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viernes, 3 de agosto de 2012

Manipular el nombre de Dios en vano

Por. Juan Antonio Monroy, España

No hagamos de Él un Dios fácil, manejable, reflejo de nuestras propias ambiciones y deseos. Un dios de bolsillo, barato.
Si tuviera que detallar la manipulación que todas las religiones hacen del nombre de Dios en estos tiempos de tanta corrupción, tendría que escribir dos o tres tomos gordos.
Por otro lado, nada nuevo. Una práctica tan antigua como el cristianismo.
En los tres años que Jesús estuvo dando a conocer su doctrina, la gente intentó una y otra vez manipularlo . Le pedían señales y milagros. Algunos querían que hiciera entre ellos lo que había hecho en otras ciudades. Herodes insistió mucho para que realizara ante él milagros especiales. Quienes contemplaban su muerte le gritaban: Baja de la cruz y creeremos en ti.
La reacción de Jesús fue llamar generación perversa a quienes querían manipularle.
Incluso los de su círculo íntimo, los que estaban cerca de Él, intentaron lo mismo.
La madre de Juan y Santiago le pide privilegios para sus hijos, que entrone uno de ellos a su derecha y otro a su izquierda. Jesús rechazó tajantemente la manipulación que la mujer pretendía diciendo que aquello correspondía sólo al Padre. Quizá pensó contestar con violencia verbal, como en otras ocasiones, pero por respeto a la madre de Sus discípulos más cercanos, no lo hizo.
También nosotros manipulamos a Dios en nuestras oraciones . Valiéndonos de tal o cual promesa extraída del Viejo Testamento, tratamos de forzar Su voluntad para que nos conceda lo que queremos, que puede ser lo que Él no quiere. Insistiendo en nuestras peticiones, a veces egoístas, con aquello de “Señor, acuérdate” (como si el Señor perdiera la memoria en algún momento), estamos rebajando la grandeza de Dios a nuestros niveles humanos.
Dios sabe perfectamente lo que necesitamos. Nos conoce mejor que cada uno de nosotros a sí mismo. No intentemos manipularlo con nuestras oraciones.
Seamos pacientes. La impaciencia conduce a eso, a la manipulación al creer que tarda en responder a lo que le hemos pedido.
No impongamos a Dios nuestra forma de ver y de querer las cosas. No hagamos de Él un Dios fácil, manejable, reflejo de nuestras propias ambiciones y deseos. Un dios de bolsillo, barato, no nos sirve .
No digamos que oramos en nombre de Dios, que pensamos en nombre de Dios, que actuamos en nombre de Dios, cuando en realidad pensamos, hablamos y obramos en nombre nuestro, en nombre de nuestro propio egoísmo.

Saludos
Autores: Juan Antonio Monroy

©Protestante Digital 2012

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