Por Luza Alvarado Pasionaria
Esta semana comencé un plan de 90 días para terminar mi proyecto más importante de este año. Entusiasmada como estaba, lo anuncié en mi muro de facebook, pero antes de tocar la tecla Enter me detuve a pensar si estaba haciendo lo correcto o no. Dicen que cuando uno comparte sus proyectos con los amigos, ellos te apoyan o al menos saben qué esperar de ti. También pensé en la famosa ley de la atracción, que indica que uno debe visualizar y verbalizar su intención para que el universo te abra las posibilidades. "¡Qué diablos!", pensé, y di Enter.
Un par de días después, me encontré con un artículo que dice justamente lo contrario: anunciar tus planes a los demás sólo afirma tu identidad frente a ellos, pero no fortalece la motivación para transformarla en comportamientos y acciones para conseguir tus metas.
Resulta que desde 1933, la investigadora Wera Mahler encontró que si una persona anunciaba la solución a un problema y ésta era conocida por otras personas, la solución se instalaba como una "realidad social", aun cuando no hubiese sido implementada. 50 años después, el profesor Peter Gollowitzer profundizó en el hallazgo y lo asoció con la motivación personal.
Gollowitzer es considerado un experto en el tema de la llamada auto completud simbólica. Este concepto podría traducirse como la certeza de ser lo que uno espera de sí mismo. Por ejemplo: quiero ser doctor, estudio y me comporto como lo que yo imagino que es un doctor. Pero esa imagen no la inventamos de la nada, sino que es una mezcla de conceptos personales y colectivos. De ahí que nuestra identidad como individuos también esté conformada de símbolos y valores de la colectividad.
En un estudio realizado en 2009, Gollowitzer mostró que las personas que guardan sus intenciones para sí mismas, son más proclives a alcanzar sus objetivos que aquellos que las hacen públicas. El estudio explica que una vez que comunicamos a los demás nuestras intenciones, nuestra psique tiene una prematura sensación de completud o satisfacción. Para construir una imagen de sí mismo, el ser humano usa los "símbolos de identidad" que tiene en el pensamiento. Debido a que las acciones y las palabras crean esos símbolos, el simple hecho de verbalizarlos hace que nuestra psique quede "satisfecha", de manera que se debilitan los mecanismos para realizar una búsqueda activa e intensiva de símbolos de identidad. En este video de TED, Derek Sivers lo explica con manzanitas. (En la barra inferior está el botón para los subtítulos en español).
En otras palabras, hacer públicas nuestras intenciones es como darle caramelos a un niño; dejamos de sentir hambre pero seguimos desnutridos.
Después de darle muchas vueltas, me quedé pensando que las intenciones, como el deseo, se parecen mucho a la fuerza del agua (les advierto que pasé Física de noche, es puro sentido común). Mientras el agua está contenida y quieta, no produce energía alguna, sólo es potencia. Si se dispersa completamente, la energía se diluye en el todo. Pero si se abre una compuerta en el lugar y el momento correcto, la fuerza se transforma en energía. Cuando veo cómo funciona el mecanismo en estos tiempos de hiperconectividad, quedo con el ojo cuadrado. No sólo hay una enorme cantidad de energía dispersa en las redes sociales, sino que resulta extraño que alguien guarde sus intenciones para sí mismo.
No creo que el silencio absoluto sea un remedio infalible para convertir las intenciones en acciones —aunque no estaría mal como terapia de desintoxicación—. En mi caso, vivo lejos de mi familia y mis amigos de infancia, por lo que compartir mis intenciones en el muro de facebook o en mi twitter es una forma práctica de comunicarme con ellos. Lo que sí me queda claro es que la próxima vez que las haga públicas, tendré presente el asunto del agua, los caramelos y la auto complacencia.
Twitter: @luzaenlinea
Fuente: Pasionaria, Yahoo.
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Terapias "mindfulness"
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En otras palabras, hacer públicas nuestras intenciones es como darle caramelos a un niño; dejamos de sentir hambre pero seguimos desnutridos.
Después de darle muchas vueltas, me quedé pensando que las intenciones, como el deseo, se parecen mucho a la fuerza del agua (les advierto que pasé Física de noche, es puro sentido común). Mientras el agua está contenida y quieta, no produce energía alguna, sólo es potencia. Si se dispersa completamente, la energía se diluye en el todo. Pero si se abre una compuerta en el lugar y el momento correcto, la fuerza se transforma en energía. Cuando veo cómo funciona el mecanismo en estos tiempos de hiperconectividad, quedo con el ojo cuadrado. No sólo hay una enorme cantidad de energía dispersa en las redes sociales, sino que resulta extraño que alguien guarde sus intenciones para sí mismo.
No creo que el silencio absoluto sea un remedio infalible para convertir las intenciones en acciones —aunque no estaría mal como terapia de desintoxicación—. En mi caso, vivo lejos de mi familia y mis amigos de infancia, por lo que compartir mis intenciones en el muro de facebook o en mi twitter es una forma práctica de comunicarme con ellos. Lo que sí me queda claro es que la próxima vez que las haga públicas, tendré presente el asunto del agua, los caramelos y la auto complacencia.
Twitter: @luzaenlinea
Fuente: Pasionaria, Yahoo.
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