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martes, 19 de septiembre de 2017

Müntzer y Grebel: conflicto hermenéutico en el siglo XVI (III)

Por. Carlos Martinez Garcia, México.
En Zúrich, un pequeño grupo liderado por Conrado Grebel pugnaba por la renovación eclesiástica y social. Enterados sobre la propuesta revolucionaria de Müntzer, aunque no detalladamente, los radicales de Zúrich le escribirían cartas para encomiarle que los cambios acordes a las enseñanzas de Cristo debían seguir su ejemplo constructor de la paz, y no alcanzarlos con el poder de la espada, como proclamaba el incendiario Thomas.
Thomas Müntzer pretendía tomar el cielo por asalto, es decir instaurar un régimen político y religioso igualitario mediante la fuerza. En la primera misiva de Grebel a Müntzer (otoño de 1524) aquél informa a éste sobre los descubrimientos a que han llegado los radicales de Zúrich en su lectura del Nuevo Testamento en relación al uso de la violencia, el bautismo, la Cena del Señor, y el seguimiento ético de Jesús.
La misiva de septiembre de 1524 es “el documento más antiguo del movimiento protestante de iglesias libres”.1 Es decir, la propuesta de Grebel consideraba a la comunidad cristiana como la formada por creyentes, quienes confesaban a Jesús como Señor y Salvador, daban fe de esa confesión mediante el bautismo personal y voluntario, además se comprometían al seguimiento ético de las enseñanzas de Jesús y abogaban por la separación entre Estado e Iglesia.
En lo concerniente al uso de la violencia para defender al Evangelio, le externan a Müntzer: “Tampoco hay que proteger con la espada al Evangelio y a sus adherentes, y éstos tampoco deben hacerlo por sí mismos –según sabemos por nuestro hermano– tú opinas y sostienes. Los verdaderos fieles cristianos son ovejas entre los lobos, ovejas para el sacrificio. Deben ser bautizados en la angustia y en el peligro, en la aflicción, la persecución, el dolor y la muerte. Deben pasar la prueba de fuego y alcanzar la patria del eterno descanso no destruyendo a los enemigos físicos, sino inmolando a los enemigos espirituales”. Esto último, lo de inmolar a los enemigos espirituales, por supuesto debe ser tomado en un sentido figurado, en el contexto de la misiva que, como afirma John Howard Yoder, “constituye el primer testimonio del pacifismo de la Reforma radical”.2
Contra lo decretado por las autoridades de Zúrich, algunos que antes fueron discípulos de Ulrico Zwinglio, decidieron bautizarse mutuamente. Lo hicieron en casa de Félix Manz el 21 de enero de 1525. Entonces se comprometieron a difundir la necesidad de proclamar el Evangelio y bautizar a quienes decidieran seguir a Jesús como Salvador y Señor. Les comenzaron a llamar anabautistas.
Es importante detenerse en la explicación del vocablo anabautistas. El término les fue adjudicado desde afuera, ya que practicaban el rebautismo. Las iglesias que bautizaban infantes, al juzgar la práctica de quienes decidieron solamente bautizar a los y las que previamente se convirtieran al camino de Jesús, consideraron el hecho como un rebautismo, dado que ya tales personas habían sido bautizadas en su infancia. Fue así que a los practicantes del bautizo de creyentes, y contrarios al paidobautismo, se le comenzó a llamar anabautistas, es decir, rebautizadores.
