por sugerencia del guionista, Emmerich no se atreve a mostrar la demolición de la Caaba (para evitar una posible fatwa), pero el Cristo del Corcovado en Río corre peor suerte…
¿Cómo entender entonces tantas referencias bíblicas? El presidente afroamericano (interpretado por Danny Glover), intenta hacer una oración ecuménica por televisión – ante la inminente destrucción –, que cree “refleja toda fe y credo”. Comienza entonces las palabras del Salmo 23, que corta antes de acabar la primera línea (¿cuántos sabrán hoy cómo continúa y de dónde viene?), aunque el personaje de Ejiofor (el asesor científico del presidente, Adrian Helmsley) cita extensamente la pobre novela de Jackson Curtis (el protagonista, cuyas iníciales no sólo coinciden con Jesucristo, sino con el actor John Cusack, que lo interpreta bastante correctamente). ¿Dónde está entonces su trascendencia?
EL GRAN FUTURO DEL PLANETA TIERRA
Aunque películas como 2012 dan la impresión que la esperanza de este mundo está en un lugar como el Tíbet (donde se construyen las naves que permiten que uno de los monjes esté entre los supervivientes), el budismo no anuncia ningún futuro para el planeta Tierra. Es en la doctrina bíblica de la Creación donde la Revelación nos sumerge desde un principio en la materialidad. Basta con abrir la primera página de la Escritura (En el principio creó Dios los cielos y la tierra, Génesis 1:1) y compararla con la última (Apocalipsis 21:1, He aquí vi nuevos cielos y nueva tierra), para ver la importancia de la Creación en el mensaje bíblico.
El cristianismo evangélico parece sin embargo a veces haber perdido la perspectiva bíblica en un mensaje espiritualista –que desprecia la realidad física y material–, o la discusión sobre los orígenes –contra el evolucionismo–. La teología moderna protestante no se caracterizó tampoco por su interés por la Creación –como demuestra Moltmann–, que ve como un mero escenario para los hechos de Dios en la Historia. La Creación es sin embargo algo más que un decorado para la obra de salvación. Es central al propósito de Dios que dice: He aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra (Isaías 65:17).
Ante el miedo de aquellos que temen una hecatombe mundial, los cristianos creen en un Dios que no sólo ha creado, sino que sostiene la Tierra por su Providencia. Las llamadas leyes de la naturaleza no son más que una expresión de su voluntad. La Tierra será renovada, pero no destruida. Por eso decía Lutero que si supiera que Cristo vendría mañana, él plantaría un árbol hoy…
EL JUICIO QUE VIENE
Nos podemos burlar de estas profecías –que como la de San Malaquías o Nostradamus, cada uno interpreta caprichosamente y sin ninguna base–, pero la falsa profecía no nos ha de hacer ignorar sin embargo la verdadera Profecía, que hombres inspirados por Dios nos revelan en la Biblia. Ya en tiempos de Pedro se preguntaban algunos: ¿Qué pasó con la promesa de que Jesucristo regresaría? (2 P. 3:4). Generación va y generación viene, pero el mundo permanece…
Esa gente no se quiere dar cuenta de que, hace mucho tiempo, Dios creó los cielos y la tierra, y de que con una sola orden separó la tierra y los mares. Además, Dios usó el agua del diluvio para destruir el mundo de su época; pero con ese mismo poder, ha hado la orden de que, en el momento indicado, los cielos y la tierra que ahora existen sean destruidos con fuego. Serán quemados el día en que Dios juzgue a todos y destruya a los que hacen el mal. (2 Pedro 3:5-7).
Ese fuego no acabará con la Tierra, sino que hará de ella una nueva Tierra. Pero cuando el Señor Jesús regrese, vendrá como cuando un ladrón entra en una casa a robar (v. 10). Será cuando nadie lo espere. No sabemos el día, ni la hora, pero para el Señor, un día es como mil años, y mil años como un día (v. 8). Su tiempo no es nuestro tiempo, pero no es que Dios sea lento para cumplir su promesa, como algunos piensan…
Lo que pasa es que tiene paciencia, no quiere que nadie muera, sino que todos se vuelvan a Él (v. 9). Ahora es el tiempo de su Gracia. Luego será demasiado tarde. Pero nosotros esperamos el cielo nuevo y la tierra nueva que Dios ha prometido, donde todo será bueno y justo (v. 13). Hay por lo tanto un gran futuro para el planeta Tierra.
