Por. Carmelo Alvarez, EE.UU
Este breve trabajo pretende esbozar las dimensiones liberadoras que
hicieron de la Reforma Protestante una revolución religiosa en el siglo XVI y
sus implicaciones liberadoras en el siglo XXI. El intento se dirige a buscar
algunas constantes y detectar su dinámica liberadora después de casi 500 años y
los aportes protestantes a la teología de la liberación latinoamericana y
caribeña.
Cuando se designa el concepto “cristiandad medieval” lo que se pretende es
referirse a una compleja realidad socio-política, religiosa y cultural. Es un
sistema con estructuras que rigen el colectivo social. La vida está regida por
un patrón de autoridades con actores que obedecen a una realidad última: la
cristiandad. Ser cristiano es ser ciudadano y ser ciudadana es ser cristiana.
No se concibe que ninguna persona viva al margen de la vida social, ni al
margen de la iglesia.
La iglesia es el eje sacramental-litúrgico de toda la vida. Hay una
dimensión trascendente que “sacraliza” el orden social y pone en la esfera de
lo misterioso las fuerzas desconocidas, hostiles y antagónicas. .Por eso todas
las personas deben ser bautizadas. La herejía, el ateísmo, la apostasía, la
brujería, y toda clase de expresión que marque lo diferente es considerado
sospechoso o pecaminoso. Las opiniones o reflexiones están enmarcadas en
aquella genial frase de Miguel de Unamuno sobre “la fe del carbonero” que
enunciaba: “Qué creo yo, lo que cree la iglesia, y que cree la iglesia, lo que
creo yo” Creer es ante todo un acto de obediencia y sometimiento.
Surgen del mismo seno de la cristiandad los gérmenes de la disolución. Las estructuras
que dieron estabilidad ahora se deslegitiman. Se rompe la unidad medieval. Hay
una división político-nacional que va a configurar una nueva Europa. Nuevas
fuerzas y actores sociales van a perfilar la nueva ciudadanía, la nueva ciudad,
la nación y el nuevo orden. Hacia fines del siglo XV se respiran cambios
profundos en la sociedad europea medieval.
La insatisfacción del pueblo con las estructuras religiosas y la falta de
un cristianismo más cercano a la necesidad de ese pueblo, provoca nuevos ensayos,
búsqueda de una piedad más pertinente, afectiva, personal. Es en esa transición
que se debe entender el surgimiento de la Reforma Protestante, que nunca
pretendió crear algo radicalmente nuevo. Lo que deseaba era renovar, poner al
día estructuras decadentes, sin renunciar al núcleo básico de la vida en
sociedad, la fe cristiana.
La época de la Reforma Protestante en Europa ha sido llamada una era de
cambios. En alguna medida, como acontece a fines del siglo XX y principios del
XXI, podríamos hablar de un cambio de época. Donde viejos paradigmas fueron
disueltos y nuevos modelos surgieron a todo nivel. Los siglos XIV y XV habían
traído un fermento comercial que llevaría a la transición del feudalismo
decadente al naciente capitalismo.
Varias fuerzas se unían a este ímpetu comercial. El imperio, bajo la imagen
monárquica y su derecho divino, y el sacerdocio bajo el manto sacramental y la
estructura eclesiástica, constituían los dos ejes de la cristiandad y su
sistema jerárquico-jurídico. Estos dos ejes competían como fuerzas dirigentes,
aunque muchas veces coincidían en sus intereses. Con el surgimiento de los
estados nacionales y las monarquías constitucionales se fueron abriendo nuevos
espacios con nuevas fuerzas y actores.
El misticismo dio elementos religiosos que apoyaron un incipiente
individualismo, cuestionando la síntesis medieval tan piramidal y promoviendo
un nuevo sujeto en formación, el sujeto burgués moderno. La base filosófica del
individualismo (luz interior y experiencia personal) la da el nominalismo como
filosofía nueva y dominante. Solo existen individualidades. De igual forma el
humanismo cristiano con su crítica a la corrupción moral y espiritual, va
reclamando que se hace necesario volver a las fuentes clásicas de la sabiduría
y el conocimiento. El puente que quieren tender los humanistas está apoyado en
una nueva ciencia literaria crítica y una nostalgia por la recuperación de la
edad de oro en el pasado.