 El mote anabautistas es reduccionista, porque sobre enfatiza una de las características de los propugnadores de la Iglesia de creyentes de tal manera que hace aparecer casi como único distintivo del grupo la oposición al bautismo de infantes. Lo entiende bien William Estep, al referir que ya para cuando tienen lugar el 21 de enero de 1525 los bautizos en casa de Manz “el movimiento radical enfocaba mucho más que sólo la misa, o incluso el bautismo de creyentes. Para entonces también se incluía el tema de la naturaleza de la Iglesia. El concepto de una Iglesia de creyentes comprometidos con el Señor había sustituido al de una Iglesia compuesta por una multitud mixta. Esta nueva Iglesia, como la de los apóstoles, iba a estar compuesta sólo por los que confesaran a Cristo como Señor y recibieran el bautismo de creyentes, en lugar de estar compuesta por todos los nacidos en una determinada parroquia. La Cena del Señor sería practicada por los bautizados en una forma sencilla, despojada de sus adornos medievales, como un compromiso de amor fraternal en memoria del sacrificio de Cristo, una vez hecho y más que suficiente”.3
Al otro día de la sencilla ceremonia en casa de Manz, Grebel se da a la tarea de predicar en Zúrich y las cercanías la necesidad de la conversión a Cristo, testificar de esta decisión mediante el bautismo, y el seguimiento cotidiano a sus enseñanzas. Se dedica a estas tareas junto con Manz, y es en casa de éste donde tienen lugar las reuniones de estudio bíblico, bautizos y celebración de la Cena del Señor. Grebel llega a convencerse del bautismo de creyentes, y no de infantes, mediante el tenaz estudio del Nuevo Testamento. Dado que su enfoque de la revelación de Dios era cristológico y cristocéntrico, Conrado afirma la supremacía del Nuevo Testamento sobre el Antiguo, ya que en aquél se encuentra la Palabra final de Dios, Jesucristo.
Normalmente los bautizos entre los “hermanos suizos” se realizaban con derramamiento de agua sobre la cabeza de la persona. Así hizo Grebel con Jorge Cajakob el 21 de enero de 1525. Le correspondió al mismo Conrado Grebel bautizar por primera vez mediante inmersión en febrero de ese año a un monje converso, Wolfgang Ulimann. El acto tuvo como escenario el río Rin, en la sección cercana a Schaffhausen. Grebel sumergió en las frías aguas a Ulimann, y después permaneció cerca de dos meses con la congregación de Schaffhausen para fortalecerla y hacer discípulos.
Debido a lo fructífero de las tareas evangelizadoras de Ulimann, el bautizado en el río Rin, y las de dos anteriores convertidos por Grebel (Gabriel Giger y Lorenz Hochrutiner), los trabajos anabautistas en San Gallen y alrededores se acrecentaron. Grebel se les unió para consolidar la obra. En Gallen se conforma una congregación muy receptiva. El 9 de abril, en el río Sitter, Grebel bautiza a un buen número de personas. En la etapa inicial de la obra anabautista en San Gallen son bautizados unos quinientos creyentes, varones y mujeres.
Aunque sabía de la animadversión contra él de Zwinglio y el Concejo de Zúrich, Grebel regresa en abril a esa ciudad y visita discretamente a los hermanos. Evita aparecer en público, ya que es consciente de que si las autoridades eclesiásticas y políticas del lugar lo ubican su destino sería la cárcel. Para entonces la primera congregación anabautista surgida después de los bautizos del 21 de enero de 1525, la de Zollikon en las cercanías de Zúrich, ya había padecido advertencias judiciales y encarcelamientos de algunos de sus integrantes.
Durante su ocultamiento en Zúrich recae a causa de su frágil salud, mermada desde 1515-1518, cuando estudiaba en la Universidad de Viena. También se recrudece la falta de recursos económicos, de tal manera que Grebel se propone vender preciados libros de su biblioteca. Pero ni enfermedad, ni pobreza y tampoco las amenazas de ser encarcelado detienen a Conrado, quien toma la decisión de ir a predicar a Groningen. Entre finales de junio y el 8 de octubre de 1525, cuando es arrestado, Grebel se dedica a testificar a una o dos personas a la vez, enseñan a pequeños grupos y visita en sus casas a los creyentes. Subraya la necesidad del arrepentimiento y la autoridad de las Escrituras para normar las creencias y conducta cotidiana.
