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viernes, 11 de octubre de 2013

Seminario e Iglesia: ¿Espacio de igualdad o de exclusión?

Por. Luis Eduardo Cantero, Argentina*
Es indudable que mucho del quehacer teológico que se estructura en las iglesias surge en gran manera de la educación teológica recibida en las facultades de teología de las diferentes confesiones religiosas (…).
En Argentina hay muchos seminarios e institutos de formación ministerial, los hay para todo tipo de opción. Como en Colombia, existen fundaciones universitarias teológicas, antes seminarios, institutos o escuelas de formación pastoral, prácticamente de todas las confesiones evangélicas que tienen cierta representatividad debido al número de miembros o iglesias.
El objetivo de esta reflexión no pretende analizar ni juzgar a priori las diferentes confesiones o instituciones. Pero, ya que colaboro en algunas de ellas, como la Fundación Universitaria Seminario Teológico “A”, Seminario “B” e Institutos Bíblicos AD y Wesleyano de Colombia y de América Latina,[i] sí puedo afirmar que el currículo de dichas instituciones educativas mantiene programas bíblicos, teológicos y pastorales de calidad, aunque reducidos a un quehacer teológico denominacional y a afianzar los dogmas o confesiones de cada una de ellas, que pueden ser conservadoras clásicas, carismáticas o neopentecostales, lo cual las lleva, de alguna manera, a ignorar las diversas realidades del país.[ii]
Se imparten asignaturas que eluden incorporar un apoyo más integral a la hora de enfrentar problemas sociales graves, como pueden ser el desempleo, los desplazados, etc., así como situaciones de comunidades eclesiales específicas que requerirán nuevos modelos pastorales capaces de atender todas las necesidades de sus miembros y de los que parecen excluídos: las lesbianas, los homosexuales, los no creyentes, los políticos, entre otros. Es urgente, por tanto, la revisión de nuestros currículos educativos y el análisis honesto y serio de los contenidos programáticos, y considerar si éstos tienen que ver con pura información, o más bien tienden a establecer puentes contextuales y pertinentes para el desarrollo de los diferentes ministerios y de los dones de las personas que se capacitan en dichas instituciones; sin olvidar la búsqueda de una vida mas plena para el género humano en el cumplimiento de la misión del Reino de Dios.
¿Y las iglesias por donde van?
A partir de los años 60 y 70 del siglo pasado, debido al gran auge de la teología de la liberación en América Latina que irrumpió en nuestro país, en especial en Medellín, las iglesias evangélicas fueron desafiadas a plantearse nuevos modelos beligerantes unidos al nuevo proyecto de liberación. Esto ocasionó divisiones internas en varias denominaciones históricas, entre ellas la presbiteriana y la interamericana.
Hoy, las divisiones son de carácter neopentecostal, con una tendencia de expulsión de demonios, culto de sanación, apostolado y teología de la prosperidad en las iglesias con tradición conservadora, por ejemplo, y para citar algunas: las iglesias bautistas, interamericanas, bautistas independientes, presbiterianas, anglicanas, Alianza Cristiana Misionera,  etc. El resultado de esta batalla campal e ideológica fue la creación de dos bloques: uno liberacionista, que optaba por el proyecto liberador, y otro conservador, que optaba por el dogma (actualmente estos dos bloques continuan, y se ha añadido un tercero que defiende la teología de la prosperidad).[iii]
Los sectores fundamentalistas conservadores se  replegaron y se encerraron en sí mismos –todavía se mantienen en esa posición. El otro bloque, mas abierto, formado por las iglesias históricas presbiterianas e interamericanas de Laureles en Medellín (como por ejemplo en Colombia) han conseguido sobrevivir a pesar de la exclusión de los sectores fundamentalistas conservadores.
Esas iglesias que se insertaron en el proceso liberador fundaron centros de educación teológica con nuevos paradigmas de reflexión e iluminados por la teología de la liberación, tales como la solidaridad cotidiana expresada en compartir el dolor, la esperanza y la lucha de clases, así como la defensa de una vida y un salario dignos[iv]. En cambio, el bloque conservador se centró en fortalecer sus centros de formación teológica con el objetivo de contrarrestar dicho movimiento. El tema de la teología de la liberación empezó a debatirse “pues lo que siempre se vio como hijos de Dios, ahora se veía como desertores de la “Verdadera doctrina cristiana”, herejes, hijos del Diablo”[v].
A pesar de la riqueza temática liberadora que se generaba en ese momento, no se lograron grandes cambios en los sectores conservadores. El ámbito curricular de estas instituciones teológicas conservadoras continuaron centradas en la formación de líderes y pastores tradicionales. La critica al poder eclesial centralizado y a la exclusión de las mujeres, entre otras cosas, quedó archivado.
En la actualidad, no podemos hablar de democracia participativa en los diferentes sectores de la sociedad si en nuestras iglesias e instituciones educativas no existe una participación igualitaria de los sujetos sociales que las componen. Muchas instituciones eclesiales y paraeclesiales actuales desarrollan una fe puritana (con tendencia a la New Age hacia una mentalidad positiva reflejada en los sermones del éxito y del lucro), una visión espiritualista de la vida que procura conservar sus doctrinas y dogmas[vi] que excluye, en muchos casos, a mujeres, niños, desplazados y gays, entre otros.
Si realmente comprendiéramos la iglesia como cuerpo de Cristo y a cada uno de nosotros como miembros de ese cuerpo, o lo que es lo mismo, como parte esencial de una unidad comunitaria[vii], deberíamos profundizar, desde nuestros centros de formación teológica, en esta comprensión amplia de que el pueblo de Dios debe participar desde la igualdad en los diferentes ministerios de la misma. El apóstol San Pablo nos dice:
“(…) Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos colaboradores de Dios y vosotros sois labranza de Dios, edificios de Dios”[viii].
A estas alturas nos podemos preguntar qué valor tiene esta reflexión. Sin embargo, nos parece relevante, ya que intentamos comprender el desafío al que nos enfrentamos. Si, como pastores, lideres y maestros evangélicos, queremos vivir como ciudadanos de segunda clase, como personas incapacitadas y pasivas que enseñan las cosas porque toca o, sencillamente, no hemos aprendido o no nos atrevemos a leer críticamente la Biblia, la historia y hasta nuestra propia teología, simplemente nos hemos convertido en loros que repiten un discurso de lo que oyen o han aprendido.
Si hubiésemos aprendido a hacer teología desde los presupuesto de la teología latinoamericana nos habríamos ahorrado un sinnúmero de palabreros (carismáticos, fundamentalista, etc.) que han provocado una división teológica (Teología de la prosperidad, de la unción, etc.) y no estructural de nuestras denominaciones evangélicas colombianas y latinoamericanas.  Pero, si queremos estar al nivel de otras teologías latinoamericanas necesitamos estar al lado de ellas; para lo cual, debemos liberarnos del miedo, del fundamentalismo, del qué dirán (…) [ix]. Como evangélicos latinoamericanos necesitamos creer y actuar basándonos en las demandas del Reino de Dios, con una nueva mentalidad, con una nueva disposición, despojándonos de nuestros complejos, nuestros temores y creyendo que todo lo podemos en Cristo que nos fortalece[x].