Hay, además, en las postrimerías del medioevo, inconformidades a nivel
popular, aspiraciones por necesidades sentidas en diferentes lugares de Europa.
Esta era convulsionada trae una ola nacionalista impetuosa. Cierto profetismo
apocalíptico saturado de esa piedad popular pretende canalizar estas ansias del
pueblo. En medio de la turbulencia de los tiempos surgen nuevos pensamientos y
aspiraciones, tanto en lo político como en lo religioso. La nueva burguesía en
ascenso, el campesinado empobrecido y un nuevo sector social (músicos, poetas,
artesanos) que van a conformar las nuevas ciudades, comienzan a luchar. Unos
por una mejor distribución de la riqueza y los recursos, como fue el caso de
los campesinos en Alemania y otros buscando agremiarse en la ciudades para
proteger sus intereses (artesanos y músicos). El descubrimiento de la imprenta
será agente catalítico para estos cambios, como lo ha sido la computadora en el
siglo XX.
¿Qué significa todo esto
para la así llamada Reforma Protestante?
En Alemania se daban luchas sociales y políticas, que presagiaban el
advenimiento de una nueva nación. Las luchas de los campesinos por
salarios más justos frente a un régimen de servidumbre y acaparamiento,
convirtieron al territorio alemán en campo de batalla. Las más
importantes son las llamadas guerras campesinas entre los años 1521-1525. Mientras
estas luchas se daban en el campo, en las ciudades se organizaban los gremios
artesanales y las casas bancarias. La lucha en el campo era contra los señores
feudales; en las ciudades se afianzaban los monopolios y se planeaba la
expansión comercial ultramarina.
La Reforma Protestante se inserta en este proceso. Intenta canalizar las
aspiraciones religiosas del pueblo y surge dentro del capitalismo incipiente de
la época. Los reformadores bajo la influencia de todas fuerzas lanzan una
protesta religiosa que prende en las aspiraciones de las nuevas naciones
europeas. Al quebrantar el sistema penitencial-sacramental, la Reforma debe
suplir una nueva modalidad eclesiástica. La Reforma Protestante no tiene
reparos en incorporar la nueva ciencia en su pensamiento y vivir el proceso de
reacomodo económico. Solo la llamada Reforma Radical (grupos campesinos
inconformes y sectores pauperizados en las ciudades) mantendrá una postura
contestataria.
Hay tres figuras principales en la Reforma Protestante Clásica, así llamada
para distinguirla de la Reforma Radical, Martín Lutero, Ulrico Zuinglio y Juan
Calvino. Cada uno de ellos aportó a la formación del núcleo central de las
doctrinas sustentadas por la Reforma Protestante. Cada uno mantuvo su
distintivo teológico, como parte de la diversidad que plantea el propio
movimiento.
Lutero era un monje agustino-eremita, experto en las Sagradas Escrituras y
profesor de ellas. Gozaba de un alta estima entre sus colegas y estudiantes,
logrando un significativo número de seguidores muy temprano en su carrera.
Buscaba beber en diferente s fuentes filosóficas y teológicas, con un criterio
crítico, pero sobre todo buscando una más íntima relación con Dios y una
verdadera libertad cristiana. Seguía estudiando con afán las Sagradas
Escrituras, redescubrió al apóstol Pablo, y de allí comenzó a construir una
vida y un sistema teológico que con los años llevaría a una total ruptura con
la Iglesia Católico-Romana. Al encuentro con la libertad por la justificación
por la fe en la gracia que redescubre en Pablo, se decide a mantener su postura
frente a la Iglesia, que finalmente lo expulsa. Aunque solo quiso ser
reformador, terminó rompiendo con la Iglesia. Nunca deseo fundar un nuevo
movimiento religioso, pero culminó sentando las bases para lo que hoy se conoce
como la tradición luterana.