En la redada del 8 de octubre, además de Grebel, es apresado Jorge Cajakob. Gracias a que logra escapar Félix Manz no corre la misma suerte que sus dos hermanos en la fe. Pero solamente tarda tres semanas en acompañar a Grebel y Cajakob en la cárcel del castillo de Groningen, ya que entonces los captores no fallan. El trío es llevado a juicio el 18 de noviembre de 1525, y condenado por “su anabautismo y su conducta impropia, a permanecer en la torre con una dieta de pan y agua, y a nadie, excepto a los guardias, se le permitía visitarlos”.
Pronto les harían compañía otros anabautistas. A lo largo del gélido invierno los carceleros podían escuchar las oraciones, cánticos y predicaciones de los anabautistas presos, A pesar de las inclementes condiciones de la prisión, Grebel se dio a la tarea de escribir un trabajo prometido a los hermanos de Groningen acerca del bautismo. Conrado había afirmado antes de ser encarcelado que “si ellos [sus perseguidores] permitían que su escrito fuera impreso, él estaría dispuesto a discutir con el maestro Ulrico Zwinglio, y si el maestro Ulrico Zwinglio resultara vencedor, él, Conrado, estaría dispuesto a ser quemado; mientras que si él resultara vencedor no exigiría que Zwinglio fuera quemado”. Tras cinco meses de encarcelamiento el osado Conrado Grebel solicita autorización para que su escrito sobre el bautismo fuera impreso. La petición, pero por supuesto, es rechazada después de haberse verificado un segundo juicio contra Grebel, Manz y Cajakob los días 5 y 6 de marzo de 1526. Todos reciben condena de cadena perpetua. Un nuevo mandato ordenaba castigar el acto de bautizar adultos con la pena de muerte. El 21 de marzo, con ayuda de simpatizantes y seguidores, los anabautistas presos escapan de la cárcel.
Bajo persecución Grebel y Manz se dirigen a otros cantones (Appenzell y Graubünden) para continuar con su ministerio itinerante. Cajakob toma otra dirección, pero igualmente insiste en predicar el Evangelio, bautizar creyentes, rechazar la unión Iglesia-Estado y en mantener una vida que reflejara la no violencia de Jesús. Más tarde Manz y Grebel se separan, éste se encamina a Maeienfield, en el Oberland, donde muere en agosto de 1526. Müntzer y Grebel buscaron un mundo mejor. Les tocó vivir tiempos de cambios vertiginosos. En unos pocos años el aparente sólido control religioso y social de la Iglesia católica romana se transformó para dar paso a otras formas de creer y la consolidación de éstas en nuevas instituciones.
Al leer los escritos de Müntzer se puede fácilmente encontrar en ellos un estilo profético veterotestamentario. Hace reiterados llamamientos al arrepentimiento y a mostrar frutos acordes al mismo, consistentes en regresar al propósito original de Dios para la humanidad, un orden social libre de dominio por una casta de nobles y sin explotación a las masas. En el Manifiesto de Praga (25 de noviembre de 1521) Müntzer arguye para sí una elección especial de Dios con el fin de dar a conocer el verdadero sentido de la Biblia, ya que otros han tratado de hacer ésa explicación pero más bien desfiguraron las enseñanzas de las Escrituras: “Con mi palabra doy fe que me he aplicado visiblemente y con la máxima diligencia, mucho más que todos los otros hombres, a conocer los fundamentos de la fe cristiana, santa e invencible. En verdad y con osadía puedo decir que ningún desafortunado cura consagrado ni ningún monje desgraciado han sabido exponer los puntos más sencillos de los fundamentos de la fe”.4
En el mismo llamado citado, dirigido a los residentes en la ciudad del “ínclito y santo luchador Jan Hus”, denuncia que los intérpretes de la Biblia han adulterado sus auténticas enseñanzas: “con frecuencia les he oído explicar la Escritura, que han robado como si fueran pérfidos ladrones y asesinos feroces. A causa de este robo recibirán la maldición del mismo Dios, que habla por mediación de Jeremías”.5 Entonces cita Jeremías 23:30-33: “Mirad, vengo contra los profetas que roban los unos a los otros mis palabras y engañan a mi pueblo. Jamás les he hablado. Usurpan mis palabras, las pervierten en sus labios pestíferos y en sus bocas que parecen burdeles. De esta manera niegan que mi Espíritu hable a los hombres”. A mediados de julio de 1524 Müntzer expone el Sermón a los príncipes de Sajonia, en Allstedt, a donde viajan para escuchar al encendido predicador el duque Juan, hermano de Federico el Sabio (protector de Lutero), y el hijo de aquél, Juan Federico. El sermón tuvo un largo subtítulo: “Explicación del segundo capítulo del profeta Daniel ante los laboriosos y estimados duques y magistrados de Sajonia por Thomas Müntzer, servidor de la Palabra de Dios”.6 El lugar donde hizo la exposición fue en la Iglesia de Todos los Santos en Allstedt, ciudad donde había llegado Müntzer dieciocho meses atrás para ser pastor en la Iglesia de San Juan.
