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domingo, 1 de octubre de 2017

Una respuesta a la serie: ¿había pastoras en la iglesia primitiva?

Por. Luis Marian
Comenzaré destacando que me resulta llamativo que un autor evangélico concluya su análisis diciendo que «lo verdadero no es nuevo y lo nuevo no es verdadero» cuando se trata de un eslogan del catolicismo para rechazar la Reforma protestante. Durante siglos también fue una premisa de los teólogos que se oponían a los movimientos abolicionistas. Para ellos la esclavitud siempre había estado ahí y además –decían ellos- tenía el apoyo de La Biblia. “Lo nuevo no es verdadero” es un lema cuanto menos peligroso. No es el mejor punto de partida para tratar de cambiar situaciones injustas anquilosadas sino más bien una evidencia del error de lógica de quienes se posicionan en contra de que las mujeres puedan enseñar a la congregación hoy. Trataré de explicarlo:
Confusión entre los principios espirituales y sociales Tanto el posicionamiento a favor de la esclavitud como el negar el ejercicio pleno de dones a mujeres comparten paralelismos de interpretación bíblica equivocados que han resultado históricamente muy perjudiciales para los más débiles. Y esto es justo lo contrario de lo que pretende La Escritura. Y es que en ambas conclusiones se confunden los principios espirituales de La Biblia con los principios políticos y sociales que envuelven las culturas en las que se desarrolla.
De este modo, los criterios argumentales usados por Andrés Messmer en sus 3 artículos para prohibir el pastoreado de la mujer también podrían ser usados para justificar la esclavitud. De hecho, así se hizo durante siglos. Desde una interpretación literalista textos como Efesios 6: 5-9. Colosenses 3: 22; 1 Pedro 2, 18 podría ser considerado “claros” al respecto. Muchos han dicho: ¡La Biblia dice que los esclavos deben someterse a sus dueños! Pero ¿Es esto un mandato divino atemporal? ¿Dónde radica el error?
La confusión está en ver una supuesta bendición espiritual del modelo social de aquel tiempo ¡Pero esto no es así! La Biblia no bendice la esclavitud sino que simplemente la asume. El Nuevo Testamento llama a ser un buen ciudadano cristiano dentro del estrato y rol social que le corresponde a cada uno. El punto era que el cristianismo no debía comenzar como una revuelta política antisistema. El cambio no debía llegar así y esa era la preocupación.
Nos metemos en un lío si minusvaloramos la radical diferencia entre aquel contexto social y el nuestro. El autor de la serie no menciona aspectos determinantes de los primeros siglos como era que el marido era dueño de los demás miembros de la familia “sin limitación sobre la persona y bienes de la mujer o de sus descendientes, poder superior a cualquier injerencia del Estado en nombre del bien común o por la tutela encomendada sobre sus ciudadanos1”. Esta circunstancia es más que un mero detalle de contexto ¡Lo cambia todo! No podemos hacer un copia/pega de estos versículos para hoy como si nada pasara entonces con la situación legal de la mujer o los esclavos. Debemos escudriñar el marco social de entonces y desde ahí averiguar qué principios espirituales debemos aplicar hoy.
Cuando Pablo dijo: “Sométase toda persona a las autoridades superiores” (Romanos 13, 1) ¿Estaba diciendo que la dictadura pagana Roma era un modelo para los cristianos? No. Se trataba de un llamado a someterse y ser buenos ciudadanos. El matrimonio no era entre iguales como hoy y el respeto a las leyes de sometimiento era parte del cuadro para la incipiente comunidad cristiana. 