Ulrico Zuinglio, reformador suizo, sacerdote católico, que decidió romper
con el pensamiento teológico medieval, particularmente el tomismo, y forjar su
pensamiento con dos fuentes principales: el humanismo y las Sagradas
Escrituras. Se apegó a una fuerte crítica humanista, particularmente por el
papel predominante de la Iglesia Católica en lo social y político.
A Zuinglio no le gustaban los ritos y ceremonias elaboradas, siendo más
radical en su concepción de los sacramentos que Lutero y Calvino, reduciendo
casi toda la experiencia religiosa al ámbito espiritual con una buena dosis de
racionalismo. Para Zuinglio la religión es una recta moral que habita en los
seres humanos. El Evangelio es la nueva ley que se graba en el corazón, es en
Jesucristo que toda religiosidad tiene su culminación. Es por ello que el
Evangelio libera para una vida sencilla sin ritualismos. Al recibir la gracia
de Dios en la fe la persona creyente acepta el camino del discipulado. Su gran
amor por el texto bíblico en el original (consultaba directamente la Biblia en
sus idiomas originales) lo llevó a ser un fervoroso predicador, apegado al
texto bíblico. Cuando oyó de las ideas que Lutero exponía en Alemania abrazó
con más fervor la causa de los reformadores. A diferencia de Lutero, Zuinglio
tomó una postura militante contra la Iglesia Católica y se unió a los
grupos armados que procuraban la liberación de los cantones suizos de la
presencia católico-romana, muriendo en batalla como héroe nacionalista. Por eso
hoy en Zurich, Suiza, hay un monumento a Zuinglio con la Biblia en una mano y
la espada en la otra.
Juan Calvino, oriundo de Francia, vino a ser el otro líder indiscutible de
la Reforma Protestante. Calvino poseía una mente privilegiada, con una
educación esmerada y gran erudición. Cuando oyó de las posturas expuestas por
Lutero y Zuinglio, abrazó también la causa de la Reforma Protestante. Cuando se
extendía ese fervor evangélico-reformador por Suiza, Calvino se constituyó en
el gran sistematizador y conductor de la Reforma en ese territorio. Incluso, su
influencia fue mucho mayor que la del propio Zuinglio, a pesar de éste ser
oriundo de Suiza. Su liderato se extendió por toda Europa, incluyendo a su
natal Francia, donde ejerció una notable influencia.
Calvino por un lado forja un pensamiento claro y sistemático de las
principales doctrinas reformadoras, dándoles su propio aporte y ampliando en
temas teológicos, sociales y culturales. Bajo su liderato se creó la república
ginebrina en ese cantón. Era una casi teocracia con ordenanzas civiles,
políticas, sociales y morales. Fue el precursor del sistema constitucional
moderno con las tres ramas del estado: el ejecutivo, el legislativo y el
judicial, con leyes para regir la vida religiosa que debía mantenerse separada
de las otras tres instancias. Cuando los puritanos llegan a lo que hoy
conocemos como los Estados Unidos, traen una gran influencia de Calvino que
radicalizan y expanden para su propio proyecto y experimento de sociedad.
En Inglaterra la Reforma toma otro rumbo. Comienza con la ruptura de
Enrique VIII con el papado en Roma. Las razones están más relacionadas con el
temperamento, la conducta y los deseos personales del monarca inglés que con
alguna diferencia doctrinal más profunda. De hecho, dentro de la evolución de
lo que se conoció después como la Reforma Anglicana, Enrique VIII aparece como
un católico tradicional. Lo que sucedió es que en las Islas Británicas
(incluyendo Escocia) la influencia reformada de Calvino y la presencia de
algunos grupos de la Reforma Radical, configuraron un protestantismo muy
particular y distinto.
Se habla, entonces, de la Reforma Anglicana como via media (un punto
intermedio) entre los protestantismos y la Iglesia Católico-Romana. Hay
aspectos doctrinales, teológicos, litúrgicos y eclesiásticos, así como los
políticos, que forjan una reforma inglesa diferente a las otras reformas
protestantes. A través de los siglos XVI y XVII se conformó una Reforma
Anglicana que seleccionó y perfiló su propia identidad, muy influida por los
monarcas que asumieron el poder y las controversias políticas y doctrinales que
provocaron. La Iglesia de Inglaterra, como la oficial de la monarquía
constitucional inglesa, mantiene una relación histórico-jurídica entre el
estado y la iglesia; el trono y el altar.