*José de Segovia es periodista, teólogo y pastor en Madrid
Fuente: © J. de Segovia. ProtestanteDigital.com (España,
2012 trata una temática especialmente popular en el cine americano –a la que es muy aficionado el público evangélico-..Es el llamado cine apocalíptico, un curioso subgénero de las películas de catástrofes, que en su vertiente secular parece elevar a un prisma metafórico los miedos y frustraciones de la sociedad contemporánea, pero que en su versión cristiana pretende visualizar con todo tipo de detalles cierta escatología evangélica, que se recrea en la figura del Anticristo, la destrucción del Armagedón o la perplejidad del Arrebatamiento.
A la inquietud que ha producido la destrucción de las Torres Gemelas, se han unido ahora los efectos de la crisis económica, para aumentar aún más la conciencia de vulnerabilidad del ciudadano medio norteamericano. Ni siquiera la llegada a la presidencia de un símbolo de esperanza como Barack Obama (claramente evocado por Danny Glover en la película 2012), parece haber resucitado el sueño americano, que se ve ahora construido sobre los cimientos podridos de una creencia que ve al ser humano como el centro del universo, mientras se juega el futuro con hipotecas de alto riesgo.
LA ESTRATEGÍA DEL MIEDO
Como bien observa el crítico de la revista Dirigido Por, Tonio Alarcón, el relato apocalíptico de 2012 se basa en el miedo a la muerte intrínseco en todo ser humano. Es en cierto sentido un cuento ejemplarizante que intenta ser un vehículo para remover conciencias, no del desastre ecológico –como algunos resúmenes de prensa dan falsamente la impresión, ya que la película no hace ninguna referencia al cambio climático–, sino a algo tan cercano como el trauma que producen tantas familias rotas por la incomprensión y el egoísmo.
La referencia astrológica al calendario maya le da un cierto tono trascendente a la historia. Se basa en la absurda interpretación de algunos libros esotéricos actuales, que pretenden que la cultura que florece en el Yucatán mexicano y otras partes de Centroamérica del 300 al 900 antes de Cristo, predijo el fin del mundo para el 21 de diciembre del 2012. Obvia decir que la idea no es sólo disparatada, sino carente de todo rigor astronómico y arqueológico. Los mayas no anunciaron el fin del mundo, como tampoco supieron cuando llegaría Cortés para destruir su civilización milenaria.
Lo importante es que según esta idea de Nueva Era, “el último día no significará la llegada de ninguna calamidad”, sino “una completa nueva conciencia cósmica y una transición espiritual hacia una nueva civilización”, según uno de los autores esotéricos que apuntan a esta fecha. La destrucción traerá por lo tanto un saneamiento moral, que como un nuevo Diluvio anuncia un nuevo comienzo.
LA RELIGIÓN DESTRUÍDA
La visión esotérica se une así al lenguaje bíblico en 2012, que llama a un personaje Noé y a las naves arcas, en una clara referencia al suceso bíblico conocido en casi todas las civilizaciones como un gran Diluvio, que adquiere una dimensión universal. El autor de esta película no es sin embargo alguien conocido por su fe. De hecho, lo único que se sabe de él en Hollywood es que es homosexual (aunque como Bryan Singer, no tiene personajes gay, ya que según él, “las películas no tienen nada que ver con la sexualidad”).
Lo que está, es “contra las religiones organizadas, contra las iglesias”. Porque según él, “¿para qué hay que ir a una iglesia a orar?”. De hecho la destrucción del Vaticano en su película, dice con evidente tono irónico, trae “el mensaje que si tienes que hablar con Dios, no lo hagas enfrente de una iglesia, porque se te puede caer encima”. Aunque por sugerencia del guionista, Emmerich no se atreve a mostrar la demolición de la Caaba (para evitar una posible fatwa), pero el Cristo del Corcovado en Río corre peor suerte…
¿Cómo entender entonces tantas referencias bíblicas? El presidente afroamericano (interpretado por Danny Glover), intenta hacer una oración ecuménica por televisión – ante la inminente destrucción –, que cree “refleja toda fe y credo”. Comienza entonces las palabras del Salmo 23, que corta antes de acabar la primera línea (¿cuántos sabrán hoy cómo continúa y de dónde viene?), aunque el personaje de Ejiofor (el asesor científico del presidente, Adrian Helmsley) cita extensamente la pobre novela de Jackson Curtis (el protagonista, cuyas iníciales no sólo coinciden con Jesucristo, sino con el actor John Cusack, que lo interpreta bastante correctamente). ¿Dónde está entonces su trascendencia?
