Hermanos, no habléis mal los unos de los otros. El que habla mal de un hermano o juzga a su hermano, habla mal de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres cumplidor de la ley, sino juez de ella. (Santiago 4:11)
Nunca habla de sí misma, siempre está muy preocupada por todo lo que les ocurre a los demás.
En un principio creí conocer a una mujer abnegada a quién le gustaba prestarse a ayudar a otros. Con el tiempo he descubierto que lo único que hace es huir de ella y buscar en otros un aliciente para vivir.
En muchas ocasiones la he excusado ante los demás diciendo que es tímida, que le cuesta hablar, que tal y cual… pero, me he cansado de encubrirla.
Ayer tuve una charla con ella. Con tacto y prudencia le intenté hacer ver lo que yo veo, esa falta de vida propia, ese cúmulo de secretismo que la hace estar al tanto de todos los pormenores de quienes atraviesan el umbral de su vida y en quienes sólo ve mácula e imperfecciones.
Ella no se equivoca, porque nunca arriesga.
Ella nunca es juzgada, pero sin embargo juzga.
Ella es una gran desconocida que conoce los sinsabores de otros.
Hay quienes repiten que no hay que echarle cuenta, que ella es así.
Pero cada vez que guardo silencio ante su retahíla de comentarios absurdos sobre los avatares diarios de quienes cercan su vida, encuentro que estoy siendo injusta con ella, conmigo y sobre todo, no estoy agradando a Dios. En mi charla de ayer no salí bien parada, encontré un muro en el que choqué como tantas otras veces. La diferencia es que no temí decirle la verdad, y no es una verdad fundamentada en mis principios, en lo que yo creo, es la certeza de que Dios no quiere que vivamos vidas ajenas, por ello nos regaló una propia.
Quizá mis palabras tan sólo consigan alejarla de mí y crear entre nosotras un muro aún más sólido.
Puede que así sea, pero a veces tenemos la obligación de quitar la venda que tapa los ojos de aquellos a quienes queremos y hacerles ver que no podemos ser cómplices de una existencia mediocre basada en la fútil idea de vivir las vidas de otros.
*Yolanda Tamayo es colaboradora de la revista Ventana Abierta (Asamblea Cristiana).
Fuente: © Y. Tamayo, ProtestanteDigital.com
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