Ya hemos mencionado la Reforma Radical. Este movimiento se caracteriza en
grandes líneas por no aceptar ninguna componenda con los estados. En este
sentido asumen una postura radical de cuestionamiento y sospecha ante toda
estructura gubernamental o estatal que pretenda manipularlos o dictarles
principios morales, espirituales o políticos. Hay varias figuras destacadas,
pero es Tomás Muntzer, un seguidor inicial de Lutero convertido en un profeta
apocalíptico y revolucionario, el que más se destaca. Muntzer es considerado
como precursor en el siglo XVI en Alemania de la teología de la liberación. En
su militancia revolucionaria acompaña a los campesinos en sus luchas,
promulgando la lucha armada como justa, combinada con un mensaje profético y de
comunitarismo cristiano. Creía que las personas creyentes debían levantarse
para pelear la “causa justa de Dios”, frente a los príncipes opresores y los
reformadores traidores como Lutero. Iluminado por sueños y visiones, más allá
del texto bíblico, Muntzer convocaba a un nuevo reino que Dios iba a inaugurar.
Durante los años 1524-25, Muntzer se dedica a la última fase de confrontación
armada contra los príncipes electores del territorio alemán.
Derrotados y diezmados, Muntzer y sus campesinos reflejan el radical
compromiso evangélico con la justicia y a favor de los pobres y la verticalidad
revolucionario de entregarse hasta la muerte en promoción de un régimen
político distinto, más propiciador de una sociedad fraterna, pacífica y humana.
Su compromiso evangélico y su postura revolucionaria se entrelazan en un modelo
único dentro de la Reforma Protestante. Muntzer fue decapitado y casi
desconocido por varios siglos, resurgió en el siglo XX gracias a la tenacidad de
científicos políticos como Federico Engels y Kart Kautsky, y filósofos como
Ernst Bloch.
Como parte de la Reforma Radical existieron grupos diversos apocalípticos
espirituales, sumamente escatológicos y separados de toda contienda política y
muchas veces en franca huelga social. Su principal énfasis fue la experiencia
de fe personal, disciplinados a vivir como comunidades del Reino en la fuerza
del Espíritu. Muchos de ellos fueron perseguidos y martirizados por negarse a
someterse al estado, jurar por la nación o servir en los ejércitos. La mayoría
de estos grupos formaron comunidades cerradas como los Amish en Estados Unidos.
Otros grupos como los Menonitas formaron comunidades de servicio y
testimonio e iglesias, radicalmente opuestas a la violencia con su pacifismo
radical, pero industriosas en áreas como la educación, la salud, las
comunicaciones y el apoyo a objetores por conciencia a la guerra. Su ética de
discipulado radical los mantiene como comunidades de resistencia y testimonio
en muchos lugares de mundo. Han producido un pensamiento teológico crítico y
profético, participando en esfuerzos ecuménicos que propicien la paz con
justicia. Estas iglesias Menonitas se han caracterizado por su laboriosidad y
fervor evangélico con una disciplina muy cercana a la de la Orden Benedictina
en la tradición católico-romana.
Estos protestantismos formaron parte de un movimiento religioso que hizo un
impacto en la cultura occidental durante los últimos 500 años. La llamada
modernidad no puede ser entendida, en parte, sin destacar la influencia de las
teologías protestantes. Tanto el pensamiento filosófico como el cultural y
político recibieron la influencia de ideas fraguadas desde la experiencia
religiosa que llamamos protestantismo. Para muchos pensadores e intérpretes de
los protestantismos iniciados en el siglo XVI es imposible separar lo
específico protestantismo de la ideología del sujeto burgués capitalista
desarrollado durante estos casi 500 años. Hay que explorar cómo los
protestantismos ejercieron esa influencia, cuáles fueron las ideas más
predominantes y qué dimensión liberadora ha ofrecido este movimiento
protestante tan diverso. Hay que preguntarse si la fuerza renovadora y el ansia
de libertad siguen desafiando a las iglesias protestantes y si ese aporte será
una fuerza de liberación en la historia contemporánea. ¿Qué harán las iglesias
protestantes en el futuro de América Latina? Esa pregunta es crucial.