Müntzer buscaba convencer al duque Juan (primero en la línea sucesoria de Federico el Sabio, por carecer éste de descendencia), y su hijo, de tomar en sus manos la reforma de la sociedad junto con quienes buscaban cambios en ésta y en el mundo eclesial. Los interesados en tales transformaciones deberían unirse para ejecutar actos revolucionarios que trajesen un nuevo orden religioso y político. La interpretación que hizo Müntzer del cuarto Imperio, Daniel 2:33, 41-43, le llevó a concluir que allí se explicitaba la necesaria unión del poder político y el poder religioso para hacer los cambios necesarios para instalar la Nueva Jerusalén en Allstedt, y de aquí en otras partes de Alemania. Lluís Duch considera la pieza oratoria “como la máxima expresión del pensamiento político-teológico del reformador de Allstedt”.7
El mismo autor y experto en Müntzer sostiene que “siguiendo la inspiración narrativa ofrecida por el texto bíblico de Daniel, subraya con énfasis que la pequeña piedra, desprendida de la montaña y formada por laicos pobres y arruinados campesinos, destruirá el imperio eclesiástico-imperial, cuyas cabezas visibles, antaño, eran la Iglesia de Roma y el Emperador y, en los días de Müntzer, son Lutero y los duques de Sajonia. Los elegidos son los encargados de guiar a los pobres para que, finalmente, pueda tener lugar el juicio de Dios, que separará a los justos de los malvados, y, acto seguido, tendrá lugar la instalación definitiva del Reino de Dios sobre la tierra”. Müntzer se consideraba un nuevo Daniel, y a su llamado deberían unirse las huestes que desarraigarían toda cizaña que impedía florecer la justicia. Ocho meses después de que su llamado a los duques de Sajonia no tuvo el efecto buscado, sino que más bien los príncipes rechazaron tajantemente los cambios exigidos por los campesinos y sus aliados, Thomas Müntzer, desde Mühlhausen, hizo una desesperada Proclama a los ciudadanos de Allstedt. En ella les exhorta para que se unan a los movimientos rebeldes que están teniendo lugar en otras partes de Alemania.8
Inicia asegurando que es tiempo de despertar para las conciencias adormiladas. Después urge a que “Sin demora, ¡iniciad, combatid la batalla del Señor!” Sabedor de las maniobras del poder para desmovilizar los levantamientos populares, Müntzer externa: “Sólo tengo una preocupación y es que, a causa del desconocimiento de la perfidia de los príncipes, los ingenuos campesinos lleguen a establecer con ellos un pacto engañoso”. Desde su óptica ya no hay otra opción sino la confrontación armada contra quienes no quisieron poner sus puestos a favor de un cambio radical. Por ello instruye a los habitantes donde fungía como pastor a que exciten “a la rebelión a pueblos y ciudades, y sobre todo, a los compañeros mineros juntamente con los restantes compañeros que puedan ayudaros. No permanezcáis por más tiempo mano sobre mano”.
