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jueves, 12 de julio de 2012

CLADE V y las ausencias en el discurso misionológico evangélico latinoamericano

Por Juan Fonseca, Lima*

Desde sus inicios, los CLADES y, a partir de ellos, la FTL se han constituido en espacios privilegiados para la formulación de los grandes derroteros del protestantismo evangélico latinoamericano. Los CLADEs han marcado tendencias importantes dentro del quehacer teológico del gran sector evangélico, que es el mayoritario dentro del protestantismo latinoamericano. A la vez, los CLADEs también son excelentes espacios de referencia para vislumbrar por dónde está yendo el pensamiento teológico latinoamericano. De ahí su trascendencia para comprender la historia de la Iglesia en nuestro continente y, mucho más crucial, avizorar sus tendencias futuras.
Para ser honestos, tampoco debemos sobredimensionar la influencia de los CLADEs. Finalmente es una expresión minoritaria de la elite teológicamente articulada y socialmente comprometida del evangelicalismo latinoamericano. Pero, justamente por esas características, su capacidad de influencia en el resto de la comunidad evangélica continental ha sido hasta ahora importante. De hecho que la hegemonización de ciertas categorías dentro del discurso teológico y eclesial latinoamericano, como “misión integral” o “Reino de Dios”, es responsabilidad principal de la FTL y los CLADEs. Ahora, la manera concreta como ambas se han comprendido y aplicado por las comunidades cristianas es otro aspecto a estudiar, pues creo que la multivocidad de esas categorías se ha convertido en un paraguas para incluir a una plétora de manifestaciones misioneras, incluso dentro de los sectores más conservadores del evangelicalismo. No sorprende ahora que incluso iglesias carismáticas de teología intuitiva hayan asumido el discurso de la misión integral, aunque resignificándolo a partir de sus propios presupuestos.
A partir de esta comprobación, me atrevería a sugerir a la brillante concurrencia de tan magno Congreso, a considerar o reconsiderar algunos puntos que, creo, no están suficientemente diáfanos en el discurso de CLADE. Para ello, he revisado con mucha atención (además de haberlo realmente disfrutado) el Cuaderno Sigamos a Jesús en su Reino de Vida. Este material, muy didáctico, maravillosamente sintetizado y con un esfuerzo interesante de aggiornamento de la pragmática evangélica del continente, creo que expresa las tendencias a partir de las cuales se desarrollará CLADE. A riesgo de ser injusto con la riqueza conceptual que plantea, y de no estar suficientemente enterado de la interacción que ha tenido el documento con los varios foros teológicos que se han desarrollado, me atrevo a sugerir tres aspectos sobre los cuales, creo que los CLADistas deberían reflexionar con más profundidad.
Las otredades en el discurso
Una de las características del discurso teológico, en tanto una variante del discurso académico, es su pretensión de objetividad y alejamiento necesario del objeto de su estudio. Sobre la base de ese discurso, académico y formalista, se construye el discurso misionológico. En esta forma discursiva, las categorías teológicas ya no buscan la precisión conceptual sino que se transforman en categorías funcionales y propiciadoras de acción. El discurso misionológico está a medio camino entre el teológico y el homilético.
Por ello, es interesante observar de qué manera conceptualiza a los sujetos de la misión, tanto a los agentes como a los receptores. En el caso del discurso misionológico de este CLADE se percibe casi siempre a los sujetos de la misión como el otro. Los desplazados, las mujeres, los “maras”, los inmigrantes indocumentados, etc. son resaltados como los sujetos preferentes de la misión, pero todavía desde una especie de alteridad paternalista. Los sujetos preferentes de la misión son los excluidos sociales y culturales, y rescatar ello es interesante. Sin embargo, pareciera que siempre serán sujetos pacientes y no agentes.
El posicionamiento agentivo parece ser exclusividad de los cristianos misioneros, mientras que los “otros” pareciera que tuvieran que contentarse con la postura pasiva de recibir el mensaje. Y esto creo que se debería ser superado por dos razones. Primero, porque la iglesia, como agente de misión, está llena de esos sujetos pacientes. ¿Acaso la Iglesia misma no está formada de “maras”, indocumentados, inmigrantes ilegales, mujeres violadas, homosexuales reprimidos y niños en situación de vulnerabilidad? Nuestro discurso misionológico pareciera olvidar que aquellos “otros” a quienes debemos ir en realidad son "nosotros/as”. En segundo lugar, la población vulnerable a la que la misión cristiana suele identificar como objetivos de misión, pueden ser, y yo diría que ya son, agentes de la misma. La formulación discursiva que “desagentiza”, puede convertirse en una forma refinada de subordinación. Pareciera que los cristianos y cristianas seguimos todavía caminando por nuestra senda propia y exclusiva (santidad VIP) pues el “otro” es todavía un sujeto pasivo que requiere la salvación desde el uno enunciante (el cristiano).