Fue Max Weber, el eminente sociólogo alemán el que planteó la famosa tesis
sobre la influencia y determinación del protestantismo en los orígenes del
capitalismo moderno en su famosa obra La ética protestante y el espíritu del
capitalismo moderno. En realidad Weber lo que hace es intentar relacionar el
núcleo ideológico-teológico de las ideas planteadas por La Reforma Protestante.
Apoyado en ese determinismo ideológico Weber busca en las doctrinas
protestantes justificaciones y conexiones con el Renacimiento y el desarrollo
del capitalismo. El ve que Europa se desarrolla como ninguna otra región del
mundo en su capitalismo y cree detectar que aquellas doctrinas protestantes son
el caldo de cultivo para sustentar la ideología del capitalismo.
Weber conoce el concepto de vocación (beruf) en Lutero y subraya que
la idea del creyente industrioso, dedicado al trabajo por el don gratuito de
Dios adviene el nuevo burgués moderno. De Calvino saca lo que él llama “la
ascesis intramundana” como el, principio que ve la santidad siendo transformada
en una exigencia de eficacia, dedicación, llamado a ser ciudadanos ejemplares,
productores en una economía capitalista en el siglo XVI todavía incipiente. El
creyente predestinado a la gracia, electo y bendecido por Dios muestra en su
ganancia en la acumulación de capital signos palpables y visibles del favor. El
ser humano imbuido de estos principios prospera, se hace burgués, se disciplina
para vivir una ética del trabajo.
En realidad Weber se está refiriendo más al puritanismo inglés y
posteriormente al norteamericano, Calvino no había formulado una ética tan
conciente relacionado con el capitalismo como lo intenta plantear Weber.
Calvino atisba y señala pistas hacia un mundo moderno que él todavía no
comprende totalmente. Es un momento de transición, de cambio de época. No cabe
duda que el puritanismo norteamericano y su incidencia en la formación de un
“republicanismo cristiano” a partir del siglo XVII, aporta estos principios que
conforman la nueva nación.
Las iglesias protestantes que salieron de la Reforma se expandieron en el
mundo moderno y fueron afectadas por las ideologías del progreso, la
ilustración y corrientes del capitalismo liberal hasta muy entrado el siglo XX.
En América Latina y el Caribe este proceso vino presidido por el liberalismo
económico y político que vio en aquel protestantismo norteamericano y europeo
una fuerza civilizadora y progresista frente a lo que ellos consideraban era el
oscurantismo de un catolicismo decadente y retrógrado. Los propios misioneros
norteamericanos y europeos se vieron como agentes progresistas que
coincidían con una etapa superior de progreso liberal en el mundo proclamando
la libertad y la democracia.
Los protestantismos que surgieron del cristianismo reformador del siglo XVI
fueron movimientos que mostraron una gran diversidad desde sus propios
orígenes. Esta ha sido la más grande fortaleza y también debilidad. Por casi
500 años estas iglesias con una pluralidad de expresiones y agrupaciones,
hicieron su impacto en el mundo moderno. Ya Martín Lutero había planteado que
la salvación estaba íntimamente ligada al sujeto oprimido que ahora recibía por
gracia su libertad. El sujeto liberto existencialmente proclamaba su salida de
la incertidumbre y la angustia, afirmando un Dios gratuito y compasivo. Pero
inmediatamente Lutero relacionó en el plano ético la necesidad que la persona
creyente liberta asumo un compromiso de servicio y comunión con las demás
personas desde su libertad adquirida. La fe provoca la salida del sujeto hacia
una acción activa y amorosa al prójimo. Lutero desarrollará dentro de esos
parámetros una ética social de responsabilidad en todas las esferas de la vida,
asumiendo que para la persona creyente el valor supremo es su propia conciencia
y vocación ante Dios.
