Os he puesto delante la vida y la muerte… escoge, pues, la vida, para que vivas… amando al Señor tu Dios, atendiendo a su voz.
Deuteronomio 30:19-20
Nuestra vida está entretejida de múltiples decisiones. Desde la mañana hasta la noche tomamos decisiones, algunas sin consecuencias y otras irreversibles.
Hay que tomar grandes decisiones, por ejemplo las relacionadas con los estudios, el trabajo, el domicilio, el matrimonio. Pero también hay decisiones de tipo moral: elegir entre el bien y el mal, entre la mentira y la verdad, la humildad y el orgullo, el egoísmo y la generosidad, la valentía y la cobardía… ¡Siempre tenemos que decidir! Cada uno tiene la responsabilidad de hacerlo.
La elección más importante es la de la fe: vivir con Dios o sin él. Esta elección tendrá consecuencias para nuestro futuro en la tierra y en la eternidad. En ese primer día del año, Dios dice a cada uno de nosotros: ¡Escoja la vida!
No cierre su corazón al llamado de Dios. Él tiene las palabras de vida eterna. No diga: «Todavía tengo mucho tiempo; tomaré una decisión más tarde», pues el tiempo pasa día tras día, y usted corre el riesgo de aplazar siempre la decisión. ¡Por supuesto, nadie escogería voluntariamente la muerte en lugar de la vida! Pero seguir en la indecisión equivale a rehusar la salvación de Dios.
En su Palabra Dios dice: “He aquí ahora el día de salvación” (2 Corintios 6:2). Desde que se reveló por medio de Jesucristo, “Dios… manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30). Escucharle y obedecerle es recibir la vida, la vida eterna, es tener en Jesús todo para vivir la verdadera vida. ¡Es tomar la buena decisión!
Hay que tomar grandes decisiones, por ejemplo las relacionadas con los estudios, el trabajo, el domicilio, el matrimonio. Pero también hay decisiones de tipo moral: elegir entre el bien y el mal, entre la mentira y la verdad, la humildad y el orgullo, el egoísmo y la generosidad, la valentía y la cobardía… ¡Siempre tenemos que decidir! Cada uno tiene la responsabilidad de hacerlo.
La elección más importante es la de la fe: vivir con Dios o sin él. Esta elección tendrá consecuencias para nuestro futuro en la tierra y en la eternidad. En ese primer día del año, Dios dice a cada uno de nosotros: ¡Escoja la vida!
No cierre su corazón al llamado de Dios. Él tiene las palabras de vida eterna. No diga: «Todavía tengo mucho tiempo; tomaré una decisión más tarde», pues el tiempo pasa día tras día, y usted corre el riesgo de aplazar siempre la decisión. ¡Por supuesto, nadie escogería voluntariamente la muerte en lugar de la vida! Pero seguir en la indecisión equivale a rehusar la salvación de Dios.
En su Palabra Dios dice: “He aquí ahora el día de salvación” (2 Corintios 6:2). Desde que se reveló por medio de Jesucristo, “Dios… manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30). Escucharle y obedecerle es recibir la vida, la vida eterna, es tener en Jesús todo para vivir la verdadera vida. ¡Es tomar la buena decisión!
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