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viernes, 10 de agosto de 2012

La teología evangélica: ubicación histórica. (Breve repaso de cinco siglos)

Por. Juan Stam, Costa Rica
Los epítetos "conservador" y "liberal" son membretes que suelen manejarse con poca claridad y precisión. Son calificativas sujetivas, en que "conservador" es cualquier persona "a la derecha" mía (¡otro término muy relativo!) y "liberal" es cualquier persona "a la izquierda" de donde me ubico yo. A quién no me gusta, fácilmente lo califico de "fundamentalista" o al contrario, de "modernista", sin tener la menor idea qué significan teológica e históricamente esos términos.[1] De manera similar, para muchos "ortodoxia" significa "cualquier doctrina que me parece aceptable" y "herejía" equivale a "toda doctrina que yo rechazo".
A veces esta confusión llega a tener resultados bastante cómicos. Muchos conservadores, quizá la mayoría, denuncian a Karl Barth como "liberal", cuando de hecho la teología de Barth es lo contrario y él era el mayor opositor de la teología liberal. Barth creía firmemente en la deidad de Cristo, y en sus primeras décadas, según los críticos, tendía a menospreciar un poco su humanidad y lo humano en general. A diferencia de la teología liberal, Barth creía firmemente en la justificación por fe y basó toda su teología en la trinidad y la trascendencia de Dios como el "totalmente Otro".
Menos cómica, y a menudo triste y lamentable, es la tendencia de algunos "liberales" de clasificar a todos los "evangélicos" como "fundamentalistas" y "derechistas" en teología e ideología, sin analizar el significado de esos términos y matizar sus juicios de acuerdo con la realidad. Eso se complica porque actualmente muchos que se clasifican como "evangélicos", especialmente en los Estados Unidos, son de hecho fundamentalistas y ultraderechistas, con una religiosidad más republicana y derechista que cristiana. Por eso "evangélico" hoy es un término contaminado, que tenemos que "descontaminar" si vamos a seguir llamándonos por ese honroso título.
Conviene aclarar desde un principio lo que no significa el adjetivo "evangélico". No significa fundamentalista, con un dogmatismo rígido y acrítico. Tampoco significa derechista, cerrado, reaccionario, sin conciencia social. No significa legalista o moralista, aunque lucha por forjar una ética personal y social fiel al evangelio y las escrituras. Tampoco significa simplemente "protestante", como en muchas partes de América Latina, ni menos debe confundirse con los "conservative evangelicals" de los Estados Unidos. En su sentido verdadero, "evangélico" es un término bellísimo, basado en las buenas nuevas de la gracia de Dios en Cristo, un adjetivo cuyo sentido tenemos que recuperar y proteger.
Lo que se suele olvidar es que cada uno de estos términos tiene un origen histórico, y por eso tienen que ser entendidos históricamente. La mayor causa de su abuso es la tendencia de emplearlos fuera de su sentido teológico original. Por eso, para aclarar estos términos vamos a resumir los movimientos históricos de los que nacieron estas diversas tendencias.
La Reforma protestante[2]: Son bien conocidas las líneas básicas del proyecto histórico de la Reforma protestante. (A) Fue un despertar, ante el dogmatismo y tradicionalismo existente, de libertad de la conciencia cristiana liberada por la Palabra de Dios. "Si no se me demuestra de las escrituras y de la sana razón, no retracto nada", dijo Lutero en su desafiante declaración ante la dieta de Worms (1521).[3] Los Reformadores, a pesar de sus fallas humanas, eran pioneros de las libertades modernas y en su momento histórico promulgaban una teología verdaderamente liberadora.[4]
(B) Los reformadores afirmaron el principio de sola scriptura como fuente y norma de verdad revelada, de fe y práctica (aunque por supuesto no única fuente de conocimiento). Por eso, vivían con una pasión por la buena interpretación bíblica y la predicación expositiva. (C) Otra pasión de ellos fue la pasión por el evangelio, por las buenas nuevas de la redención en Cristo por la gracia mediante la fe (sola gratia, sola fide). (D) Para los Reformadores, la fe no era simple asentimiento a doctrinas sino la entrega de la vida entera. Para Calvino, "todo recto conocimiento de Dios nace de obediencia". La fe era fiducia y praxis (para combinar un término latín de Lutero con otro griego de la sociología moderna).
