Mediante carta firmada por el obispo Julio Murray, Presidente del Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI), el 27 de Febrero comenzó a circular la noticia de la renuncia del Rev. Israel Batista a la Secretaría General de ese importante organismo ecuménico, junto a otros seis funcionarios, entre ellos, la Dra. Elizabeth Salazar, Secretaria de la Región Andina. El impacto de esta noticia se está manifestando en un profuso intercambio de correos electrónicos entre hermanas y hermanos comprometidos con la causa ecuménica.
Al igual que cualquier iglesia, un organismo ecuménico es una institución humana, cruzada por las tensiones normales originadas en la diversidad de visiones, proyectos y estilos de trabajo de quienes las componen. No viene al caso, por lo tanto, escandalizarse ni “rasgar vestiduras” porque un organismo cristiano evangélico esté enfrentando semejante crisis institucional. Pero al mismo tiempo, hay que reconocer que se trata probablemente de la mayor crisis que el CLAI haya enfrentado en sus casi 30 años de historia. Por lo mismo, se hace necesario promover un debate amplio, a la vez honesto y fraterno, que permita construir una interpretación compartida de esta crisis. Sin tal interpretación compartida, será difícil visualizar un camino de salida que convoque a todas las iglesias y organismos ecuménicos de las distintas regiones que hasta ahora han dado vida al CLAI.
La nota difundida por ALC señala que “según fuentes confiables, los motivos de la renuncia tienen su origen en un conflicto de gerenciamiento administrativo en el trabajo desarrollado por el CLAI.” No me corresponde ni tengo los antecedentes para juzgar la existencia y dimensión de eventuales problemas de orden administrativo. Es más, sería muy raro que en una institución del tamaño y diversidad del CLAI, no se lidiara permanentemente con ese tipo de dificultades. Sin embargo, basta prestar atención a quiénes han renunciado y quienes no, para detectar un claro alineamiento geográfico de posiciones. Cuando ante el cuestionamiento de la gestión de un ejecutivo se reacciona solamente a partir de criterios administrativos o lealtades personales, es muy raro que se generen respuestas tan alineadas. Tal alineamiento sugiere, más bien, que están en juego cuestiones más profundas, es decir, visiones distintas acerca del tipo de proyecto ecuménico que el CLAI está llamado a impulsar.
Para alguien que ha participado de la caminata del CLAI a lo largo de su historia, no resulta sorpresivo que el alineamiento de posiciones que se evidencia en esta crisis, coincida en líneas gruesas con una confrontación de visiones acerca del proyecto del CLAI que ha venido desarrollándose por lo menos desde la Asamblea de Barranquilla, en Enero 2001. Me refiero al hecho de que el proyecto que venía impulsando el Rev. Israel Batista desde la Secretaría General, de un CLAI más liviano institucionalmente y mucho más abierto a la cooperación con sectores y movimientos del mundo evangélico tradicionalmente considerados “conservadores”, ha sido cuestionado y resistido fundamentalmente desde las regiones del Río de la Plata y del Brasil, desde donde provino el liderazgo del movimiento ecuménico de las décadas precedentes, con un mucho más claro protagonismo de los sectores “progresistas” de las llamadas iglesias históricas. Subrayo que este análisis puede sostenerse en líneas gruesas, pues estoy conciente que existen muchos matices que relativizan un delineamiento de posiciones puramente geográfico.
No ignoro que esta discusión ha estado efectiva y permanentemente cruzada por diferencias relativas a estilos y formas de gestión. Pero me temo que el escalamiento de la crisis se produjo porque la discusión siempre se mantuvo en ese ámbito, y nunca se generó un debate lo suficientemente abierto y honesto sobre las cuestiones más de fondo que estaban en juego. No se trata de culpar a otros por ello. De hecho, me siento responsable por no haberme animado antes a opinar públicamente sobre este conflicto, que hace rato se venía incubando.
Lo que ahora importa, es que los integrantes de la Junta Directiva del CLAI, y todos los hombres y mujeres que, ya sea por responsabilidades formales o por vocación personal, seguimos viendo al CLAI como un instrumento fundamental para el avance de la causa ecuménica en América Latina, no nos conformemos con las explicaciones puramente formales u oficiales, que difícilmente nos señalarán un camino hacia delante. Creo que junto con la necesaria atención a las consecuencias institucionales inmediatas de las renuncias, la Junta Directiva debería abocarse fundamentalmente a promover un proceso de reflexión y diálogo en torno a la pregunta por el camino de unidad cristiana más pertinente y viable para la América Latina de hoy. Es muy posible que a medida que avancemos en el debate, redescubramos que distintos caminos pueden converger en un mismo destino, siempre y cuando sepamos reconocer y respetar nuestra diversidad.
¡Que el Señor Jesús, que antes de entregar su vida en la cruz oró por nuestra elusiva unidad, nos acompañe en la difícil caminata que tenemos por delante!
Juan Sepúlveda G.Director de Planificación InstitucionalSEPADE
Fuente de publicación de SEPADE Servicio Evangélico para el Desarrollo
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