Víctimas de su tiempo: La misoginia de los Padres de la Iglesia Andrés Messmer dedica su segundo artículo a mostrar citas de los Padres de la Iglesia para defender que la mujer no enseñe ni ejerza como pastora hoy. Parece ser que así lo entendieron muchos destacados teólogos de los primeros siglos. Pero no podemos ignorar que también podemos mostrar cómo estos mismos autores no pensaban en abolir la esclavitud. De nuevo se confunde la injusticia social de su tiempo con un plan atemporal divino. La mayor prueba de esto es que en dicho artículo no se dice nada de las rechazables ideas de los autores citados acerca de la mujer. Tertuliano de Cartago (s. II y III) dijo:“Tú [mujer] eres la puerta del diablo, tú quien destapó el árbol prohibido, tú la primera transgresora de la Ley divina; tú fuiste quien persuadió a aquél a quien el diablo no tuvo suficiente coraje para acercarse, tú estropeaste la imagen de Dios: el hombre Adán; por tu castigo, la muerte, incluso el Hijo de Dios hubo de morir [...] ¿No sabes que cada una de vosotras es una Eva? La sentencia del Señor sobre tu sexo está vigente hoy; la culpa, necesariamente, sobrevive hoy también2”. Juan Crisóstomo (S. IV y V) concluye sin rubor que: “En resumen, las mujeres toman todas sus corruptas costumbres femeninas y las imprimen en las almas de los hombres3”. La cuestión es simple: Una cultura que penetraba en la Iglesia para considerar a la mujer cómplice del diablo e inferior al varón no debe ser referente para nosotros hoy.
12 apóstoles varones
Conocer cómo era el mundo del Imperio romano nos ayudará a entender por qué las mujeres no hubieran tenido una gran aceptación como supervisoras o pastoras de hombres. El mundo no estaba aún preparado. Y tal y como se anunció en Génesis 3: 15, el abuso de los hombres a las mujeres sería el patrón dominante en la humanidad desde entonces como una maldita consecuencia del pecado. No por ser un maravilloso plan divino a seguir.
Nada en La Biblia nos puede hacer pensar que escoger solo a varones deba ser un requisito atemporal. Cuando en la Judea del año 30 (aprox.) se escogieron apóstoles varones había motivos para ello. El simbolismo de los 12 apóstoles como las 12 tribus judías encabezadas por hombres era evidente. Además: ¿Por qué reducir las exigencias al género? ¿Y qué de la nacionalidad? Si Jesús escogió a 12 judíos ¿Deberíamos entonces prohibir pastores gentiles en nuestros días? Jesús tampoco escogió a esclavos que legalmente debían estar sometidos a sus amos. Jesús no rompió la escala legal de supervisión y autoridad en la que las mujeres eran una posesión del marido o del padre. Todo esto era muy importante a nivel práctico y de comprensión de aquella mentalidad.
La elección de los apóstoles es una de las decisiones más trascendentales de la historia de la humanidad. Ellos serían la plataforma mundial para la predicación a toda criatura. El evangelio recoge con naturalidad cómo con las mujeres no se debía intercambiar palabra (Juan 4, 27). Haber puesto a mujeres como mensajeras del Reino de Dios no habría sido una buena idea para su extensión por los prejuicios de su tiempo. Para nuestra completa formación del cuadro debemos contar con la falta de acceso a una capacitación de la mujer para la enseñanza pública (1ª Pedro 2, 9. Apocalipsis 1, 6. Hechos 2, 17-18. Gálatas 3, 28). El testimonio de ellas valía menos que el de un hombre y carecían de derechos. Por ejemplo.
Así que mujeres o esclavos no fueran apóstoles, o que Jesús defendiese que la dictadura pagana de Roma debía financiarse con los impuestos de los ciudadanos (Mateo 22, 11) eran condicionantes que había que asumir. Y no hay que darle demasiadas vueltas. Si hoy un cristiano dice que debemos pagar el IVA no estará defendiendo el capitalismo como el sistema de Dios. Estará fomentando el buen comportamiento cristiano. Son situaciones injustas que un evangelio bien entendido debería llevarnos a superarlas con el tiempo y no a tomarlas como un ideal divino para hoy, pues nunca se dice que deba ser así. Pero un evangelio bien entendido debería llevarnos hoy a superar innumerables injusticias discriminatorias. No a tomarlas como un ideal divino tan solo porque formaron parte del marco mental y social de los tiempos bíblicos.
