“Dios odia el pecado pero ama al pecador”. Muchos cristianos evangélicos estarían de acuerdo con esta frase, y la aplicarían a la homosexualidad. Joel Wentz, que ha investigado las experiencias de cristianos que sienten atracción hacia personas del mismo sexo, cree que esta afirmación no es suficiente por su simplicidad ante la complejidad del problema.
En un artículo publicado por la conocida revista estadounidense ‘Relevant Magazine’ propone revisar cuatro ideas que se dan por asumidas de forma más o menos consciente en las iglesias evangélicas. Joel Wentz es actualmente miembro del staff de la Universidad New England en Biddeford, Maine.
‘Hay que diferenciar entre la persona y el pecado’. ¿Es todo lo que podemos decirle a alguien que de forma honesta lucha entre sus tendencias homosexuales y lo que sabe que la Biblia dice de ello? Joel Wentz ha dedicado su Master de Postgrado a investigar la experiencia de estudiantes con tendencias gays y lesbianas que estudian en universidades protestantes de Estados Unidos. Explica que su intención ha sido “saber qué sienten estos jóvenes, que han crecido en ambientes predominantemente cristianos y que a la vez se han dado cuenta de su atracción por personas del mismo sexo”.
De su investigación (y de las muchas conversaciones que ha realizado mientras ésta ha durado), Wentz ha llegado a la conclusión que es necesario “repensar” cuatro suposiciones habituales sobre homosexualidad y fe cristiana que se dan entre los evangélicos.
“Es importante”, especifica Wentz, “advertir que mis conclusiones no tienen la intención de cuestionar la teología” acerca de la homosexualidad, aclara. “Simplemente creo que para que llegue a existir un diálogo constructivo, la iglesia debe esforzarse más en entender las experiencias de nuestros hermanos y hermanas que crecen con sentimientos de atracción hacia personas de su propio sexo”, dice.
LA TENDENCIA A OBVIAR EL PROBLEMA
La primera suposición que Wentz quiere repensar es la que dice que ‘todo el mundo es heterosexual’. Parece obvio que la afirmación es inexacta, pero Wentz considera que es algo asumido inconscientemente y muy presente en los ambientes cristianos. Se detecta en expresiones como “esto es un poco gay” o hablar de “los gays” como algo externo al grupo. “Asumimos que nadie alrededor nuestro es homosexual, y que por ello nadie se sentirá ofendido”. Pero no todo el mundo es heterosexual.
Una segunda suposición muy presente en ambientes cristianos es que ‘ser homosexual es siempre una elección (preferencia elegida) y que nadie nace o se desarrolla siendo gay (orientación)’. Wentz dice que no es fácil decantarse por una u otra teoría científica (¿se nace gay o no?), sobre todo porque ninguna de ellas ha demostrado ser definitiva. Pero lo que si ve el autor de este estudio como algo muy real es que tras hablar con muchas personas que tienen tendencias homosexuales, es casi imposible para un heterosexual entender realmente las luchas y la presión social que experimenta alguien con atracción por personas del mismo sexo. Y que por ello, “lo más sencillo es llegar a la conclusión que quien es homosexual lo es porque así lo ha decidido”, pero que esto es un error de simplificación.
Opina Wentz que es difícil defender que todo homosexual lo es por decisión propia cuando “conoces a personas que han crecido en una familia cristiana sana, con amor y atención de su padre, su madre y sus hermanos; y que pese a ello te reconoce entre lágrimas que tiene tendencias homosexuales. ¿Es normal que alguien así escoja una camino que le llevará a tanto miedo y sentimiento de culpa?”.
En un extremo, dice el autor del artículo, están las subculturas alternativas que buscan integrar a quienes no se sienten parte de la mayoría. En ellas hay muchos que encuentran su identidad como nadador a contracorriente. Tienen sus propios símbolos, música y personalidades que definen sus expresiones de rebeldía. “En este contexto sí veo más posible que haya personas que simplemente escogen ser gay” como una forma de afirmarse en una subcultura alternativa.
“Cada persona tiene experiencias específicas y razones que han llevado a que su sexualidad se haya desarrollado de una forma u otra”. Por ello, se hace un “daño significativo” cuando se llega a la conclusión simplista de que la homosexualidad siempre es una elección. “Desde la postura bíblica, puedo afirmar con seguridad que actuar dejándose llevar por una atracción homosexual está fuera del plan original de Dios, a la vez que afirmo con seguridad que es un fracaso por parte nuestra cuando perdemos las oportunidades que se nos dan de entender y responder con humildad a las vivencias interiores que experimentan chicos y chicas cristianas con tendencias homosexuales”.
