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martes, 25 de febrero de 2014

La misión de Paz y Justicia (Parte II)

Por C. René Padilla, Argentina*
Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo hay muchas referencias a la justicia de Dios. La afirmación que hace el Salmo 11:17 se repite con frecuencia especialmente en los libros proféticos y en los libros poéticos: “Justo es el Señor, y ama la justicia”. Porque Dios es justo y ama la justicia, ésta no es meramente una convención social o un valor humano, sino un mandato divino. Como dice Abraham J. Heschel, la justicia “no es solamente la relación entre la persona y su prójimo; es un acto que involucra a Dios, una necesidad divina.” Está vinculada íntimamente con la compasión por los oprimidos, los débiles, los marginados. Tiene que ver con la actitud de Dios hacia los necesitados, los débiles, los desheredados, fácil presa de la opresión por parte de los poderosos. Es una “opción por los pobres”.
Esto no significa, sin embargo, que en los tribunales del pueblo de Israel, el pueblo de Dios, los jueces tienen que ejercer el favoritismo para beneficiar a los pobres, y esto es tan importante como la obligación de no ejercerlo tampoco para favorecer a los ricos. ¡De ningún modo! La consigna es clara: “No perviertas la justicia, ni te muestres parcial a favor del pobre o del rico, sino juzga a todos con justicia” (Lev 19:15).
La justicia va más allá del favoritismo en los tribunales. Tiene que ver con el pleno reconocimiento del derecho que todas las personas, ricos y pobres, tienen por igual de satisfacer sus necesidades básicas, comenzando con la de la alimentación corporal. Y como en cualquier sociedad las víctimas de la violación de ese y otros derechos humanos son comúnmente las personas que no pueden defenderse, una y otra vez la ley de Dios hace referencia al cuidado especial que tales personas requieren. En esa dirección apunta Deuteronomio 24:17-21:
No le niegues sus derechos al extranjero ni al huérfano, ni tomes en prenda el manto de la viuda. Recuerda que fuiste esclavo en Egipto, y que el Señor tu Dios te sacó de allí. Por eso te ordeno que actúes con justicia. Cuando recojas la cosecha de tu campo y olvides una gavilla, no vuelvas por ella. Así el Señor tu Dios bendecirá todo el trabajo de tus manos. Cuando sacudas tus olivos, no rebusques en las ramas; las aceitunas que queden, déjalas para el extranjero, el huérfano y la viuda. Cuando coseches las uvas de tu viña, no repases las ramas; los racimos que queden, déjalos para el inmigrante, el huérfano y la viuda. Recuerda que fuiste esclavo en Egipto. Por eso te ordeno que actúes con justicia.
La trilogía constituida por la viuda, el huérfano y el extranjero, que se repite a largo de todo el Antiguo Testamento, representa al sector de mayor vulnerabilidad en lo que atañe a la violación de los derechos humanos. Según la ley de Dios, la acción de justicia que se expresa en términos de asegurar que sus necesidades básicas sean satisfechas no es optativa sino obligatoria. Es acción que se modela en la que Dios mismo realizó al liberar a Israel de la esclavitud de Egipto, y comienza con la provisión de lo necesario para satisfacer necesidades humanas básicas. El pueblo de Dios refleja a Dios en la medida en que actúa con los desposeídos como él actuó con el pueblo escogido. “El defiende la causa del huérfano y la viuda, y muestra su amor por el extranjero, proveyéndole ropa y alimentos. Así mismo debes tú mostrar amor por los extranjeros, porque también tu fuiste extranjero en Egipto” (Dt 10:18-19).

Dr. René Padilla,  Ecuatoriano, doctorado (PhD) en Nuevo Testamento por la Universidad de Manchester, fue Secretario General para América Latina de la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos y, porteriormente, de la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL). Ha dado conferencias y enseñado en seminarios y universidades en diferentes países de América Latins y alrededor del mundo. Actualmente es Presidente Honorario de la Fundación Kairós, en Buenos Aires, y coordinador de Ediciones Kairós.

Fuente: Blog de René Padilla, Kairós 2014.

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