Por. Daniel Banyuls Pérez, España*El terremoto de Lorca ha puesto el dedo en la llaga en la más que dudosa aconfesionalidad del Estado español.
Pasan los días y frustrado constato que en este país somos todos iguales, pero como decía George Orwell unos más que otros.
No hay más que ver la preocupación y urgencia que ha despertado la ayuda a los templos católico-romanos bajo el paraguas legal del “patrimonio histórico” -incluso antes que la población local que sigue sin vivienda o bajo tiendas- y que perpetúa una injusticia histórica: en Lorca permanecen ignoradas otras confesiones espirituales aparte de la oficial y existen otros templos cristianos, necesarios y lorquinos que ni se les nombra ni han recibido visita oficial ni mediática quizás porque no tienen nombre de santo alguno.
Estas Iglesias trabajan con toda la ilusión y hace más de medio siglo por el bien de la población, prestan asistencia espiritual, consejería y rescatan a docenas de familias de la exclusión social y ahora, en medio de la tragedia, siguen pensando más en las necesidades de sus vecinos antes que en ellos mismos. No esperaría que se les trate mejor por ello pero no entiendo que se les ignore. O todos moros o todos cristianos.
La amnesia institucional olvida que estas iglesias están formadas por lorquinos que también han sufrido el terremoto. Que se han quedado sin hogar en muchos casos. Que también gran parte de su templo ha sido destruido, levantado con esfuerzo con sus propios recursos y sin ayudas oficiales. Que también han perdido un centro de rehabilitación para ex toxicómanos.
En definitiva, que han perdido casi todo aquello con lo que servían a la comunidad pero aún no han recibido ninguna palabra oficial de ánimo, ni una visita, ni una alusión a las ayudas, ni siquiera promesas. Eso sí, sus impuestos sirven para mantener el “patrimonio histórico” del que no pueden formar parte y lamentablemente no pueden ser recibidos por el Alcalde.
Quizás sea una voz que clame en el desierto pero mi abuela nació en Lorca y sentí un especial dolor al visitar la ciudad resquebrajada y ver su silencio fantasmal. Pero siento más dolor al ver el silencio institucional que las Iglesias Evangélicas sufren allí. Dios quiera que a sus Autoridades les guíe un sentimiento de justicia y equidad que equilibre la indignación en la que los protestantes españoles seguimos estando doctorados.
Eso sí sería una democracia real.
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Lorca: evangélicos tras el seísmo
*Autores: Daniel Banyuls Pérez
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