EL SIMPLISMO QUE NO AYUDA AL DIÁLOGO
‘Si no eres heterosexual es porque no oras ni lees suficientemente la Biblia’. Esta es la tercera idea peligrosa, considera Wentz. Una de las respuestas más hirientes para cristianos que reconocen sus sentimientos homosexuales es preguntarle si ha orado sobre ello, o si sabe lo que la Biblia dice en cuanto al tema. ¡Claro que han orado, y claro que saben lo que la Biblia dice sobre ello! Han crecido en un ambiente en el que todo el mundo asume que estas cosas no pasan (suposición número 1), y por tanto tienen un “miedo paralizante” a romper los esquemas reconociendo su orientación sexual.
Decirle a un cristiano que reconoce su situación de tendencia homosexual que ore por su problema es redundante, seguramente orar sea una de las cosas que más haya hecho durante años. Decir que la solución está en orar más o mejor es “invalidar su experiencia y le muestras que no tienes la disposición a estar a su lado en el camino de procesar esta parte de su identidad”, dice Wentz.
La mayoría de cristianos con tendencias homosexuales conocen perfectamente los textos bíblicos que tratan el tema, precisamente porque tienen un especial interés en investigar lo que la Biblia dice en cuanto a ello. La experiencia de muchos es que “han trabajado muy activamente para reconciliar su fe y su sexualidad, y entender lo que la Biblia dice sobre este tema es una faceta elemental en todo ello”.
Una cuarta y última presuposición que debe replantear, cree Wentz, es que ‘la sanidad siempre significa pasar a ser heterosexual’. Aunque no duda en afirmar que “creo con firmeza que Dios puede cambiar la orientación sexual de alguien que es gay o lesbiana si esta es su voluntad”, tampoco deja de pensar que como cristianos “tomamos muchas veces el paso peligroso de decir que esto es exactamente lo que Dios va a hacer en todos los casos”.
“Al crear este paradigma, acabamos perpetuando la expectativa de que si alguien realmente está siguiendo a Cristo, él o ella sólo puede ser heterosexual”. ¿Qué sucede, pues, si alguien realmente cree y quiere vivir su vida según el evangelio, pero sus tendencias homosexuales no cambian? La única respuesta bajo este paradigma dudoso sería que, en realidad, si su sexualidad no ha cambiado no es un creyente verdadero. Ante este panorama, Wentz dice que ha visto a “demasiadas personas haber dejado de la fe por estas ideas equivocadas”.
El autor del artículo concluye que lo más necesario para tener un diálogo franco y constructivo sobre fe y homosexualidad es “ser humildes” y “examinar críticamente nuestras suposiciones”. “A lo mejor no es tan sencillo como decir ‘ama al pecador, odia el pecado’”.
Fuente: Joel Wentz, Relevant Magazine. Redacción: ProtestanteDigital.com
En un artículo publicado por la conocida revista estadounidense ‘Relevant Magazine’ propone revisar cuatro ideas que se dan por asumidas de forma más o menos consciente en las iglesias evangélicas. Joel Wentz es actualmente miembro del staff de la Universidad New England en Biddeford, Maine.
‘Hay que diferenciar entre la persona y el pecado’. ¿Es todo lo que podemos decirle a alguien que de forma honesta lucha entre sus tendencias homosexuales y lo que sabe que la Biblia dice de ello? Joel Wentz ha dedicado su Master de Postgrado a investigar la experiencia de estudiantes con tendencias gays y lesbianas que estudian en universidades protestantes de Estados Unidos. Explica que su intención ha sido “saber qué sienten estos jóvenes, que han crecido en ambientes predominantemente cristianos y que a la vez se han dado cuenta de su atracción por personas del mismo sexo”.
De su investigación (y de las muchas conversaciones que ha realizado mientras ésta ha durado), Wentz ha llegado a la conclusión que es necesario “repensar” cuatro suposiciones habituales sobre homosexualidad y fe cristiana que se dan entre los evangélicos.
“Es importante”, especifica Wentz, “advertir que mis conclusiones no tienen la intención de cuestionar la teología” acerca de la homosexualidad, aclara. “Simplemente creo que para que llegue a existir un diálogo constructivo, la iglesia debe esforzarse más en entender las experiencias de nuestros hermanos y hermanas que crecen con sentimientos de atracción hacia personas de su propio sexo”, dice.
LA TENDENCIA A OBVIAR EL PROBLEMA
La primera suposición que Wentz quiere repensar es la que dice que ‘todo el mundo es heterosexual’. Parece obvio que la afirmación es inexacta, pero Wentz considera que es algo asumido inconscientemente y muy presente en los ambientes cristianos. Se detecta en expresiones como “esto es un poco gay” o hablar de “los gays” como algo externo al grupo. “Asumimos que nadie alrededor nuestro es homosexual, y que por ello nadie se sentirá ofendido”. Pero no todo el mundo es heterosexual.
