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domingo, 20 de abril de 2014

LA IGLESIA Y SU TIEMPO – EL PAPA Y LA ECONOMÍA (DOS CARTAS)

La Iglesia y su tiempo
En su carta del 11 del actual, el señor Alberto J. del Campo Wilson sostiene que "todos los teólogos manifiestan que la Iglesia no toma partido por opciones temporales determinadas, como no lo hizo N. S. Jesucristo". Quiero disentir radicalmente. A Jesús lo mató el Estado romano, a seguir de un juicio público y las acusaciones esgrimidas por actores del sistema en medio del cual vivía y predicaba. Y así aconteció por las consecuencias prácticas de su teología, su discurso contra la injusticia y la hipocresía de la teocracia, y su ejemplo en acción. Recordemos la manera en la que expulsó a los vendedores en el templo en la principal fiesta religiosa de su pueblo: "Y les dijo: Escrito está: mi casa será llamada casa de oración, pero vosotros la estáis haciendo cueva de ladrones", Mateo 21: 13). Pablo de Tarso mismo fue un muy cruel actor de este poder público, como a sí mismo se describió en Hechos de los Apóstoles (22: 3 al 5), hasta que se convirtió en seguidor del Nazareno. Y entonces, estando preso, se salvó de una conjura por tener la ciudadanía romana que le permitía el derecho a un juicio en la capital del imperio. Así se marchó y siguió predicando, primero a las gentes de la diáspora.
Yo entiendo que los grandes martirios públicos no se explican por razones metafísicas. Se explican por lo que significan frente a las formas del poder público.

Hilario Wynarczyk
 

El Papa y la economía

El 6 de este mes el lector Víctor Zajdenberg identifica al papa Francisco con un cierto "ideario económico". Todos los teólogos manifiestan que la Iglesia no toma partido por opciones temporales determinadas, como no lo hizo N. S. Jesucristo. En su adhesión a la Doctrina Social de la Iglesia, en su Evangelii Gaudium, el papa argentino, en esta extensa exhortación apostólica que, pareciera, algunos han analizado superficialmente, sacándola de contexto, manifiesta una clara posición humano-espiritual. En toda una definición, se lee en el parágrafo 58 de su documento que "el papa ama a todos, ricos y pobres, pero tiene la obligación, en nombre de Cristo, de recordar que los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos, promocionarlos...". Por eso nos exhorta a "... la solidaridad desinteresada y a una vuelta de la economía y las finanzas a una ética a favor del ser humano". No otra cosa transmitió Juan Pablo II (próximo a ser declarado santo) en su encíclica Sollicitudo rei socialis (1987), diciendo que "... la justicia social exige también que al trabajador no se deje a merced de las leyes de la competencia, como si su trabajo se tratara sólo de una mercancía...".
Claro está, nadie osaría jamás tildar a semejante pontífice de haber sido "marxista o excesivamente progresista" económicamente, ya que fue el principal responsable de la caída del régimen comunista en Europa.
 
Alberto J. del Campo Wilson
Fuente: La Nación, 19 y 11 de abril, 2014.

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