Como a su conocimiento habían llegado noticias de levantamientos en otras partes de la geografía germana, Müntzer confía en que también los habitantes de Allstedt se sumen a la que cree será una exitosa revolución: “Ánimo, ánimo, ánimo, hasta que arda el fuego! ¡No dejéis enfriar vuestra espada! ¡No vaciléis! ¡Martillead, pink, pank, pink, pank, sobre el yunque de Nemrod! ¡Destruid sus defensas! No os podréis librar del temor humano mientras ellos [los príncipes] vivan. No podréis hablar de Dios mientras ellos, impunemente, señoreen sobre vosotros. ¡Ánimo, ánimo, ánimo mientras os acompaña la luz, Dios os precede: seguidle, seguidle! La historia ya se encuentra escrita (Mateo 24, Ezequiel 34, Daniel 7, Esdras 10:1-14, Apocalipsis 6, todos ellos pasajes que explican Romanos 13)”.
La insurrección de los campesinos fue aplastada en Frankenhausen por las fuerzas militares de los príncipes. No hubo tregua para los alzados y cien mil de ellos murieron a manos de soldados mejor entrenados y armados. Thomas Müntzer fue capturado, enjuiciado y torturado, “se retractó de sus enseñanzas contra la autoridad y contra la doctrina sacramental tradicional. Comulgó con una sola especie”.9 Le condenaron a la pena de muerte, el 27 de mayo de 1525 fue decapitado en Mühlhausen.
Conrado Grebel creyó tener en Thomas Müntzer un aliado. Tal convicción le llevó, junto con correligionarios que consideraban tibias las reformas de Ulrico Zwinglio en Zúrich, a escribirle al radical de Alemania dos misivas, en las cuales el grupo de Zúrich le hacía conocer sus descubrimientos teológicos y éticos.10
La noticia sobre la pieza oratoria de Müntzer ante el duque Juan y su hijo, Juan Federico, llegó a conocimiento de Conrado Grebel, Félix Manz y otros del grupo anabautista en Zúrich. Más información se la proporcionó a los disidentes de Zwinglio el germano Hans Huiuff, quien había llegado a Suiza y se contactó con Grebel y los otros11
Conrado escribe a Müntzer en nombre de un movimiento, “de una comunidad; la iglesia libre es una realidad vivida antes de concretarse en enero de 1525 con los primeros bautismos [de creyentes]”.12 Creyendo que Müntzer comparte con ellos sus críticas tanto a la Iglesia católica como a los reformadores magisteriales y la necesidad de una vía que privilegie la construcción de una comunidad voluntaria, los radicales de Zúrich intentaron tender puentes de entendimiento con el profeta de Allstedt. Es por esto que el contenido de la primera carta muestra que “no conocen su misticismo, sus desprecio hacia el biblicismo, su originalidad apocalíptica […] ignoran sus expresiones a favor de una revolución violenta”.13
Grebel reconoce que él y la comunidad en nombre de la cual escribe estuvieron inmersos en el mismo error que ahora critican: “En ese error también hemos estado implicados nosotros –como pago de nuestros pecados–, mientras sólo fuimos oyentes y lectores de predicadores evangélicos, culpables de todo eso. Pero después que tomamos las Escrituras en nuestras manos y examinamos todos los puntos, nos hemos informado mejor y hemos descubierto el grande y nefasto error de los pastores y de nosotros mismos”.