Calvino tomará algunos de estos principios, pero asumirá un papel más
decidido en promover una ética social que vigila, promueve y auspicia
estructuras que rijan y normen la vida civil y política. La iglesia, en esa
dimensión, es comunidad que vive proclama y se nutre por la Palabra y los
sacramentos moviéndose a la esfera civil para así promover un gobierno justo y
eficiente La ética reformada perfila una persona ciudadana activa en la
sociedad, pero obediente a la voluntad de Dios, sin confundir su lealtad
última. La reforma ginebrina en Suiza fue un modelo único en que se conjugan
ambos planos, el religioso y el civil.
La tradición reformada que promovieron Zuinglio y Calvino enfatizaron un
principio protestante que mantiene en tensión la relación
institución-movimiento, con el principio ecclesia reformata semper
reformanda (iglesia reformada, siempre reformándose). Hay un germen crítico
que no le permite instalarse, anquilosarse, mantenerse en un status quo. En
este sentido la iglesia tiene que constantemente liberarse para ser un agente
transformador en la historia. El principio protestante afirma un sí evangélico
como elemento constitutivo de su fe y un no protestante como signo de
indignación y una postura ética y profética contra la injusticia y a favor de
la justicia y la liberación.
La Reforma Radical asumió posturas decididamente más militantes y
desafiantes ante la sociedad política. Su ética de discipulado radical insiste
en una discontinuidad total con el estado y una resistencia a cualquier
inherencia en materias de fe y ética personal. Muchos de esos grupos
construyeron comunidades exclusivas desarrollando su propio estilo de vida como
una especie de contracultura. Su pacifismo radical fue mantenido en tiempos de
guerra, negándose a servir en las fuerzas armadas. Esas posturas generaron también
actitudes más positivas de servicio comunitario como se expuso anteriormente.
Hay una línea de continuidad histórica en los protestantismos liberadores.
Se destacan Tomás Muntzer y los campesinos en Alemania, los cuáqueros en Europa
y Estados Unidos, los Menonitas en México, Uruguay y otras partes de América
Latina. Esta herencia liberadora llega en su mayor expresión profética en
figuras como Martin Luther King, Jr. y la lucha por la liberación de la
población afro-americana en Estados Unidos y el Arzobispo Desmond Tutu en
Sudáfrica, paladín de la lucha contra el apartheid y a favor de la
liberación de los pueblos africanos. Ambos recibieron el premio Nobel de la
paz.
En Latinoamérica y el Caribe, cabe recordar a teólogos como Rubem Alves,
quien escribió el libro Religión, ¿opio o instrumento de liberación?, primer
aporte protestante a la teología de la liberación y José Míguez Bonino, quien
con su libro Fe en busca de eficacia, profundizó en una dimensión
liberadora del Evangelio, con una propuesta que incluía aspectos
eclesiológicos, bíblicos e históricos con una clara visión y compromiso
ecuménico. Julio de Santa Ana elaboró un análisis desde la teología de la
liberación en su libro Ecumenismo y Liberación, que aborda temas como el
trasfondo histórico de movimiento ecuménico, las definiciones de lo que es el
ecumenismo en sus vertientes bíblicas, culturales, históricas y políticas. Este
esfuerzo proveyó un aporte necesario para ayudar al diálogo ecuménico en la
comprensión del amplio marco de referencia histórica donde se inscribe la
teología de la liberación. Santa Ana también aportó análisis importantes en
artículos y libro sobre economía y teología, trabajos pioneros sobre ese tema.