[i] De este grupo de instituciones de formación teológica, no incluyo a la Corporación universitaria Reformada de Colombia, antes Seminario Teológico Presbiteriano y Reformado de la gran Colombia, por ser una institución que ha sido la voz profética de la teología evangélica liberadora colombiana, además ha tenido históricamente un convenio firmado con la Universidad Bíblica Latinoamericana de Costa Rica, que le permitió reincorporar en sus programas los delineamiento de la filosofía y visión de la ubl. Amilkar, Ulloa, Oikoumene cetela.  Medellín: Catálogo de la comunidad de educación teológica ecuménica latinoamericana – caribeña, 1999, p: 108 – 115.
[ii] Luis Eduardo Cantero, “Educación teológica y género: Desafíos a las instituciones teológicas latinoamericanas evangélicas. Estudio de caso colombiano, en Revista Teología y cultura, año 9, vol 14 (noviembre, 2012), pp. 137 – 152.
[iii] Cantero, op., cit., p. 141
[iv] Ejemplo a citar PROMESA, hoy recinto universitario de la Universidad Bíblica Latinoamericana en Medellín y el Seminario Teológico Presbiteriano y Reformado de la Gran Colombia, hoy Universidad Reformada de Colombia, Barranquilla, ha firmado un convenio con otras universidades para ofrecer títulos de grado y postgrado: Especialización y Maestría. Estos centros, el tema de pobreza, marginación y exclusión empezó a debatirse pues lo que siempre se vio como un don divino era confrontado como fruto de la injusticia social. Amilkar Ulloa Entrevista Medellín: Promesa, marzo 20 de 1999.
[v] Joaquín, Espinosa  Diálogos ecuménicos.  Medellín: Iglesia Evangélica Interamericana, 6 de junio de 1999.
[vi] Pablo, Moreno  Una relectura de nuestros principios y creencias bautista a la luz de tiempos nuevos.  Medellín: Ponencia presentada en la XLVII Asamblea anual de la Convención Bautista colombiana, enero 5 – 9, 1997.
[vii] Véase Hechos 2: 44 – 47.
[viii] I Corintios 3: 8 – 9, Versión Reina Valera, 1960.
[ix] Luís Eduardo, Cantero,   “Desafíos teológicos para una eclesiología bautista contextual. Elementos fundamentales para hacer misión.” Revista signos de vida, CLAI, Quito, Ecuador, # 39 marzo (2006), p. 7 ss.
[x] Filipenses 4: 13, Versión Reina Valera, 1995.

*Luis Eduardo Cantero, pastor, teólogo y filósofo, Doctorando en Historia de América Latina por la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, España.
 
Fuente: Lupaprotestante, 2013

1 comentario:

jonas caballero dijo...

Señor Cantero, ¿usted es colombiano? Si no lo es explica que desconozca la realidad actual de la ET en Colombia; si lo es, quizá salió hace mucho tiempo y habla Ud. de una realidad distorsionada. Por otro lado, emplea categoría que hoy no son del todo aceptadas para clasificar la realidad de manera dicotómica: entre liberacionistas, progresistas buenos y conservadores, fundamentalistas malos. Me sorprendió su falta de seriedad para su análisis.