Grebel le explica que los disidentes de Zúrich conocieron su escrito “contra la fe y el bautismo espurios”, encontrando puntos de coincidencia entre los propuesto por ellos y lo sostenido por Müntzer. Cabe mencionar que a diferencia de Grebel, Manz y Blaurock, “el visionario de Allstedt nunca practicó ni exigió el bautismo de adultos”.16. Es decir, no fue, como algunos han sostenido, anabautista. Los remitentes, con Grebel a la cabeza, le reprochan a Müntzer haber traducido la misa al alemán, no tanto por la traducción a la lengua del pueblo sino porque lo traducido es la misa, que consideraban carente de bases bíblicas. Además, en un estrecho entendimiento de lo que debe tenerse por bíblico, reprueban que Müntzer ha “introducido nuevos himnos alemanes. Eso no puede estar bien, cuando en el Nuevo Testamento no encontramos ninguna enseñanza acerca del canto ni ningún ejemplo” […] Puesto que cantar en el idioma latino surgió sin enseñanza divina o ejemplo y práctica apostólicos, y no aparejó nada bueno ni resultó edificante, mucho menos edificante será en alemán y provocará una fe sólo aparente”. 
La clave para la desaprobación de lo realizado por Müntzer, en cuanto al canto de himnos y de otras prácticas, estaba para los hermanos suizos en su siguiente afirmación: “Lo que no se nos enseña por medio de claros pasajes de la Biblia y por medio de ejemplos debe considerarse prohibido”. Ellos creían que lo que no estaba expresamente mandado en las Escrituras entonces estaba prohibido. En tanto que otros consideraban que si no estaba claramente prohibido por lo tanto podía permitirse. Hoy existen tendencias interpretativas semejantes a las dos mencionadas. En el mismo sentido de apegarse casi literalmente a lo normado por la Biblia, particularmente en el Nuevo Testamento, punto culminante de la revelación progresiva de Dios, Grebel y los otros mencionan que “la cena de la comunión fue instituida por Cristo e implantada por él. Sólo deben emplearse las palabras que aparecen en Mateo 26, Marcos 14, Lucas 22 y 1ª Corintios 11, ni más ni menos […] Debe utilizarse pan corriente, sin ídolos ni añadidos […] Además debe utilizarse [para el vino un vaso común] […] Porque la cena es una muestra de comunión, no una misa y un sacramento”.
Grebel exhorta a Thomas Müntzer para que dedique sus talentos y esfuerzo a crear una comunidad cristiana de acuerdo al Espíritu de Cristo. Para aquél dicha comunidad debería ser voluntaria, caracterizada por el amor y contrastante éticamente con el mundo circundante, en ella no debe tener parte el Estado para obligar a creer de acuerdo a lo prescrito por una Iglesia oficial. Sin ahondar en la noción de separación Iglesia-Estado, ya que Grebel no desarrolla este punto que sería central en posteriores posiciones anabautistas, sí está implícito en la carta el principio de separación entre ambas esferas. Para él, desde el gobierno político, y basando su entendimiento en la interpretación que hacía del Nuevo Testamento, era una contradicción pretender cristianizar a la fuerza a la sociedad. Respecto a defender con la espada al Evangelio y la postura de los hermanos suizos sobre el paidobautismo, Grebel y el núcleo zurichense manifestaron principios que se consolidarían a contracorriente de los sostenidos por los reformadores magisteriales y las iglesias territoriales del siglo XVI.
En una época en donde distintos bandos consideraban natural defender y/o imponer sus creencias a otros por la fuerza de las armas, Conrado Grebel abogó por el Evangelio de paz. El núcleo de los hermanos suizos descubrió que si los cristianos querían en verdad seguir el ejemplo de Cristo, entonces el ser discípulos implicaba necesariamente un compromiso voluntario y comprometerse con la construcción de paz. Así, enfatizaban, lo había enseñado Cristo. En la primera carta de Grebel y sus correligionarios en Zúrich de forma muy clara afirmaban: “tampoco hay que proteger con la Espada el Evangelio y a sus adherentes, y éstos tampoco deben hacerlo por sí mismo como –según sabemos por nuestro hermano [Hans Huiuff]– tú opinas y sostienes. Los verdaderos fieles cristianos son ovejas entre los lobos, ovejas para el sacrificio. Deben ser bautizados en la angustia y en el peligro, en la aflicción, la persecución, el dolor y la muerte […] Ellos no recurren a la espada temporal ni a la guerra, puesto que renuncian por completo a matar”.