Hoy en Occidente la mujer no es una propiedad del marido. Y a diferencia del siglo I, ellas tienen acceso a la educación, a La Palabra de Dios, a seminarios… y pueden ser escuchadas por hombres sin las sospechas ni escándalos sociales que provocaban en el auditorio por causa de su género en tiempos del Imperio. En este sentido, no entiendo bien la extraña petición inicial de Andrés Messmer para que entre las mujeres se fomenten dones de vírgenes (¿?) o abadesa pero no la enseñanza a varones. La rareza de su conclusión me parece otra evidencia derivada de la confusión entre principios espirituales y culturales de los tiempos bíblicos.
Los roles y la mujer en La Biblia
Llegados a este punto muchos dirán con razón: ¡Todo esto está muy bien! ¿Pero qué pasa con los textos que mandan silencio a las mujeres (1ª Corintios 14)? ¿Y la prohibición de que ellas enseñen (1ª Timoteo 2)? ¿No va La Biblia más allá de la cultura? ¿No son estos claros principios espirituales para que ellas no enseñen? Estas preguntas son necesarias para quienes creemos en La Biblia como La Palabra de Dios. Y precisamente por esto, si leemos bien los porqués dados por Pablo comprobaremos que el apóstol estaba dando respuestas a problemas concretos con mujeres de su tiempo. 
Además de la dominante misoginia social había problemas poderosos provocados por las emergentes falsas enseñanzas que tenían a las mujeres como sus portavoces especiales. Una especie de médiums. Había un problema generalizado entre mujeres que habían “quebrantado su primera fe”, estando, “no solamente ociosas, sino también chismosas y entremetidas, hablando lo que no debieran”, razón por la que Pablo afirma: “quiero [yo], pues, que las viudas jóvenes se casen, críen hijos, gobiernen su casa; que no den al adversario ninguna ocasión de maledicencia. PORQUE ya algunas se han apartado en pos de Satanás” (1ª Timoteo 5, 11-15). Como vemos, hubo unos porqués muy concretos.
Por citar a autores conservadores, César Vidal afirma que “la gnosis había hecho especialmente estragos entre el elemento femenino de las mujeres cristianas […] Si la ofensiva gnóstica se había infiltrado así entre las mujeres, sería más prudente impedir a estas que enseñaran4”. Había un problema generalizado con las mujeres y era necesario tomar una decisión urgente al respecto. Y la decisión tomada por Pablo fue la que consideró como menos mala. Pero no deberíamos tomarla como un propósito perfecto del corazón de Dios para la mujer. Y tal y como estamos viendo, es el mismo Pablo quien da nos hace pensar así.
Pablo Wickham, (en referencia a 1ª Ti. 2, 11-12), aclara que “[el apóstol Pablo] está prohibiendo la clase de enseñanza falsa que llegue a cautivar y atrapar a sus oyentes, independientemente del sexo del enseñador(a). Aquí es necesario un estudio más profundo del contexto efesio, como también lo es en el corintio en cuanto a caps.11 y 14 de la primera epístola. Por otros pasajes en las epístolas dirigidas al contexto efesio (Efesios y Timoteo), podemos notar la propensidad de ciertas mujeres a dominar y a creer y hacer circular doctrinas erróneas, y Pablo tiene que cortar esa tendencia de raíz, no para que se deduzca que una mujer no pueda enseñar en la iglesia a hombres, como muchos han interpretado, sino que nadie, hombre o mujer, enseñase tales doctrinas falsas. En este caso se estaban “pasando” las mujeres, escuchando a los maestros del error, y habría que silenciarlas por ello.5”
La respuesta pastoral de Pablo podríamos resumirla desde la siguiente paráfrasis “Hay un problema entre las mujeres. En general no están preparadas para enseñar ni para ser escuchadas. Existen demasiadas portadoras de falsas doctrinas, así que concluyo que es mejor que no digan nada en las reuniones públicas. Pero enséñenlas en casa (1ª Co. 14: 35), aunque esto sea algo extraño en una cultura en el que no se les enseñan estas cosas a las mujeres”. Partiendo de este punto, hoy podemos deducir que si este problema del engaño generalizado entre aquellas mujeres se soluciona, es obvio que ya no habrá problema para que las mujeres enseñen. Esta es la idea. Así que en ningún caso deberíamos apelar a textos bíblicos polémicos para la restricción de los dones que Dios ha dado a cada uno en particular (1ª Co. 12: 7). Ningún texto bíblico apunta a esta idea.