Una segunda suposición muy presente en ambientes cristianos es que ‘ser homosexual es siempre una elección (preferencia elegida) y que nadie nace o se desarrolla siendo gay (orientación)’. Wentz dice que no es fácil decantarse por una u otra teoría científica (¿se nace gay o no?), sobre todo porque ninguna de ellas ha demostrado ser definitiva. Pero lo que si ve el autor de este estudio como algo muy real es que tras hablar con muchas personas que tienen tendencias homosexuales, es casi imposible para un heterosexual entender realmente las luchas y la presión social que experimenta alguien con atracción por personas del mismo sexo. Y que por ello, “lo más sencillo es llegar a la conclusión que quien es homosexual lo es porque así lo ha decidido”, pero que esto es un error de simplificación.
Opina Wentz que es difícil defender que todo homosexual lo es por decisión propia cuando “conoces a personas que han crecido en una familia cristiana sana, con amor y atención de su padre, su madre y sus hermanos; y que pese a ello te reconoce entre lágrimas que tiene tendencias homosexuales. ¿Es normal que alguien así escoja una camino que le llevará a tanto miedo y sentimiento de culpa?”.
En un extremo, dice el autor del artículo, están las subculturas alternativas que buscan integrar a quienes no se sienten parte de la mayoría. En ellas hay muchos que encuentran su identidad como nadador a contracorriente. Tienen sus propios símbolos, música y personalidades que definen sus expresiones de rebeldía. “En este contexto sí veo más posible que haya personas que simplemente escogen ser gay” como una forma de afirmarse en una subcultura alternativa.
“Cada persona tiene experiencias específicas y razones que han llevado a que su sexualidad se haya desarrollado de una forma u otra”. Por ello, se hace un “daño significativo” cuando se llega a la conclusión simplista de que la homosexualidad siempre es una elección. “Desde la postura bíblica, puedo afirmar con seguridad que actuar dejándose llevar por una atracción homosexual está fuera del plan original de Dios, a la vez que afirmo con seguridad que es un fracaso por parte nuestra cuando perdemos las oportunidades que se nos dan de entender y responder con humildad a las vivencias interiores que experimentan chicos y chicas cristianas con tendencias homosexuales”.
EL SIMPLISMO QUE NO AYUDA AL DIÁLOGO
‘Si no eres heterosexual es porque no oras ni lees suficientemente la Biblia’. Esta es la tercera idea peligrosa, considera Wentz. Una de las respuestas más hirientes para cristianos que reconocen sus sentimientos homosexuales es preguntarle si ha orado sobre ello, o si sabe lo que la Biblia dice en cuanto al tema. ¡Claro que han orado, y claro que saben lo que la Biblia dice sobre ello! Han crecido en un ambiente en el que todo el mundo asume que estas cosas no pasan (suposición número 1), y por tanto tienen un “miedo paralizante” a romper los esquemas reconociendo su orientación sexual.
Decirle a un cristiano que reconoce su situación de tendencia homosexual que ore por su problema es redundante, seguramente orar sea una de las cosas que más haya hecho durante años. Decir que la solución está en orar más o mejor es “invalidar su experiencia y le muestras que no tienes la disposición a estar a su lado en el camino de procesar esta parte de su identidad”, dice Wentz.
La mayoría de cristianos con tendencias homosexuales conocen perfectamente los textos bíblicos que tratan el tema, precisamente porque tienen un especial interés en investigar lo que la Biblia dice en cuanto a ello. La experiencia de muchos es que “han trabajado muy activamente para reconciliar su fe y su sexualidad, y entender lo que la Biblia dice sobre este tema es una faceta elemental en todo ello”.
Una cuarta y última presuposición que debe replantear, cree Wentz, es que ‘la sanidad siempre significa pasar a ser heterosexual’. Aunque no duda en afirmar que “creo con firmeza que Dios puede cambiar la orientación sexual de alguien que es gay o lesbiana si esta es su voluntad”, tampoco deja de pensar que como cristianos “tomamos muchas veces el paso peligroso de decir que esto es exactamente lo que Dios va a hacer en todos los casos”.
“Al crear este paradigma, acabamos perpetuando la expectativa de que si alguien realmente está siguiendo a Cristo, él o ella sólo puede ser heterosexual”. ¿Qué sucede, pues, si alguien realmente cree y quiere vivir su vida según el evangelio, pero sus tendencias homosexuales no cambian? La única respuesta bajo este paradigma dudoso sería que, en realidad, si su sexualidad no ha cambiado no es un creyente verdadero. Ante este panorama, Wentz dice que ha visto a “demasiadas personas haber dejado de la fe por estas ideas equivocadas”.
El autor del artículo concluye que lo más necesario para tener un diálogo franco y constructivo sobre fe y homosexualidad es “ser humildes” y “examinar críticamente nuestras suposiciones”. “A lo mejor no es tan sencillo como decir ‘ama al pecador, odia el pecado’”.
Fuente: Joel Wentz, Relevant Magazine. Redacción: ProtestanteDigital.com
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