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viernes, 23 de diciembre de 2011

Reflexión sobre la Navidad

Durante las tres últimas semanas en este espacio se ha estado dialogando con los textos bíblicos para encontrar nuevos desafíos a nuestra espiritualidad, en esta etapa que según el Calendario Litúrgico se conoce como Adviento. Es un período en el que nos preparamos para celebrar el nacimiento de Jesús; un tiempo de afirmar la venida gloriosa de Cristo y su disposición a ser parte de la renovación continua del universo.
Aunque la imagen más popular con la que se identifica el adviento es la mujer embarazada, existen otras manifestaciones cotidianas del adviento: la espera de los enamorados para expresar su amor, la esperanza del campesino en su nueva siembra, el pronóstico de buen tiempo para los pescadores, la ilusión de los padres en que sus hijos tendrán mejores oportunidades. Es la oración por pasar el grado, del niño al que se le reprocha poca inteligencia. Es la ansiedad de los pre-escolares de aprender las primeras letras. Es el tímido primer amor de quien asegura: “Ella es mi novia, pero todavía no lo sabe”
El adviento es el cambio en el ritmo del corazón porque se aproxima un suceso que nos cambiará la vida. Es el estremecimiento que hace que todo parezca nuevo, algo semejante a lo que dice el escritor francés Exupery en El principito, en palabras de la zorra cuando explica en qué consiste domesticar: “Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, desde las tres comenzaré a ser feliz. Mientras más avance la hora, más feliz me sentiré. Y ya a las cuatro me agitaré y me inquietaré: ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si no vienes a una hora fija, no sabré nunca a qué hora adornar mi corazón...” ¿Cuáles sueños o proyectos cambian el ritmo de nuestro corazón?
El pueblo de Israel estuvo anticipando la llegada del Mesías durante siglos. La lectura de hoy nos relata el cumplimiento de ese sueño, acontecimiento que se conoce como Navidad y que también es motivo de celebración. Hacia finales del siglo IV de nuestra era, la iglesia de Roma comenzó a celebrar la Navidad el 25 de diciembre, porque ese era el día de la fiesta del Sol Invicto, una celebración popular que adoraba al sol como un dios. La iglesia, que ahora contaba con el apoyo del emperador romano, fue transformando el contenido de aquella fiesta en la celebración cristiana de la Navidad, y donde Jesús comenzó a ser adorado como el verdadero Sol de Justicia. Con el nacimiento del niño Dios se celebra el misterio de la encarnación. “(...) el paso de la divinidad a la humanidad”.
El relato de Lucas nos dice que María aceptó ser parte de aquel proyecto y decidió asumir un embarazo que podía costarle la vida, José se sobrepuso a los comentarios, y a la censura social y religiosa; el sacerdote Zacarías recibió la visión de un ángel que le prometía un hijo y con esto recuperaba el respeto popular la pareja que no había podido disfrutar de la maternidad y de la paternidad, el bebé Juan saltó en el vientre de su madre, los ancianos, Simeón y Ana miraron al niño como quien observa la salvación de Dios. Todos ellos participaron en el proyecto de Dios. Sus vidas fueron transformadas en la medida que se comprometían con la llegada de un nuevo reino. La Navidad es una oportunidad para la transformación individual y social. De todos depende el cumplimiento del sueño, o que la esperanza crezca.
El canto de María conocido como el Magníficat exalta la grandeza de un Dios que se interesa por los humildes “(...) su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada” NVI, Lc.1, 50-53.
La manera en que Jesús llega nos indica los objetivos y aspiraciones de su reino: no quiere lugares privilegiados, no presume de poderes, está en relación cercana con la naturaleza, le gusta ser amado por la gente sencilla, por los pobres, por aquellos pastores que honrados con el anuncio de su nacimiento salieron inmediatamente a conocerlo.
Cuando las frases o los ritos pierden su esencia es como si no existieran, cuando los eslogans se automatizan y decimos que el imperio es malo porque lo escuchamos siempre y no por convicción, o cuando decimos que un mundo mejor es posible, como una frase hecha, estamos paralizados, estamos negando la posibilidad de transformación. Cuando etiquetamos las religiones con juicios de valor (buena-mala), o clasificamos a las personas anteponiendo nuestros prejuicios de lo que deben ser o no, limitamos nuevos nacimientos, quizás maneras más sensibles de acercarnos a la paz que proclamaron los ángeles, para las mujeres y hombres de buena voluntad.
Dios permita que la navidad tenga para nosotras y nosotros una nueva estrella que nos lleve a abrazar al niño Dios.
La pequeña muerte. Eduardo Galeano.
No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces de dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría que duele. Pequeña muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña muerte, la llaman; pero grande ha de ser, si matándonos nos nace.
(Cortesía de la Red de Liturgia del CLAI)
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Guerra del Golfo: conflicto EEUU - España (HUMOR)

Algo antigua, se trata de una grabación de una tensa conversación entre la armada de EEUU y un interloctor español poco antes de la guerra del Golfo. Fuentes fidedignas afirman que es real. El final es inesperado y desde luego, no podrá dejar de reir.

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