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jueves, 20 de marzo de 2008

Aniversario triste

Nancy Bedford, Estados Unidos

El otro día en la mesa, Sofía –que tiene siete años- me preguntó:
-Mami, ¿cómo podés saber cuándo alguien gana una guerra?
Sabiendo de antemano que no le iba a satisfacer mi respuesta, le contesté:
-En realidad, nadie puede ganar en la guerra.
Le pareció una evasión innecesaria y la ignoró, persistiendo como suele hacer cuando quiere entender algo:
-Pero, ¿cómo sabés cuándo un lado gana?
-Bueno, en general uno de los dos lados se rinde y acepta las condiciones del otro.
- No entiendo. ¿Qué es “aceptar condiciones””?
- Quiere decir que los que pierden hacen lo que les dicen los que ganaron. Pero a veces, un país en otro y ocuparlo, y parece que ganó, pero en realidad empieza otra fase de resistencia por parte de los que supuestamente habían perdido, y entonces el conflicto renace de otras maneras…
- No entiendo nada.
- Lo que te quiero decir es que por ejemplo Estados Unidos se metió en Irak y tenía muchas bombas y muchos aviones y muchos soldados, y enseguida lo ocupó y creía que había ganado pero en realidad no ganó nada, sino que ahora todo es un lío mayor que nunca…
- Todavía no entiendo nada.
- En realidad, yo tampoco lo entiendo muy bien. Pero lo que sí sé es que la guerra nunca es una manera buena de resolver las cosas.
Esta semana se cumplen cinco años desde la invasión y ocupación de Irak por parte de Estados Unidos y sus aliados. Las consecuencias negativas de esa intervención han ido tomando dimensiones casi inimaginables: hasta la fecha se pueden documentar con certeza casi 90.000 muertes violentas de civiles iraquíes a partir de la invasión.1 Sin embargo, esta cifra queda más que corta, pues se estima que el número total de iraquíes que han muerto en los últimos cinco años como consecuencia de la ocupación y de la violencia que desencadenó es de más de un millón de personas.2 A esto se suman violaciones, enfermedad, contaminación con uranio empobrecido, mutilación, familias destruidas, encarcelamiento, tortura, secuestros, depresión y la sensación de peligro constante a la que se enfrentan las y los iraquíes. Después de cinco años de ocupación, el Irak se ha vuelto uno de los países más peligrosos del mundo, en el que todos los días mueren cientos de civiles.3 Por otra parte, las mujeres se ven afectadas doblemente por la violencia.4 Como pregunta una mujer iraquí, rodeada de cinco niñitos pequeños, en referencia a los ocupadores, en palabras que recuerdan a la voz de Yahvé en los profetas veterotestamentarios:“¿Qué han hecho, aparte de tirar casas, deshacer familias y dejar huérfanos a los niños?”5
Mientras tanto, en Estados Unidos, la salud y la educación –sobre todo de los pobres- se van erosionando cada vez más, entre otros factores porque los recursos públicos se vuelcan a financiar el aparato militar industrial. Washington gasta unos 750 millones de dólares por día en su aventura bélica6, sumando totales que son difíciles de visualizar, por la cantidad de “ceros a la derecha” que implican.7 Y sin embargo, para la mayoría de la gente en Estados Unidos, por ahora la vida continúa, casi como si aquello fuera una película de acción que todavía puede terminar bien para los “buenos”. En cambio, los iraquíes –y también los familiares de los soldados norteamericanos muertos- saben que no es así: ya nada será igual.
Hace cinco años, recién llegados a la zona de Chicago, durante febrero y marzo de 2003 participamos en marchas y protestas. Salimos a la calle en familia con la gente de nuestra iglesia, empujando el carrito de las gemelas (que en ese entonces tenían dos años) con una mano y sosteniendo velitas prendidas en la otra. Casi desde que tienen uso de razón, viven en un país en guerra: con razón Sofía preguntaba cómo es que se puede saber cuándo termina algo que parece interminable. En las protestas había gente atea, bahai, budista, cristiana, judía, musulmana: todos unidos en nuestro rechazo a lo que estaba por pasar. Miles de personas en todo el país –y otras muchas en todo el mundo- firmamos petitorios y les pedimos a los políticos del Congreso estadounidense que tuvieran el coraje de resistirse a la invasión. Pero la máquina bélica siguió su curso y los que nos oponíamos a la guerra todavía no nos imaginábamos las consecuencias terribles que se habían de desatar para los iraquíes y para toda la región; en realidad, todavía nos cuesta captarlo: ¿cómo imaginar tanta muerte?.
En su discurso del 18 de marzo de 2003, es decir, la noche anterior a la invasión, George W. Bush expuso claramente todas las mentiras que le sirvieron de justificativos para el ataque. Habló del peligro de las supuestas armas atómicas, biológicas y químicas que se le achacaban al Irak -de las cuales jamás se encontraron pruebas- y repitió de diversas maneras la falsa acusación que conectaba a ese país con los responsables de los ataques del 11 de septiembre de 2001. Esa noche, Bush prometió que en un “Irak libre” no habría ejecución de disidentes, ni cuartos de tortura ni violaciones: es decir, prometió exactamente lo opuesto de lo que luego ocurrió. Por otra parte, utilizó esa noche un lenguaje apocalíptico que relacionaba implícitamente a Saddam Hussein con el anomos de 2 Tesalonicenses 2:3-4, el “hijo de perdición”. En palabras de Bush, “antes de que el día del horror pueda llegar, antes de que sea demasiado tarde para actuar, este peligro será quitado”.8 Al día siguiente, el 19 de marzo de 2003, cuando ya la invasión había comenzado, prometía proteger a los civiles iraquíes y decía que su único objetivo era “quitar una amenaza y restaurar el control de su país a su propio pueblo”. Con cinismo prometía superar los peligros “y continuar con la obra de la paz” así como “llevar la libertad a los demás”.9 Impúdicamente, utilizó y sigue utilizando el lenguaje de la libertad y de la paz para justificar la opresión, la tortura y la guerra.
