Por Pablo De Vita, Argentina.
En la primera edición del Festival de Cine italiano BaCi se proyectó Il villaggio di cartone del veterano realizador Ermanno Olmi.
“Así de cerca casi no te reconozco, Busco tus ojos pero me miras desde un tiempo lejano”.
Hacia fines de noviembre tuvo lugar la presentación del BACI, primer festival de cine italiano de Buenos Aires, con notable asistencia de público en la sala Gaumont del INCAA. Entre otras, se proyectaron las películas La Nostra vita de Daniele Luchetti, Happy family de Gabriele Salvatores, La Passione de Carlo Mazzacurati y L’uomo che verrà de Giorgio Diritti, junto a cortometrajes de jóvenes realizadores.
Con acierto, el festival incluyó como función de clausura la última película de Ermanno Olmi, Il villaggio di cartone, que sólo unas semanas atrás tuvo su premiere fuera de concurso en la Mostra de Venecia.
Su cine fue muy aplaudido en nuestro país, particularmente la exitosa El árbol de los zuecos, considerada su obra maestra y que le valiera la Palma de Oro de Cannes. También la traslación del cuento homónimo de Joseph Roth, La leyenda del santo bebedor, le otorgó reconocimiento internacional y otro galardón: el León de Oro de Venecia.
En la última década, Olmi continuó en actividad aunque sus películas no tuvieran más lugar en nuestras pantallas comerciales. Festivales como el de Mar del Plata y Pantalla Pinamar permitieron conocer Il mestiere delle armi (El oficio de las armas) y Centochiodi (Cien clavos), que reafirman su gravitación en el cine italiano y la búsqueda de nuevas formas expresivas como la parábola sobre el devenir de los hombres, que es su actual modelo narrativo luego del realismo, siempre conservando una marcada inspiración cristiana.
La historia de Il villaggio di cartone (La aldea de cartón) presenta a un anciano sacerdote que observa impotente cómo, en virtud de la ausencia de fieles, su parroquia es desacralizada y debe cerrar sus puertas. Se retiran todos los elementos de culto inclusive el gran crucifijo del altar. Pero en la noche y por su cercanía con el mar, es tomada por un numeroso grupo de inmigrantes ilegales del norte de África en busca de refugio. El cura los encuentra dentro y prohíbe a las fuerzas de seguridad ingresar en el templo. En la despojada iglesia los inmigrantes utilizan los bancos para improvisadas carpas y la fuente bautismal se resignifica al recibir las goteras del techo en esa noche de tormenta.
La vida del sacerdote se entronca con el deber sagrado de la caridad: “Cuando la caridad es un riesgo, es el momento de la caridad”, dirá. Y ese encuentro pareciera permitirle conocer el verdadero significado de la vida como ofrenda a Dios.
Olmi entrega una obra tan profunda como dolorosa y una reflexión sobre la lenta desaparición de una forma de entender el mundo, solicitando comprender cómo y por qué se producen estos cambios en la contemporaneidad. “O cambiamos nosotros el curso de la historia o la historia nos cambiará a nosotros”, es la sentencia final de Il villaggio di cartone. En buena medida, la película es el reflejo de la crisis de un importante sector de la actual intelectualidad cristiana ante determinadas posiciones de Roma. Por si quedaran dudas, durante su presentación en el Festival de Venecia llamó a la Iglesia católica a “recordar más a menudo la enseñanza de Cristo”.
El veterano Michael Lonsdale vuelve a colocarse la sotana luego de su brillante papel en De dioses y hombres para componer a ese anciano de mirada cansina y lleno de preguntas pero sin dudas acerca de la verdad simbólica de la casa de Dios. En el elenco también se destaca Rutger Hauer como el sacristán para el cual el imperio de la fuerza de los hombres es casi más importante que la fe. Olmi elabora una historia no complaciente ni superficial acerca de la alteridad y los semejantes, sumada a la reflexión teórica sobre el curso de la historia y el necesario papel de la Iglesia consustanciada con la solidaridad y la misericordia. Una ventana fílmica a las dudas, a las certezas y al sentido del misterio que, lamentablemente pese a su extraordinaria calidad, no tiene asegurado su estreno en la Argentina.