(E) Los Reformadores entendían su misión como siempre inconclusa e imperfecta; no absolutizaron su `pensamiento como un sistema definitivo y final sino lo entendían como un proceso de búsqueda sin fin. Por eso fueron promotores de una "ecclesia reformata semper reformanda secundum verbum Dei " ("iglesia reformada siempre reformándose según la palabra de Dios").[5] Por eso también Calvino nos dejó nueve ediciones de La Institución", a veces una revisión casi total. Sin duda, si hubiera vivido unos años más, nos habría dejado también una décima edición. En ese aspecto, el pensamiento de los Reformadores mostraba una impresionante humildad y flexibilidad.
En Lutero encontramos una impresionante combinación de firme convicción junto con una humilde flexibilidad. Al declarar sus inclaudicables convicciones evangélicas solía decir, "Esto es ciertamente la verdad", pero reconocía también que su propio conocimiento era finito y falible y que sólo Dios es absoluto (el "principio protestante", según Paul Tillich). Lutero era un "teólogo irregular" que nunca organizó su pensamiento en una "teología sistemática".
El segundo momento en nuestro resumen histórico, que afloró después de la muerte de los Reformadores, es la Ortodoxia protestante, o "el escolasticismo protestante" (aprox. 1580-1700).[6] Se caracterizó por "la cerrazón dal diálogo con otras iglesias, el gusto por las sutilezas teológicas, el dogmatismo epistemológico y el individualismo al ultranza" (Diccionario ilustrado de intérpretes de la fe, Justo L. González ed., p.477). A diferencia del pensamiento dinámico y fluido de los Reformadores, ahora se tendía a reducir la fe a un sistema cerrado y estático. Prevalecían las sospechas: algunos luteranos acusaban a los calvinistas de ser "cripto-católicos", algunos calvinistas hacían lo mismo contra
los luteranos, y hasta algunos luteranos acusaban a otros luteranos de ser "cripto-calvinistas". En esta época se formuló el dogma de la inerrancia de las escrituras, que no fue tema para los Reformadores, y ahora se extendió dicha infalibilidad hasta las copias y la vocalización del texto hebreo. Pero esa Biblia infalible se empleaba mayormente para textos de prueba y la exégesis bíblica solía ser pobre. De las enseñanzas del NT y del calvinismo moderado de Calvino mismo los ortodoxos sacaron inferencias para definir los "cinco puntos" del calvinismo oficial: la depravación total del ser humana, la gracia incondicional de Dios, la expiación limitada (Cristo murió sólo por los elegidos), la gracia irresistible y la perseverancia de los santos (Sínodo de Dort 1618-19).
Una de las razones de la actitud defensiva de la ortodoxia era el crecimiento de una ola de escepticismo racionalista inspirada por el Renacimiento humanista del siglo XV.[7] Muy importante eran los Ensayos de Miguel de Montaigne (dos tomo, 1580) y el pensamiento de Pierre Bayle (1647-1706), a quien Voltaire apodó "el maestro de la duda". Después, en el siglo XVIII ("el siglo de las luces"), la llamada "Ilustración" profundizó mucho más las dudas y el escepticismo, inculcando un rechazo de toda autoridad y tradición, buscando la verdad más bien por el raciocinio, la observación y la experimentación.[8] En el XIX "los maestros de la sospecha" (Kierkegaard, Marx, Darwin, Freud, Nietzche) terminaron de revolucionar la filosofía occidental.
La teología respondió a estos desafíos de tres maneras: (1) con la ortodoxia dogmática, apelando precisamente a la autoridad que rechazaban sus contrincantes. Esto llegó a su reductio ad absurdum con una larga y sensacional polémica periodística entre G. E. Lessing y un pastor ortodoxo luterano, el Pfarrer Goeze. Al quedar claro que la teología ortodoxa del pastor Goeze no tenía respuestas, éste terminó el debate amenazando a Lessing con el castigo eterno. Otras respuestas fueron (2) el pietismo y (3) la teología liberal de Schleiermacher.
Frente al racionalismo escéptico, la respuesta del Pietismo consistió en un rechazo de la "ortodoxia muerta" del escolasticismo protestante y una búsqueda de una relación personal con Jesucristo. Su única confesión de fe era "Ningún credo, sino sólo Cristo". Su fundador era Philip Jakob Spener (1625-1705), que en su libro Pia desideria (1675) ofreció una serie de propuestas para restaurar la religión verdadera en Alemania. August Hermann Francke (1663-1727), otro líder pietista, supo juntar la espiritualidad con la acción social y fundó un orfelinato, una escuela para los pobres y una clínica en su propia casa. El centro del pensamiento pietista era la recién fundada Universidad de Halle.
