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domingo, 23 de mayo de 2010

Mujeres de Fe: Tan lejos y tan cerca (IV)

Por Diana Fernández Irusta, Argentina

El diálogo que en otros ámbitos parece imposible entre judíos y musulmanes, Fátima y Sarina están dispuestas a entablarlo; para ellas, las religiones y los pueblos quieren la paz
La musulmana Fátima Yohayna Hesain y la rabina Sarina Raquel Vitas acaban de llegar al estudio fotográfico de La Nacion. Se las ve sonrientes, apenas algo ansiosas ante la perspectiva de los flashes y las miradas a cámara. Cuando ambas habían aceptado aparecer en la tapa de la Revista, las noticias que llegaban de Medio Oriente todavía no salían de lo habitual. Pero, con el correr de los días, esa situación cambió rotundamente. Estalló la guerra en el Líbano y la sucesión de noticias sobre bombardeos, sufrimiento humano y arduas negociaciones por el alto el fuego inundó el mundo.
Entretanto, Sarina y Fátima asisten a la cita. Mientras todo parece indicar que la paz siempre será un bien precario en aquella castigada región del planeta, las dos religiosas descubren que la decisión de posar juntas ha cobrado un nuevo sentido. Así, entre toma y toma, se permiten hablar de los sucesos que acaecen del otro lado del globo, tan lejos y tan cerca.
Lo primero que apuntan es una coincidencia: “Lo que está ocurriendo en Medio Oriente es un conflicto político. No es un enfrentamiento religioso”, aseguran ambas.
“Estar las dos acá es una señal de que es posible dialogar, convivir –continúa la rabina–. Esta foto es el emblema de la paz. Nos permite mostrar que, si bien en alguna parte del universo existe un conflicto, en otra parte del mundo las religiones y los pueblos no quieren enfrentamientos.”
Fátima coincide: “Judíos, católicos y musulmanes vivieron durante siglos en Siria sin ningún tipo de conflicto, compartiendo festividades y costumbres. No hay justificativo para la guerra”.
Es evidente que para estas dos mujeres la vida espiritual es mucho más que una teoría. Es evidente también que, aun a ellas, les cuesta dividir aguas entre las pasiones políticas y las certezas religiosas.
¿Cómo hacer, por ejemplo, para continuar con la vida cotidiana mientras las imágenes de bombardeos y matanzas inundan la prensa internacional? “Hay que realizar un ejercicio un poco contradictorio –señala Sarina–. Intentar, desde lo consciente, mantener la cotidianeidad, que para nosotros es otra, dado que todos aquellos que no vivimos en Israel vivimos en la diáspora, y brindar todo el apoyo que se pueda. Sin poner, obviamente, el cuerpo, como lo hacen nuestros soldados. El nuestro es un apoyo moral, espiritual, de contención.”
Por su parte, Fátima asegura: “Cuando el ser humano toma un modo de vida islámico, hace un esfuerzo por pacificar su espíritu, y eso se tiene que traducir en la sociedad. Yo veo que existe un escenario en el que dos facciones están en guerra, pero no es un problema de religiones. Los actores ahora son el movimiento de resistencia libanesa contra la ocupación de un país extranjero, e Israel, que no tiene conciencia de lo que está haciendo, porque está llevando a la muerte no sólo al pueblo del Líbano, sino a su propio pueblo. Quienes estamos en la tarea espiritual debemos decir no a todo esto”.
Poco a poco, las voces se tornan ásperas. Cuanto más de lleno se toca el tema de la guerra, mayor es la rispidez. “En este conflicto hay un poco más, que tiene que ver con fundamentalismos que se niegan a la tolerancia y a la convivencia. Cada pueblo tiene su derecho a la defensa y a intentar restablecer la paz y la armonía dentro de sus ámbitos, para que cada estado pueda ejercer su soberanía en su territorio”, puntualiza Sarina. “Justamente, el respeto a la soberanía de los pueblos”, se apura a subrayar Fátima. “Sí, totalmente de acuerdo –contesta la rabina–. Sin ejercer el terrorismo y sin entrar...” “Sin entrar en países extranjeros”, interrumpe la musulmana.
La charla amenaza convertirse en discusión. Evidentemente, existen espacios en los que el diálogo parece no tener cabida. Al menos, en un primer intento.
–Hay víctimas de los dos lados –insiste Fátima–. Y hay extremismos de los dos lados. Eso no lo podemos negar ni vos ni yo.
–Digamos que la guerra y la muerte no son...
–No son el mejor camino.
–No son el camino; eso está claro.
Se hace un silencio. Una brecha que ayuda a reencontrar el rumbo hacia la coincidencia. Entonces surge una pregunta: ¿Qué podrá aportar la sensibilidad femenina en este conflicto? “Creo que la mujer tiene más capacidad de misericordia que el hombre”, reflexiona Fátima. Sarina está de acuerdo. Aún más: asegura que hay un vínculo indisoluble entre piedad e instinto maternal.
“¿Sabés que la matriz de la mujer en árabe se dice rahm, y viene de rahma, que es la misericordia? –se entusiasma Fátima–. La mujer comparte su capacidad creadora con Dios, y eso la hace ser más misericordiosa.” La rabina sonríe: “En hebreo se dice igual: rajma es el útero y rajamin es la misericordia. Es la misma concepción”.

Otra vez, un breve silencio. Pero en esta ocasión, henchido de entendimiento.
Fuente: Revista de la Nación, Argentina.

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