Fuente: Revista Criterio # 2378, Argentina
En la primera edición del Festival de Cine italiano BaCi se proyectó Il villaggio di cartone del veterano realizador Ermanno Olmi.
“Así de cerca casi no te reconozco, Busco tus ojos pero me miras desde un tiempo lejano”.
Hacia fines de noviembre tuvo lugar la presentación del BACI, primer festival de cine italiano de Buenos Aires, con notable asistencia de público en la sala Gaumont del INCAA. Entre otras, se proyectaron las películas La Nostra vita de Daniele Luchetti, Happy family de Gabriele Salvatores, La Passione de Carlo Mazzacurati y L’uomo che verrà de Giorgio Diritti, junto a cortometrajes de jóvenes realizadores.
Con acierto, el festival incluyó como función de clausura la última película de Ermanno Olmi, Il villaggio di cartone, que sólo unas semanas atrás tuvo su premiere fuera de concurso en la Mostra de Venecia.
Su cine fue muy aplaudido en nuestro país, particularmente la exitosa El árbol de los zuecos, considerada su obra maestra y que le valiera la Palma de Oro de Cannes. También la traslación del cuento homónimo de Joseph Roth, La leyenda del santo bebedor, le otorgó reconocimiento internacional y otro galardón: el León de Oro de Venecia.
En la última década, Olmi continuó en actividad aunque sus películas no tuvieran más lugar en nuestras pantallas comerciales. Festivales como el de Mar del Plata y Pantalla Pinamar permitieron conocer Il mestiere delle armi (El oficio de las armas) y Centochiodi (Cien clavos), que reafirman su gravitación en el cine italiano y la búsqueda de nuevas formas expresivas como la parábola sobre el devenir de los hombres, que es su actual modelo narrativo luego del realismo, siempre conservando una marcada inspiración cristiana.
La historia de Il villaggio di cartone (La aldea de cartón) presenta a un anciano sacerdote que observa impotente cómo, en virtud de la ausencia de fieles, su parroquia es desacralizada y debe cerrar sus puertas. Se retiran todos los elementos de culto inclusive el gran crucifijo del altar. Pero en la noche y por su cercanía con el mar, es tomada por un numeroso grupo de inmigrantes ilegales del norte de África en busca de refugio. El cura los encuentra dentro y prohíbe a las fuerzas de seguridad ingresar en el templo. En la despojada iglesia los inmigrantes utilizan los bancos para improvisadas carpas y la fuente bautismal se resignifica al recibir las goteras del techo en esa noche de tormenta.
La vida del sacerdote se entronca con el deber sagrado de la caridad: “Cuando la caridad es un riesgo, es el momento de la caridad”, dirá. Y ese encuentro pareciera permitirle conocer el verdadero significado de la vida como ofrenda a Dios.
Olmi entrega una obra tan profunda como dolorosa y una reflexión sobre la lenta desaparición de una forma de entender el mundo, solicitando comprender cómo y por qué se producen estos cambios en la contemporaneidad. “O cambiamos nosotros el curso de la historia o la historia nos cambiará a nosotros”, es la sentencia final de Il villaggio di cartone. En buena medida, la película es el reflejo de la crisis de un importante sector de la actual intelectualidad cristiana ante determinadas posiciones de Roma. Por si quedaran dudas, durante su presentación en el Festival de Venecia llamó a la Iglesia católica a “recordar más a menudo la enseñanza de Cristo”.
El veterano Michael Lonsdale vuelve a colocarse la sotana luego de su brillante papel en De dioses y hombres para componer a ese anciano de mirada cansina y lleno de preguntas pero sin dudas acerca de la verdad simbólica de la casa de Dios. En el elenco también se destaca Rutger Hauer como el sacristán para el cual el imperio de la fuerza de los hombres es casi más importante que la fe. Olmi elabora una historia no complaciente ni superficial acerca de la alteridad y los semejantes, sumada a la reflexión teórica sobre el curso de la historia y el necesario papel de la Iglesia consustanciada con la solidaridad y la misericordia. Una ventana fílmica a las dudas, a las certezas y al sentido del misterio que, lamentablemente pese a su extraordinaria calidad, no tiene asegurado su estreno en la Argentina.
Fuente: Revista Criterio # 2378, Argentina
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