Los pietistas sentían que estaban llevando las enseñanzas de los Reformadores hasta sus conclusiones lógicas, enseñando que la justificación del creyente tenía que manifestarse en una nueva vida. Tenían mentalidad laica. El movimiento pietista comenzó con reuniones en la casa de Spener, para estudio bíblico y oración. Sus grupos caseros se llamaban "Collegia Pietatis" o "Collegia Philobiblica". No cabe duda que su ardor y su pasión nacía del evangelio y que era más fiel a los Reformadores de lo que era la ortodoxia muerta o el liberalismo después. El pietismo tuvo un impacto importante en el Conde Zinzendorf, líder de los moravos, como también en Juan Wesley y el metodismo.[9]
El pietismo impactó a la iglesia y se extendió rápidamente por Alemania, pero lamentablemente sufría de una escasez de buenos líderes. Por eso se fragmentó y a veces cayó en un sistema legalista muy rígido. También a veces era excesivamente individualista y espiritual, desvalorando el cuerpo y la sexualidad humana.
Una tercera respuesta al racionalismo incrédulo fue la teología liberal, introducida por Friedrich Daniel Schleiermacher (1768-1834). Este destacado teólogo era de una familia morava y estudió en la Universidad de Halle, el centro del pietismo, donde conoció la filosofía de Kant, Spinoza y Leibnitz y el romanticismo de Schlegel. Su obra, Sobre la religión, para sus despreciadores cultos, fue publicada en 1799. Para rescatar la decaída credibilidad de la religión, Schleiermacher la redefinió como "el sentimiento piadoso de dependencia absoluta", independiente de todo dogma.[10] En La fe cristiana (1821-2) reinterpreta toda la doctrina cristiana a partir de esa auto-consciencia religiosa. Entre los teólogos liberales figuran A. Ritschl, W. Hermann, A. Harnack, E. Troeltsch y en los Estados Unidos H. E. Fosdick, Albert C Knudson y Edgar Brightman. W. Rauschenbusch ensenó un "evangelio social", con base en el Reino de Dios. La teología liberal fue criticada acérrimamente por Karl Barth, Emil Brunner y los hermanos Niebuhr.
La teología liberal viene marcada por el moderno rechazo de la autoridad, incluso la de la de la revelación divina, y por la "duda metodológica" del pensamiento cartesiano. Duda no sólo de la tradición y de las interpretaciones de las escrituras, sino también de la veracidad de ellas mismas. Se caracteriza por un racionalismo escéptico, dispuesto a creer sólo lo que su propio análisis racional logra comprobar. A menudo muestra cierta satisfacción en refutar la enseñanza bíblica, como afirmación de su propia libertad para rechazar toda autoridad externa.
Para la teología liberal, en términos generales, el ser humano tiene adentro una chispa divina que lo capacita para sentir conscientemente la realidad de Dios. El pecado es el debilitamiento de ese sentimiento piadoso, que sin embargo estaba presente en Jesús en su máxima fuerza. La justificación por la fe consiste en que Cristo inspira en nosotros esa consciencia de unión mística con Dios. La Biblia es una especie de antología de las experiencias espirituales de la gente piadosa. El Reino de Dios consiste en que se haga la voluntad de Dios en la tierra (Ritschl, Rauschenbusch), olvidando generalmente la dimensión escatológica (la vida venidera). Para Harnack, la esencia del cristianismo consistía en "la paternidad de Dios y la fraternidad de los hombres" (sic).
Esta teología tenía un valor positivo en muchas de sus afirmaciones pero era problemática en lo que negaba, especialmente la eterna deidad de Jesús (y así la encarnación), su obra expiatoria y su resurrección corporal. En su afán de convencer a los "cultos despreciadores", a veces se adaptaba demasiado al mundo secular en vez de confrontarla como contracultura. Su énfasis en el "ya" del Reino era muy valioso, pero debían balancearlo con el "todavía no". A Schleiermacher se le considera "padre de la hermenéutica moderna". Para Ritschl, la tarea de la teología era la reconceptualización de la fe en diálogo con el contexto.[11] Estos eran aportes a la metodología teológica...Continuar leyendo

Fuente: www.juanstam.com

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