En el Caribe surgieron voces destacadas que desde su propia realidad
cubana ofrecieron aportes significativos. Un aporte que sorprendió a todo
el continente americano fue la obra colectiva de connotados teólogos
protestantes cubanos, Cristo vivo en Cuba (de las primeras obras
editadas por el DEI en Costa Rica, a fines de la década de los 70).Cabe
recordar a Sergio Arce Martínez, teólogo y profesor presbiteriano que como
escritor pionero ofreció interpretaciones desde la revolución cubana que él
mismo denominó “teología en revolución”. Sergio Arce también ofreció sus dones
y capacidades a su Iglesia Presbiteriana y Reformada en la formulación de una
Confesión de Fe promulgada en 1977. Rafael Cepeda, ya fallecido, fue un
pastor pleno y un escritor prolífico que en clara tesitura evangélica y
martiana produjo una literatura variada y rica en propuestas teológicas,
bíblicas e históricas, que constituyen un acervo impresionante cuando de
teología de la liberación desde Cuba se trata. De igual forma le sucedió a
Rafael Cepeda Reinerio Arce Valentín, profesor de teología y rector del
Seminario Evangélico de Teología de Matanzas, quien presentó una sólida tesis
doctoral en la Universidad de Tubinga bajo la dirección del Dr. Jurgen
Moltmann, y adaptada y publicada en español bajo el sugestivo título: Religión:
Poesía del Mundo Venidero. Implicaciones teológicas de la obra de José Martí.
Otros aportes valiosos fueron compartidos por teólogos-pastores de la talla de
Adolfo Ham, René Castellanos, Raúl Suárez, Odén Marichal, Carlos Camps, entre
otras figuras del protestantismo cubano.
En Puerto Rico fue Domingo Marrero Navarro el precursor de una teología de
la liberación. Habiendo abrevado en la filosofía existencialista, José Ortega y
Gasset y la teología liberal norteamericana, Marrero se ubica dentro del
nacionalismo puertorriqueño y como luchador en pro de la independencia de
Puerto Rico de los Estados Unidos. Es así como escribe un breve tratado, Los
fundamentos de la libertad (1949). Este es un intento de ubicar, desde su
confesión evangélica y humanista, el genuino derecho del pueblo puertorriqueño
a su libertad. El tratado es un discurso de graduación en la Universidad
Interamericana de Puerto Rico, instando a los graduandos a la búsqueda de su
identidad en la vocación hacia la libertad.
Dos voces innovadoras y ejemplares han sido Samuel Silva Gotay y Luis
Rivera Pagán. Silva Gotay, profesor universitario y buceador de la historia y
la sociología de la religión nos ha dado, entre otras, una obra definitiva y de
clara inserción en la teología de la liberación, El Pensamiento Cristiano
Revolucionario en América Latina y el Caribe (1989) que es su tesis
doctoral presentada en la Universidad Nacional Autónoma de México. Silva Gotay
ha escrito sendas obras sobre el protestantismo y el catolicismo en Puerto
Rico. Rivera Pagán ha escrito Evangelización y Violencia (1992), una
obra histórico-teológica que encuadra y da cuenta de la ideología
providencialista de la gesta española en América, con un profundo y bien
documentado análisis de su justificación teológica. Rivera Pagán ha producido,
además, una obra excepcional, A la sombra del Armagedón: reflexiones
críticas sobre el desafío nuclear y la militarización de la ciencia (1989),
que es un manifiesto ético de corte profético que debió recibir mayor atención
por la fuerza de su advertencia, y que aguarda ser reconocida como un hito
importante en el desarrollo de la teología de la liberación. No cabe duda que
los aportes valiosísimos de Samuel Silva Gotay y Luis Rivera Pagán son lo más
significativo desde Puerto Rico, y desde la vertiente caribeña, a la teología
de la liberación.
El teólogo-poeta que desde Puerto Rico constituye una figura cimera y
ejemplar es Moisés Rosa Ramos, que en una obra definitiva plasma su ministerio
profético-pastoral con ribetes de mística revolucionaria comparable con Ernesto
Cardenal en Nicaragua. Su obra poética, Albúm de casa, es una
recopilación acertada de sus poemas de todas las épocas, inspirada y revisada
unas semanas antes de morir Allí en ofertorio pleno dibuja un perfil crístico
que asume la cruz-resurrección en búsqueda del encuentro definitivo con Dios.
Es un esfuerzo bien logrado, sin espiritualidades vacuas, en clara opción por
los y las pobres, personas marginadas y excluídas, que evoca como signo de
haber optado desde ese pueblo por la teología de la liberación.