El viernes pasado, en nuestra iglesia, ante el quinto aniversario de la invasión, varios jóvenes organizaron un culto para recordar todas estas mentiras y para animarnos mutuamente a resistir e insistir no solamente que Estados Unidos retire sus tropas de Irak (y de paso, ¿por qué no del resto del mundo?) sino que busque la manera de arrepentirse y de hacer el bien. En una carta que nos invitaron a firmar y que luego enviaron al diario Chicago Tribune, escribían: “Nos hemos juntado para confesar nuestra complicidad en el conflicto en Irak, llorar por todos los muertos de todas las nacionalidades, y alentarnos en el trabajo por la paz. Le hemos pedido a Dios que nos guíe en el camino a la justicia y la paz”. En la misma, además de pedir que se retiren las tropas, abogaban por la implementación del “impuesto por la paz”, una ley que permitiría que quienes por motivos religiosos, filosóficos o humanitarios nos confesamos pacifistas, podamos impedir que nuestros impuestos se utilicen para apoyar el aparato militar.10
Con ese dejo de esperanza que conlleva la confesión, la alabanza y la lucha conjuntas, sabiendo también que somos muchos los que nos acercamos a este aniversario con dolor y con rabia, vuelvo a la pregunta de Sofía: ¿Cómo podemos saber cuándo alguien gana una guerra? Tal vez la respuesta tendría que pasar por reformular lo que significa “ganar”, a la manera de Jesús, cuando ponía los valores hegemónicos patas para arriba y decía que los que quisieran salvar su vida la perderían: “Porque ¿qué aprovechará al ser humano si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8:36), Estados Unidos no puede “ganar” esta guerra en términos convencionales; aunque pocos de entre los poderosos quieran admitirlo, ya la perdió. Pero sí podría transformar esa “pérdida” en ganancia para la justicia. Poka Laenui, activista y defensor de la soberanía e independencia de Hawaii, propone siete pasos para que Estados Unidos logre una “salida honorable” del Irak: (1) confesión de culpabilidad (que Estados Unidos confiese ante los iraquíes y el mundo que se equivocó al invadir y ocupar ese país); (2) pedido de perdón público; (3) reparaciones (compensar económicamente a las familias iraquíes afectadas por la guerra de acuerdo a lo que establezca una comisión objetiva); (4) renunciar al liderazgo y a toda posición de poder en Irak; (5) renunciar a las ganancias económicas sumadas como consecuencia de la invasión, ya sea por parte de empresas o por individuos (esos dineros deberían servir para la compensación); (6) desvincularse formal y realmente de los asuntos iraquíes; (7) hacerse cargo de la responsabilidad por crímenes de guerra ante las cortes internacionales, tanto en el caso de civiles como de militares.11 Un proceso así parece muy caro – hasta que se piensa lo que le saldría al pueblo estadounidense seguir gastando en el presupuesto militar como ahora. Y también parecerá muy loco, muy alejado de la Realpolitik – pero a decir verdad, como teóloga, hace rato que me dejaron de avergonzar las locuras y los desvaríos contrahegemónicos, sobre todo si tienen que ver con la “locura de la cruz” (1 Corintios 1:18-31) que logra por caminos sorprendentes lo que la fuerza bruta y la violencia no pueden: triunfar sobre la muerte.
Entonces, la próxima vez que me lo pregunte Sofía, le voy a contestar:
Sabemos que alguien “ganó” una guerra si se arrepiente de usar la violencia, si pide perdón, si se hace cargo de sus errores y si trata de compensar a los que sufrieron por su culpa.
Nancy Elizabeth Bedford, 19 de marzo de 2008
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1 La organización Iraq Body Count trata de verificar estos casos unos por uno: http://www.iraqbodycount.org/
2 En octubre de 2006, The Lancet estimaba que eran 654,965 las muertes; en septiembre de 2007 Opinion Research Business llegó a la conclusión de que eran más de un millón: http://www.opinion.co.uk/Newsroom_details.aspx?NewsId=78
3 Cf. el informe de Amnistía Internacional: http://www.amnesty.org/en/news-and-updates/report/carnage-and-despair-iraq-20080317
4 El Movimiento de Mujeres Iraquíes, casi sin medios y sin ayuda, está luchando por recuperar derechos que comenzaron a erosionarse ya en la primera guerra del Golfo de 1991: http://www.afsc.org/iraq/personal_stories/iraqi-womens-movement.htm
5 En el documental de Zeena Ahmed y Amal Fadhel, Irak. Historias de mujeres (2006). Se puede ver un clip en: http://www.nodo50.org/mujeresred/spip.php?article913
6 Según la página Wage Peace Campaign: http://www.afsc.org/cost/default.htm
7 En el sitio de National Priorities Project aparece una suma que se actualiza segundo a segundo; además provee una calculadora para ver cuánto le roban los gastos militares a los servicios públicos: http://www.nationalpriorities.org/costofwar_home
8http://www.nytimes.com/2003/03/18/politics/18BTEX.html?pagewanted=3&ei=5070&en=f2482967159e5e85&ex=1205985600
9 http://www.guardian.co.uk/world/2003/mar/20/iraq.georgebush
10 Cf. National Campaign for a Peace Tax Fund: http://www.peacetaxfund.org/ y Conscience and Peace Tax International: http://www.cpti.ws/
11 Poka Laenui, “Una salida honorable de Irak” en Yes! Online: http://www.yesmagazine.org/article.asp?ID=1991
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