Tras establecer lo anterior, el grupo de Conrado Grebel, Félix Manz y Jorge Blaurock le comunican a Müntzer por qué sostienen el bautismo de creyentes. En su entendimiento, “las Escrituras [les] dicen que el bautismo significa que por la fe y la sangre de Cristo son lavados los pecados del bautizado; significa que uno está y debe estar muerto para el pecado, que se ha adquirido una nueva vida y un nuevo espíritu y que será salvo con certeza, si por el bautismo interior se vive de acuerdo al verdadero sentido de la fe”. Sostienen que ser bautizado no reafirma ni aumenta la fe, tampoco proporciona la salvación, sino que es un testimonio visible de que quien recibe el bautismo tiene salvación por reconocer a Cristo como Salvador y Señor. Citan varios pasajes bíblicos para respaldar su oposición a que los infantes fueran bautizados, los tales podrán serlo cuando por ellos mismos decidan que quieren testimoniar su fe en Cristo dentro de la familia de creyentes. La misiva tiene fecha del 5 de septiembre de 1524, para entonces ya Müntzer y sus seguidores están en abierta oposición armada a los príncipes alemanes. Cuando Grebel y los demás conocen esta noticia escriben una segunda misiva en la que llaman al teólogo de Allstedt a deponer su actitud bélica.
Conrado Grebel menciona que ha conocido el folleto de Lutero, publicado en agosto de 1524,17 contra la revuelta de los campesinos y el papel de Müntzer dentro de la misma: “Veo que [Lutero] desea hacerte decapitar entregándote al Príncipe, a quien él ha ligado su Evangelio”. Müntzer y Grebel concordaban en que Lutero traicionaba el Evangelio al defender la política de los príncipes contra las reivindicaciones campesinas. Ya bien enterados del llamado de Müntzer a tomar las armas para hacer posible la Nueva Jerusalén, Grebel y los suyos hacen una exhortación “en nombre de la común salvación de todos nosotros a que desistas de todo ello y de toda idea propia [sobre la violencia], ahora y en adelante”. Consideran que mantener la integridad de la enseñanza neotestamentaria sobre vivir en contraste a los valores religiosos y políticos vigentes, necesariamente los pone en minoría ya que en el régimen de Cristiandad no se prioriza la práctica cotidiana de los principios éticos de Jesús.
Los radicales de Zúrich perciben con claridad que sus críticas tanto a príncipes católicos como a protestantes, al igual que a sus respectivos teólogos, les acarrearían persecuciones. El por ellos llamado bautismo de sangre, es decir pagar con sus propias vidas las crueles penas capitales que les impusieron sus perseguidores, tanto católicos como protestantes, no tardaría en llegar. Grebel subraya en la segunda misiva que el apego a las normas del punto máximo de la Revelación progresiva de Dios, Jesús el Cristo, son las que deben transmitirse como vinculatorias para los creyentes: “Instituye y enseña sólo la clara palabra de Dios y los correspondientes ritos, junto con la Regla de Cristo [Mateo 18], el inadulterado Bautismo y la inadulterada Cena (tal cual la hemos mencionado en la primera carta acerca de los cuales tú sabes más que cien de nosotros)”.
Los disidentes de Zwinglio en Suiza sostendrían sus convicciones pacíficas, pacifistas y pacificadoras en territorios dominados por gobernantes católicos lo mismo que bajo la hegemonía de gobernantes protestantes. Su eclesiología tuvo como núcleo la conversión voluntaria y el ingreso a la comunidad de creyentes por un compromiso personalmente asumido.