Fue Idris Hamid, figura pionera de la teología de la liberación caribeña,
quien desde su convocatoria, y como teólogo presbiteriano, produjo tres obras
esenciales: In Search of New Perspectives, Troubling Waters y Out of
the Depths, en la década del setenta El estilo colectivo, la configuración
y elaboración de ciertas categorías específicas y necesarias desde el Caribe
ingles, proveyeron una plataforma indispensable para avanzar en los diálogos
que se sucedieron en los años siguientes. Es aporte fue un hito histórico muy
valioso. Tres teólogos que también aportaron significativamente fueron:
Kortright Davis, Emancipation Still ´Coming (1990), Noel Leo Erskine, Decolonizing
Theology: A Caribbean Perspective (1981) y
De igual forma cabe apuntar los aportes significativos de dos mujeres
protestantes que han brindado su visión liberadora desde la teología feminista
latinoamericana: Ofelia Ortega y Elsa Tamez. El libro de Elsa Tamez, Contra
Toda Condena es una relectura de la epístola a los Romanos desde la
hermenéutica de la liberación, con aportes importantes para actualizar el
pensamiento paulino en una perspectiva más integradora y claramente reclamando
la justicia comunitaria y cósmica.
Estas dos educadoras teológicas han dado una producción sólida en la
edición de libros desde la perspectiva feminista, la publicación de artículos
en reconocidas revistas latinoamericanas e internacionales como RIBLA,
PASOS, Concilium, The Ecumenical Review y Voices from the Third
World, entre muchas otras.
La figura protestante revolucionaria menos conocida lo fue Frank País,
líder y fundador con Fidel Castro del Movimiento 26 de julio en Santiago de
Cuba. Frank era miembro activo de la iglesia Bautista en Santiago. Frank fue
asesinado mientras organizaba la resistencia a la cruenta dictadura de
Fulgencio Batista. Pero su dedicación y entrega es reconocida sobre todo en la
provincia de Santiago de Cuba y entre los protestantes cubanos. Su itinerario
de fe y su ideario revolucionario hablan de un creyente evangélico-protestante
y un defensor de la cubanía y la liberación de su patria y todos los pueblos de
América.
En Venezuela hay que recordar al Rdo. Exeario Sosa Luján, uno de los
fundadores de la UEPV (Unión Evangélica Pentecostal Venezolana), iglesia
nacional que promoviera la lucha por la justicia y se ubicara claramente en una
línea profética, liberadora, comprometida con la paz con justicia.
Recientemente el gobierno bolivariano de Venezuela, a través de la Zona
Educativa del estado Lara, designó el nombre de Exeario Sosa Luján a una
escuela ejemplar bolivariana en Villa Crepuscular a las afueras de la ciudad de
Barquisimeto. Primera vez que un líder pentecostal es honrado con tan alta
designación. Igualmente hay que mencionar al Rdo. Ramón Castillo, miembro de la
UEPV y fundador del CEVEJ (Comité Evangélico Venezolano por la
Justicia), organización que se distinguió en los años 70 y 80 por la denuncia
pública de las injusticias y el anuncio de los valores el Reino de Dios. Estos
movimientos deben ser referentes a la hora de señalar las voces proféticas del
protestantismo venezolano y pioneros en promover el pensamiento bolivariano
mucho antes que la presente revolución bolivariana que lidera el presidente
Hugo Chávez.
Estos aportes presentados aquí como ejemplos, sirven como marco de
referencia en lo que ha sido la trayectoria liberadora de un sector del
protestantismo latinoamericano y caribeño. La pregunta central es, ¿podrá el
protestantismo latinoamericano y caribeño ser una fuerza profética y liberadora
en las realidades que vive Latinoamérica y el Caribe hoy? ¿Cómo lo
asumirán las iglesias protestantes? ¿Qué nuevos aportes son necesarios?
Bibliografía mínima
Alvarez, Carmelo. Una Iglesia en Diáspora. San José: DEI, 1991
Buss, Theo. El Movimiento Ecuménico en la perspectiva de la liberación. Quito-La Paz: CLAI-Hisbol, 1996
Egido López, Teófanes. Las Reformas Protestantes. Madrid: Editorial Síntesis, 1992.
Fuente: ALCNOTICIAS, 2014
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