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viernes, 24 de junio de 2011

La misión cultural de la Iglesia en el mundo postmoderno

Alfonso Ropero, España
“El cristianismo no es sólo histórico en sus orígenes sino en su trayectoria a través de los siglos. De ahí que en cada época el anuncio de la fe se ha encontrado con la cultura de los pueblos para transformarlos, rescatándolos y dándoles la dimensión de plenitud que sólo el Evangelio puede transmitir. La revelación cristiana es histórica; y por ende cultural. Ningún hombre ha escuchado la "nuda vox Dei", independiente de toda cultura” (Paul Poupard)[1].
1. Actualidad de Pablo
En un giro inesperado de su proyectado viaje misionero por Asia Menor, debido a una visión tenida en un sueño nocturno (Hch. 16:9), el apóstol Pablo recaló en la ciudad de Atenas menos de 20 años después de los acontecimiento de Pascua. Sin que entrara en la mente ni en el programa evangelizador de la Iglesia primitiva, la providencia quiso que, bien pronto en su desarrollo histórico, el Evangelio pasara de oriente a tierras occidentales, donde imperaba la cultura helenista, y se produjese el primer contacto entre la Jerusalén cristiana y la Atenas pagana, referencia cultural del mundo antiguo por excelencia.
“El encuentro de Pablo con los filósofos atenienses es un hecho que posee algo más que el mero valor histórico. Tiene un valor típico, pues significó el encuentro entre Jerusalén y Atenas, entre la sabiduría de Dios y la sabiduría de los hombres, entre la teología del Dios vivo que se dio a conocer e su pueblo elegido y las teologías paganas e idolátricas […]; entre la metafísica bíblica y la metafísica de los gentiles” (Claude Tresmontant)[2]. La importancia de este hecho es inmensa, pues en cada época se vuelve a repetirse la confrontación entre la cultura y el evangelio y es bueno tener referentes a los que dirigirse.
Hoy, 20 siglos después, Pablo vuelve a estar entre los filósofos[3], en medio de un debate internacional que ha puesto de manifiesto, una vez, el aporte revolucionario del mensaje paulino. El filósofo francés Alain Badiou recurre a Pablo para mostrar cómo se constituye un discurso universal. El núcleo del mensaje paulino, leído desde Badiou, sería el siguiente: Pablo anuncia un acontecimiento, que es la resurrección de Cristo. Esta funda un sujeto que no puede sino ser universal, dado que para Pablo la verdad que se sigue de aquella, si es tal, es válida para judíos o no judíos y no puede inscribirse ni en la particularidad de la comunidad judía ni en el discurso filosófico griego, ni en las leyes romanas. El sujeto (Pablo, y las nacientes comunidades a las que se dirige) es fiel al acontecimiento de la resurrección si habita la situación (estar en el mundo) mediante prácticas signadas por la fe (πίστις) el amor (άγαπε) y la esperanza (ελπίσ). “La resurrección es para Pablo aquello a partir de el centro de gravedad de la vida está en la vida, ya que anteriormente, estando situada en la Ley, organizaba la subsumación de la vida por la muerte”[4]. La categoría que vertebra la interpretación que Badiou hace de San Pablo es la de “universalismo”, ejemplificado por la buena nueva de la resurrección de Jesús, y concebido como un principio que permite trascender las diferencias entre los pueblos, así como “saltar” sobre el universalismo abstracto del discurso filosófico griego y de la dominación imperial romana.
Los 20 años que transcurren entre las ascensión de Cristo a los cielos y la subida de Pablo al Areópago están llenos de acontecimiento cruciales, que fijaron para siempre el destino misionero de la Iglesia. En lo que a nosotros respecta, sólo tocaremos un aspecto de la misión cristiana, a saber, el cultural, por considerarlo el más marginado de todos, el menos comprendido y el menos trabajado. Esto es debido a prejuicios y malas interpretaciones de textos sacados fuera del contexto y de una valoración negativa del papel de la filosofía en la vida del ser humano, como si esta fuera, por esencia o definición, una poder enemigo irreconciliable con la fe (cf. 1 Cor. 1:17-23).
Para despejar dudas y malentendidos procederemos a mostrar cómo la vocación, el llamamiento a la cultura, está inscrita en la misión cristiana. Es tema es importante, porque negarse, por miedo o por incapacidad, a la misión cultural, lleva a encerrarse en una infracultura o subcultura que niega el carácter universal de la fe cristiana, que dirige a sabios y no sabios, a judíos y gentiles, a hombres y mujeres, sin distinción de raza, clase o nivel intelectual...... Leer mas

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