Por C. René Padilla, Argentina*
Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo hay muchas
referencias a la justicia de Dios. La afirmación que hace el Salmo 11:17
se repite con frecuencia especialmente en los libros proféticos y en
los libros poéticos: “Justo es el Señor, y ama la justicia”. Porque Dios
es justo y ama la justicia, ésta no es meramente una convención social o
un valor humano, sino un mandato divino. Como dice Abraham J. Heschel,
la justicia “no es solamente la relación entre la persona y su prójimo;
es un acto que involucra a Dios, una necesidad divina.” Está vinculada
íntimamente con la compasión por los oprimidos, los débiles, los
marginados. Tiene que ver con la actitud de Dios hacia los necesitados,
los débiles, los desheredados, fácil presa de la opresión por parte de
los poderosos. Es una “opción por los pobres”.
Esto no significa, sin embargo, que en los tribunales del pueblo de
Israel, el pueblo de Dios, los jueces tienen que ejercer el favoritismo
para beneficiar a los pobres, y esto es tan importante como la
obligación de no ejercerlo tampoco para favorecer a los ricos. ¡De
ningún modo! La consigna es clara: “No perviertas la justicia, ni te
muestres parcial a favor del pobre o del rico, sino juzga a todos con
justicia” (Lev 19:15).
La justicia va más allá del favoritismo en los tribunales. Tiene que
ver con el pleno reconocimiento del derecho que todas las personas,
ricos y pobres, tienen por igual de satisfacer sus necesidades básicas,
comenzando con la de la alimentación corporal. Y como en cualquier
sociedad las víctimas de la violación de ese y otros derechos humanos
son comúnmente las personas que no pueden defenderse, una y otra vez la
ley de Dios hace referencia al cuidado especial que tales personas
requieren. En esa dirección apunta Deuteronomio 24:17-21:
No le niegues sus derechos al extranjero ni al huérfano, ni tomes en prenda el manto de la viuda. Recuerda que fuiste esclavo en Egipto, y que el Señor tu Dios te sacó de allí. Por eso te ordeno que actúes con justicia. Cuando recojas la cosecha de tu campo y olvides una gavilla, no vuelvas por ella. Así el Señor tu Dios bendecirá todo el trabajo de tus manos. Cuando sacudas tus olivos, no rebusques en las ramas; las aceitunas que queden, déjalas para el extranjero, el huérfano y la viuda. Cuando coseches las uvas de tu viña, no repases las ramas; los racimos que queden, déjalos para el inmigrante, el huérfano y la viuda. Recuerda que fuiste esclavo en Egipto. Por eso te ordeno que actúes con justicia.
La trilogía constituida por la viuda, el huérfano y el extranjero,
que se repite a largo de todo el Antiguo Testamento, representa al
sector de mayor vulnerabilidad en lo que atañe a la violación de los
derechos humanos. Según la ley de Dios, la acción de justicia que se
expresa en términos de asegurar que sus necesidades básicas sean
satisfechas no es optativa sino obligatoria. Es acción que se modela en
la que Dios mismo realizó al liberar a Israel de la esclavitud de
Egipto, y comienza con la provisión de lo necesario para satisfacer
necesidades humanas básicas. El pueblo de Dios refleja a Dios en la
medida en que actúa con los desposeídos como él actuó con el pueblo
escogido. “El defiende la causa del huérfano y la viuda, y muestra su
amor por el extranjero, proveyéndole ropa y alimentos. Así mismo debes
tú mostrar amor por los extranjeros, porque también tu fuiste extranjero
en Egipto” (Dt 10:18-19).
Dr. René Padilla, Ecuatoriano, doctorado (PhD) en Nuevo Testamento por la Universidad de
Manchester, fue Secretario General para América Latina de la Comunidad
Internacional de Estudiantes Evangélicos y, porteriormente, de la
Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL). Ha dado conferencias y
enseñado en seminarios y universidades en diferentes países de América
Latins y alrededor del mundo. Actualmente es Presidente Honorario de la
Fundación Kairós, en Buenos Aires, y coordinador de Ediciones Kairós.
Fuente: Blog de René Padilla, Kairós 2014.
No hay comentarios:
Publicar un comentario