Thomas Müntzer, como he intentado desarrollar, hizo denodados esfuerzos por llevar a la práctica su entendimiento bíblico de haber sido elegido divinamente para hacer llamados a la insurrección armada y establecer un nuevo orden religioso, social, político y económico. Sus proclamas encontraron terreno fértil en una población oprimida y esperanzada de tener acceso a condiciones de vida muy distintas a las sufridas cada día. Müntzer no creó el descontento de los campesinos, se sumó a él y le proporcionó un discurso revolucionario basado en una hermenéutica original no en cuanto al uso de la violencia (tal uso estaba respaldado teológicamente desde siglos antes), sino al sujeto que debía hacer uso de ella para terminar con la injusticia: los oprimidos y desheredados de la tierra.
Por su parte Conrado Grebel y los anabautistas que predicaron el Evangelio de paz abrieron una vía distinta a los modelos teológicos/políticos imperantes en el siglo XVI. Perseguidos, y en algunos momentos a punto de ser extinguidos, perseveraron en la encarnación de la comunidad voluntaria de creyentes al grado de que éste principio teológico les convirtió necesariamente, por la simbiosis Estado/Iglesia oficial presente por toda Europa, en disidentes políticos. 
Notas
1[1] Fritz Blanke, Brothers in Christ: The History of the Oldest Anabaptist Congregation, Zollikon, near Zurich, Switzerland, Wipf and Stock Publishers, Eugene, Oregon, 2005, p. 16.
2[1] Misiva completa en Textos escogidos de la Reforma radical, Editorial La Aurora, Buenos Aires, 1976, pp. 132-140. La obra ha sido reeditada por Biblioteca Menno, Burgos, España, 2016.
3[1] William R. Estep, La historia de los anabaptistas, revolucionarios del siglo XVI, tercera edición revisada y ampliada, Publicadora Lámpara y Luz, Farmington, New Mexico, 2008, p. 30.
4[1] Thomas Müntzer, “Manifiesto de Praga”, en Lluís Duch, Thomas Müntzer: tratados y sermones, Madrid, Editorial Trotta, 2001, p.82.
5[1] Ibid., p. 83.
6[1] Ibid., p. 93.
7[1] Ibid., p. 94.
8[1] Thomas Müntzer, “Proclama a los ciudadanos de Allstedt”, en Lluís Duch, op. cit., pp.201-204.
9[1] Lluís Duch, op. cit., p. 47.
10[1] Las dos cartas suman 345 líneas. La primera es más extensa, contiene 275 líneas, y la segunda 70. J. C. Wenger (transcripción y traducción), Conrad Grebel’s Programatic Letters of 1524, Herald Press, Scottdale, Pennsylvania, 1970.
11[1] John H. Yoder, op. cit., p. 131.
12[1] Ibid., p. 132.
13[1] Idem.
14[1] George H. Williams y Ángel M. Mergal (editores), Spiritual and Anabaptist Writers, The Westminster Press, Philadelphia, 1957, p. 71.
15[1] Leland Harder (editor), The Sources of Swiss Anabaptism, Herald Press, Scottdale, Pennsylvania, p. 285.
16[1] Lluís Duch, op. cit., p. 68. 17[1] Circuló como folleto, originalmente fue una carta escrita por Lutero en junio de 1524 y dirigida a “a los muy ilustres príncipes y señores, Federico, príncipe elector, y Juan, duque de Sajonia”. Después Lutero escribiría en términos más reprobatorios contra el movimiento insurreccional, el 20 de abril de 1525, “Exhortación a la paz en contestación a los doce artículos del campesinado de Suabia”; y mayo del mismo año “Contra las bandas ladronas y asesinas de los campesinos”. Ambos textos en Joaquín Abellan (estudio preliminar y traducción), Martín Lutero, escritos políticos, tercera edición, primera reimpresión, Editorial Tecnos, Madrid, 2013, pp. 67-94 y 95-101.


Fuente: Protestantedigital, 2017

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