EL GRAN FUTURO DEL PLANETA TIERRA
Aunque películas como 2012 dan la impresión que la esperanza de este mundo está en un lugar como el Tíbet (donde se construyen las naves que permiten que uno de los monjes esté entre los supervivientes), el budismo no anuncia ningún futuro para el planeta Tierra. Es en la doctrina bíblica de la Creación donde la Revelación nos sumerge desde un principio en la materialidad. Basta con abrir la primera página de la Escritura (En el principio creó Dios los cielos y la tierra, Génesis 1:1) y compararla con la última (Apocalipsis 21:1, He aquí vi nuevos cielos y nueva tierra), para ver la importancia de la Creación en el mensaje bíblico.
El cristianismo evangélico parece sin embargo a veces haber perdido la perspectiva bíblica en un mensaje espiritualista –que desprecia la realidad física y material–, o la discusión sobre los orígenes –contra el evolucionismo–. La teología moderna protestante no se caracterizó tampoco por su interés por la Creación –como demuestra Moltmann–, que ve como un mero escenario para los hechos de Dios en la Historia. La Creación es sin embargo algo más que un decorado para la obra de salvación. Es central al propósito de Dios que dice: He aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra (Isaías 65:17).
Ante el miedo de aquellos que temen una hecatombe mundial, los cristianos creen en un Dios que no sólo ha creado, sino que sostiene la Tierra por su Providencia. Las llamadas leyes de la naturaleza no son más que una expresión de su voluntad. La Tierra será renovada, pero no destruida. Por eso decía Lutero que si supiera que Cristo vendría mañana, él plantaría un árbol hoy…
EL JUICIO QUE VIENE
Nos podemos burlar de estas profecías –que como la de San Malaquías o Nostradamus, cada uno interpreta caprichosamente y sin ninguna base–, pero la falsa profecía no nos ha de hacer ignorar sin embargo la verdadera Profecía, que hombres inspirados por Dios nos revelan en la Biblia. Ya en tiempos de Pedro se preguntaban algunos: ¿Qué pasó con la promesa de que Jesucristo regresaría? (2 P. 3:4). Generación va y generación viene, pero el mundo permanece…
Esa gente no se quiere dar cuenta de que, hace mucho tiempo, Dios creó los cielos y la tierra, y de que con una sola orden separó la tierra y los mares. Además, Dios usó el agua del diluvio para destruir el mundo de su época; pero con ese mismo poder, ha hado la orden de que, en el momento indicado, los cielos y la tierra que ahora existen sean destruidos con fuego. Serán quemados el día en que Dios juzgue a todos y destruya a los que hacen el mal. (2 Pedro 3:5-7).
Ese fuego no acabará con la Tierra, sino que hará de ella una nueva Tierra. Pero cuando el Señor Jesús regrese, vendrá como cuando un ladrón entra en una casa a robar (v. 10). Será cuando nadie lo espere. No sabemos el día, ni la hora, pero para el Señor, un día es como mil años, y mil años como un día (v. 8). Su tiempo no es nuestro tiempo, pero no es que Dios sea lento para cumplir su promesa, como algunos piensan…
Lo que pasa es que tiene paciencia, no quiere que nadie muera, sino que todos se vuelvan a Él (v. 9). Ahora es el tiempo de su Gracia. Luego será demasiado tarde. Pero nosotros esperamos el cielo nuevo y la tierra nueva que Dios ha prometido, donde todo será bueno y justo (v. 13). Hay por lo tanto un gran futuro para el planeta Tierra.
*José de Segovia es periodista, teólogo y pastor en Madrid
Fuente: © J. de Segovia. ProtestanteDigital.com (España,
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