Las ausencias
Hay “otros” que son mucho más otros, y ni siquiera aparecen más que como vagas y tímidas referencias. Y me refiero particularmente a uno de esos “otros” que históricamente la Iglesia ha hostilizado, excluido y despreciado: los integrantes de la comunidad LGBT. En la agenda política y social de los diversos Estados, así como en la sociedad en general, se están dando pasos importantes para el reconocimiento de los derechos de la comunidad LGBT. En un informe de Amnistía Internacional se señaló que el reconocimiento de estos derechos era la última frontera en la conquista plena de los derechos humanos. Además, cada vez más están avanzando las comunidades cristianas e incluso muchas Iglesias establecidas, que están abriendo sus puertas a gays y lesbianas. Asimismo, discursos teológicos nuevos y contestatarios, como la teología queer, pueden estar están dando inicio a una especie de revival justamente fuera de las fronteras de la gracia establecidas por la Iglesia.
Las migajas de la mesa que suelen recibir las personas LGBT ya no son suficientes para calmar el hambre y sed de la Palabra y de la salvación que ellas tienen. Sé que es un tema que para muchos y muchas en el evangelicalismo latinoamericano todavía les parece incómodo y hasta pecaminoso. No descarto que muchos aun sostengan el clásico desdén hacia la diversidad sexual sustentándose en una hermenéutica ya superada hace muchas décadas. Pero, aun teniendo en cuenta ello, pienso que CLADE y la FTL, asumiendo esa postura progresista y de avanzada que siempre la caracterizó, tiene que atreverse a dar el paso adelante. Si no lo hacen ahora, otros lo harán. Es más, creo que ya lo están haciendo. Al menos en el mundo de las iglesias ecuménicas el tema ya se está debatiendo, no siempre con consenso amoroso, pero al menos se está debatiendo. Y finalmente, tengan en cuenta que muchos de esos “otros” gays y lesbianas, están allí, dentro de sus iglesias, soportando estoicamente los discursos de represión y agresión simbólica porque se niegan a perder su fe.
El nominalismo evangélico
El último aspecto que tiene que ser seriamente tratado en el CLADE debe ser el creciente nominalismo evangélico. El protestantismo ya es una religión establecida en casi todo el continente. En algunos países, como Chile, ya es prácticamente una religión semi-oficial. Obviamente, además de todos los peligros que muy bien se advierten en el discurso misionológico efeteliano en relación con el poder, es importantísimo empezar a considerar a la propia Iglesia Evangélica como campo de misión. Los que se han creído siempre los agentes exclusivos de la evangelización, necesitan también ser reevangelizados. Muchas iglesias evangélicas, ONGs evangélicas, misiones, ministerios, etc., están repletos de cristianos nominales que requieren urgentemente ser reevangelizados. La Iglesia católica ya lo ha comprendido hace décadas. Los evangélicos aun vivimos en el mito del eterno crecimiento y la militancia natural de su feligresía. Ya no se crece como antes, y la feligresía será cada vez menos militante y más observante. ¿Cuándo empezaremos a plantearnos como meta la reevangelización de nuestra propia comunidad de fe?
Conclusión
En los años en los que estuve mucho más activo en la FTL, nos acostumbramos a valorar con especial constancia el rol de la FTl. A veces me parecía que ya caíamos en la autocomplacencia. Ciertamente el aporte de los “padres” de la FTL y los CLADEs (don Samuel, don René, don Pedro, don Orlando) era y debe seguir siendo valorado por la impronta que han dejado al menos a dos generaciones de teólogos y pastoralistas evangélicos y pentecostales latinoamericanos. Pero, a la vez, creo que ya es tiempo de empezar a construir nuevos discursos, cuestionar categorías establecidas, superar olvidos voluntarios y cruzar fronteras todavía vigentes. Y creo que este CLADE V sería una excelente oportunidad para ello.

*El autor es Historiador protestante

Fuente: ALCNOTICIAS

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