El tema de los roles de género es un argumento muy usado por quienes se oponen a la enseñanza de mujeres hoy. Pero esta idea no estaba en la cabeza de Pablo. Quienes defienden la atemporalidad de 1 Timoteo 2: 9-15 no pueden apelar al reparto de roles de género. Quienes así piensan deberían volver a leer el texto, ser coherentes con su literalismo, y afirmar que la razón real por la que las esposas deben callar hoy es porque ellas van a engañar a la Iglesia cada vez que hablen6, pues esto es lo que Pablo le argumenta a Timoteo al mencionar a Eva. Como el mismo Pablo diría a Timoteo, el problema de fondo era el engaño y el desorden, no de sexo ni de roles como algunos hoy dicen pretendiendo endulzar el problema a ojos actuales. Afortunadamente, hoy nuestro entorno religioso y sociocultural atraviesa una circunstancia radicalmente diferente.
Viendo el desolador panorama machista dominante en la historia hasta hace pocos años (e incluso hoy día) deberíamos soslayar la cita de Vicente de Lérins con la que Messmer concluye su análisis: «En la Iglesia universal hay que poner el mayor cuidado para mantener lo que ha sido creído en todas partes, siempre y por todos». Gracias a Dios, los reformadores o los abolicionistas cristianos tomaron un mejor eslogan de “Iglesia reformada, siempre reformándose” pues son los principios realmente espirituales de La Palabra de Dios los que deben guiarnos y no inercias mundanas que durante siglos han podido anquilosarse en La Iglesia. El evangelio siempre estuvo y estará a favor del débil y los marginados. “He aquí yo hago todas las cosas nuevas” (Ap. 21, 5), dice el Señor. Y es que lo nuevo, a veces, es verdadero. Siempre será verdad si es bueno. Y por eso al evangelio le llamamos Buenas Nuevas.
NOTA:
Una exégesis más detallada de los textos bíblicos más polémicos acerca del rol de la mujer (Gn. 1, Ef. 5: 21-23, 1ª Co. 11: 3-14; 14: 34-35, 1ª Ti. 2: 9-15) ya fue realizada por mí en este medio. Dicho análisis bíblico actualizado puede ser consultado en: http://delirante.org/?p=255   
N. del E.: Puede consultar la serie de Andrés Messmer aquí. 
1[1] Mª Dolores Parra Martín. Mujer y concubinato en la sociedad romana. ANALES DE DERECHO. Universidad de Murcia. Número 23. 2005. Pág. 241
2[1] De cultu feminarum I, 1-2
3[1] Crisóstomo, J.: Contra los que habitan con vírgenes 11
4[1] César Vidal Manzanares. Los Orígenes de la Nueva Era. Grupo Nelson. 2010. p. 106-107
5[1] Pablo Wickham. Revista Aletheia. nº 38. 2011. p. 76
6[1] Teólogos de influencia como John MacArthur piensan que las mujeres deben callar en la iglesia por haber guiado a los hombres al pecado cuando asumen el liderazgo. Ver: https://www.youtube.com/watch?v=SolxB4xQBgQ&feature=youtu.be


Fuente: Protestantedigital, 2017

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