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viernes, 10 de octubre de 2008

Martín Lutero, un apóstol de la Gracia

Por Luis Eduardo Cantero, Buenos Aires, Argentina.*

Se ha preguntado alguna vez ¿Qué fue lo que movió a éste reformador? Para generar una ruptura entre la Iglesia Católica romana y la Iglesia Católica alemana, (que después se constituye la Iglesia Católica luterana). Para algunos teólogos e historiadores consideran que lo que motivó a Lutero no sólo fue el deseo de Reformar a la iglesia, “la sociedad de sus días, más bien fue su propio encuentro con Cristo” y su ardiente anhelo de salvar a los perdidos y liberar a los cautivos en una falsa ideología. Era una época de grandes conflictos tanto en lo político como social. El alto costo del impuesto a la guerra y a esto se abonaba la ayuda a los mendicantes, sufragar los gastos a las fiestas religiosas, la compra de las indulgencias; era poco esperanzador para el feligrés. Al respecto Johann Tedzel anunciaba: “Tengo en mis manos los pasaportes que dan al alma entrada a los goces del paraíso celestial. Cualquiera puede ser perdonado, no importa el pecado cometido. El santo Padre tiene el poder en el cielo y en la tierra para perdonar pecados, y si el Papa los perdona, Dios está obligado también a perdonarlos. En cuanto la moneda suena en la tina, el alma salta del purgatorio directamente al cielo”.[i]

Lutero recientemente nombrado profesor de Biblia y Teología en la Universidad de Wittenberg, oyó la extraordinaria oferta. “¿Qué es esto?” se preguntó, “¿Cómo puede venderse algo que Dios ofrece gratuitamente por su gracia?” No lo pensó mucho, tomó una decisión, no le importó su puesto como profesor; era una opción estar con Cristo o con el Diablo, por eso se considera que su ministerio era una vida entre estas dos entidades. En esta parte, Oberman nos provee una serie de importantes decisiones, que va desde la entrada al convento hasta la rápida sucesión de acontecimientos en la complicada lucha eclesial, que la posteridad solo puede juzgar como hechos de gran relevancia. Según el autor mencionado (Oberman), era necesario que los cristianos del mundo entero, tomaran postura y hacer frente a la presión ejercida desde Roma, la urgencia de la corte electoral y la propia confederación de la congregación alemana de los agustinos. Pero, Lutero mismo contempló su vida y su actuación desde otras perspectivas, extrañas para el historiador moderno, el ciudadano ilustrado y secularizado puede resultarle ajena: “él creyó ser guiado e impulsado por Dios”. Desde el momento del primer enfrentamiento por sus tesis sobre las indulgencias hasta su última ojeada retrospectiva sobre el recorrido realizado por la Reforma.”[ii]

Lutero sentía la presión de la llamada divina de su apostolado de la Gracia, sabia lo que hacia. Estaba seguro de su Señor, su vida de oración y meditación lo llevaron a escribir con ahínco las 95 tesis; tuvo que sobrepasar los obstáculos para llegar a conseguir el apoyo de las masas. A principios del siglo XVI tanto los monjes como los profesores universitarios no gozaban de credibilidad, pues los consideraban falsos santos y falsos sabios. Lutero, pues ingresaba en las peores condiciones para convertirse en un reformador popular; así lo vio el enviado especial a la Dieta de Works en 1521, Hieronymus Aleander, que debió ocuparse en ella de manera especial del caso Lutero.

También, Lutero se vio así mismo como un instrumento en las manos de Dios. “No son la astucia ni sus propias decisiones las que determinan su rumbo, sino Dios quien le empuja y lo arrastra consigo.” Lutero era consciente que otros lo superaban en aptitudes e instrucción, en oratoria y conocimientos lingüísticos; pero eso no amilanó su plan, tenía un propósito por el cual Dios lo llamó. Por eso, era humilde, su humildad monacal se oculta a su servicio a la Palabra de Dios. El no buscó el puesto de catedrático incluso el estudio de doctorado se lo impuso, contra su voluntad, su superior en la orden. En vez de luchar y verse implicado en contiendas, habría preferido dedicarse en su cuarto de estudio a la investigación y la meditación. Lutero ofreció siempre un armisticio, con tal que se diera libertad al Evangelio. Pero, también se vio impelido hacia donde no quería, por un Dios que rige la historia a través de la obediencia y la desobediencia. El conflicto de las indulgencias fue solo el comienzo. Después de cada nuevo suceso, de cada nuevo cambio en los acontecimientos que ligaron su vida a la historia de la Reforma hasta su fin, Lutero reconoció el obrar divino en él: “Dios me ha empujado; desde el principio al final he sido impulsado por una fuerza ajena.” Las generaciones posteriores han hablado de una guía y providencia divina. Lutero, en cambio, sostiene Oberman prefiere una expresión tomada de la experiencia mística: “Fui arrebatado” [iii]

Lutero expresa en todo su obrar que todo lo hizo por la omnipotencia divina, que Dios es poderoso para ayudarnos a hacer la obra. Por eso, nuestro reformador estaba seguro en su ministerio, sabia que Dios estaba a su lado. No le importó alienarse al puesto de catedrático ni mucho menos a los poderes de la riqueza. El teólogo latinoamericano y los pastores alienados a su escritorio tienen miedo de pensar en el mover del Espíritu Santo en sus vidas, para ellos, cualquier ingrediente de vivir la teología moral y ajustarse al pensamiento de la Palabra es teología conservadora o neopentecostal. Creo que a igual que Lutero necesitamos líderes, teólogos y pastores apasionados que vivan los valores no mataras con tu mal testimonio la vida de los otros, no fornicarás con tu novia, no adulterás con la mujer de tu prójimo, en fin.

Finalmente, Lutero le agradaría ver sus seguidores haciendo lo que él hacia, una vida entregada a velar por el verdadero Evangelio. Hoy nuestro evangelio no es el Evangelio de Cristo ni la doctrina de Cristo. Muchos menos la teología que Lutero enseñó y defendió, creo que necesitamos volver a la fuente de la cual se nutrió nuestro reformador y preguntémonos ¿Qué nos diferencia? ¿Qué hemos dejado? ¿Es nuestra teología verdaderamente cristiana? Hay muchas cosas que debemos replantearnos y defender como el derecho de nacer, a la vida, al matrimonio, a los valores, etc. Además, el pastor debe pensar en virtud del Reino, Dios desea que su iglesia cada día crezca más y más, no es posible que hoy en Argentina iglesias tradicionales estén vacías, cerradas y otras funcionan con proyecto sociales, convirtiéndose entidades subsidiaria del sistema capitalista: explotadas y explotadoras. Creo que la iglesia de hoy como la teología latinoamericana necesita un reencuentro con el Cristo que sana, salva y viene otra vez por su pueblo santo.

* El autor es colombiano; residente en Argentina, pastor bautista, miembro de la Iglesia Evangélica Bautista de Flores, Buenos Aires. Profesor y Decano del Seminario Teológico Misionero Tiranno. Profesor adjunto de la Universidad FLET, Miami, Florida. USA (www.flet.edu/Facultad.htm). Y profesor invitado del Seminario Teológico Reformado America del Sur. Bs. As. Argentina. www.misiontiranno.visitame.es
[i] Les Thompson, “En memoria Del 491 ANIVERSARIO DE LA REFORMA PROTESTANTE” http://logoi.org/espanol/articulos/2008/Oct1_08_ReformaProtestante.pdf
[ii] García Villoslada, pp. 544 ss
[iii] Ibíd.,

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