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martes, 20 de diciembre de 2011

Te busca y te nombra (*)

Por Carlos A. Valle, Argentina

“Yi Yi”, es una obra cinematográfica del director taiwanés Edward Yang. Allí, un niño pregunta a su padre si, dado que no nos está permitido ver la propia espalda, sólo conocemos la mitad de la verdad. Por eso quiere salir a fotografiar la espalda de la gente para resolver ese problema.
Sabemos que hay muchas cosas que sólo las sabemos “a medias”. Por muchas razones. Porque nuestra capacidad es limitada. Porque nuestro interés en conocer es relativo o, simplemente, la información que poseemos es parcial. Pero, quizás, la mayor razón es que solo podemos conocer en parte, y nuestros pasos se mueven siempre en la inmensidad del misterio.
En líneas generales, la teología ha tendido a constituirse en un círculo cerrado para asumirse como la única autoridad para referirse a Dios y, por lo tanto, sobre la totalidad de la vida, la presente y la del más allá.
Convengamos que la teología no ha estado muy dispuesta a abrir ese círculo. Generalmente ha mirado con sospecha a cualquier otra manifestación del pensamiento.
Hoy se constatan serios cuestionamientos a la religión. Novelistas, matemáticos, filósofos de las más variadas escuelas han revivido en estos últimos tiempos el tema de la existencia de Dios. No parecen ir en busca de la promoción de un movimiento anti-dios, sino manifestar su decisión de romper con la fortaleza en la que se ha amurallado el pensamiento.
En pocas palabras, se manifiestan con un fuerte rechazo a todos los absolutismos o posturas metafísicas que suponen la existencia de una verdad única. Insisten, como mucha ciencia moderna, que no hay certezas inamovibles, porque las verdades son parciales y relativas.
Gianni Vattimo, sobre el trasfondo de una vieja afirmación de Nietzche enmarca sus reflexiones en un concepto básico: “no hay experiencia de verdad que no sea interpretativa” y, añade, “soy un intérprete mientras que no sea alguien que mira el mundo desde afuera.” Eso significa reconocer que el conocimiento está sujeto al cambio histórico y cultural. Lo que Wittgenstein reconocía con cierto apremio existencial: “Es preciso que incesantemente me sumerja en las aguas de la duda.”
Sabemos que siempre está presente la tentación de separar los mundos y dejar los cuestionamientos como no vinculantes. Cuesta ver que la teología esté dispuesta a percatarse de estos reclamos y manifieste algún interés por empezar a reconocer que teología no solo la hacen los teólogos.
Surge la pregunta: ¿Hay alguna posibilidad que la teología considere que a ella tampoco les es permitido ver su propia espalda? Creo que Alberto Roldán con su obra “Te busca y te nombra” retoma un camino de diálogo escasamente transitado con la literatura. Él mismo recuerda que por l969 Roberto Ríos, un pastor metodista lo había procurado con un buen trabajo sobre “La novela y el hombre latinoamericano”.
Roldán habla de un “viaje de ida y vuelta” entre la teología y la literatura con lo cual pone a su mirada en una perspectiva ajena al dogmatismo, la descalificación o el cuestionamiento. Rolan Barthes pensaba que “La ciencia es basta, la vida es sutil, y para corregir esta distancia es que nos interesa la literatura.” Nos parece que Roldán da un paso más, desde su punto de vista hay que recibir la mirada de quien observa nuestras espaldas. Así, habla de “un movimiento continuo que va desde la literatura hacia los temas teológicos y de estos, el retorno a la literatura, como un movimiento de sístole y diástole del corazón o, cambiando de metáfora: como las olas del mar que vienen y van sin nunca detenerse.”
El muy buen prólogo del poeta y escritor mexicano Leopoldo Cervantes-Ortiz despliega una valiosa entrada a todo el libro y debería leerse con interés. Él recuerda que la revista Concilium fue propulsora del diálogo de la teología con las diversas ciencias. Así resalta lo que Hervé Rousseau, uno de sus escritores, afirma: “Si la teología acierta a ocupar un puesto privilegiado en esta experiencia, ¿no podrá representar por su parte la literatura un lugar teológico esencial en tanto que es capaz de expresar la experiencia cristiana mejor que la teología dialecticista?”
Roldán entiende que ha asumido su obra como “… un honor, quizás un atrevimiento, interpretar desde el prisma teológico el pensamiento de tan grandes escritores argentinos. Ofrezco el presente texto como un sencillo homenaje a tan preclaros pensadores de nuestra patria.”
No puede dejar de mencionarse que llama la atención la selección de autores a quienes se atreve a interpretar desde el prisma teológico y con los que procura dialogar. Toda selección es una valoración. Salvo Borges o en ciertos círculos Arlt –hace unos pocos años se publicó su obra completa-, los demás, mayormente, despiertan recuerdos de una época pasada, donde, entre otros, nos deslumbraban las dimensiones cósmicas del pensamiento de Murena o las ardorosas reflexiones de Martínez Estrada.
No es el propósito de este breve comentario hacer referencia a cada uno de los siete escritores que analiza Roldán pero, al menos, trazar en tres breves reflexiones una línea de pensamiento que, con ciertas libertades, los comprende,
En primer lugar, los escritores seleccionados escriben en un contexto religioso de marcada influencia católico romana. Un catolicismo marcadamente conservador de fuerte influencia en la sociedad. Personajes como Murena, Arlt y Ezequiel Martínez Estrada reflexionan al margen de esa corriente pero no necesariamente la cuestionan. Es importante destacar el capítulo dedicado a Leopoldo Marechal, quien además de ser ignorado por su adhesión al peronismo lo fue también por su compromiso de fe en una congregación evangélica. La indagación sobre el tema es todo un hallazgo.
En segundo lugar, varios de los escritores han sido parte de una elite intelectual, como Borges, Murena, Mallea, cuyas proyecciones, en buena medida, limitaron su proyección, sin que tomemos en cuenta otros factores como los políticos de diversa procedencia. La intención de Roldán de dar un salto en el tiempo y más allá de las divergencias que pudieran haber hecho declinar su voz, aparece como la de aquel que quiere rescatar aportes valiosos que denotan una postura teológica valiosa.
En tercer y último lugar, no se puede dejar de preguntar si este análisis de los singulares aportes- bien construido, estructurado y claramente comprensible- no tiene visos de una teología que busca corroboraciones antes que cuestionamientos, lo cual puede llevarle a condicionar sus conclusiones. Es claro que el autor tiene una postura particular. El título del libro, con la resonancia del tango, afirma con claridad la convicción de que en esas reflexiones, llamémoslas seculares, hay motivaciones más allá de sus mismos autores, y él quiere descubrirlas y celebrarlas.
Será importante reconocer que, en este contexto de los conocimientos limitados, deberíamos llegar a comprender -al decir del filósofo italiano Franco Volpi- que todos los verdaderos problemas teológicos “no tienen solución sino historia” porque solo conocemos en parte. Por eso damos la bienvenida a este valioso aporte de Alberto Roldán, que viene a reafirmar la necesidad de ahondar un diálogo abierto entre literatura y teología.

(*) De la presentación del libro “Te busca y te nombra –Dios en la narrativa argentina” de Alberto F. Roldán, Editorial Pronombre, 2011, llevada a cabo el 14 de diciembre de 2011 en Auditorio Kraft, Buenos Aires.


Fuente: ECUPRES/CRISTIANET

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